Habían pasado pocos minutos desde las 10 de la noche en aquel sábado 26 de febrero de 1983, cuando el asombro ganó al público que había colmado el estadio mundialista de Mar del Plata y a los millones que aguardaban una nueva edición del Superclásico por televisión. Boca Juniors salió al campo de juego y por primera vez en sus 80 años de vida tenía una publicidad en la camiseta. En letras azules, sobre la franja amarilla se podía leer “Vinos Maravilla”. Hace 40 años comenzaba una historia muy especial.
Por esos días se estaban cumpliendo dos años en los que Boca Juniors y crisis económica eran sinónimos. La estruendosa contratación de Maradona en febrero del ‘81 apenas fue el punto de partida, porque junto a él, también llegaron otros futbolistas, con transferencias pautadas en dólares, como el caso del uruguayo Ariel Krasouski, que la devaluación que vivió Argentina ese año llevó a una situación de permanente caos. Los lujos y la aparente opulencia de tener a Diego, trocó en un Boca más modesto y proletario en 1982, basado en el sacrificio, con algunos futbolistas de menor cartel, complementado por el resplandor de Hugo Gatti, Oscar Ruggeri, Miguel Brindisi y Ricardo Gareca.
Como una inevitable continuidad, el inicio del 1983 mostraba que las palabras deudas y embargos eran tan comunes en el mundo Xeneize como goles o gambetas. Había que buscar algún tipo de solución con el ingreso de dinero para paliar un panorama que asomaba muy complejo. Ya en 1981, con el arribo de Maradona, se había mencionado la posibilidad que la camiseta tuviera su auspicio. En el mes de marzo de ese año, los medios informaban que Fuji Film había ofrecido 1 millón de dólares para cerrar el negocio por un año, mientras que Mitsubishi estaba a la espera, al tiempo que otras dos compañías de similar origen (Toshiba e Hitachi), también se mostraban interesadas. No hubo acuerdo con ninguna y la franja siguió siendo amarilla, sin inscripción alguna.
El 5 de febrero de 1983 Boca disputó su último partido del torneo ante Huracán e inmediatamente inició una gira por Venezuela y Colombia, en busca del dinero que sus arcas necesitaban con urgencia. Los diarios y revistas anunciaron que el lunes 21 se firmaría el contrato con Hitachi y 48 horas más tarde sería la presentación en el cotejo ante Estudiantes de La Plata, reciente campeón del certamen local, por la Copa de Oro de Mar del Plata. La compañía era una de las más destacadas de ese momento, en pleno auge de la televisión en colores en el país, reforzado con el slogan “Que bien se TV” y la super difundida publicidad con Adriana Brodsky como futbolista.
El acuerdo con Hitachi no se firmó ese día… ni nunca. Ante Estudiantes, el equipo dirigido por Carmelo Faraone salió con su casaca original, sin sponsor. El acuerdo naufragó porque a último momento los 4.000 millones de pesos ofertados fueron duplicados por una bodega sanjuanina, que cerró contrato por un año, para que sobre la franja amarilla se leyera su producto: Vinos Maravilla. Los dirigentes de la institución declararon que, con esa suma, podrían pagar el 90% de los sueldos del plantel hasta fin de año.
La bodega Gualino y Escolar había sido creada en 1935 por dos empresarios, Carlos y Mauricio, que le pusieron sus respectivos apellidos a la marca. Prontamente se convirtió en una de las más importantes de la provincia y luego le sumaron un aserradero. Con la muerte del primero, la familia del segundo quedó en control de la firma a mediados de la década del ‘70 y así se encontraba cuando en febrero del ‘83, dieron el mayor golpe publicitario de su historia, que le repercutió en un gran crecimiento en las ventas. Luego sufrió los lógicos avatares de la economía argentina de los últimos 40 años. En 2017, la bodega Arenas compró la marca y actualmente comercializa el producto en las clásicas tres versiones: tinto, blanco y rosado.
En aquel momento era incipiente el tema de las publicidades en las camisetas y como muestra vale recordar que en el torneo de primera división que había finalizado pocos días antes, apenas cinco equipos lucieron marcas en sus casacas: Quilmes (Afisa – compañía financiera), Nueva Chicago (Caja de crédito Lugano), Sarmiento (Junín TV – Canal 2), mientras que Platense y Argentinos Juniors compartían el pequeño logo de la gaseosa 7up en el costado izquierdo del pecho. Ninguno de los cuatro grandes que disputaron el certamen tuvieron inscripciones y sí San Lorenzo, que lució caramelos Mu-mu, en los 3 encuentros finales del torneo de Primera B.
Ese del 26 de febrero de 1983 fue un Boca-River especial por varios factores, incluida la aparición de Vinos Maravilla. La noche del superclásico se produjo un impacto casi tan grande como la aparición del auspicio y fue el debut de Juan José López con la camiseta azul y oro. Entre 1970 y 1981 había jugado más de 400 partidos en River, donde se consagró varias veces campeón y era un referente indiscutido. Tras un año en Talleres de Córdoba, llegó al club donde jugaría a lo largo de todo el ‘83, para luego pasar a Argentinos Juniors.
La noche marplatense fue redonda para Boca. Apenas comenzado el partido se puso en ventaja con un golazo de Ariel Krasouski desde fuera del área, que se clavó junto al travesaño de Gabriel Puentedura. Enrique Nieto igualó de tiro libre y a los 15 del segundo tiempo, el otro medio campista de marca, José Orlando Berta, puso el 2-1 con un potente disparo.
La formación del primer equipo que lució Vinos Maravilla fue: Hugo Gatti; Pablo Comelles, Oscar Ruggeri, Roberto Mouzo y Carlos Córdoba; Jorge Chino Benítez (Juan José López), José Berta, Ariel Krasouski; Walter Tamer (Jorge Gallego Vázquez), Ricardo Gareca y Juan Manuel Sotelo. Estos futbolistas no tuvieron mucho tiempo para ver las camisetas que iban a lucir, porque el único juego llegó un rato antes de la iniciación del match. Fueron confeccionadas por Oscar Tubio, el dueño de El Jardín de Oscar, por entonces, uno de los sitios más reconocidos de estampados. El era el creador de las cuatro estrellas con las iniciales del club. Como Boca solo tenía ese lote de remeras, los dirigentes le comunicaron al plantel, que, en caso de regalar la casaca, debían pagar dos millones de pesos cada uno.
La publicidad también estuvo en el buzo del Loco Gatti, quien ya venía teniendo auspicios propios allí, como los video juegos Jet (1979 – 1981) y Paparazzi (1982), un restaurant de moda en aquel momento. La marca permaneció todo 1983 en la casaca boquense, una temporada que había arrancado con grandes ilusiones, pero que terminó en desencanto, con una temprana eliminación en los octavos de final del Nacional ante Argentinos Juniors y un magro séptimo lugar en el torneo de primera división, donde nunca estuvo en la pelea por el título.
En los primeros meses del ‘84 volvió a estar la camiseta tradicional, sin ningún sponsor, hasta que sobre el final de la temporada, por un puñado de partidos, apareció Dekalb. Nuevamente el vacío en el Nacional ‘85, hasta que, en julio de ese año, en paralelo con River y por espacio de cuatro años, tuvo a la empresa de neumáticos Fate. Desde allí se dio una continuidad que llega hasta nuestros días, pero siempre quedará en el recuerdo Vinos Maravilla, un trago precursor en la historia xeneize.
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