El inicio de la era de Carlos Bianchi, el hombre que refundó la historia de Vélez: de la clave del “confesionario” a cómo nació el Chilavert goleador

Hace 30 años, el Virrey debutaba oficialmente como entrenador del Fortín con un triunfo ante Deportivo Español. E inauguró la era dorada del club de Liniers: Julio Santella, Carlos Ischia, el Turco Asad, Christian Bassedas y el Pepe Basualdo evocan la semilla del éxito

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 Bianchi, eufórico, con la Copa Intercontinental en el vestuario de Vélez y en compañía del Coyote Almandoz
Bianchi, eufórico, con la Copa Intercontinental en el vestuario de Vélez y en compañía del Coyote Almandoz

“Si me hubiera convocado otro club, seguro que no venía. Pero todos saben lo que significa Vélez para mí. Aquí me formé, crecí y aprendí lo suficiente como para que mi carrera en Francia fuera todo lo exitosa que resultó después. Quiero que la experiencia que adquirí en 25 años de fútbol profesional ayude a dar esa vuelta olímpica que todos los hinchas sueñan. No tenía intenciones de volver a la Argentina, pero la camiseta tira y apenas me llamaron, empezaron las negociaciones”.

Estas fueron las palabras que pronunció Carlos Bianchi el 29 de diciembre de 1992, cuando se produjo su retorno a Vélez, el día que firmó el contrato como entrenador. La parábola del hijo pródigo con cariz futbolero escribía una nueva y sagrada escritura en la historia. El protagonista se tenía una enorme confianza, hablando sin rodeos de salir campeón. Ese era su anhelo y el del pueblo velezano entero. Pero ni él en su más grande optimismo podía suponer que estaba a las puertas de inaugurar un ciclo brillante, que significó una segunda fundación para el club. En forma oficial la leyenda comenzó el domingo 21 de febrero de 1993, en el estadio del Deportivo Español, con una victoria 2-0 con tantos del Turco Omar Asad.

El debut de Bianchi como futbolista había sido en 1967 y un año más tarde se consagró campeón, en la que hasta aquel diciembre del ‘92 era la única estrella de Vélez. En el ‘73 partió a Francia, donde fue un artillero implacable, con números de asombro. En 1980 fue el primer regreso, que duró hasta el ‘84, reverdeciendo sus dotes de goleador. Otra vez el traslado con la familia hacia Europa, a su segunda tierra, que vio sus últimos momentos como jugador y el inicio de la carrera de técnico, que ahora lo tenía nuevamente en el país.

Durante la década del ‘80, Vélez había conformado casi siempre planteles muy buenos y competitivos, que pelearon varios títulos, como el del torneo de 1983, en el que fue puntero y finalizó cuarto; el Nacional 1985, en que se consagró subcampeón al perder la final con Argentinos, o el Clausura 1992, por solo señalar algunos. En el ambiente del fútbol se sabía que el Fortín tenía buenos equipos, pero le faltaba la puntada final. Esa que le dio Carlitos.

Bianchi arribó al país sin cuerpo técnico, el cual fue armando aquí, con dos piezas claves: Carlos Ischia, como ayudante de campo, y Julio Santella como preparador físico, a quien había conocido en su paso por la institución a comienzos de los ‘80. Así evoca el profe aquellos momentos: “Bianchi dudaba un poco con respecto a quién podía ser su preparador físico. Como le gente de Velez a mí me conocía de toda la vida, eso también influyó en su decisión. Arrancamos con mucha ilusión en enero del ‘93. Siempre le admiré su metodología, que era muy interesante y voy a poner un ejemplo. Llegábamos al hotel para concentrarnos el día anterior al partido y al rato sonaba el teléfono en mi habitación. Era él que me decía: ‘¿Me podría mandar a fulano, por favor?, haciendo referencia a alguno de los jugadores del plantel. Yo lo iba a buscar para que fuera a la pieza de Bianchi, que le hablaba a solas, del partido que íbamos a afrontar, pero también le preguntaba por la familia y sus cosas personales. En ese mano a mano, percibía cosas que eran imposibles en las reuniones grupales. Los muchachos solían decir: ‘Pasé por el confesionario’ (risas). Por supuesto que también estaba la charla táctica, con el pizarrón, donde se señalaban cosas puntuales, como la pelota parada o las marcas. Son pequeños detalles que no se conocen, pero que fueron la base de la enorme tarea de un entrenador único. Los jugadores se entregaban a Carlos, porque los convenció y les había ganado su voluntad. Pero no hay una fórmula para el éxito, porque en el manejo de un grupo confluyen un montón de factores para llegar a un buen resultado y mucho tienen que ver en cómo se ejerce el liderazgo. En mi opinión, otra de las claves de su gran tarea es que Bianchi era una figura limpia y clara, lo que lo acercaba a los jugadores y la relación con ellos, la manejaba como nadie, incluso con una mirada, más allá de las palabras”.

Carlos Ischia también recuerda los instantes fundacionales del ciclo: “Julio Santella era profesor mío en la escuela de técnicos y allí me comentó que Bianchi le había mencionado que le ofrecieron venirse desde Francia para dirigir a Vélez y estaba viendo como armar el cuerpo técnico. Llegó para fin de 1992, enseguida arregló y ambos fuimos parte de su equipo desde el comienzo. A Vélez lo tenía claro porque era el equipo que más seguía, por una cuestión de cercanía, en los trabajos que nos encargaban en el curso de entrenadores, y por eso le pude dar a Carlos los detalles de los futbolistas”.

 Julio Santella, Carlos Ischia y Carlos Bianchi. (NA: Mariano Sánchez)
Julio Santella, Carlos Ischia y Carlos Bianchi. (NA: Mariano Sánchez)

Christian Bassedas es el actual director deportivo de Vélez Sarsfield y fue parte de aquel histórico ciclo. En el momento de la asunción de Bianchi estaba a punto de cumplir 20 años y ya llevaba una temporada y media jugando en la Primera. Por todo ello, es una palabra autorizada para recordar aquellos momentos: “Su regreso al club le dio vida al camino futbolístico de Velez. Mantenía esa impronta que todos le recordábamos de su época de gran goleador y sumada a su fuerte personalidad, provocó un cambio notorio en la historia futbolística de la institución. Carlos tenía una imagen muy fuerte en el vestuario, con un modo paternal para con nosotros. Un hombre sencillo, que utilizaba las palabras justas, pero con una gran firmeza. Siempre se encargaba de remarcar el club al que pertenecíamos y la humildad que debíamos tener como grupo para poder pelear por cosas importantes. Fue el mejor técnico que tuve a lo largo de toda mi carrera y con quien más rendí también. Al mirar hacia atrás la película, uno deber ser agradecido porque ha sido un gran maestro por la manera en la que nos hizo crecer, guío e inculcó cómo encarar la vida profesional. Le tengo una estima total y eso será eterno”.

Luego de disputar más de 10 amistosos en los primeros dos meses del año, la mayoría con resultados positivos, el equipo estaba listo para el debut en el torneo Clausura. Ninguna de las personas que habitaron las plateas y populares del estadio del Deportivo Español en esa calurosa tarde del domingo 21 de febrero de 1993 podía suponer que estaba presenciando el alumbramiento de un ciclo histórico en el fútbol contemporáneo de Argentina. Bianchi puso en la cancha a un cuadro con apellidos que serían sinónimo de éxito: José Luis Chilavert; Héctor Almandoz, Roberto Trotta, Víctor Sotomayor, Raúl Cardozo; José Basualdo, Marcelo Gómez, Walter Pico, Christian Bassedas; Patricio Camps, Omar Asad. En el segundo tiempo ingresaron Horacio Bidevich por Cardozo y el Turu Flores por Asad. Así evoca Christian Bassedas esa tarde fundacional: “El día del debut oficial de Bianchi fue una tarde de sol y mucho calor, en la que nos enfrentamos en su cancha con Deportivo Español, que tenía un muy buen equipo desde hacía varios años. Nosotros trabajamos muy bien el partido y lo terminamos ganando con justicia por 2-0 con goles del Turco Asad. Desde ese mismo momento comenzó a olfatearse que podíamos ser protagonistas. Esa fue la sensación que me quedó”.

El Turco Asad fue protagonista decisivo de aquel día y así lo rememora: “Hasta una hora y media antes de la salir a la cancha no sabía si iba a ser titular. Cuando Carlos me lo confirmó, sentí una emoción enorme. Estaba muy motivado, al punto que hice los dos goles y me comí dos o tres más (risas). Jugamos un partidazo, creando muchas situaciones de gol, y nos dimos cuenta de que ahí comenzaba a vislumbrarse algo especial”

Así comenzó el camino. En ese mismo torneo Clausura 1993 se dio el gusto de gritar campeón, el título local por el que Velez venía peleando desde hacía 25 años. Fue en una fecha entre semana y Carlos Ischia tiene dos recuerdos de esa jornada inolvidable: “Visitamos a Estudiantes a la tarde y teníamos que esperar que no ganara Independiente, que recibía a la noche a Belgrano. Igualamos 1-1 y Carlos decidió que había que seguir concentrados. Luego de la cena, los muchachos se fueron a las habitaciones y nos quedamos de sobremesa con los dirigentes y yo era el único que tenía una radio. Nadie sabía nada, hasta que me saqué los auriculares y me paré sobre la mesa a gritar que éramos que campeones (risas). Nos fuimos para Liniers y la cancha estaba repleta. Otro detalle de esa tarde es que le venía insistiendo a Carlos desde por lo menos dos meses antes que lo dejara patear penales y tiros libres a Chilavert, porque yo era el entrenador de arqueros y lo veía cada día. Bianchi dudaba por si no era gol y salía la contra, hasta que esa tarde cuando nos dieron el penal, me dijo: ‘Lo mando a José Luis’. Y Chila salió corriendo como loco (risas) y por supuesto lo metió. Desde ahí, no paró más”.

Carlos Bianchi ganó la Copa Libertadores 1994 con Vélez (Getty)
Carlos Bianchi ganó la Copa Libertadores 1994 con Vélez (Getty)

Y el Vélez de Bianchi tampoco se detuvo más, porque un año más tarde se iba a dar uno de los gustos más grandes, al ganar la Copa Libertadores, contra el Sao Paulo en Brasil, en una definición por penales para el infarto, como lo evoca Carlos Ischia: “A Carlos lo expulsaron a los 10 del segundo tiempo y quedé a cargo, sin contacto con él por la reglamentación. Quedó atrás de una reja, cerrada con candado y escuchándolo por radio. Él me había comentado que, si había penales, designara al quinto según mi parecer y lo mandé a Pompei. Antes de comenzar la serie, le dije: ‘Metelo por favor, porque si no, te rajan a vos y Bianchi me raja a mí' (risas). La clavó en un ángulo con una precisión increíble y fuimos campeones”.

José Pepe Basualdo había arribado a Liniers un año antes y sería una de las piezas claves en el andamiaje de la mitad de la cancha de ese cuadro que ganó todo lo que tuvo por delante: “Bilardo me recomendó a Eduardo Manera, que estaba en Vélez. Ellos me repatriaron, porque me encontraba en Alemania. Lamentablemente Eduardo se tuvo que ir y a comienzos de 1993 asumió Bianchi, que en un principio no pensaba que podíamos pelear el título, pero al tercer partido, al ver nuestra actitud, cambió su opinión. Planteó los partidos de otra manera, se dio cuenta de que estábamos para cosas importantes. Acomodó algunas piezas (enroque entre Trotta y Almandoz en la parte derecha de la defensa). No tenía mucho diálogo con él, pero con solo mirarnos nos alcanzaba. Conmigo ni hablaba y yo me enteraba que era titular al ver el equipo en el pizarrón. Parecía que nos conocíamos de otra vida. El envión de haber ganado el torneo local siguió hasta ser campeones de la Libertadores y la Intercontinental. Éramos un equipo humilde que luchó y venció a los poderosos como Palmeiras, Boca, Sao Paulo y el Milan. Cada vez que entro al club, veo el poster y allí estoy”.

El 1 de diciembre de ese inolvidable año 1994 se tatuó en el alma de todos los velezanos, porque de la mano de Bianchi alcanzaron el sueño más alto de todos, que fue obtener la Copa Intercontinental. Fue nada menos que contra el poderoso Milan, que había dominado el último lustro en Europa con alineaciones sensacionales. Los goles Roberto Trotta y Omar Asad lo pusieron en la cima del mundo.

 Carlos Bianchi en su época de jugador en Vélez
Carlos Bianchi en su época de jugador en Vélez

Precisamente el Turco Asad, un referente ineludible del ciclo, nos deja sus impresiones de una era irrepetible: “El recuerdo de la llegada de Carlos es la sensación de saber que se acercaba un ídolo al club. Había algunas reservas sobre cómo sería como entrenador, ya que no había dirigido en Argentina. Nosotros éramos jóvenes y lo conocíamos por lo que significaba en la historia de la institución. Apenas llegó nos habló en forma clara y sencilla, pidiendo que cada uno cumpla su función en forma seria y profesional. Los dirigentes hicieron muy bien en ir a buscar a un referente, que conoce hasta el último rincón del club y que se encontró con un plantel extraordinario, porque todos estábamos en nuestro mejor momento. Bianchi era un hombre de consejos precisos. En mi caso, como jugaba en su misma posición, me decía que tenía que estar atento a los errores de los defensores, porque él había hecho muchos goles así. A nivel personal, que me cuidara, porque podía llegar muy lejos, y así fue, ya que me convocaron a la Selección y me vinieron a buscar Boca y River. Para mí Carlos significó mucho, porque me dio la confianza de ser titular de entrada. Fue alguien que les hizo muy bien a todos: jugadores, directivos, hinchas, y al fútbol argentino en general, dándole un manto de sinceridad y trasparencia. Para nosotros fue como un segundo padre”.

El 21 de febrero de 1993, cuando se inició en forma oficial el ciclo de Bianchi, Vélez contaba con un solo título, el Nacional de 1968, en el que Carlos había sido jugador. En la actualidad, 30 años más tarde, el club ostenta 16 trofeos en sus vitrinas: 11 locales y 5 internacionales. Poco se puede agregar. Carlos Bianchi: el hombre que refundó la historia de Velez Sarsfield

Agradecimiento: Martin Tagliafico

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