Los Monos y Newell’s: la historia de sangre y drogas que enluta a Rosario

El narcotráfico se asoció con la violencia en el fútbol y la lista de muertos no deja de crecer en la ciudad clave de Santa Fe. Quién es quién detrás del terror organizado

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Frente a la cancha de
Frente a la cancha de Newell's apareció un hombre baleado

El crimen de Lorenzo Altamirano en la puerta del estadio de Newell’s y la nota mafiosa adjuntada en uno de sus bolsillos dirigida a dos capos de la barra que están en prisión y que son mano derecha de Ariel Guille Cantero volvió a poner en primer plano la influencia de Los Monos sobre el fútbol rosarino en general y la tribuna rojinegra en particular. Una historia que ya lleva 15 años, que dejó más de 40 muertos en el camino y que vincula como en pocos lugares del planeta al narcotráfico, el delito común y el fútbol.

Para entender el hilo conductor hay que remontarse a la segunda mitad de los 2000, cuando Claudio el Pájaro Cantero tomó las riendas del clan familiar Los Monos que desde 2003 había construido su padre, Ariel Máximo alias el Viejo, tras ganar el territorio después de una sangrienta lucha contra otra organización delictiva llamada Los Garompas. El Pájaro comprendió que para hacer crecer la estructura aliarse con las barras de Central y Newell’s sería un negocio redituable y de a poco las fue cooptando. La del Canalla, a través de Oscar Paco Mono Ferreyra, el secuaz por entonces del histórico líder del Gigante de Arroyito, Andrés Pillín Bracamonte. La de la Lepra con el ingreso al paravalanchas de Daniel Teto Vázquez, íntimo amigo de su hermanastro Ramón Monchi Machuca. El crecimiento de ambas barras fue explosivo y mientras los líderes se quedaban con el negocio de cancha con la protección de Los Monos, ellos usaban a sus seguidores para vender cocaína en los bunkers que esparcieron en toda la zona y participaban también en los negocios grandes del fútbol, como meterse en el mundo de las Inferiores y gerenciar las carreras de muchos jugadores, entre ellos algunos que después saltaron a Europa.

Pese a las detenciones de
Pese a las detenciones de sicarios de Los Monos, el poder de la banda sigue intacto

Esa irrupción hizo que bandas rivales también quisieran ampliarse al rumbo fútbol y generaran una guerra sin cuartel por toda la ciudad en la década pasada. En Central siempre terminó triunfando Pillín Bracamonte, pero en Newell’s desde la caída del histórico Roberto Pimpi Camino asesinado en 2010, hubo batallas con las familias Paz, Funes y Bassi hasta que Los Monos terminaron imponiéndose, aunque en el trayecto perdieron a su comandante, el Pájaro Cantero, asesinado en 2013, lo que llevó a la cúpula a su hermano, el sanguinario Guille.

Éste intentó copar la tribuna con distintos nombres todos ligados a la violencia y al narcotráfico y fueron sucediéndose los líderes y los muertos. Primero gobernó Diego el Panadero Ochoa, opositor a Los Monos, hasta que cayó preso en 2013 acusado de instigar un doble homicidio. Lo sucedió Nelson el Chivo Saravia, que en el medio tuvo que enfrentar a otro grupo narco liderado por Marcelo Coto Medrano y Matías Pera, que querían meter un pie en la tribuna. Soportó cuatro atentados fallidos hasta que terminaron asesinándolo en 2021, cuando ya lo habían corrido del centro de la popular. Mientras, se desataba por debajo suyo la guerra para sucederlo, que en 2016 se cobró cuatro vidas en un mes, entre ellos las de Maximiliano Larroca y el Cuatrero Franchetti, que tienen el dudoso honor de haber liderado la barra apenas una semana cada uno antes de caer asesinados. Quien intentó tomar el lugar fue otro delincuente vinculado al narcotráfico, Ariel Teletubi Acosta, considerado en la Justicia sicario para lo que guste mandar, quien también terminó preso. Ahí otro peso pesado del submundo del delito, Emiliano Jija Avejera, creyó que era su momento pero terminó afuera y condenado con seis homicidios en su haber.

Igual eran demasiadas señales para el Chivo de que su futuro estaba bajo tierra y más cuando le llegó el inequívoco mensaje de que había perdido la confianza de Guille Cantero, que por entonces tenía cuatro laderos en prisión que eran los encargados de manejar el negocio de la popular de Newell’s: Leandro el Pollo Vinardi, Damián el Toro Escobar, Pablo Nicolás Camino y Marcos el Pato Mc Caddon. Éstos terminaron haciendo un acuerdo con Pillín Bracamonte para poner a alguien a quien pudieran controlar, manejar los negocios y darle paz al Coloso. Y ahí coronó entonces Marcelo el Pipi Arriola cuya foja de servicio daba para ese lugar: tenía ocho antecedentes penales de todo tipo. Corría 2017 y bajo su mandato hubo tres años de tensa calma con Los Monos controlando todo desde la cárcel. Pero llegó la pandemia, los negocios se achicaron, Arriola quiso postergar los pagos a sus jefes y éstos entonces lo sacaron del juego y pusieron en su lugar a Aldo el Gatito Sosa, íntimo del Pato Mc Caddon que tenía además una ventaja adicional: trabajaba en la Defensoría del Pueblo de Santa Fe, lo que le permitía todo tipo de vínculos. Insólito.

Cuando en 2021 esto saltó a la luz, el Gatito pasó a la historia y en su lugar accedió Guillermo Ojitos Sosa, postulado por el Pollo Vinardi, con Alejandro el Rengo Ficcadenti como secuaz. Fue ahí cuando el Chivo Saravia pensó que podía regresar si se aliaba a otros grupos narcos de Rosario que estaban enfrentando a Los Monos, quienes estaban bajo fuego cruzado judicial. Calculó mal: primero le mandaron una corona a la casa para hacerlo reflexionar, como esto no sucedió y vieron que seguía juntando soldaditos de otros grupos narcos como los de las familias Ungaro y Alvarado directamente fueron y en octubre de 2021 lo asesinaron tras ingresar cual grupo comando de madrugada a su casa y acribillarlo delante de su pareja y de su hijo menor de edad. A Sosa y Ficcadenti no les saldría gratis este homicidio: tras una paciente investigación a mediados de 2022 la Fiscalía de Delitos Complejos liderada por el doctor Matías Edery logró reunir las pruebas de su participación y mandarlos a prisión.

Fue entonces cuando ya sobre el final del torneo del año pasado, según las constancias de la investigación judicial, accedió al liderazgo un tapado: Walter Matías Maciel, que era visto más como un facilitador de entradas que otra cosa. Pero llegar a ser el jefe del paravalanchas te transforma y a lo Walter White fue sumando poder. Tanto que se convirtió en una amenaza para el Pollo Vinardi y el Toro Escobar, que vieron desde la cárcel cómo su influencia en la barra podía mermar. Y el 27 de enero pasado a la madrugada, cuando Maciel salía del club en un Audi A 5, desde una moto lo acribillaron con nueve balazos, dos de los cuales dieron en su cuerpo y quedó internado en estado reservado en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez.

Para la Justicia, este hecho sucedido dos días antes del debut de Newell’s en la Liga Profesional contra Platense de visitante, fue el desencadenante de lo que vino después: el crimen del jueves a la madrugada de Lorenzo Altamirano, por el que aún se investiga la inquietante hipótesis de si fue al voleo, como sostienen sus amigos o familia, o hay algún tipo de vaso vinculante. Y sumado a esto a la misma hora del crimen hubo una balacera sobre la comisaría de Villa Gobernador Gálvez, zona donde Vinardi tiene presencia. En ambos hechos apareció un mensaje mafioso inquietante: “Damián Escobar, Leandro Vinardi, dejen de sacar chicos del club para tirar tiros”. Algo que repasando la historia de la barra de Newell’s no parece lamentablemente que vaya a ocurrir.

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