Ringo, gloria y muerte: el trágico final del ídolo que desafió a la mafia

El autor de esta nota ha acompañado a Oscar Bonavena por todo el mundo, desde su esplendor hasta su ocaso. Luego de ver el comienzo de la serie que ofrece Star+ evoca los momentos íntimos y fundamentales de una vida desafiante, destinada a la fatalidad

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Ringo Bonavena, un ídolo nacional
Ringo Bonavena, un ídolo nacional

Puedo cerrar los ojos y volverlo a percibir. Advierto a un duende singular que gira sobre su oculto dolor. Y mientras avanzo en la serie “Ringo: gloria y muerte” reafirmo que su vida tuvo sentido y su muerte fue absurda.

Al término de los capítulos 1 y 2 sentí mi garganta oprimida por el nudo de la vida. Tantos años de relación viajando juntos, discutiendo, soñando. Quien esté viendo o se proponga ver la serie sobre Oscar Natalio Bonavena, tendrá una idea objetivamente cabal sobre quién fue este boxeador y adicionalmente actor de teatro de revistas, de stand up, de cine y de la televisión. Además, cantante, comerciante, visionario del marketing y de la transgresión en su exhibición mediática sin haber dicho jamás una palabra soez.

El actor Jerónimo Bosia quien hace de Ringo en la serie le ha escaneado fenomenalmente las expresiones del rostro. Me emocionó ver el parpadeo de sus ojos acompañando aquella sonrisa pícara y canchera. Sobre todo en la escena cuando Ringo recala en el Mustang Ranch –febrero del 76′- y al momento de firmar el contrato advierte que habrá de suscribirlo con Sally Conforte y no con su esposo Joe, el conocido mafioso de Reno, “rey de la prostitución”. Es en tal escena que la combinación de sonrisita sobradora y parpadeo vivaz, propias de Patricios, su barrio, juegan como anticipándole a Conforte que el vínculo legal –a cualquier efecto futuro– será con ella y no con él. Tal vez a su “fisic du rol” le faltaron cuatro centímetros de espalda y toráx toda vez que Ringo era más ancho que el resto de los pesos pesados de la época. Pero en cambio, es destacable el rescate de una porteñidad barrial con sonido a dialecto de esquina, bar, billar, cancha y patios con ropa colgada.

Ernesto Cherquis Bialo, autor de
Ernesto Cherquis Bialo, autor de la nota, con Ringo Bonavena

La verdad histórica es que Ringo fue a caer al Mustang Ranch pues su renovada obsesión era hacer la revancha contra Muhammad Alí. Y una noche de septiembre del 75′ con Bonavena ganador de esa pelea contra Raúl Gorosito pero en agónico declive y en un Luna Park de aforo normal –12.000 personas, aproximadamente– dijo que sí a una oferta tramposa. Fue por entonces que un puertorriqueño chanta, un tal Lou Montano, le propuso la firma de un contrato bajo su administración para conseguirle la revancha con Alí. Para ello le anticipó 40.000 dólares como “Prima di Partenza” o sea un dinero fijo sin devolución.

Al tener la firma de Ringo y seguramente sin que este leyera la letra chica, una cláusula le permitiría a Montano negociar ese vínculo. Y se lo vendió a Joe Conforte quien aspiraba a competir con Las Vegas y convertir a su gigante prostíbulo con maquinitas de juego en un nuevo Caesasr´s Palace. De allí la escena cuando Bonavena advierte que el dueño es Conforte –muy bien actuado por Thomas Grube– pero que todo está a nombre de su esposa Sally, quien obviamente hacía años había dejado de ser su mujer. Y estaba a nombre de ella pues legalmente Conforte había cumplido prisión y tenía aún causas pendientes con condena condicional que lo inhabilitaban para llevar a cabo actos de comercio.

El director Nicolas Perez Veiga logra con cuidada fidelidad y estetica los climas que rodearon los diferentes momentos de la vida de Bonavena. Y el juego de mezclar el ayer con el hoy en el cual transcurre la trama, no perturba ni entorpece el entendimiento de los dos Ringos: el que está siendo y el que fue. Tal vez por ello logra momentos de alta emoción. Además, el criterio artístico de insertar a Muhammad Alí al momento en que se firma el contrato, las mutuas amenazas verbales y amagues entre ellos, la emocionante pelea en el MSG con su definición (KOT 15° el 7/12/70) o imágenes del verdadero match frente a Goyo Peralta en el Luna Park (5/9/65) con insuperado récord de 25.325 espectadores que pagaron. O sea unas 28.000 personas en el estadio, hecho sin precedentes en la historia del Luna.

He tenido el enorme privilegio de compartir con Ringo muchos hechos de su vida deportiva y personal. Y viendo la serie –estrenada por Star+– he vuelto a recorrer parte de aquellos claroscuros que tornaron su vida en un conflicto gris y permanente. Seguramente el devenir la serie nos mostrara a ese hombre que podía serlo todo en un segundo, en una simple reacción. Era generoso o mezquino, amigo o enemigo, tolerante o inflexible, solidario o egoísta. Pero estos estados podían ser modificables, no los sostenía irreductiblemente en el tiempo. Por ejemplo, su relación con Tito Lectoure, el match maker del Luna Park: lo amó y lo destrató. Lo amó cuando Tito le abrió las puertas de Nueva York acudiendo a su representante Charlie Johnston para que introdujera a Ringo en el mundo del boxeo norteamericano. Fue después de la sanción que le aplicó la FAB por haberle mordido la tetilla derecha a Lee Carr en el marco de una pelea entre amateurs en los Juegos Panamericanos de San Pablo de 1963. Bonavena no podía seguir peleando como aficionado y mucho menos obtener la licencia profesional. Transcurría el año 1963 y Dora Raffa, su admirable esposa estaba embarazada de Nancy, su hija mayor, otra mujer adorable. Pues bien, ante la gestión de Bautista Rago, su director técnico –quien aparece como esquina en San Pablo erróneamente– Lectoure recibe y respalda a Ringo. Sin esa garantía que por entonces era solo la palabra, Ringo no habría podido iniciar su carrera en los Estados Unidos. Lo apoya, lo prohija, le paga los pasajes para él y para su hermano José (no Vicente como equivocadamente se consigna) –un papel magníficamente realizado por el actor Martín Slipak-, le sale de respaldo ante el Madison y comienza su carrera. Cuando regresa de USA tras 8 triunfos y 1 derrota frente a Zora Folley –todos realizados en Nueva York–, Tito le organiza tres peleítas en el interior y le prepara el debut en el Luna. Fue el sábado 26 de junio ante un muy buen pesado chico llamado Rodolfo Diaz. Una prueba de fuego pues Diaz había hecho una buena campaña en USA. Y Ringo fue a tantos canales, a tantos diarios, a tantas radios que logró que unas 10.000 personas fueran a verlo. Ganó por KOT en el 4° y abrió el cantado desafío contra el querido campeón Goyo Peralta por el título argentino.

El actor Jerónimo Bosia en
El actor Jerónimo Bosia en la piel de Ringo Bonavena

Hay un involuntario error en el capítulo 2 (“Campeón de pies planos”) que lo muestra a Ringo frente a Lectoure, antes de esa sensacional pelea. Tito aparece como queriendo que ganase Peralta. Nada más lejos de realidad. Lectoure vio en Bonavena un nuevo ídolo, un Mono Gatica, alguien desproporcionado al declarar, excéntrico con su flequillo de Beatle y las mangas de sus camisas o chombas bien cortitas y ajustadas para que impresionaran aún más sus bíceps montañosos, amenazante con el rival (”Que lleve la Cédula para que su vieja lo reconozca después de la pelea”). Además, infatigable visitante de medios o donante de entrevistas. A ese Tito –que además no lo quería a Peralta por su condición de peronista– y Ringo –de familia mayormente radical pero gran antiperonista– se habían codificado una consigna: “Cagalo bien a trompadas a ese peronacho”.

Pero una vez que Nicolino Locche se consagrara como máximo ídolo del Luna o apareciera Carlos Monzón como esperanza de título mundial y el promotor los ponderase o viajara con ellos, Ringo se cruzó de vereda y pasó a hablar mal de Tito. Es que en la vida real Bonavena apoyaba a Galindez, La Cruz, Saldaño pues tenía celos de Nicolino y de Monzón, a quienes despreciaba. En el fondo les envidiaba el apoyo del público y su cariño. Bonavena luchaba por ser querido, admirado como aquellos… Y a pesar de su aparente suficiencia sufría cuando alguien le gritaba algo de coche a coche detenidos en un semáforo. Lo viví una tarde en Corrientes y Madero. Iba en el asiento de acompañante de su Mercedes y al detenernos ante la luz roja, una señora paqueta, cincuentona, recién salida de la peluquería desde otro Mercedes le exclamó: “Fanfarron, soberbio, agrandado…”. Al doblar hacia la izquierda por Madero para el lado de Retiro vi descender dos lagrimas desde sus ojos hasta humedecerle las mejillas… Y en voz baja se preguntó: “¿Por qué no me quieren…? ¿Qué tengo que hacer…?”. Se me hace que Ringo vivió buscando cariño…

Hemos admitido que todo guión se sustenta en la ficción. Pues bien: en la serie “Ringo, gloria y muerte” el porcentaje de ficción no vulnera la naturaleza del protagonista y nos lo muestra hasta aquí, –primeros capítulos– como la criatura que después de un largo y difícil camino solo aspira a pelear contra el mejor de todos sus oponentes, el más grande y glorioso: Muhammad Alí. Y que luego de inmortalizar el primer encuentro entre ambos, insiste en volver a tenerlo enfrente. Y para conseguirlo firma el contrato de la muerte…

Ringo Bonavena tuvo una épica
Ringo Bonavena tuvo una épica pelea ante Muhammad Alí a fines de 1970 (Foto: AP Photo)

Recuerdo que en 1969 cuando se hablaba sobre una inminente vuelta de Alí tras tres años de sanción por negarse a alistarse como soldado en plena guerra de Vietnam, Ringo me convocó a tomar un café en un departamento de su propiedad dentro del hotel Alvear. Obviamente se había separado de Dora. Luego de unos minutos de charla distendida me espetó sin vueltas:

“Quiero pelear contra Casius Clay; ¿Qué opinas?”, me preguntó.

— “Ni lo intentes, te va a matar”, le respondí.

Entonces con admirable inteligencia me repreguntó: “¿Cuántas peleas mías cubriste?”. No sé, creo que muchas, contesté. Repasemos, me dijo: “¿La de George Chuvalo? Sí. ¿La de Joe Frazier? Sí. ¿La de Karl Mildenberger? Sí. ¿La de Jimmy Ellis? Sí. ¿La de Floyd Patterson? Sí. ¿La de Ron Lyle? Sí. ¿Y todas las del Luna: Peralta, Leotis Martin, Zora Folley, Lee Carr, Pulgarcito Ramos… etc, etc...? Sí”.

Y respirando profundo con algo de severidad, remató: “¿Y qué queres que haga de mi vida? ¿Seguir subiéndome al ring para pelear solo por guita? Ni en pedo… Debo ir por la gloria: plata o mierda con el más grande, con el mejor; con el que atrae a la prensa mundial. Ya veo 500 periodistas, 500 fotógrafos, 500 canales de televisión… y van a venir de aquí, de Argentina, veo banderas, gritos, argentinos que viajaran especialmente y se juntaran con muchos de los que viven allá… Hago un quilombo ‘ruso’, creeme que hago un quilombo”. Y ante mi perplejidad, finalizó: “Además me voy a entrenar como nunca y si lo emboco, lo noqueo, acordate lo mando a dormir… Ya veo los titulares de los diarios de Estados Unidos, Argentina, el mundo: ‘Bonavena, la esperanza blanca noqueó a Clay…'”. (Cuando jóvenes amigos se interesan y me preguntan por Ringo suelo preguntarme ¿qué sería hoy, más de medio siglo después, aquel Ringo usuario de las redes sociales? ¿Cuántos seguidores tendría…? Y las cosas que diría…).

Esta misma obsesión la sostuvo después de su estoica derrota frente a Alí. Y buscó en Conforte al Padrino equivocado. Pero seguramente eso vendrá después. Por ahora la serie sobre Ringo es muy buena y mucho más fiel que aquella que vimos sobre Monzón. Y aunque se cometen errores de forma por pereza de los investigadores que no van a los archivos, no todo está en Google... Por ejemplo, Bonavena nunca fue fumador, siempre estuvo en contra del cigarrillo, aborrecía el humo y aparece todo el tiempo con un cigarrillo en la boca. El habano, en cambio, era parte de su personaje, más que nada para las fotos. La primera vez que tomó un habano fue para una producción fotográfica de la revista Gente a la que valoraba más que a El Gráfico. Tampoco era tomador. Aprendió a mojarse los labios con champan una noche de 1965 en la boite Mau Mau de la calle Arroyo. Recuerdo que fue presionado para sumarse a un brindis con motivo del cumpleaños de uno de sus dueños Alberto Lata Liste. Pero vino y whisky jamás tomó pues acompañaba sus comidas con gaseosas. No obstante su vida en Reno modificó sus hábitos y resulta creíble el consumo de las drogas más comunes.

Continuaré viendo los capítulos que me faltan. Habré de demorar mi presencia al cortejo final de la multitudinaria despedida. Inventaré en mi soledad un final distinto al final que fue. Sé que la criatura trémula se halla eternizada en un busto enhiesto justo en el corazón del Parque de los Patricios, su barrio, su casa. El lugar donde jamás una bala le hubiese perforado el corazón.

Ringo Bonavena en la preparación
Ringo Bonavena en la preparación de la pelea contra Alí (Foto: Getty)

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