Curazao: la isla caribeña en la que Fischer desató su fobia contra los soviéticos

Ante la prensa acusó de colusión a cuatro ajedrecistas del antiguo régimen que le impidieron la clasificación para desafiar al campeón mundial; la FIDE aceptó su reclamo y cambió el paradigma de los siguientes torneos selectivos

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Fischer en el Torneo Candidatura
Fischer en el Torneo Candidatura de Curazao

Hace algo más de medio siglo, entre el 2 de mayo y el 26 de junio de 1962, se llevó a cabo en una isla caribeña uno de los más grandes certámenes en el historial del ajedrez: El Torneo Candidatura de Curazao; una competencia que reunió a ocho de los mejores ajedrecistas del momento para determinar al nuevo aspirante al título mundial en poder del “padre de la escuela soviética del ajedrez”, Mikhail Botvinnik. Sin embargo, entre los avezados competidores, algunos obesos, otros con incipientes calvicies y en su mayoría bebedores y fumadores, sobresalía la figura de un joven alto, de cabello rubio y rebelde con una sonrisa amplia: el norteamericano Robert James Fischer, que un puñado de semanas atrás había cumplido 19 años. Y ya se sabe, cuando en el mundo del ajedrez el nombre de Fischer suena….

Sin dudas, Bobby se trataba de la nueva estrella y mayor promesa del juego ciencia; cuatro años atrás -tras una soberbia labor en el Torneo Interzonal de Portoroz 1958, finalizó 6° entre 22 rivales-, se convirtió en el más joven ajedrecista en lograr la clasificación al ciclo Candidatura, el que se jugaría en Yugoslavia en 1959. Además, con 15 años y nueve meses había alcanzado el título de gran maestro; una hazaña que nunca antes un ajedrecista consiguió a tan corta edad. Recién en el final del siglo XX su record sería superado.

Ya en 1962, Fischer lucía el traje de serio candidato al título mundial de ajedrez y comenzaba a ser una preocupación para la prensa y régimen de la URSS que veía amenazado su reinado en una actividad que formaba parte de su política de Estado; la propaganda soviética exhibía orgullosa el dominio del ajedrez sobre sus rivales extranjeros. Lo interpretaba como signo de superioridad educativa, cultural y de formación intelectual de un modelo virtuoso. Pero ahora, por primera vez, un ajedrecista occidental, un exponente del régimen capitalista -en tiempos de la Guerra Fría- parecía avanzar a paso intimidante.

Es que Fischer tras su participación en Portoroz, con 15 años, y el Candidatura (en Bled, Zagreb y Belgrado) de 1959, con 16, había conseguido sentarse “cara a cara” junto a sus héroes, así los llamaba por entonces a los maestros soviéticos, a los que admiraba por su dedicación al ajedrez. Había derrotado a Paul Keres y Vasili Smislov (ex campeón mundial), y empatado con Yuri Averbaj y David Bronstein (subcampeón mundial). En 1960 ganó por tercera vez consecutiva el campeonato de Estados Unidos, y compartió los puestos de vanguardia en los Torneos de Mar del Plata y Reikiavik. Al año siguiente en Bled venció por primera vez a Mijail Tal (ex campeón mundial), Tigran Petrosian (futuro campeón mundial) y Efim Geller. Algunas semanas después, entre el 27 de enero y el 6 de marzo de 1962, se adjudicó, de manera superlativa, el Interzonal de Estocolmo: fue campeón invicto, con 17,5 puntos sobre 22 posibles, con dos puntos y medio de ventaja sobre Geller y Petrosian, los escoltas, y de 3,5 puntos sobre Víktor Korchnoi al que también venció en esa prueba. Así, por primera vez desde la instauración de los torneos interzonales, el paso previo para jugar el candidatura al título mundial, un ajedrecista no soviético se había quedado con el puesto de privilegio. El “huracán” Fischer soplaba con la fuerza de sus jóvenes 19 años y amenazaba con devastar todo lo que saliera a su frente.

El periodista, dirigente y ajedrecista español Román Torán contó que tuvo una breve conversación con Bobby antes del torneo en Curazao. Allí le preguntó.

-¿Crees que ganarás pronto el título mundial?

-Tengo excelentes posibilidades. Ningún campeón fue gran maestro a mi edad. Quizá en 1963.

-¿Tan pronto?

-Sí, ¿por qué no? Pronto yo seré el nuevo campeón mundial.

En 1962 cuando Fischer llegó a Curazao (una isla junto a Aruba y Bonaire, en el sur del mar Caribe y a 50Km de la costa de Venezuela) se trataba de un Estado Autónomo que formaba parte de las Antillas Neerlandesas desde hacía ocho años. Recién en 2010 Curazao pasó a ser un país constituyente del Reino de los Países Bajos, sin ser parte de la Unión Europea, aunque sus ciudadanos poseen pasaporte neerlandés y gozan de los mismos derechos.

Imagen de Curazao
Imagen de Curazao

La Federación de Ajedrez de las Antillas Neerlandesas -una pequeña institución con apenas 150 ajedrecistas federados- fue elegida por la FIDE para organizar el Torneo Candidatura, que se llevaría a cabo en el Hotel Intercontinental, en la ciudad de Willemstad, capital de Curazao. Allí fueron alojados, además de Fischer, los cinco grandes maestros soviéticos: Petrosian, Geller, Keres, Korchnoi y Tal, el checo, Miroslav Filip y un ajedrecista nacido en Francia, criado en Hungría, desertor del régimen en 1957 y que jugaría bajo bandera norteamericana, Pal Benko. La prueba se extendería durante siete semanas, por sistema de liga a cuatro ruedas, es decir cada jugador se enfrentaría en cuatro ocasiones con su rival (dos veces con blancas y dos con negras) completando un total de 28 ruedas. Sólo el ganador obtendría el derecho a desafiar al campeón mundial, Mikhail Botvinnik, cuyo reinado se extendía desde 1948 (había perdido el título en dos ocasiones -con Smyslov y Tal-, pero los recuperó en cada revancha al año siguiente).

La prensa especializada, principalmente la soviética, y los grandes expertos de occidente consideraban a los jóvenes, Tal, de 25 años, y Fischer, de 19, y en ese orden, como los grandes favoritos para ganar el torneo. Pero, aunque el ajedrez se trate de un juego de cálculo, memoria y lógica, a veces se disparan las sorpresas.

La primera alarma sucedió cuando un par de semanas antes del comienzo del certamen, el letón Tal sufrió una indisposición renal que requirió una intervención quirúrgica de urgencia; pese a que los médicos le aconsejaron hacer reposo, el ajedrecista tomó la decisión de viajar a Curazao para participar de la competencia.

Mientras tanto, por decisión de la federación de ajedrez de EE.UU., Fischer llegó acompañado por un analista, el gran maestro Arthur Bisguier; él lo ayudaría en la selección de las aperturas y el análisis de los juegos suspendidos. Como Pal Benko jugaría también bajo bandera norteamericana, el acompañante también le ofreció sus servicios, aunque la prioridad la tendría Bobby. Todo parecía acordado para un gran espectáculo ajedrecístico.

Sin embargo, el arranque fue devastador. Tal perdió las tres primeras partidas (con Petrosian, Keres y Benko), empató con Fischer la 4ª, y logró su primera victoria en la 5ª ante Filip. Por su parte Fischer arrancó con dos derrotas (Benko y Geller), una victoria (Filip), y un empate (con Tal) antes de una nueva derrota (Korchnoi). Tras cinco jornadas, Fischer y Tal sumaban 1,5 punto, mientras que Petrosian, Geller, Keres y Korchnoi, todos soviéticos, los doblaban en el puntaje. Y un detalle no menor en los enfrentamientos entre los jugadores de la URSS, todas las partidas habían finalizado igualadas.

Tras la 5ª rueda, Fischer llegó a su habitación obnubilado, sin comprender lo sucedido. Iba a analizar junto a Bisguier cuando ingresó al cuarto Pal Benko con intenciones de que fuera prioridad el análisis de su juego suspendido con Petrosian. Fischer no aceptó el pedido y comenzaron con un intercambio fuerte de palabras, y a renglón seguido, Benko le dio un sopapo. La intervención de Bisguier salvó lo que hubiera sido una pelea. Pero no del papelón. Fischer enfrentó a los organizadores y mediante un escrito les solicitó la suspensión inmediata de su colega. El pedido fue guardado en un rincón del olvido y no hubo sanción. Años más tarde, la carta original llegó a manos del abogado y ajedrecista Hanon Russell, uno de las mayores colecciones (14.000 artículos) entre cartas, correspondencia y autógrafos de ajedrez.

Fischer ante Spassky, un clásico
Fischer ante Spassky, un clásico de todos los tiempos

Fischer enseguida comprendió que lo que estaba sucediendo en Curazao; desentrañó la trama. Es que, salvo Tal que continuaba con sus problemas renales, los otros cuatro rusos (así los llamaba) nadaban todas las tardes en la piscina del hotel y sobre la hora, se vestían y acudían a jugar sus partidas. Jugaban media hora, ejecutaban pocas jugadas y después se ofrecían tablas mutuamente. “¿Niche?, preguntaba uno. “¡Niche!”, respondía el otro; cumplían el formalismo de firmar las planillas, entregárselas al árbitro y después cenaban juntos o volvían a la piscina” aseguraría Bobby. Y entre sus argumentos resaltaba que Geller y Petrosian empataron su primera partida en sólo 21 movimientos, la segunda en 18, en 16, la siguiente, y la última en 18. Keres y Petrosian firmaron tablas tras 17 movimientos en su primera partida, 21 en la segunda, 22 en la tercera y 14 en la cuarta. Incluso, en esta última creía que Petrosian podría haber ganado si seguía jugando.

Así Fischer, visiblemente malhumorado, supo que el sueño de jugar un Mundial ahora era una utopía. Una noche Henry Stockhold, ajedrecista y corresponsal de Associated Press lo invitó a olvidarse del asunto y salir de diversión a un cabaret. Allí le presentó a una señorita y luego los dejó a solas. Una hora más tarde regresó, Fischer estaba parado junto a la puerta de salida. ¿Y, qué tal la pasaste?, le preguntó sonriente a lo que Bobby le respondió con cuatro palabras: “el ajedrez es mejor”.

Si bien Fischer siguió dando lucha y repartió victorias, empates y derrotas con los soviéticos, nunca llegó a poner en riesgo el puesto de privilegio que ocupaba Petrosian. Aunque sumó 8 victorias y 12 empates también acumuló 7 derrotas; demasiadas para ganar una competencia. Peor aún le fue al ex campeón, Mijal Tal que tras 21 ruedas debió ser internado y fue retirado del torneo. Finalmente, el ganador fue el armenio Petrosian que totalizó 17,5 puntos producto de 8 victorias y 19 empates; no perdió ningún juego. Fueron escoltas, Geller y Keres, con 17 y Fischer, 4°, con 14.

Acaso, para los especialistas el final resultó una anécdota. Fischer no era el mejor del mundo, a lo sumo uno de los cinco mejores, y estaba lejos de ser invulnerable.

Sin embargo, Fischer creía que lo sucedido en Curazao no se reducía a una irregular actuación. Por eso ante la prensa no se guardó nada.

“Alguien me preguntó: ¿qué has aprendido en este Torneo?, yo le dije: aprendí a no participar en ninguno más. Es una pérdida de tiempo para cualquier jugador occidental. El actual procedimiento para seleccionar un candidato al título es malo para el ajedrez, malo para los jugadores y malo para el propio Campeonato del Mundo”. Luego recogió sus pertenencias y viajó hacia Nueva York. Allí no se detuvo.

La revista norteamericana más importante del mundo del deporte, Sports Illustrated, le brindó la posibilidad de escribir un artículo. Allí se despachó a gusto. Más tarde Life lo reprodujo en su edición en castellano.

Bajo el título: “Los rusos amañaron el mundo del ajedrez”, Bobby acusaba a los cuatro jugadores soviéticos (Petrosian, Keres, Geller y Korchnoi), de manipular la competición.

“En Curazao hubo colusión entre los jugadores rusos. Acordaron, de antemano, firmar tablas en las partidas donde se enfrentaban entre ellos. Cada vez que empataban se repartían medio punto cada uno. El ganador del torneo, Petrosian, obtuvo así 5,5 de sus 17,5 puntos. Se consultaban durante las partidas. Cuando yo jugaba contra un ruso, los demás miraban y comentaban mis jugadas, aunque yo los estuviese oyendo. Luego intentaban ridiculizar mis protestas ante los árbitros. Jugaban como un equipo”.

En otra parte de su descargo Fischer escribió: “El Torneo de Candidatos me ha dejado un convencimiento: el control ruso sobre el ajedrez ha llegado a tal extremo que ya no puede existir una competición honesta por el Campeonato Mundial. El sistema que mantiene la FIDE, el organismo que gobierna el mundo del ajedrez, asegura que siempre habrá un campeón mundial ruso, porque solamente un ruso puede ganar el torneo previo que determina quién será el aspirante. Los rusos lo han arreglado así. Por lo que a mí respecta, pueden mantenerlo de ese modo. Nunca volveré a jugar en un Torneo de Candidatos”.

Las palabras de Fischer tuvieron la repercusión de una bomba, aficionados, expertos y hasta los más escépticos le creyeron; la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) pese a la fuerte presión soviética se vio obligada a tomar parte del asunto. Y tras varias semanas de espera rompió el silencio y aseguró que el actual sistema era injusto: “a partir del próximo torneo Candidatura las eliminatorias serán por parejas a través de Cuartos, Semifinal y final en lugar del sistema “todos contra todos”. Así evitaremos las especulaciones”.

Aunque la resolución de la FIDE produjo un cambio de paradigma durante varios años más la final de cada mundial tuvo por protagonistas a jugadores de la URSS. Hubo que esperar casi una década para que Fischer revea su postura y regresara al ciclo Candidatura. En 1970 emprendería su última batalla y descargaría todas sus fobias contra el poder soviético en el mundo del ajedrez. Otra historia y un final diferente.

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