Quienes estuvimos cerca sabemos de qué se trata. Nadie, jamás, se fue de una entrevista con Julio Grondona sin solucionar su problema: embargos, remates, paro de empleados por sueldos atrasados, confiscaciones… He visto desfilar desde los más famosos y encumbrados dirigentes hasta aquellos que esforzadamente trataban y tratan de llevar adelante las luchas de sus modestas instituciones. Para Julio Grondona daba lo mismo el club que fuere y la categoría en la que actuare. Conocía como nadie a cada club, a cada dirigente y cada uno de los problemas a resolver. El fútbol estaba alojado en sus células y cumplía su rol de indiscutido líder.
Como ya he escrito tras el descubrimiento de la placa que impone el nombre de Lionel Messi al predio que se llamaba Julio Humberto Grondona, quedaron preguntas no exentas de cierta indignación. Por ejemplo: ¿hubiera habido un Messi en la selección argentina sin la rápida reacción de Grondona, presidente de AFA, quien le organizó en 48 horas el partido que le diera formalidad a su condición de jugador del seleccionado nacional para todos los tiempos? La respuesta es: sin Grondona no hubiéramos tenido Messi. Y sin Maradona tampoco hubiéramos tenido Messi. Y sin un liderazgo firme no hubiéramos tenido seleccionados juveniles y mayores Campeones del Mundo, como los tuvimos bajo la presidencia del mismo dirigente.
Cuando murió, la selección argentina había jugado una nueva final –la tercera de su mandato- por la Copa del Mundo. Fue en Río de Janeiro ante Alemania y perdió en tiempo agregado por 1-0. No bajó al campo de juego a recibir la Copa pues estaba en desacuerdo con el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke quien –se presume– había vendido dolosamente entradas de categoría 4 (a disposición del gobierno de Dilma Rouseff) negando el remanente disponible para los aficionados argentinos. Hecho que se dio al perder Brasil contra Alemania en la Semifinal por 7-1.
También tenía pendiente una cuestión con Joseph Blatter, presidente de la FIFA, pues en el Congreso de San Pablo había quedado claro que no se presentaría a la elección del 2015 dejándole su lugar a Michel Platini. No obstante, Blatter insinúo que iría por otro periodo y Grondona, estratega político de la FIFA, sabía que había que persuadirlo sobre su abdicación y dejar para el 2015 a dos candidatos: Michel Platini (UEFA, Europa) y el príncipe Alí Bin Al Hussein de Jordania (Oriente Medio, Asia). Un espurio pacto entre Blatter y Platini los decantó a ambos de la FIFA.
No era todo lo pendiente de su agenda. Respecto de la selección nacional hizo llamar a Alejandro Sabella para ofrecerle la continuidad. La tarde del 29 de julio de 2014 se enteró sobre los padecimientos de salud de Alejandro, un admirable líder a quien Grondona valoraba y respetaba. Fue entonces cuando pensó en Miguel Ángel Russo, pero no tuvo tiempo de definirlo y elevarlo al Comité Ejecutivo ante el abordaje de otros temas urgentes.
La AFA que dejó Grondona fue una AFA armoniosa y solidaria. Y ello no se logra con asepsia contable ni corazón blindado. Los clubes debían dinero. ¿De quién era ese dinero sino de los propios clubes? Para Grondona la AFA no era un banco, ni una financiera, ni mucho menos una empresa. Su definición siempre fue clara para todos: el dinero es de los clubes y si no lo administran bien sus dirigentes pagarán los costos políticos.
Por cierto que estos descalabros obligaron a anticipos millonarios que los clubes pagarían con sus ingresos con tiempo y sin asfixias. Hay muchos presidentes de enormes instituciones que no hubieran podido poner en marcha sus gestiones sin un auxilio de la AFA. Y Grondona se los otorgaba a todos, de la categoría que fueran.
Luego vendría la otra cuestión, que la prensa –y algún dirigente perdido– plantearon con legitimidad: ¿Por qué razón a quien debe no le descuenta puntos tal como lo establece el reglamento? Y Don Julio respondía: “¿Y a quién sanciono con esa medida? ¿Al presidente, a la comisión directiva o a los socios y a los hinchas que no tienen nada que ver?”. Tal era su definición filosófica sobre la deuda de los clubes con la AFA. Y ayudó todo cuanto pudo para evitar defaults y tentaciones hacia las sociedades anónimas que aborrecía.
El FIFAgate ocurrido en mayo de 2015 surge de una investigación que la propia FIFA propició a través de la creación de un Comité de Ética. Este cuerpo tendría dos órganos: Instrucción y Decisión.
Para el Órgano de Instrucción, la FIFA contrató el 17 de julio de 2012 a Michael García, ex Fiscal General de los Estados Unidos de Norteamérica quien desembarcó en FIFA con doce agentes de investigación calificada del F.B.I autorizados a dedicarse full time y sin límites para los gastos operativos por cuenta de la FIFA . Los honorarios de Michael García fueron de 1.300.000 dólares por año.
Es así como un mes después, en agosto de 2012, García y sus oficiales del FBI iniciaron una pesquisa para saber quiénes habían votado por Rusia (2018) y Qatar (2022) como países organizadores de los próximos dos Mundiales de fútbol.
Mientras tanto para el Órgano de Decisión fue designado el juez alemán Hans-Joac Ecker quien recibiría todo el expediente de la investigación, pero sin darlo a conocer públicamente. Es en tales circunstancias que se genera un conflicto entre García y Ecker. El ex fiscal norteamericano quería que se supieran los resultados de su investigación al tiempo que Ecker prefería el ostracismo.
Puesto que el tema excedía la decisión de una autoridad natural, Michael García recurrió al Tribunal de Apelaciones de la FIFA. Ese Tribunal estaba integrado por tres miembros entre quienes se hallaba el escribano Fernando Mitjans, presidente del Tribunal de Disciplina de la AFA entonces y ahora. El alto cuerpo comenzó a leer las actuaciones el 11 de diciembre de 2014 y una vez evaluado el dossier hizo llegar sus fundamentos a Marco Villigher (Director de Asuntos Legales de la FIFA) y a la propia justicia suiza cuyo veredicto espera ansiosamente el mundo del fútbol.
En el Informe García de 990 páginas ha quedado claro que Julio Grondona –al igual que Joseph Blatter– y Ángel María Villar no votaron por Qatar, y que Grondona lo hizo por los Estados Unidos para el 2022. Y eso quedará firme cuando los tribunales suizos den a conocer el fallo y quede clara su inocencia en esta causa.
Para Grondona un Mundial en Qatar era inviable. Me lo dijo una noche al regreso de aquella reunión del C.E de la FIFA del 2 de diciembre del 2010 y antes del inicio de la última reunión del año del Comité Ejecutivo de la AFA: “Primero hay que mover la fecha por el insoportable calor, como 50°, después es un país donde las mujeres son discriminadas, lo mismo que los judíos, los negros, los homosexuales, ¿cómo le van a dar un Mundial a ese país?”, se preguntaba Julio quien en realidad tenía otros cuestionamientos no develados públicamente. A Grondona le disgustaba ver a jeques árabes fuera de sus países con varias mujeres sometidas y tomando alcohol. Lo consideraba una hipocresía. Pero se consolaba con una frase dramática: “Que hagan lo que quieran, total… yo para el 2022 no voy a estar…”.
La cultura que dejó en la AFA tras 35 años de presidencia tiene simpleza: atender a todos por teléfono o personalmente, pero atender a todos… Sus costumbres fueron conservadoras, tienen cimientos británicos como en la mayoría de las federaciones del mundo: priorizan la observancia de su eficiente personal, la conducta pública o privada de cada uno de ellos, los vínculos laborales o personales especialmente entre compañeros de trabajo donde no se admitían relaciones clandestinas, el respetuoso idioma de sus habitantes, el aseo y la vestimenta de empleados y funcionarios, el tono de la voz, el respeto por los requirentes externos ya sea para información o trámites, la prolijidad administrativa, el absoluto respeto a la autoridad de una o más áreas, el valor de la identidad institucional, el cuidado del buen nombre de sus funcionarios, la apelación a todas las formulas conciliatorias para evitar juicios con la consecuente subordinación irrestricta a los fallos de la Justicia sin abusar jamás del poder que otorga el propio fútbol para influir o presionar sobre jueces o fiscales, el pago de los sueldos el último día hábil de cada mes, el manejo discreto de la información sólo oficial y oportuna respetuosamente ofrecida sin confrontación ni ofensas.
En el marco de esa cultura “su” AFA jamás se subordinó al poder político de turno. Antes bien, era el poder político quien debía adecuarse a las normas o aspiraciones de la institución. Y es por ello que jamás se hubiesen admitido “decretos”. Podemos citar algunos ejemplos: nunca hubo tanta presión de la secretaría de Deportes de la Nación para reemplazar a un técnico como la que se ejerció contra Bilardo. Gobierno y medios. Sin embargo Bilardo tuvo el respaldo total de Julio Grondona y del Comité Ejecutivo. Y ganó el campeonato del mundo de 1986.
En el 2002 nos volvimos en primera ronda. Pero el contrato con Marcelo Bielsa fue renovado pues se evalúo el trabajo proyectado más que el resultado puntual. Había una conducción coherente, una doctrina que sustentaba los comportamientos y unos dirigentes que en el disenso o en la convergencia la honraban.
Probablemente el hecho más significativo se haya producido en 1994 mientras se disputaba el campeonato mundial. Fue en tal oportunidad que el mejor jugador del mundo en el país más poderoso del mundo fue sancionado por hallársele una sustancia prohibida en el organismo.
Diego Armando Maradona fue expulsado por doping, llegó a Buenos Aires, hizo sus declaraciones que aún se recuerdan simbolizadas en la inmortal frase: “Me cortaron las piernas”, y aunque el costo fue la eliminación de la Copa, no hubo ni escándalo, ni filtraciones, ni improperios, ni soplones desde adentro. No hubo ningún empleado infiel, ningún asistente técnico o administrativo dejó trascender nada. Ningún miembro del Cuerpo Técnico abrió la boca, ningún dirigente fue a programas para escandalizar la situación, ningún jugador se prestó a abordar el tema de Diego y aquel hecho, probablemente el más trascendente en el mundo quedó a disposición de la historia, pero no del escándalo.
Grondona era un hombre pragmático en un mundo como el del fútbol donde impera un sistema humanamente complicado. No es fácil liderar una corporación compuesta por miembros que compiten entre sí al tiempo que dictan normas. Y mas difícil aún sostener el nivel de competitividad evitando que los grandes sean más poderosos, que los chicos resulten discriminados y que la influencia mediática, social o política marque desigualdades. Sostener la armonía entre los dirigentes, no señalar la inferioridad de las categorías del Ascenso, cuidar y considerar al fútbol del interior y asistir a todos en un plano de igualdad pudo ser una de las razones de su caudillismo. Tampoco le fue fácil rescindir contratos y firmar nuevos convenios por la venta de los derechos de televisión. Sabía sobre el alto costo a pagar públicamente y lo asumió solo y en nombre de todos. Era él quien marcaba las políticas de la AFA, de la FIFA y de la región.
Los funcionarios de la Conmebol que estuvieron en su velatorio están presos, arrepentidos o procesados. Se sospecha que recibieron coimas para adjudicar los derechos de televisación de cuatro ediciones de la Copa América. La justicia terminará esos procesos, dictará las sentencias que aún faltan y como siempre sabremos la verdad. Los investigadores encontraron esta causa mientras buscaban a quienes habían recibido sobornos por votar a favor de Rusia y de Qatar. Fue en tales circunstancias que hallaron dinero transferido a bancos norteamericanos proveniente de dirigentes y empresarios sudamericanos vinculados al fútbol. No tardaron en detenerlos, acusarlos y enjuiciarlos. Alguno o algunos de quienes lloraban su muerte en el velatorio de Ezeiza ya en calidad de arrepentido delató que “esto viene desde la época de Grondona…”.
Resulta oportuno aclarar que esos contratos fueron firmados en diciembre de 2014 y que se pusieron en vigencia a partir de junio de 2015 con la Copa América del Centenario disputada en los Estados Unidos. Grondona había muerto cinco meses antes del acuerdo suscripto. Los muertos no pueden defenderse.
Lo que Grondona le dejó al fútbol argentino está en la historia. Y lo que la Justicia determinará también. En cambio lo que le dio a los hombres con las manos siempre abiertas y extendidas quedará en la gratitud, la memoria y la sensibilidad de cada uno.
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