“Nosotros no vamos a disputar el partido con la intención de empañar nada, pero sí estamos en condiciones de dar un digno espectáculo y que la gente pueda apreciar cómo es la selección de Panamá, con jóvenes que tienen futuro y nuestro estilo de buen juego. En los últimos años, hemos sido un país que ha exportado muchos futbolistas y eso habla a las claras de un crecimiento, al punto que en este momento nos podemos parar de igual a igual con cualquiera de los tres grandes de Concacaf: México, Canadá y Estados Unidos”.
Las palabras de Jorge Dely Valdés, suenan tan serenas como confiadas. A los 56 años es el entrenador de la selección sub 20 de su país y ahora le tocará estar al frente de la mayor, que enfrentará a la Argentina, en el amistoso que servirá como primera presentación de los campeones del mundo. Pertenece a una familia con historia futbolera, ya que sus otros dos hermanos, Armando, el mayor, ya fallecido y de recordado paso por Argentinos Juniors y Julio César, su gemelo, también fueron jugadores destacados.
“Al momento de saludar a Lionel Scaloni antes del partido, por supuesto que lo voy a felicitar por el gran trabajo que hizo, sobre todo por cómo comenzó. No hay que tapar el sol con un dedo: cuando arrancó no era bien visto por mucha gente. Ha sido un técnico que se ganó con creces lo que ha hecho. Tanto él como su cuerpo técnico hicieron un trabajo excelente en la Copa del Mundo, porque cambiaban de sistema según el partido y el rival, sabiendo cómo plantearlo en cada caso. La muestra fue en los cuartos de final ante Países Bajos, cuando le estructuró una táctica para ganarle por los carriles, donde ellos se habían hecho fuertes en las presentaciones anteriores. Molina Lucero y Acuña los bloquearon a la perfección a los laterales adversarios, mientras sus compañeros hacían un gran trabajo por dentro. Se recompuso de un debut increíble con Arabia Saudita, que fue un tropiezo, porque pudo ganar 8-2. Son cosas que pasan”.
Las vueltas de la vida lo hacen a Jorge estar nuevamente en Argentina, pero ahora en otra función. Quizás en forma sorpresiva, al frente de la selección de su país, pero él mismo se encarga de aclarar el motivo: “Panamá tiene un compromiso muy importante el día 28 de marzo contra Costa Rica por la Concacaf Nation League, que, de ganarlo, avanza a la ronda final de cuatro, que es nuestro gran objetivo. El entrenador Thomas Christiansen no quiere arriesgar y es por ese motivo que ninguno de los futbolistas que estarán ese día enfrentarán a Argentina. En este momento estoy a cargo de la selección sub 20 y por ese motivo seré el técnico de un equipo alterno, pero con muchachos que ya han disputado Eliminatorias y otros jóvenes con los que trabajo actualmente, a quienes le va a venir muy bien el roce con los argentinos, como vivencia y porque iremos al tradicional torneo de Toulón. Vamos a afrontar una experiencia particular, de tener enfrente a los campeones del mundo, estrenando el título en su casa, que no solo cuenta con el mejor del mundo, sino que, en cada una de las otras posiciones, hay jugadores considerados en el más alto nivel en su puesto. Por supuesto que habrá miedo escénico, porque saldremos a la cancha en uno de los estadios más grandes y de mayor tradición de Sudamérica. El clima seguramente será hostil, ya que la hinchada argentina tiene una pasión increíble. Lo que hicieron en Qatar fue maravilloso. Habrá que ver una vez que comienza a rodar la pelota cómo se dan las cosas y la personalidad que demuestren mis jugadores. Pero el estilo será el de siempre de Panamá, de pelota bien jugada”.
El amor por la número cinco le vino desde la cuna, como ha ocurrido en muchos casos en cualquier lugar del planeta. A mediados de los ‘80, Panamá no tenía tanta tradición en este deporte y por eso llamó la atención su hermano Armando, destacándose en Argentinos Juniors, que le abrió la puerta de nuestra nación: “La pasión por el fútbol comenzó como en la mayoría de los niños, corriendo detrás de un balón en la escuela. Tuve suerte de que siempre me escogían entre los destacados para formar los equipos. Salí de Panamá rumbo a Argentina con 20 años, para actuar en Deportivo Paraguayo, que militaba en la primera D. Tenía un motivo para ir a ese club, porque mi hermano Julio había hecho 28 goles en la temporada anterior, la 1988/89, con la casualidad de que yo marqué exactamente la misma cantidad en la siguiente. Pero no fue fácil para mí, porque viajé con la esperanza de pasar más tiempo con él y con mi otro hermano, Armando, el mayor, pero justo en ese momento ambos fueron transferidos al exterior y quedé, como quien dice, en el aire. Al principio, todo era novedad, más poder estar en un país así, que es el sueño de cualquier futbolero y era sencillo, pero en cuanto pasaban los meses, comencé a extrañar mucho a mi gente en Panamá. Durante el día no había problemas, porque entrenaba y estaba con mis compañeros, pero el tema era a la noche, cuando ponía la cabeza sobre la almohada. Vivía con la familia de Miguel Ísola, que se portó muy bien conmigo. Para el Día de la Madre en mi nación, que es el 8 de diciembre, viajé para ver a mi mamá, pero inmediatamente regresé, ya que estábamos peleando por subir a la C”.
El mundo del Ascenso siempre tuvo muchos matices particulares y un inmenso caudal de anécdotas. Para Dely Valdés, el repaso es con una sonrisa sobre aquellos tiempos de fines de la década del ‘80: “Para entrenar tenía que tomarme dos o tres colectivos. A la hora de los partidos, no era fácil, porque las canchas tenían dimensiones pequeñas y se hacía complicado jugar en esa categoría, donde te cometían algunas faltas que ahora serían sancionadas con mayor severidad. Siempre dije una cosa que sostengo hasta el día de hoy: en el fútbol argentino puede haber solo tres personas en una tribuna, pero se hacen sentir. Había estadios que eran bravos de verdad (risas). Recuerdo cuando fuimos de visitantes a la cancha de Argentino de Merlo. El año anterior, a mi hermano gemelo Julio le habían gritado de todo, desde el calentamiento, recordando a mamá y a toda la familia. A la hora del partido, él marcó un gol y se los fue a gritar de frente, porque lo hizo en el arco que daba a esa hinchada. Fue una cosa tremenda la salida y les rompieron completos los vidrios del micro. Al año siguiente me tocaba ir a mí y los compañeros me decían: “Negro, si llegás a hacer un gol, no lo grites por favor” (risas). Fuimos para allá y en el calentamiento, comencé a recibir los insultos, porque pensaron que era Julio, que ya estaba en Nacional de Montevideo. Me actitud fue levantar primero los brazos y luego aplaudirlos. Se callaron y enseguida empezaron a gritar “Y dale Negro, dale, dale, Negro” (risas). Me los metí en el bolsillo. Convertí el único gol de mi equipo en el 1-1 final y al terminar, algunos se acercaron para que le mandara saludos a mi hermano, con la mejor buena onda del mundo”.
Un capítulo más del inagotable muestrario en el folclore de los torneos de Ascenso. Jorge Dely Valdés fue la carta más importante de aquel equipo de Deportivo Paraguayo que estuvo a un paso del ascenso a la C, perdiendo la final del reducido con Argentino de Merlo. Eran tiempos muy especiales para el panameño: “Se dio una situación particular, porque yo solo iba los sábados a jugar con Paraguayo, ya que en la semana me entrenaba con Independiente, que tenía al Indio Jorge Solari como técnico y un plantel extraordinario que fue campeón, con Bochini, Alfaro Moreno, Rubén Insúa, Giusti, Monzón y varios más que habían actuado en la selección. Lo pasaba muy bien y tengo la impresión de que podría haber jugado allí, porque me querían. Lo que sucedió es que sufrí la fisura de la cabeza de la tibia de la pierna derecha, que me postergó y tuve 45 días de yeso. Hice la recuperación y me fui a El Porvenir, para no perder ritmo. Fueron seis meses hasta que pasé a Nacional de Montevideo, donde mi hermano Julio estaba consolidado como goleador. Fui muy feliz allí y me di el gusto de disputar la Copa Libertadores. Me vinieron a buscar de varios equipos, pero yo no me quería ir de esa institución, hasta que trajeron otros en mi puesto y acepté marcharme a Unión Española, donde con Nelson Acosta como técnico, logramos la Copa Chile para un club que llevaba 15 años sin títulos. Tiempo después salió la chance de ir a Japón y no lo dudé. Fue una linda experiencia de muchos años en una liga que estaba dando sus primeros pasos”.
Familias de futbolistas han existido muchas a lo largo de la historia, pero aquí se configura un hecho particular con Armando, Julio y Jorge, tres hermanos que llegan a ser profesionales al mismo tiempo: “Creo que debe ser una situación única a nivel mundial, porque los tres tuvimos el gusto enorme de ser titulares en la selección. Lo hicimos en la Eliminatoria para el Mundial de Estados Unidos 1994 en un partido contra Costa Rica, en una de las cosas más emotivas que he vivido cono jugador. Fue un orgullo inmenso para nuestra familia. Con respecto a las características, todos éramos de ataque, aunque Armando arrancaba un poco más de atrás, como creador, mientras que Julio era nueve de área, algo similar hacía yo, aunque también lo hice como extremo”.
Pasado y presente de Jorge Dely Valdés se entrecruzan en una charla amena, en la que se lo escucha confiado en el futuro de esos jóvenes a los que entrena y que, por las vueltas del destino, tendrán la ocasión de mostrarse, llenos de ilusiones, nada menos que ante el campeón del mundo y en su tierra. La misma que lo cobijó a él, hace 35 años, cuando acunaba esos mismos sueños de gloria.
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