¿Aceptarías estar solo en una cueva por 500 días a 70 metros de profundidad sin contacto con el mundo exterior? El común denominador de las personas podría llegar a declinar la oferta ante cuestiones que, en el pensamiento colectivo, se consideran básicas, según la perspectiva de cada uno, pero hay excepciones a la regla surgidas en la situación menos pensada. Beatriz Flamini observaba Rescate (miniserie con eje central en los grupos de rescate en montaña) cuando decidió tomar su teléfono para realizar una llamada telefónica que, sin saberlo, la catapultaría a lograr un récord mundial con un solo proposito: la ciencia. Cómo se desarrolló esta asombrosa experiencia, su particular modo de vida y la polémica que deslegitimó una marca histórica.
Esta deportista española se contactó con la productora de ese envío, Dokumalia, para proponerle un reto denominado Time Cave (La cueva del tiempo) con el proposito de hallar las consecuencias del aislamiento social, la ausencia de luz natural y la desorientación temporal extrema en la faceta física y mental, exámenes que no se habían llevado a cabo por tiempos de adaptación tan prologandos. El Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril, ubicado en la ciudad europea de Granada, se involucró dentro de un proyecto que incluyó distintos especialistas e inició el 20 de noviembre de 2021. Desde ese día, Flamini sostuvo una noche permanente rodeada de una oscuridad invasora.
“El sábado zarpa de nuevo el barco en un viaje que durará 500 días. Nos leemos de nuevo en abril/mayo del 2023”, escribió en su última publicación dentro de su cuenta personal de Instagram. Dos días después, fue conducida hasta el lugar elegido, donde solo poseía una computadora (sin fecha ni hora) y un módem de Internet, aunque estos dispositivos solo servían para enviar mensajes de texto y video; nunca para recibir. Todo esto con el fin de supervisar sus condiciones de salud, las mismas que provocaron una elección de por vida.
“Hace unos ocho años entré en la crisis de los 40 y por una serie de procesos mentales y de autoestima, me apeteció ir a la montaña sola. Un día preparé la mochila para cinco días en la montaña de la Pedriza (España). Al cabo de cinco días, entre lágrimas, me obligué a marcharme. Descubrí que lo que me gustaba era seguir viviendo allí”, confesó en el podcast Active Woman en 2021. Sus constantes problemas de salud con su viejo estilo de vida, que obligaban a largas estadías en el hospital, le presentaron un dilema que motivó su cambio paradigmático: “¿Qué quiero hacer? Voy a morir igualmente. ¿Qué haría antes de que ocurra ese momento? Y eso fue agarrar la mochila e ir al monte. Llevo ocho años sin ir al médico. Con esto me siento bien”.
Durante 509 días, la alpinista prescindió de celulares, relojes y una cama, pero entre los lujos menos nombrados se encuentra el jabón, un material que había dejado de usar desde hacía varios calendarios: “Agradezco un grifo o una ducha, calefacción. Pero si normalizas el no ducharte y sí lavarte, utilizar agua de un manantial, en lugar de luz usar frontales (vinchas con luz frontal)... Llevo ocho años sin usar jabones. Cada vez estoy más sana. No tengo problemas de piel y de caídas de cabello. Mi ropa se mantiene limpia sin jabones”. Además, sorprendió al revelar que no utiliza el inódoro y sus cuestiones fisiológicas las deja en una bolsa: “¡Soy feliz sin él!”.
Estos desechos eran arrojados en un punto estratégico, junto a toda la basura restante, y recibía alimentos o cualquier cosa que necesitara. El planeamiento de esta operación contó con el cerramiento del sitio para evitar caídas de animales o la entrada de un individuo desconocido y la elaboración de un sendero para facilitar el aterrizaje de un helicóptero de evacuación en caso de emergencia. “Esto es un proyecto de mucha gente, porque podían pasar mil cosas que no sabíamos. Entrábamos en un mundo desconocido para todos”, afirmó David Reyes, integrante del Club de Espeleología de Motril.
Antes de los 70 días, Beatriz Flamini dejó de hacer su propia cuenta mental de cada jornada. La incertidumbre dejó de ser atípica para incluirla dentro de su rutina cotidiana, en la cual invirtió su tiempo en la lectura de 60 libros con contenidos variados como filosofía, espeleología y exploraciones sumado a distintos autores como Julio Verne o Friedrich Nietzsche. “No es que el tiempo pase más rápido o lento... El tiempo no pasa porque siempre son las 4 de la mañana”, expresó en una de las imágenes publicadas por Dokumalia, y que serán utilizadas en la conformación de un documental sobre esta ambiciosa propuesta con fecha final el 14 de abril pasado.
Luego de un año, cuatro meses y 22 días, un grupo reducido de personas descendió a lo más profundo del sitio emplazado en la población de Motril para comunicarle la culminación de su estancia, no sin antes observar la sorpresa de su interlocutora: “Me han agarrado durmiendo. Pensaba que bajaban a decirme que tenía que salir porque ha ocurrido algo. Cuando he visto a la primera persona, al coordinador del equipo de asistencia, pensaba que había pasado algo... Sí me ha costado saber que acababa: ‘¿Ya?’”. Flamini contó que allí dentro creyó que solo habían transcurrido “160 o 170 días” para visibilizar, indirectamente, la pérdida de la orientación frente a estos estimulos.
La escaladora madrileña tuvo un botón de pánico en todo momento ante la posibilidad latente de renunciar a su deseo inicial: “En ningún momento he pensado en abandonar, pese a que no tenía ninguna noción del tiempo. Estás ahí para eso”. La mujer estuvo acompañada por un equipo de psicólogos, espeleólogos y médicos y fue retirada con ayuda de miembros del Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril.
La protagonista se emocionó luego de observar la expectativa que había tomado esta situación en los últimos días e intentó bajar los decibeles frente al asedio de la prensa: “Me gustaría poder ser amable, pero sé que hay una rueda de prensa y si me permitís que me pueda pegar una ducha, que llevo un año y medio sin tocar el agua...”. Tras dos años en completo silencio frente a otras personas, confió su peor problema en su estadía: “El momento más complicado fue cuando tuve una invasión de moscas”. Además, declaró haber sufrido “alucinaciones auditivas”, ya que oía “alaridos” cuando grababa los videos y priorizó en muchos momentos “el silencio de la cueva” para evitar hablar consigo misma.
En un primer momento, las versiones periodísticas apuntaban que Flamini había superado a Milutin Veljkovic como la persona con más tiempo dentro de una cueva (el serbio estuvo 464 días 1969 y 1970). Sin embargo, la divulgación de mayores datos sobre la gesta histórica arrojó una polémica que puso en riesgo el récord: la atleta debió abandonar este lugar en mitad de la experiencia por un fallo en el módem necesario para conectarse a Internet que ponía en riesgo su salud ante la falta de posibilidad de comunicar su estado cotidiano.
Más allá de esta salida anticipada, continuó aislada y sin comunicación con el exterior. Así lo explicó la portavoz de la productora Dokumalia, Elena Mera, en diálogo con la agencia EFE: “Beatriz no ha hecho esto por el récord; ella no buscaba aparecer en ninguna clasificación porque entonces no habría regresado a la cueva”. Esta representante zanjó la discusión como un fallo de comunicación y aclaró que tendría la máxima marca en su género. En este sentido, la exploradora también dio su versión: “No hay nada que ocultar, de hecho me ha extrañado que nadie me lo haya preguntado en rueda de prensa”.
Alejada de estos debates, la deportista se mantiene “muy eufórica” y exhibió frente a su círculo íntimo su costado más hambriento, según contó Mera: “Ha desayunado doble. Como si no hubiera un mañana”. Su ascenso a la superficie estará acompañado de distintas pruebas médicas para comprobar su estado de salud actual y se someterá a otras más complejos para conocer el impacto de sus días de aislamiento, como estudios hormonales, de huesos o vitaminas.
El cierre de este proyecto marcará un antes y un después en la vida de Flamini: “¿Si volvería a la cueva? Volvería con otro proyecto, de hecho ya tengo algo en mente”. Esa meta había comenzado en 2019, año en que estuvo 95 días en soledad y autosuficiencia en la montaña palentina (España) soportando distintos climas y condiciones adversas para prepararse mentalmente de cara a recorrer más de 4.000 kilómetros de Mongolia. Las condiciones sanitarias por el COVID-19 habían dejado trunca esa posibilidad y, tras enterarse que la pandemia quedó atrás, volverá a intentar su viejo anhelo en profunda soledad para ser la primera persona que recorra el país de Oeste a Este, atravesando la Cordillera de Altai y cumbres de hasta 3.000 metros.
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