“No daba para grandes festejos, Mac ya tenía suficiente con el score y la derrota, preferí no demostrar nada, pero jugué a muerte porque quería dejar la mejor imagen en mi país en mi último partido por la Copa Davis. Solo yo sabía de esa decisión, aunque al año siguiente fui a Alemania para no dejar al equipo en el descenso. Fue uno de los tres mejores partidos de mi vida”.
Como si estuviésemos ante una misa tenística, solo cabría acotar: es palabra de Vilas. Con esas declaraciones, dejó en claro sus sentimientos, primero hacia un amigo y luego en dirección a lo que significaba para él despedirse de la Copa Davis en su país. La legendaria ensaladera había sido su enorme desvelo desde que comenzó a empuñar una raqueta y fue detrás de él, por espacio de 15 años. No pudo ser, pero dejó en el recuerdo una cátedra inolvidable. Aquel domingo 6 de marzo de 1983, aplastó a John Mc Enroe por 6-4 6-0 6-1, dándole el tercer y definitivo punto a Argentina sobre Estados Unidos, en un inolvidable match, lleno de momentos destacados, por la primera rueda del torneo.
“Cuando jugábamos con Guillermo la Copa Davis, y más ante Estados Unidos, sentíamos que el país se paraba y todas las miradas se depositaban sobre nosotros dos. Recuerdo que salía de mi casa y veía a los chicos jugando en la calle, diciendo que uno era Vilas y el otro Clerc. La presión era tan grande como hermosa, con una gran dosis de adrenalina. Eso era lo más lindo de representar al país, estar ahí y ser protagonista”. Y ésta es palabra de Clerc, el otro héroe de aquel fin de semana legendario, que, en diálogo con Infobae, recordó con emoción esos momentos vividos en la Catedral del tenis argentino.
Como un clásico que siempre vuelve y se repite, aquella Copa Davis llegó en medio de polémicas varias. La primera estuvo vinculada al escenario, poque dada la magnitud del adversario, la Asociación Argentina de Tenis estimaba como escaso el aforo de casi 6.000 espectadores del Buenos Aires Lawn Tennis, por la gran demanda de localidades. Se pensó en trasladar el match no muy lejos de allí, al velódromo municipal, que podía albergar hasta 15.000 personas, pero había que hacer las obras desde cero. La solución fue que la sede sea el tradicional club de Palermo, pero con la instalación de tribunas tubulares, que cubrieron seis de sus ocho caras, aumentando la capacidad a 9.500 butacas, con abonos oscilantes entre los $ 400.000 y 1.800.000, con su equivalencia en 6 y 27 dólares, respectivamente. El objetivo estuvo logrado, porque el Buenos Aires mostró un aspecto extraordinario y el aliento se hizo sentir desde la primera pelota.
La segunda polémica estuvo vinculada con Vilas, quien la semana anterior se encontraba disputando un torneo en Estados Unidos, desde donde afirmaba que no había recibido ninguna invitación oficial, recrudeciendo sus diferencias con los directivos, que sostenían que había sido convocado en tiempo y forma. Guillermo afirmaba: “Quiero creer que no me lo hacen adrede, porque sería terrible y poco profesional. Solo tengo una llamada del capitán. No me han mandado el pasaje, ni sé si tengo hotel reservado, ni si me pagaran el pasaje. ¿Cómo voy a ir a Argentina, en burro?”. Las diferencias se zanjaron recién en la noche del domingo 27 de febrero. Al día siguiente Vilas se embarcó hacia Buenos Aires, a donde arribó en la mañana del martes 1, a 72 horas del inicio de la contienda.
Eduardo Puppo es un reconocido periodista vinculado al tenis. Es el biógrafo de Guillermo Vilas y quien lleva un largo tiempo encabezando el reclamo para que el Gran Willy sea reconocido como número 1 del mundo. Así recuerda aquellos días de marzo del ‘83: “Fue una de las coberturas más frenéticas que viví como periodista, porque las situaciones de interés iban aumentando día a día en la previa: los entrenamientos de ambos equipos resultaban casi místicos, ya sea en la central del Buenos Aires como en las canchas secundarias, donde podía acceder el público sin restricciones. Allí estaba nada menos que McEnroe, quien se ponía y sacaba vincha según su humor y hasta se animó a usar una t-shirt sin mangas, que muchos años después popularizó Rafael Nadal. El clima se sentía así, pesado y excitante, como si anticipara que algo grande podía suceder. También tengo la fresca imagen de Arthur Ashe, el capitán visitante, con paso mesurado, un pequeño bolsito en el hombro y una raqueta en la búsqueda de aclimatar a su máxima estrella al lentísimo polvo de ladrillo local. Fue un recital de tenis, no tengo otra frase para describirlo, porque tanto Vilas como Clerc nos daban seguridad, solvencia y la promesa de que nada ni nadie los sacará de la Catedral sin la victoria. Batata consiguió ganarle a Supermac el primer día, pero lo de Vilas, aquel 6-4, 6-0 y 6-1, no solo selló la victoria argentina, sino que quedó como la genial estocada para derribar al gigante”.
El jueves 3 al mediodía fue el primer momento donde se encontraron Vilas y Clerc, ya que el capitán, para evitar roces innecesarios, los hacía entrenar por separado. Un hecho particular, hizo que la situación se distendiese y fue cuando Batata detectó que su compañero, Alejandro Ganzábal, había concurrido a la ceremonia con traje, pero sin medias. Comenzó con una enorme cantidad de comentarios que hicieron reír a carcajadas a Guillermo. Precisamente él fue quien abrió la serie el viernes, superando a Gene Mayer en sets corridos. A continuación, venía un partidazo: McEnroe vs Clerc, que así recuerda José Luis: “Era una competencia de mucho nerviosismo y stress, pero era hermoso porque teníamos enfrente a Estados Unidos, con McEnroe. El compromiso era muy grande y lo que más quería era tratar de dar ese punto, que tanto necesitábamos, para que Guillermo el domingo jugase más tranquilo y distendido el domingo contra él. Recuerdo mi match contra John, que comenzó el viernes, terminó el sábado por la mañana y fue uno de mis grandes partidos en Argentina, con una hinchada fantástica, que fue la que me hizo ganar ese encuentro, porque le pusimos mucha presión a McEnroe. Sabía cómo jugarle, arrinconándolo del lado del revés, esa era la estrategia. Enfrente había un tenista complicado y talentoso, que en cuanto podía, se me venía la red. Tuve una gran concentración, sabiendo que no podía perder mi saque. Era consciente que a él no le gustaba tenerme enfrente, incluso siempre dijo que, por mi potencia, le sacaba la raqueta de la mano”.
Ricardo Cano había sido compañero de ruta de Vilas desde juveniles y juntos forjaron los primeros triunfos destacados en la Copa Davis en la década del ‘70. Todavía se mantenía en actividad, pero en paralelo, fue el capitán del equipo. Esta es su evocación, 40 años después: “Los recuerdos son muy buenos. Por haber sido compañero de Vilas y Clerc, la relación mía con ellos era natural, pero era difícil el trato entre ambos, porque tenían sus diferencias. Ser capitán del equipo en ese momento no era fácil, porque eran dos estrellas que no tenían diálogo. La semana previa fue compleja, pero el resto del equipo ayudó mucho para llevarlo de la mejor manera. Con Batata me llevaba muy bien, por eso no fue raro que nos abrazáramos así, después que él ganara ese partido tremendo contra McEnroe, que era muy bueno, pese a que el polvo de ladrillo no era su superficie preferida. Tenía un saque y un passing espectacular. En el partido del domingo, Vilas le insistió sobre el revés y llegó al triunfo. Guillermo jugando Copa Davis era impresionante”.
John McEnroe era la gran esperanza del conjunto visitante, pero padecía un pequeño desgarro en su hombro izquierdo. Sin embargo, luchó cada día como el titán de la Davis, que siempre fue. En ese momento era el número 3 del ranking, pero menos de un mes antes, todavía era el líder de la clasificación, sitio al que volvería varias veces. El otro singlista era Gene Mayer, ubicado el puesto 7, al tiempo que Vilas era el 4 y Clerc el 5, lo que da una concreta magnitud de semejante partido. Gustavo Tiberti fue uno de los convocados por el capitán Ricardo Cano y así evoca como fue ser parte de un equipo, en donde mucho se hablaba de las peleas entre sus dos mejores raquetas: “En ese tema había un poquitito de folclore alrededor. Obviamente que estaban los egos y sus competencias entre ambos, pero había más de fantasía que de verdad. Más allá del ranking, el número 1 del equipo siempre quedaba en Vilas, porque Batata no tenía ese rótulo de estrella, de intocable. Se fue haciendo un ruido muy grande y no era tan así, el punto que a la postre, no terminaron peleados, todo lo contrario. Batata siempre fue más normal, más terrenal, que jugó bien al tenis e hizo su camino, a diferencia de Guillermo que siempre fue un tipo distinto, difícil de abordar y con respuestas extrañas. Él jugaba en otra liga que todos nosotros. Fue el Nadal de aquella época. Entrenaba una cantidad de tiempo descomunal. Yo he estado tres horas y media en la cancha sin parar, hasta el momento que me tocaba irme e ingresaba otro en mi lugar y Vilas seguía allí. Ha llegado a estar 8 horas (risas). Una locura. Yo creo que no tenía demasiado sentido, porque no lo aportaba demasiado y era más que nada algo para la cabeza, que de alguna razón física o técnica. Pero algo estaba claro para todos: no se le podía decir que no a Guillermo”.
José Luis Clerc mantiene hasta el día de hoy una amistad con McEnroe, y en más de una ocasión han recordado ese match histórico: “El pobre John estaba colorado como un tomate (risas), porque no estaba habituado a jugar con tanto sol y calor. Obviamente era un hombre acostumbrado a jugar con grandes presiones, por eso fue número 1 del mundo, pero el estadio ese fin de semana fue una caldera. Hasta el día de hoy, cuando nos cruzamos, enseguida me dice: “No me hables de la Copa Davis” (risas). Hay que tener en cuenta que disputó 50 singles de Copa Davis, solo perdió 8 y 4 de ellos ante Vilas y Clerc en Argentina, ya que también le habíamos ganado en el ‘80. Nuestra gente sentía que, con nosotros, se podía soñar”.
El doble también tuvo su cuota de dramatismo, porque la mejor pareja del mundo debió disputar cinco sets para superar al heterogéneo binomio que formaban Vilas y Clerc. El domingo amaneció con las condiciones ideales para Guillermo: calor, sol y escaso viento. Era una jornada sin fútbol oficial, ya que el torneo iba a comenzar una semana más tarde, y por ello el rating superó los 30 puntos por las pantallas de canal 13 con los relatos y comentarios de Juan Carlos Pérez Loizeau y Oscar Barral, un reconocido entrenador. Vilas dejó para todos los tiempos una cátedra como pocas veces vio el court que actualmente, y con total justicia, lleva su nombre, al punto de ganarle nada menos que 15 games consecutivos a McEnroe. Sin embargo, el comienzo había sido errático, colocándose el visitante 4-2. Fue allí cuando Ion Tiriac, entrenador del argentino, se le acercó y le dijo: “Si no cambiás de táctica, me voy del estadio”. Su pupilo obedeció y ofreció su mejor actuación en nuestro país.
Gustavo Tiberti, vio el macth en la primera fila, sitio destinado a los integrantes del equipo y tiene una interesante visión sobre lo que ocurrió: “Yo creo que el artífice de la paliza tenística que Guillermo le dio a McEnroe el domingo fue Batata, porque jugó contra él un partido extraordinario el viernes, que debió continuarse el sábado en horas del mediodía por falta de luz, con una duración de casi 5 horas. McEnroe estaba muy cansado y un rato después debió salir a disputar el doble con Peter Fleming. Otra vez cinco sets, que lo dejaron fusilado. La verdad es que no se podía ni levantar de la cama (risas). Es una visión, sin desmerecer, por supuesto, el partidazo que hizo Vilas. En el doble argentino intervino el poder de Guillermo, porque la lógica, con la serie 2-0 a favor, era que ellos descansan para los singles del domingo y que la dupla la conformáramos con Alejandro Ganzábal. Pero Vilas dijo: “Jugamos con Batata” y así fue”.
Siendo apenas un joven que comenzaba a dar sus primeros pasos en el tenis grande, para Gustavo Tiberti fue una experiencia inolvidable: “Era un evento brillante y un escenario espectacular jugar de local contra Estados Unidos, con la presencia de Mc Enroe. Me tocó vivir una época maravillosa de la Davis con dos figuras en nuestro equipo. Batata era top ten y un gran tenista, pero Guillermo era un rockstar descomunal (risas). En ese momento ya estaba Maradona como ídolo, pero Vilas había aparecido antes y durante años fue la figura deportiva indiscutida de Argentina. Compartí muchas cosas con él, tanto acá como en el mundo, donde era como una vedette, y a él le gustaba jugar ese juego, porque se sentía una estrella. Aquella convocatoria para mí fue similar a los chicos que estuvieron en el Mundial de Qatar, que iban detrás de Messi, porque nadie le iba a decir que no. Era la misma tónica. Lo más importante de todo es el hecho de haber sido convocado por Ricardo Cano, que era el capitán. Jugar la Copa Davis es como estar en la selección, pero en el tenis, el filtro es más pequeño, porque para integrar el equipo tenés que estar entre los cuatro o cinco más destacados. Creo que Cano se inclinó por mí, ya que venía de una buena temporada y con la posibilidad que pudiera participar en el doble”.
La brillante demostración de Vilas ante McEnroe puso el 3-1 inalcanzable. Meses después, Argentina superó a Italia, para caer en semifinales con Suecia. Esa fue la pared donde se estrelló la última posibilidad de Guillermo de levantar la ensaladera. Pero el legado es inmenso, porque junto a Clerc nos hicieron soñar en grande. Y en esa sintonía, van las palabras finales de Batata: “Estuviésemos como amigos o peleados, con Guillermo jugábamos la Davis con el único propósito de ganar para Argentina, esa era la meta. No hay ninguna duda que yo quería triunfar para dar mi punto y ayudarlo a él, y a la inversa era lo mismo. Eso te lo firmo. Nosotros queríamos hacer historia”. Y la hicieron. Por eso es merecida la evocación, a 40 años de un fin de semana que llenó de tenis al público argentino.
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