Pipi Estrada es un muy conocido periodista de larga trayectoria en España, especialmente en radio y TV. Conoció a Diego Maradona en los años 80, cuando el genio argentino jugaba en el Barcelona, y en estos días generó un impacto cuando confirmó en el popular programa televisivo “Sálvame”, por “Telecinco”, el amorío entre el astro y la diva local Ana García Obregón, quien negó el affaire, aunque no el coqueteo. “Es verdad que me mandaba flores cuando jugaba en España, me las mandaba a casa de mis padres porque yo vivía con ellos. “Luego nos vimos en Los Ángeles, era un genio y le tenía cariño, pero de romance, nada. Por mi parte solo sentía amistad”, describió su versión. Infobae pudo dialogar con Estrada, que trabaja también en el programa de fútbol “El Chiringuito”, en “Movistar Plus” y en Radio “Marca”. Y el comunicador dio detalles de aquel acercamiento.
-Vos conociste de cerca a Diego en los tiempos en los que jugaba en el Fútbol Club Barcelona, entre 1982 y 1984 y ahora generaste un gran impacto cuando contaste en el programa de TV “Sálvame”, por “Telecinco”, que él tuvo un amorío con la actriz y presentadora Ana García Obregón, tan popular aquí.
-Sí, me lo comentó en una oportunidad. Él era una persona a la que le gustaba poder realizar sus sueños, sus fantasías. Llevaba la vida con pasión y vehemencia. Lo hablábamos muchas veces con él.
-¿Cómo desarollaste el vínculo con Diego?
-Yo trabajaba en “Antena 3 Radio”, en el equipo que dirigía José María García, que era un periodista muy influyente, y que había generado una relación muy estrecha con Diego, en los tiempos en los que jugaba en el Barcelona. Empatizamos en esa época porque era como yo, muy pícaro, muy díscolo y un disfrutón de la vida, al punto de que, no sé si te acuerdas, César Luis Menotti, que era el entrenador del equipo, dispuso que los entrenamientos fueran a la tarde porque en ese tiempo la vida nocturna era muy intensa, y entonces así los jugadores podían dormir y descansar lo suficiente. Ese dato lo dice todo. Tú sabes cómo era él, a él le gustabas o no, y si le gustabas, eras su amigo para toda la vida, aunque no te vieras con frecuencia.
-¿Y él te contó lo de Ana García Obregón?
- Sí, en una de las tantas sobremesas con compañeros de la prensa, amigos de la noche, en las que siempre salían estos temas: el fútbol, las mujeres y él siempre me preguntaba por mujeres, y una vez me dijo “tengo una fantasía”, porque hablábamos con un lenguaje claro y directo, y de esto, parece mentira, pero ya hace cuarenta años. Me dijo “esa mujer me produce sueños de pura fantasía. Me encanta la cara que tiene, es de locura. No sabés lo linda que es y cómo besaba. Me quedó para siempre la belleza de esa mujer, rubia y elegante”, y allí me contó que tuvo un affaire con ella y pudo cumplir su deseo.
-¿Te dijo cómo fue que la conoció?
-Me contó que ella fue un día a Barcelona y que coincidieron en un mismo hotel, por razones profesionales. Justo en ese tiempo, (Josep Lluis) Núñez, el presidente del Barcelona, le había regalado un Porsche a Maradona y ella le dijo “qué coche más bonito, me gusta mucho”. Él inmediatamente sacó las llaves y se las dio para que lo probara y ella dio una vuelta pero enseguida lo chocó, aunque sin consecuencias importantes. Allí fue que se quedaron a cenar y él me contó que pasaron una noche bonita. Años más tarde fue como invitado al programa de TV de ella “Qué apostamos” y hubo encuentros puntuales, pero Diego no me volvió a comentar más si hubo o no intimidad.
-También se dijo que, en esos tiempos, Maradona frecuentaba a Lucía Galán, de “Pimpinela”.
- Sí, yo los conocía mucho, a ella y a Joaquín. Le gustaba mucho Lucía y también, ya en Italia, frecuentó a Raffaela Carrá, que era toda una diva allá.
-Era la época de las discotecas como “Up & Down”, y tantas otras...
-Sí, nos veíamos con Diego, con Julio Alberto y con Marcos Alonso -el padre del actual jugador del Barcelona, que acaba de fallecer-, sus compañeros en el Barcelona, y me solía decir “vos tenés cara de líder” y yo le decía “si tú lo dices.... y tú tienes cara de futbolista”. Cuando él dejó el Barcelona para ir al Napoli, dejamos de frecuentarnos, pero cuando volvíamos a vernos, a veces al cabo de tres años, era como si nos hubiéramos visto ayer. En una de las tantas ocasiones, cuando él vino a Madrid para un partido del Napoli, me presentó a su hijo Diego y ya habían pasado como treinta años de que salieron las pruebas de que eran padre e hijo y me apena que no hayan podido compartir muchos años juntos. En aquel momento me gustó la complicidad que tenía con su hijo. Creo que nunca lo adaptó como hijo solamente por Claudia. Lo hizo una vez que se separó.
-Mencionaste a Julio Alberto y, como sabrás, hay muchas versiones que lo mencionan como uno de los que estuvo cerca de Maradona cuando se inició en las drogas. ¿Fue en este período de cuando jugaba en el Barcelona?
-Eso del coqueteo de Diego con las drogas en Barcelona es una leyenda. Lo que pasa es que él y su entorno generaban un ambientazo. Iba un ejército detrás de él. Que le sacaba billetes en primera clase a todos sus amigos. Era un séquito que dependía y vivía con él. Era un séquito muy activo, mujeriego... Eran muy jóvenes y Diego era muy generoso. Parece que eso se acentuó más cuando llegó Guillermo Cóppola, en Nápoles.
-¿Cuándo fue la última vez que te comunicaste con él?
-Ya en sus últimas semanas, una noche lo llamé, se cortó y ya no atendió. Pero reitero: hay algo que no me gusta de esta historia. Que Diego estuviera solo es dificilísimo. Él era un disfrutón y decía “soy un vividor porque estoy enamorado de la vida”. Creo que pudo haber vivido veinte vidas.
-¿Mantenés algún tipo de contacto con alguien de su entorno?
-Sí, tengo contacto con Diego Jr y con Gianinna. A veces me contestan.
-Recién mencionaste a Cóppola pero vos coincidiste más con los tiempos de Jorge Cyterszpiler como representante.
-Sí, eran íntimos amigos, hermanos. Después se convirtieron en íntimos enemigos.
-¿Y César Luis Menotti, que era en ese momento su director técnico en el Barcelona?
-Impresionaba por su fuerte personalidad y también arrasaba en las noches en Barcelona.
-Trabajás en uno de los programas más populares de la TV española, “El Chiringuito”. ¿Nunca entrevistaste a Maradona?
-No... Coincidimos cuando vino al Real Madrid-Nápoles en el Santiago Bernabéu, cuando fue nuestro último encuentro. Vi que había en su mesa, en el hotel, cuatro botellas de vino casi terminadas y le dije “parece que te gusta mucho el vino” y me respondió “no me gusta, tengo sed”. Arrastraba las palabras y no me pareció sacarlo así en un medio de comunicación. Nos despedimos sin nota. También en esa estadía observé otra cosa.
-Contá...
-Estaba en ese momento con su pareja Rocío (Oliva) y su amigo Ricky Castellanos, y en un momento se enojó con ella porque subió fotos a las redes sociales en las que él aparecía muy gordito. Ella se levantó y se fue.
-Me imagino la cantidad de anécdotas que debés tener con él...
-Te cuento una: yo vivía en Madrid en el barrio “Prosperidad”, y cerca de mi casa había un bar de un chino en el que casi no entraba nadie. Yo solía ir cada tanto porque me era cómodo, estaba debajo de mi casa. Una noche, escuché un murmullo proveniente del restaurante, que siempre estaba en silencio. Miré por la rendija de la cortina, a ver qué pasaba, y veo que entre los que estaban allí, uno era Maradona... No entendía nada así que rápidamente bajé a saludarlo. Me contó que había venido a un gimnasio, cerca del restaurante, que se inauguraba esa noche. Estaba con Cóppola y otros amigos, y yo me preguntaba qué hacía allí alguien como él, en lugar de ir a otro lugar, a un restaurante más lujoso. De hecho, lo primero que me dijo cuando me vio es “Pipito querido, pasame el teléfono de Marta Sánchez (la popular cantante española)”.
-Siempre se dijo que pese a estar rodeado de mucha gente, buscaba la intimidad cada vez que podía.
-Sí, a él le gustaba el papel de Maradona solamente en la cancha pero en la calle, quería ser Diego.
-Fernando Signorini, su preparador físico, cuenta que le decía que con Diego va a cualquier parte del mundo pero con Maradona, ni a la esquina.
-El Diego de la calle era cercano, amable, observador, pero además, era muy desconfiado.
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