Ricardo Caruso Lombardi confesó que mantuvo oculta una serie de problemas de salud que atravesó en el último tiempo. Todo empezó a fines de 2022, cuando decidió realizarse una tomografía por un dolor de cabeza que arrastraba desde su época como entrenador de Belgrano de Córdoba. Se convenció de revisarse por el trauma que le quedó por un aneurisma que sufrió su padre cuando tenía 60 años (hoy el ex DT tiene 61).
“Un domingo me fui a caminar al hipódromo como suelo hacerlo. Había dejado pasar un dolorcito en la sien que me molestaba. Me ponía hielo y se me calmaba. Fui a la guardia del Jockey Club y pedí que me hicieran una tomografía. A las horas me llamaron de la clínica y me dijeron que fuera urgente. Se me atragantó la comida. La médica me dijo que había algo que no le gustaba y que fuera a ver a un neurólogo. El problema no era donde me dolía, era arriba. Tenía un tumor de 3 centímetros, el tamaño de una ciruela”, expresó en el programa TN Deportivo, en el que es panelista hace tiempo.
En noviembre de 2022 empezó a hacerse los estudios de rigor y mantuvo en secreto todo el proceso. Siguió acudiendo al ciclo televisivo y solamente le comunicó la situación a su círculo íntimo. A principios de diciembre se le empezó a nublar el ojo izquierdo y a cerrársele el derecho: “Lo único que me calmaba para recuperar la vista era recostarme. Empecé a tomar diuréticos para eliminar líquido y ahí se me equilibró. Pero un día la médica me dijo que me tenía que operar porque si no lo hacía, a los cinco meses me iba a quedar ciego”.
Fueron momentos duros en lo anímico para Richard: “Pensás lo peor. Recuerdo estar viendo la despedida de Gallardo de River y no parar de llorar. Imaginate la manija que me di. Se te llena la cola de preguntas, no pensás nunca nada bueno aunque quieras. Era día a día estar manejando y llorar. Veía a mi familia, a mis chicos y no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta. Evité googlear y buscar cosas porque si no iba a ser peor”.
“Tenía mucho miedo. Me iban a operar el 7 de enero y no me ateví del temor que tenía. Esa misma noche me agarró una pancreatitis que me dejó cinco días seguidos tomando agua”, contó. Finalmente el 28 de enero le extirparon el tumor en una intervención de seis horas, permaneció de 48 a 72 horas en terapia intensiva y empezó la rehabilitación. “Te agarra una desesperación que no sabés qué hacer. Fui a ver al Padre Ignacio a Rosario y cuando volvimos nos tragamos un animal en la ruta y rompimos todo el auto. Si nos agarraba de frente, nos hacíamos pomada. Todavía no sabemos qué era, era muy alto y blanco”, dijo además.
Y admitió: “Me costó mucho despedirme de mi familia antes de la operación. Porque es una despedida. Te abren como una sandía. Se me pasó por la cabeza que no los iba a ver más. Convivís con la congoja todo el tiempo, tenía un nudo que no me podía sacar”. La visión llegó a complicarlo tanto que lo obligó a detener su auto en cuatro oportunidades en un viaje a Mar del Plata: “Me quedaba ciego. Tenía que parar y caminar 15 minutos para recuperar la vista. A la vuelta no manejé y me agarró la ceguera en Chascomús”.
Ya recuperado, Caruso buscó explicaciones para entender por qué le tocó pasar por esta situación: “En los 12 años que peleé descensos en Primera y estuvo a full, no me pasó nada. Cuando tu cuerpo está tranquilo empiezan a encenderse las luces. Los nervios y todo lo que sufrí me empezó a pasar factura, no me cabe ninguna duda”.
Hoy modificó muchas cuestiones de la diaria: “Antes por ahí me molestaba con alguna decisión del VAR que me parecía injusta. Antes me agarraba una bronca... Ahora pienso en que se quejen los presidentes de los clubes, que son los que lo permiten. Si un día tengo que hacer cinco cosas en el día y no puedo hacer dos, las hago al día siguiente. Antes me molestaba, ahora me tomo la vida de otra manera”.
Seguir leyendo: