“12 personas han pisado la luna en toda la historia de la humanidad, sólo 8 hemos descendido hasta los 120 metros”.
Con esa frase se presenta Miguel Lozano, un español de 43 años que tiene dos vidas: una en la tierra y otra en el agua. En la superficie es un español que tiene dos hijas, trabaja, pasa tardes con amigos, disfruta de su familia y se preocupa por los típicos problemas del día a día. Pero, cuando se sumerge en el mar, cambia y se transforma en un ser introspectivo, que se conecta con su mente y evade los pensamientos negativos, que puede ser libre de moverse en cualquier dirección -como los astronautas en el espacio- y que puede prescindir, al menos por un rato, de la respiración.
Miguel es uno de los mejores apneítas del mundo. Es decir que es capaz de recorrer el mundo submarino sin la necesidad de contar con un taque de oxígeno o alguna otra ayuda. Bajo el agua, puede estar 8 minutos y medio sin respirar en estado inmóvil y ha descendido hasta los 122 metros de profundidad en el océano. Para llegar a semejantes cifras, necesitó dar un giro extraordinario al convertir lo que solía ser un pasatiempo en parte de su vida.
Es que, de niño, solía disfrutar de las piscinas y de la playa como cualquier otro, hasta que siendo un adolescente se aburrió de buscar monedas en el fondo de la pileta e incursionó en el buceo y la pesca submarina. Su pasión por el universo submarino lo llevó en 2008 a saltar a la apnea y convertirse en un deportista. Hoy no sólo lleva adelante tres escuelas de esta disciplina (En Canarias, Tenerife y Egipto), sino que además se ha convertido en uno de los mejores en esta actividad.
En diálogo con Infobae, Miguel Lozano contó cómo es la vida de un apneísta y los secretos detrás de un deporte único.
-En tu página dice “12 personas han pisado la luna en toda la historia de la humanidad, sólo 8 hemos descendido hasta los 120 metros”. ¿CreÉs que hay una similitud entre lo que siente un astronauta cuando está en la luna a lo que sentís vos tan profundo bajo el mar?
-Esa frase es un poco grandilocuente. Un poco busca poner en perspectiva la dificultad de ir tan profundo, no por medios tecnológicos, sino por la autopropulsión de nuestro cuerpo. Pero para sentirse como en el espacio no es necesario ir muy profundo, en el agua estamos ingrávidos, el hombre se ha dedicado en ir al espacio para sentir esa ingravidez, que es uno de nuestros sueños, pero sin embargo esa misma sensación se percibe a 10 metros de profundidad, en donde no sientes tu peso, puedes moverte en tres direcciones... es un poco esa similitud. Y obviamente en la profundidad hay condiciones extremas como la falta de oxígeno, la oscuridad, la presión. Nuestro cuerpo cae en lo que llamamos caída libre, en un estado de flotabilidad negativa.
-Tus inicios fueron con la pesca submarina y después conociste la apnea. ¿Qué te llevó a incursionar en este deporte?
-Desde pequeño no sólo pescaba, sino que tenía curiosidad por los animales marinos, jugar con mi cuerpo, aguantar la respiración, o en una piscina tomar una moneda y buscarla en el fondo, como jugábamos, creo yo, casi todos los niños. De forma casi inconsciente aguantaba la respiración mediante juegos. En una época fue la pesca submarina lo que me atrajo y con los años quise mejorar y conocí este deporte que se dedicaba a entrenar y tecnificar todo lo que había hecho de forma inconsciente y lo que más me atrajo fueron dos cosas: primero la parte deportiva, que busca ir lo más profundo posible, y segundo la parte terapéutica, porque para mí la apnea es una terapia. Allí descargo la tensión, el estrés y el ruido de la sociedad. Y la respiración, la relajación, la introspección, tanto en mar como en piscina, entras en un estado de letargo de divagación mental en el que hay una especie de encadenación de pensamientos no dirigidos y mi mente se evade completamente y eso relaja tu cuerpo. Esa combinación de cuerpo-mente-naturaleza es lo que me atrajo y por eso le dediqué mi vida.
-¿El entrenamiento en apnea está más enfocado en la respiración y en lo mental que en lo físico?
-Es verdad que es un deporte muy técnico y mental, y por lo tanto si no sabes respirar correctamente ni encontrar la relajación o usar la técnica de compensación de los oídos, obviamente por mucho que entrenes en el gimnasio, te faltará todo lo que técnico que te adapta fisiológica y mentalmente. Pero llega un punto en el que en la competición no se puede despreciar la parte física. Pero, en esa progresión desde los inicios tal vez tiene más peso la parte técnica y lo mental.
Miguel Lozano llegó a descender 122 metros sin tanque de buceo. Según las reglas de la apnea, para que se contabilice una marca el deportista no sólo debe descender hasta cierto punto, sino que además debe lograr salir por sus propios medios, sin recibir ayuda alguna, y una vez que su cabeza haya asomado a la superficie debe ser capaz de mirar al juez, hacerle una señal de okey y después decir “I’m okay” (Estoy bien). Una vez cumplido esos pasos, se anota su récord.
Los mejores sitios para realizar esta actividad deben ser lugares con mucha profundidad cerca de la costa (por seguridad), en donde la temperatura sea templada o cálida (27-28 grados para evitar trajes gruesos de protección térmica), que no tenga corrientes fuertes ni termoclinas y que tengan buena visibilidad (para mas tranquilidad mental del apneísta y para el equipo de seguridad). Algunas zonas que cuentan con estas características están en Las Islas Canarias, el Mar Rojo, el Caribe y el sudeste asiático, aunque en realidad esta disciplina puede desarrollarse bajo cualquier condición y también en piscinas.
-Hay muy pocos accidentes en apnea, pero vos sufriste uno.
-Los accidentes en apnea son casi nulos, si entendemos accidentes como aquellos que provocan la muerte. Los síncopes son relativamente normales en la apnea de competición, pero nunca el resultado es fatal porque hay sistemas de seguridad. Es como la escalada deportiva, los escaladores se caen, pero no se matan, porque tienen arneses, cuerdas y demás que no se matan y les permiten equivocarse. Nuestro punto débil podría ser el síncope, que es un poquito más espectacular que una caída, pero eso no es lo normal. Yo he perdido el conocimiento en tres ocasiones en mi carrera, pero no me ha ocurrido nada porque tenemos un sistema de pareja, una persona que ascienda los últimos metros para socorrerte si pierdes el conocimiento. Esa es una gran diferencia con la pesca submarina, ya que un pescador si pierde el conocimiento, se ahoga porque nadie lo asiste.
- Volviendo a la comparación que hacés con la luna, los astronautas y los científicos espaciales tienen hambre de curiosidad sobre lo que hay en el espacio. ¿A vos te pasa algo similar con el mar y con lo que habita en las profundidades?
-Sí. Tengo atracción por profundidad. Cuando me hecho al agua en el medio del mar y veo los rayos que bajan hacia la profundidad, eso a mí me atrae. No tiene por qué asociarse la mayor profundidad con el descubrimiento, a mí me genera curiosidad cualquier cosa que haya en el mar a cualquier profundidad, sobre todo si hay vida marina. La profundidad la encuentro dentro de mí, piensa que en una apnea profunda vamos sin máscara, vamos con los ojos cerrados como si fuésemos ciegos y allí nos centramos en la parte técnica, el consumo, la relajación y la concentración. Eso te hace indagar en el aspecto más mental y emocional de tu propia persona.
-¿Cómo convencerías a alguien de que incursione en la apnea?
-Principalmente por curiosidad, para romper con esa connotación negativa de aguantar la respiración que parece obviamente un acto antinatural y de sufrimiento, pero es todo lo contrario. Es un acto de aprendizaje de respiración, de relajación, de reeducación postural para relajar tensiones musculares. Le va dar ventajas en aspectos de la vida cotidiana, también por el lado terapéutico y que le den una oportunidad porque es una experiencia que no deja indiferente a nadie. Esa combinación del cuerpo y mente en un estado natural como el mar, en un medio como el agua, induce a la relajación como pocas actividades en tierra te permiten conseguir. En la tierra hay gravedad, estamos muy conectados con el sentido de la vista que distorsiona el resto de los sentidos... Es un deporte introspectivo en el que hay un trabajo muy mental que te permite conocerte mucho. Además da confianza en hacer algo que no te creías capaz de hacer. Aguantar 2-3-4 minutos reconforta todos los niveles. Darle lugar a este deporte seguro puede sorprender ya que a priori puede no parecer una actividad placentera. Que la gente le dé una oportunidad, porque esto te conecta con tu yo más animal. El mar es parte del mamífero que tenemos porque nos hace volver a nuestros orígenes, a ese líquido amniótico, a ese estado de paz y tranquilidad y es más natural de lo que la gente cree.
-Con respecto a tu futuro, ¿seguís teniendo como objetivo romper el récord mundial de 125 metros?
Desde la pandemia se han parado las competiciones, tengo dos niñas pequeñas ahora mismo y por mi trabajo viajo mucho, y ahora mismo no me compensa estar tanto tiempo fuera. Lo bueno que tiene la apena es que es un deporte bastante longevo, los mejores apneítas están entre 35 y 45 años y hay mucho margen de mejora. Siento esa llamada por un lado, más por el entrenamiento que por la competición, estar con amigos en sitios espectaculares donde podemos relajar y descansar, quizás no tan atraído por la competición ahora. Pero no lo descarto.
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