Estación de policía: 911
Sally: Acabo de dispararle a mi esposo porque me golpeó
EP: ¿Le disparó?
Sally: Si. Estoy en 1802 South Tremont Street
EP: ¿Quién llora?
Sally: Mi hija
EP: Okey, ¿está muerto?
Sally: Le disparé...
EP: Okey, ¿cómo se llama?
Sally: Me llamo Sally McNeil… ¡No toques la puerta Shantina!
EP: ¿Edad de su esposo?
Sally: Me golpeó, me dio una paliza
Shantina: “Papá, no papá. ¡Dios mío, tiene un disparo!
EP: ¿Respira?
Sally: Sí.
...
La vida de la familia McNeil cambió rotundamente después de lo sucedido aquel 14 de febrero de 1995, día en el que Sally, harta del maltrato de su esposo y en medio de un nuevo ataque, tomó la escopeta recortada que tenía en el armario de su habitación, le disparó dos veces y luego llamó a la policía para confesar su delito.
Ray McNeil era un famoso fisicoculturista de la década de los 90 conocido como Mr. California tras el título que consiguió en el Campeonato de la IFBB (1991), creado para deportistas amateurs que buscaban dar el salto al profesionalismo. Sin embargo, su amor por las pesas había comenzado mucho antes, mientras integraba el cuerpo de Marines de los Estados Unidos.
Allí, día tras día ejercitaba sus músculos junto a sus compañeros, hasta que conoció a Sally, una joven atlética que se desempeñaba como cocinera en la Armada y que había quedado cautivada por su fisonomía corporal. Rápidamente comenzaron a salir, mientras compartían su pasión por el gimnasio.
Para 1989 ya estaban casados y se habían convertido en una sensación dentro del ejército, sobre todo después de ganar por separado el Campeonato de Fisicoculturismo de la Marina, él en la categoría masculina y ella en la femenina.
Ambos lo tenían claro: querían ser fisicoculturistas profesionales. Él lo logró y al instante decidió renunciar a los Marines después de obtener su tarjeta profesional tras coronarse en el Campeonato de la IFBB. Pero esa pasión terminó volviéndose una obsesión, al punto de desarrollar una “anorexia inversa”, como la llaman los expertos, en donde buscaba que su cuerpo sea cada vez más grande.
Para ese momento, la pareja ya era conocida mediáticamente por la impresión que causaban esos dos cuerpos voluminosos en el escenario. Pero por aquel entonces los esteroides jugaban un papel clave en la formación de los músculos de los culturistas, quienes los consumían sin importar los efectos secundarios que podrían padecer.
A raíz de eso comenzaron a transitar dificultades económicas por lo costosas que solían ser las dosis, y con ello empezaron las discusiones: todas las sustancias debían ser para Ray porque él era el profesional, decía, mientras que ella sólo las consumía para tener la aprobación física de su marido.
Con el objetivo de poder ayudar a costear los gastos, Sally aprovechó su figura ya definida para trabajar en un programa de lucha libre. Al ver la repercusión que generaba su cuerpo, dio un paso más y se volvió laboralmente independiente filmando sus propios videos golpeando a hombres y definiéndose como Killer Sally (La asesina).
Ella nunca llegó a ser profesional, incluso en 1993 quedó quinta en una competencia amateur. Sin embargo, la plata ya no era un problema por la fama que obtuvo haciendo esas grabaciones. Pero a medida que aumentaba el dinero, también aumentaban los esteroides para Ray.
Finalmente llegó el tan ansiado evento para Mr. California: había clasificado para competir por el Mr. Olympia, el torneo más prestigioso en el mundo del culturismo.
A pesar de haber hecho de los esteroides una dieta rutinaria, Ray no logró pasar del decimoquinto lugar, lo que resultó ser un golpe muy duro en su autoestima, que terminó descargándo contra Sally. Las consecuencias del consumo en grandes cantidades ya estaban haciendo efecto: Ray había pasado de ser un carismático y gran deportista, a un monstruo de 1,80 metros con cambios repentinos de humor y personalidad.
“La primera vez que me ahorcó creí que me iba a matar. Fue impactante. Muchas veces, cuando me atacaba, instantáneamente me ahorcaba. No debí permitir que llegara a eso, debí irme mucho antes. Debí dejarlo al tercer día de casados. Ese día me golpeó y luego me dijo que lo sentía, que no lo haría de nuevo y yo le creí”, comentó Sally en el documental de Netflix Killer Sally: la fisicoculturista asesina.
14 de febrero de 1995: el día que cambió todo
Ray y Sally llevaban 8 años conviviendo juntos en medio de una relación marcada por la violencia, las infidelidades, las pesas y los esteroides. Ella incluso había decidido mudarse con sus hijos (que tuvo con otra pareja) semanas antes de aquel día, pero lo que ocurrió cambió por completo sus planes.
Era San Valentín. Ray y Sally no se habían visto durante todo el día y, llegada la noche, ella se maquilló y decidió ir a buscarlo a un bar que él frecuentaba siempre después de entrenar. Cuando se dispuso a abrir la puerta, Mr California entró a la casa. Tras una discusión, Ray se abalanzó sobre ella y comenzó a ahorcarla. Fue entonces cuando Sally logró zafarse, corrió a la habitación, tomó el rifle recortado del armario con dos cartuchos y, tras pedirle que se fuera y recibir una respuesta negativa, disparó.
“3 días antes había tenido un show y había consumido muchos esteroides. Cinco diferentes. No sabía de lo que Ray era capaz, era un superhumano, súper fuerte y súper rápido en un departamento pequeño”, recordó.
Con Ray tendido en el suelo, Sally llamó a la policía y confesó lo que había sucedido. Mientras era trasladada a la estación policial, Ray moría en el hospital a causa de las heridas que le provocaron los impactos. Un disparo le atravesó las costillas y, un segundo, la mandíbula.
“El 14 de febrero de 1995, aproximadamente a las 10:40 p. m., la policía de Oceanside respondió a 1802 South Tremont (el departamento de la familia McNeil) con respecto a un tiroteo. Al llegar, los oficiales encontraron que Ray McNeil, de 30 años, tenía heridas de bala en la cara y el estómago. McNeil fue trasladado en avión al Scripps Memorial Hospital, La Jolla, donde más tarde murió (mientras se sometía a una cirugía dos horas después del tiroteo). Una investigación preliminar reveló que McNeil recibió un disparo de su esposa, Sally, durante una disputa doméstica. Sally McNeil llamó al 911 y estuvo presente cuando llegaron los uniformados. Posteriormente fue arrestada y fichada por asesinato en la cárcel del condado de San Diego”, fue el informe oficial del sargento Thomas A. Bussey.
Al día siguiente, las pruebas médicas revelaron que Ray había dado positivo en cinco sustancias utilizadas por los fisicoculturistas: fluoximesterona, nandrolona, oximetolona, clenbuterol y drostanolona, mientras que Sally dio positivo por nandrolona.
Tras el asesinato comenzaron las investigaciones para llevar a cabo el juicio y con ellas surgieron nuevas revelaciones. Sally tenía antecedentes de ser violenta y agresiva, según varios testigos y el historial del servicio realizado en los Marines: “Discutidora, irrespetuosa, violenta, busca pleitos”. Incluso tuvo altercados con la policía en los que fueron necesarios hasta cinco oficiales para sacarla de la casa.
Al mismo tiempo, uno de los amigos de Ray confesó que Sally protagonizó varios episodios violentos por problemas de celos e infidelidades y dejó sobre la mesa el nombre Marianne, una mujer que Ray había conocido en el gimnasio y por la que iba a dejar a Sally. Al enterarse de esa relación paralela, ella la amenazó a través de una llamada telefónica. “No fue un ataque de celos, fue miedo”, aseguró sobre el motivo de su accionar al ser consultada por este episodio.
Lo que pasó de ser un caso de defensa propia por violencia doméstica, comenzó a tomar un giro drástico, sobre todo después de que el fiscal de distrito de la causa, Daniel Goldstein, diera dos detalles que lo cambiaron todo: “Él iba a terminar con ella y tenía una aventura con otra mujer. Para mí eso es homicidio premeditado”.
En la segunda semana del juicio, Goldestein se refirió a un punto clave en el análisis forense que contradecía la declaración inicial de Sally: la recarga de la escopeta.
Al inicio, Sally había dicho que fue a buscar el arma y las municiones a la habitación y, tras el primer disparo, recargó el arma en la cocina para volver a disparar de inmediato mientras estaba siendo atacada. Sin embargo, el cartucho del primer impacto estaba en la habitación, lo que significó que ella regresó al cuarto, cargó la escopeta y volvió a la escena del crimen para gatillar por segunda vez mientras Ray se desangraba en el suelo.
Para probar esa conjetura, el fiscal se centró en una lámpara que estaba en la sala aquella noche. Las salpicaduras de sangre estaban adentro de la pantalla de luz, lo que significó que Ray recibió el segundo disparo en la cara mientras estaba en el suelo, porque la sangre salió expedida hacia arriba.
Por último, a través de una prueba realizada en el cuerpo de Ray, también se conoció que no se encontraron rastros del ADN de Sally, lo que podría significar que, pese a que sí fue una mujer maltratada por años, pudo no haber habido una pelea física en los minutos previos al momento del crimen.
En marzo de 1996 llegó la sentencia. Sally fue declarada inocente de homicidio en primer grado, lo que conlleva una condena de entre 35 años y cadena perpetua. El jurado entendió que el asesinato no fue premeditado, pero sí la encontró culpable de homicidio en segundo grado: lo que significa que tuvo la intención de matar a alguien sin provocación, excusa o justificación.
En resumen, según los expertos que asistieron a ese veredicto: “Ella decidió que iba a acabar con su vida, le disparó y lo remató, sin encontrarse en ningún peligro inminente”. Terminó siendo condenada a 19 años de cárcel.
En uno de sus intentos de pedir libertad condicional, y después de que se la negaran en reiteradas oportunidades, aceptó la responsabilidad y desestimó el maltrato físico que recibió. Inicialmente, la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de Estados Unidos anuló la condena pero el Estado de California apeló ante la Corte Suprema y Sally debió cumplir su sentencia en el Centro de Mujeres de Chowchilla.
Finalmente, en 2020 y después de pasar 25 años tras las rejas en la Correccional de California, Sally McNeil obtuvo su libertad.
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