Administrar el éxito (no metan adentro las que van afuera)

Suena extravagante que el estreno del título mundial sea contra el equipo alternativo de un seleccionado alternativo. Las enseñanzas que debería haber dejado el frustado recibimiento a los campeones

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La hinchada argentina vive un
La hinchada argentina vive un romance con la Selección pocas veces visto. Hay que cuidarlo

Ojalá el regreso a las canchas del campeón del mundo no termine siendo “una de esas cosas que nos pasan a los argentinos”. Como si tuviésemos el antídoto para soportar el insecticida institucional con el que nos rocían casi a diario, hace rato que nos venimos perfeccionando como una sociedad que naturaliza (soporta estoicamente) hasta lo inverosímil. Violencia urbana y violencia narco. Inflación asfixiante y colección de dólares de distinto valor. Cortes de luz y cortes de calles. Hay más, usted sabe. Pero bastan estos ejemplos para considerarnos únicos en la especie: difícil encontrar un país donde todo esto junto no derive en una implosión.

Como si todo esto no fuese suficiente, nos vamos perfeccionando en la mala administración del éxito. Lo vivimos hace tres meses, cuando el periplo triunfal de Messi y sus cómplices salió de Ezeiza y no llegó más allá de la Ricchieri. Todo terminó cuando a los campeones del mundo empezaron a lloverle personas de arriba de los puentes.

Aún deseando fervorosamente que los afortunados que colmarán el Monumental el próximo martes puedan rendirle tributo a los cracks, me cuesta prescindir de aquellas imágenes mezcla de celebración y apocalipsis. ¿Cuántos motivos tenemos para creer que, esta vez sí, los jugadores podrán recorrer sin contratiempos la ruta del Aeropuerto adonde sea que se concentren y de ahí al estadio? ¿Qué operativo, distinto al de diciembre último, se montará para esquivar infortunios? ¿Por qué se conseguiría con la pasión popular lo que no se logra a diario con la inverosímil cantidad de piquetes que adornan buena parte de nuestros paisajes? Y si lo lograran, ¿por qué no haberlo hecho antes?

Da toda la impresión de que todo dependerá, una vez más, de la buena voluntad de cada uno de nosotros, los hinchas.

No se trata de ser agorero sino de poner en la superficie aquello que subyace debajo de los zócalos que destacan el más de millón de aspirantes a menos de 100.000 entradas, el despropósito de obligar al comprador a ir dos veces al mismo lugar para ver un solo partido o la sucesión de coincidencias que vinculan la venta de entradas con la AFA, la empresa expendedora y la política.

A propósito. El fútbol es un deporte popular y un espectáculo masivo. Son dos conceptos distintos que se graficaron claramente en la presencia “masiva” de hinchas argentinos en Qatar a un costo que distó mucho de ser “popular”. Tal vez en línea con esto es que la AFA estableció precios, para muchos, desproporcionados para asistir al encuentro del jueves. Salen varias flechas: ver a un seleccionado argentino campeón del mundo de fútbol no es un espectáculo menos valioso que un recital de los Rolling Stone; diez Monumentales (como con Coldplay) tampoco hubieran alcanzado para semejante expectativa; cualquier ticket que oscile entre los 130 y los 200 dólares, según el billete que se considere, suena a desproporción en la Argentina. En todos los casos, hay algo más valioso que la coyuntura de una fecha FIFA que se debería proteger.

Porque, más allá de opiniones o asuntos casi anecdóticos, acá estamos hablando de una muestra más de la distancia qué hay entre un seleccionado campeón del mundo (y su brillo, su don de superación, su excelencia y su individualidad al servicio de un todo) y casi todo lo demás que sobrevuela nuestro fútbol.

Ojalá solo terminemos hablando de una fiesta de lujo con invitados poco calificados: suena extravagante que el estreno del título sea contra el equipo alternativo de un seleccionado alternativo.

Mientras tanto, sugiero respetuosa y humildemente cuidar un poco más este romance entre nuestro pueblo futbolero y los fenómenos. Que hasta hace no mucho tiempo casi que pedíamos por favor ir a la cancha a alentar a la celeste y blanca.

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