La irrepetible década del ‘60 estaba diciendo adiós cuando dos mujeres, sin conocerse, daban sus primeros pasos en dirección a lo que les dictaba la pasión. Era la misma época en la que Joan Manuel Serrat grabó su disco musicalizando los poemas de Antonio Machado, que se abría con Cantares, donde el escritor dejó una sentencia hermosa: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y de ese modo fue como Eglis Giovanelli y Martha Perín comenzaron sus carreras en el periodismo deportivo, siendo las pioneras, dejando una huella indeleble que, con el paso del tiempo, muchas de sus colegas han recorrido hasta nuestros días. Una de las tantas tardes tórridas de este verano porteño nos dimos el gusto de entrevistar a estas dos mujeres ejemplares, que son amigas desde aquellos tiempos.
Eglis Giovanelli: “Siento un orgullo muy grande de haber podido ser una precursora y ya con mis años pienso que diferente es todo y cuantas cosas hemos hecho. Ahora es mucho más fácil, gracias a las redes y la tecnología, pero para mí, que vengo de un pueblo chiquísimo de la provincia de Santa Fe, donde miraba pasar los aviones por sobre mi casa y soñaba con estar allí. Y ahora tomo conciencia que hice 18 viajes con la selección nacional. Hace poco una periodista me dijo: “Vos sos de otra generación, ya sos grande”. Puede que sea cierto, pero cuando tenía veintipico de años me animé a pararme en el lobby de un hotel a esperar a un hombre que no conocía, porque le había jugado una apuesta a Perillo y Galotto, que eran los que entregaban las credenciales del Mundial ‘78, y que no me la querían dar, que yo la iba a conseguir. Ese fue mi gran punto de audacia. Hablé con ese hombre de la Confederación Sudamericana y me la otorgó. Y el día que estaba esperando poder recibirla en el teatro San Martín, escuché a un grupo de españoles, con acento inconfundible, que necesitaban a alguien para la producción. Me di vuelta y les comenté que era productora. Me consultaron sobre si tenía auto y respondí que sí, aunque por supuesto no tenía (risas). Lo conseguí y trabajé con ellos y luego me dieron una beca de seis meses en Radio y Televisión Española. Había que tener audacia y por eso, más allá de los problemas, que siempre hubo, todas esas vivencias me han llenado el alma de satisfacción”.
Martha Perín: “Creo que ese era el auténtico feminismo, por cómo peleábamos por nuestras cosas. Perder a mi padre a los 9 años me marcó mucho y crecí en una familia de varones, donde las mujeres debíamos defendernos realmente, porque de alguna manera fui víctima del machismo. Uno de mis tíos corría en karting y entonces a mis 11 años, yo también andaba sobre esa máquina, en una especie de potrero, donde se armó un circuito, porque ya sabía manejar. Los fines de semana, se subía toda la familia a la camioneta y nos íbamos a ver las carreras por la zona, ya que pertenecía a una provincia como Córdoba, bien tuerca, como se decía antes, o pistera, como la llaman ahora. Yo sabía que quería ser periodista, pero en general, no solo abarcando el deporte. Se abrió la radio Unión en Bell Ville y allí ingresé, con una camada de gente joven. Éramos de la misma edad y no sentíamos revolucionarios”.
Revolución era la palabra que más mencionaban los jóvenes en el inicio de los ‘70. Cuando todavía estaban frescos los vestigios del Mayo Francés y la Primavera de Praga. Pero en Argentina de pronto todo cambió. Y para peor, aún en democracia, como lo vivió Martha: “Teníamos una posición de izquierda, con resistencia al gobierno de Isabel Perón y allí fue cuando me secuestró la Triple A, hecho que marcó mi vida… (A Martha le ganan las lágrimas y la emoción pasa a ser parte de todos). Quien manejaba la departamental era Raúl Telleldín, integrante del comando Libertadores de América. Yo lo buscaba para que me diera notas y explicara el porque de algunas detenciones absurdas, como a chicos de 15 años, que jugaban como walkie talkie, completamente inofensivos. Lo ascendieron a jefe de informaciones en Córdoba Capital y nos quedamos tranquilos, porque se iba de Bell Ville, pero a los 15 días volvió, con los pesados de la Triple A para buscarnos, con el típico atuendo de saco de gamuza y anteojos Ray-Ban. Una noche había salido y cuando estaba regresando, cerca de las 2 de la madrugada, vi a un hombre apostado en la puerta de mi casa. Allí fue cuando me llevaron y alcancé a decirle a mi mamá que la avisara a los dueños de la radio. Me dejaron en una celda, donde me encontré con ex compañeras del profesorado y tomé conciencia de la situación. Al día siguiente vino un juez y nos comunicó que íbamos a ser trasladadas a Córdoba Capital. Yo sabía lo que era eso: pasar a ser una desaparecida. Ya ahí nos pusieron en un patio, en pleno invierno, sin poder ir al baño. Luego me ubicaron con un psicólogo y un contador, que habían sido torturados y que me dieron las instrucciones de como resistirla. Y así fue como descubrí que el umbral del dolor se puede manejar. Afortunadamente nos salvó que al día siguiente se casaba el intendente, que era un militar de apellido Coronel, en la catedral, que está pegada a la D-2, donde nos encontrábamos. Era todo un descontrol esa noche y por eso no me dieron con la picana. Hubo una presión muy fuerte de los políticos, sobre todo del radicalismo, que pedían por los periodistas detenidos. Entonces se apareció Telleldín a las 6 de la mañana, me dijo que estaba acusada por ser de Montoneros, cosa completamente inexacta porque jamás fui peronista y tuve la suerte que me liberara. Llegué a la noche a mi casa, y cuando le estaba contando lo vivido a mi mamá, escuchamos la detonación de una bomba. Se la había puesto en su domicilio al senador Celiz, que tuvo el tino de no estar allí. Me volvieron a perseguir y no se podía vivir así. Pensé en irme a España, pero era complejo, hasta que me conecté con Ángel Cejas, que tenía un programa de radio en Rosario y comencé mi vida y carrera en esa ciudad, en ese medio y también en televisión, con Mónica Gutiérrez y Quique Pesoa”.
Eglis: “Mi vida siempre estuvo ligada al fútbol. Por suerte tengo una foto de mi mamá, de hace 87 años, donde está vestida de jugadora, porque amaba este deporte. Esa imagen está en el paseo de la fama de la FIFA. Ella se confeccionaba los botines y los pantalones. Desde que tengo uso de razón, a mí me subían a un camión desde Villa las Rosas, para ir a cualquier pueblo a ver un partido de Almafuerte, el club del que soy hincha. El equipo jugaba en una cancha muy chiquita, alquilada y entonces un día vino mi papá nos dijo que nos teníamos que mudar. Mi mamá le preguntó por qué, a lo que respondió: “Porque acabamos de donar este terreno para que Almafuerte tenga una cancha más grande”. La miré de reojo para ver su reacción que fue expresar: “¡Por fin vamos a tener cancha propia!” (risas). No había televisión y escuchábamos la radio los domingos. Mi mamá me decía: “Qué lindo suena Manuela Pedraza y Crámer”. Yo no sabía que era, pero cuando me vine a vivir a la Capital, lo primero que hice fue llevarla a esa esquina del barrio de Saavedra, donde estaba la cancha de Platense. Por eso cuando me decían en mis comienzos que yo no sabía de fútbol me les reía. Mi mamá me lo explicaba, como, por ejemplo: “Merlo hace lo que no hacen ni Alonso ni Jota Jota López en el medio campo de River”.
Eglis Giovanelli había aparecido en los medios con una fuerza arrolladora, innovando en un terreno que parecía propiedad absoluta de los hombres. Martha también la sentía como una referente: “La veía por televisión y la admiraba mucho, porque demostraba ser una gran profesional y con mucha audacia. Ya era una figura con las coberturas del fútbol, que nunca fue mi metier porque no se nada hasta el día de hoy (risas). Había marcado un hito, porque era la mujer que se había metido en los vestuarios de los jugadores y se comentaba lo atrevida que era. Yo creo que los desafió a todos y les ganó”.
Pasión es la palabra que en forma más exacta define lo que siente Eglis al hablar sobre el fútbol. Toda una vida dedicada a esto, la lleva a contar lindas historias, donde el presente y el pasado tiran imaginarias paredes: “El gol es como un orgasmo, siempre mantuve esa frase y la sostengo hasta el día de hoy. Un claro ejemplo es el gol de Julián Álvarez en el Mundial, cuando se lleva todos los rivales por delante y la mete en el arco. Eso es el punto máximo de la pasión. Yo lo llevó en la sangre desde siempre y por eso me dio risa cuando le dieron una plaqueta a una periodista por ser la primera comentarista de una Copa del Mundo, cuando yo lo hice en el ‘78. También estuve en la cancha cuando Maradona les hizo los dos goles a los ingleses en el Azteca. Yo puedo comentar sin problemas y con precisión. Me tiene sin cuidado lo que digan los demás… ¿Sabés las cosas que dijeron de mí? Me pasaron de prosti a lesbiana y no sé cuántas historias más. A mi no me importa nada (risas). Con respecto a la actualidad tengo una opinión que quizás sea polémica, pero pienso que una de las mejores cosas que le pudo pasar a Messi fue la muerte de Maradona, así se terminó para siempre la absurda comparación y se sacó un peso de encima”.
A su regreso de la pasantía en España, comenzaban en nuestro país los movimientos incesantes por el advenimiento de la televisión en colores. Para Eglis era el tiempo de llegar al canal con mayor audiencia del momento: “Carlos Montero me contrató para trabajar en 60 minutos, el noticiero de ATC. River quedó eliminado de la Copa Libertadores y el ayudante de Labruna nos comunicó a los periodistas que el técnico no iba a hacer la conferencia. Enseguida me llamó a un costado: “Venite mañana a las 6 de la tarde que Ángel habla en exclusiva para vos”. Se pasaron el día promocionando la entrevista, que era la más buscada. Cuando llegué al canal al día siguiente, me agarró José Gómez Fuentes y me dijo: “Vos sos una simple movilera y esta nota la voy a hacer yo, que soy el conductor del noticiero”. Me puse a llamar al teléfono fijo de Labruna sin parar y, como siempre daba ocupado, llamé a mi mamá para que se vaya a la casa de Labruna y le dijera que la nota la quería hacer yo. Al momento de salir hacia allá, Gómez Fuentes me pidió que lo acompañara. Llegamos. Fueron pasando los minutos y Labruna no aparecía. Cuando eran las ocho, él se fue al canal porque tenía que conducir el noticiero. En cuanto salió por una puerta, Ángel ingresó por la otra e hicimos la entrevista. Al día siguiente llegué al canal y me aplaudieron en la redacción. Me paré delante de los compañeros: “Me alegro por el rating y por 60 minutos, pero les quiero decir algo muy importante”. Y allí los insulté de arriba abajo (risas) y les comuniqué que en ese momento me iba de la emisora. A las dos horas, me contrató Canal 13″.
Entre fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80, buena parte del país se paralizaba los domingos por la mañana para seguir las competencias de Carlos Alberto Reutemann en cualquier lugar del mundo. Martha Perín conducía las transmisiones en Canal 3 de Rosario: “Lo defendía a muerte al Lole, cuando lo atacaban diciendo que siempre salía segundo o cosas así. Lo conocía desde la década del ‘60, en tiempos de turismo nacional. Un sábado por la noche, vísperas de una carrera, nos fuimos a bailar a un boliche: pilotos, periodistas, allegados, etc. Todos menos Reutemann, que, a esa hora, continuaba probando en el circuito. Tenía una ética y disciplina únicas. Conmigo siempre fue amable y dispuesto a las entrevistas. Fue un privilegio poder trabajar en las transmisiones de Fórmula 1. Los sábados, por medio de las radios de onda corta, trataba de conseguir las grillas de partida del día siguiente y cualquier información que me pudiese servir. La primera vez me largaron sola en cámara, durante media hora, haciendo la previa, esperando la conexión con ATC, que transmitía la carrera. Me faltaba al aire, pero seguí adelante, pese a que tenía un susto espantoso (risas). Era muy estudiosa y trataba de prepararme al máximo, porque por el hecho de ser mujer, significaba un doble esfuerzo para que te creyeran. Por ejemplo, en el año ‘81 hubo una gran polémica con respecto al efecto suelo que tenían algunos autos en la máxima categoría y yo lo expliqué muy detalladamente, ya que era una clara infracción a los reglamentos. Fue una alegría cuando un taxista me reconoció por la voz y me felicitó por eso. Yo era una fanática de Reutemann y por eso fue tan grande el dolor cuando se le escapó el título en Las Vegas ‘81. Lloré al ver que no pudo ser campeón del mundo. Ojalá su hija Cora logre que se le reconozca esa corona, ya que sería una reparación moral. Siempre lo comparo con Borges, que injustamente no tuvo su premio Nobel”.
Quizás ese desencanto y las ganas de cambiar de rumbo, llevaron a Martha a intentar el salto al periodismo general: “Llegué a ATC en 1984, con la llegada de la democracia. En mi currículum, por supuesto, figuraba el automovilismo y por eso me ubicaron en la sección deportes, pero yo quería salir de ese encasillamiento. Comencé a allí, donde tenía de compañeros a Mauro Viale y José Chiche Almozny, entre otros, y era la única mujer. A comienzos del año siguiente le hice una muy linda nota a Ernesto Sábato y a partir de allí me incorporé al noticiero. En ese mismo 1985 estuve acreditada en la cobertura del juicio a las juntas en Tribunales, que fue tremendo, al escuchar los relatos de las torturas y padecimientos de las víctimas, que en mi caso era muy fuerte por mi pasado. Hacíamos las notas con los testigos cuando salían de la sala y era realmente desgarrador. Trabajé en el noticiero hasta fines de 2017 cuando me jubilé”.
En el espejo retrovisor de sus carreras, quedan aquellos comienzos casi en solitario, donde las mujeres eran poco consideradas en el periodismo deportivo, a diferencia de lo que ocurre en los últimos años. Así ve Eglis este tiempo nuevo: “Cecilia Pirolo siempre me pareció una excelente profesional, pero en el medio tenemos de todo. Te das cuenta que hay chicas que lo hacen con pasión y ganas, mientras que hay otras que no me gustan. Son pocas las que realmente saben de fútbol, como el caso de Morena Beltrán, que hace un interesante análisis de las jugadas. Es muy chica aún, pero tiene enorme futuro. Entiendo que es otra época, pero yo no me pondría un strapless para hacer una nota. Si opinás esto te dicen “Ahí salió la vieja” (risas)”.
En aquellos inicios, como en el caminante de Machado al que le cantó Serrat, no había camino para ellas. Lo hicieron al andar. Y sin dudas, fue de la mejor manera, para estas dos amigas, que se juntan habitualmente, y también lo hicieron por cábala en el Mundial. Donde no había nada, pusieron su huella. La misma que cada día, por suerte, desandan cada vez más mujeres con la pasión del periodismo deportivo.
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