Messi habla con sus caras. Muchas veces no hace falta escucharlo para saber qué siente. Sus fotos dicen por él. El gesto serio al irse rápido del último partido del PSG delata el fastidio por no sentirse valorado en su club. La sonrisa en modo sticker al salir en medio de una multitud de una parrilla de Palermo define su estado de ánimo acá: Leo está feliz como nunca en la Argentina. Ya sabía qué era dar vueltas olímpicas en España, caminar con Balones de Oro, ser idolatrado, sentirse el mejor. Ahora comprobó qué es la gloria jugando de local, esa sensación de la que siempre les hablaba Bilardo a sus jugadores antes de coronar en el 86. Messi campeón del mundo es héroe como nunca antes. Años atrás había gente alrededor de él, se tiraban de los autos al verlo, pero no con la masividad de estos días. No con la unanimidad que logró después de ganar la Copa América y que ahora escaló a lo más alto. Leo lo disfruta. Los dueños de Don Julio, el famoso restaurant donde cenó el lunes, le ofrecieron salir por una puerta de emergencia para evitar el tsunami. Leo entró por la cocina al lugar y cenó en una cava exclusiva, pero el secreto se filtró y al rato había miles de personas en la puerta. El 10, cuentan los testigos, les dijo que no le parecía correcto gambetear a los hinchas. “Quiero por lo menos saludar a la gente”, respondió. Así, salió a tomar cariño. De hecho, Leo le contó a su familia que lo movilizó. Hay personajes que con una décima parte de la fama del capitán argentino se ponen una gorrita, anteojos y escapan con fastidio del asedio. El salió a cara descubierta. Es que Messi hoy es el Messi que quería ser.
Sabella, el entrenador que hizo a Messi capitán de la Selección, era capaz de hacerte pensar en cada charla. “Cuando uno empieza a ser famoso, va asomando la cara porque quiere que el resto lo conozca. Cuando ya se hace muy conocido, se va escondiendo para que ya no lo reconozcan”, contó alguna vez a modo de descripción general, porque él nunca perdió la humildad.
El caso Messi tiene un punto clave que lo hace diferente al resto, por lo menos en la Argentina. Leo no vivió acosado por la pasión del hincha en Barcelona. Lo adoran pero tienen otras formas de demostrarlo. No hubo un piquete cuando el presidente Laporta lo empujó al aeropuerto de salida. El podía llevar a los chicos al colegio sin un equipo de guardaespaldas detrás. Diego, en cambio, se hizo Maradona en Buenos Aires y después maradoneó en Nápoles, una ciudad con sangre bien italiana. Lo corrían por la calle en motos, su oído casi todo el día tenía el grito sacado, debían bloquear los restaurantes para que él pudiera ir a cenar. No pasa puntualmente por Leo o Diego, por el amor que despiertan, si no por los hinchas del Barsa y del Napoli. En Italia también había que cerrar el shopping para que fuera a comprar ropa en su época de apogeo el carismático Pocho Lavezzi... Messi ahora se mudó a París, donde son más efusivos, pero el viento increíblemente fue en contra después de una presentación de película. Así configurado su presente, Leo hoy es un chico en Disney cuando pisa la Argentina. Es capaz de bajar la ventanilla para saludar a los hinchas que lo descubren en la autopista, grabar saludos para todos los que pueden llegar hasta él, sacarse mil fotos y querer que no llegue el día de volver a subirse a su avión. Sentirse querido acá en su sueño cumplido.
El primer cimbronazo emocional lo había sentido después de ser campeón de América. Messi logró ser indiscutido en Argentina en el segundo que se dejó caer en el césped del Maracaná. Esa vez, Messi se lamentó por tener programadas sus vacaciones a pocos días de la final. Quería más tiempo entrando a su barrio en Arroyo Seco con un pasillo de hinchas. Aunque suene injusto, necesitó ganar para destrabar ese nivel. Él ya se sentaba a la mesa de los mejores futbolistas de la historia, aunque tal vez por el gen exitista argentino, por la comparación con Maradona o lo que fuera, había cierta resistencia en parte del público y del medio. Hace justo un año, cuando se miraba con despecho los silbidos parisinos, Gallardo pidió memoria. “No nos hagamos los patriotas ahora. Nosotros lo maltratamos bastante a Messi también previo a que renunciara a la Selección”, declaró. Leo ahora no tiene que dar explicaciones por finales perdidas, no se le cuestionan los amigos ni por qué en Europa rinde más que con la Selección. Es el fondo de pantalla de miles de celulares, hay enojo cuando L’Equipe le pone 3, se fantasea con verlo en el fútbol argentino y más de 1.200.000 personas estuvieron en la cola virtual para sacar entradas para verlo con los suplentes de Panamá. No importa el partido. Lo valioso es ser testigos del momento en que Messi levante la Copa del Mundo en una cancha argentina. Leo, con la madurez de sus 35 años, se ratonea con ese instante único. Ya se conmovió después de la Copa América. Ahora él también está ansioso de mostrar el trofeo que siempre quiso tener en sus manos.
Messi quiere recibir todo el amor que sea posible. De sus amigos famosos como Adrián Suar o Marcelo Tineli, con quienes cenó en estos días. De sus compañeros, que le piden videitos en Ezeiza. Y de los hinchas que se cruza por primera vez en cualquier lugar de Buenos Aires. Ese toque apenas farandulero de las fotos virales no cambian la esencia sencilla de Leo. El no tiene un entorno de amigos del campeón. Va a las comidas con sus padres (Jorge y Celia), con su hermano Matías (Rodrigo, el mayor, vive en España) y con su hermana María Sol. Sea en una parrilla top que nada tiene que ver con Julio Grondona pese al nombre, o en la casa del conductor más emblemático del país. Suele tener esos gestos con la gente que quiere, que aprecia su familia y que siempre lo bancó. Ya campeón de América, aunque no era la locura que se desató después de Qatar, había ido al teatro a ver la obra de Suar y Diego Peretti. Hace varios años que tiene relación con el Chueco, a quien conoció a través de Nico Vázquez, amigo en común de ellos. El contexto argentino, está a la vista, es muy distinto al que vive en París, donde parece que los hinchas no le perdonan haberle ganado la final del Mundial a Francia y quedar eliminados de la Champions con el PSG.
Ese contraste le hace pensar a Leo si no es tiempo de hacer sus valijas e irse hacia otro lugar cuando termine su contrato a mediados de año. Aunque esa decisión no es parte de su minuto a minuto en la previa de la gran fiesta del campeón del mundo. Hoy Messi sólo disfruta de este hermoso viaje de egresados campeones.
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