1975 fue un año único en la historia futbolera de River Plate. Con Ángel Labruna en el banco y fenómenos de la talla de Fillol, Perfumo, Passarella, J.J.López, Merlo, Alonso o Pinino Más dentro de la cancha terminó con una sequía de 18 años sin títulos clavando un formidable doblete de títulos. En aquella época, el fútbol argentino dividía su temporada en dos torneos. El Metropolitano, eufemismo geográfico que, en realidad involucraba a equipos del ahora llamado AMBA, La Plata, Santa Fe y Rosario. Y el Nacional, eufemismo geográfico que involucraba a todos los del Metropolitano más un puñado de los clasificados luego de jugar un llamado certamen Regional. De esa manera, equipos de la magnitud de Talleres de Córdoba, Gimnasia y Esgrima de Mendoza, Atlético Tucumán, Gimnasia y Esgrima de Jujuy o San Lorenzo de Mar del Plata debían o arriesgarse a gastar un dineral armando un plantel que quizás no llegaría a ese Nacional o exponerse a enfrentar a los clubes directamente afiliados a la AFA con lo que hubiera a mano entre quienes disputaban las ligas domésticas. El fútbol formó parte visceral del triste fenómeno argentino de Capital vs. Interior.
Cómo sea y aún con algún sobresalto camino a conquistar el primero de aquellos dos títulos, River hizo historia durante esa temporada. La hizo en lo deportivo. Y en lo económico.
El fenómeno de convocatoria que generó aquel equipo cooperó decisivamente con la salvación presupuestaria de muchos de sus rivales. Claro, eran tiempos en los que se podía ir libremente a la cancha. Y en los que los clubes menos poderosos resignaban su localía con tal de recaudar millonadas utilizando estadios más grandes que el propio, aún riesgo de parecer tan visitantes como si jugaran en el Monumental.
Apenas un puñado de ejemplos: Banfield y Temperley recibieron a River en la cancha de Racing. All Boys, Atlanta y San Lorenzo lo hicieron en Vélez donde también lo hizo Argentinos Juniors en una histórica noche de agosto en la que los pibes de la tercera aseguraron el título a cuenta de una huelga de profesionales que, alla lejos y hace tiempo, tomaron medidas de fuerza y las cumplieron. Es más. En Liniers fueron locales del Milllnario Newells Old Boys y Unión quienes abandonaron sus ciudades de origen, embolsaron millones y ni siquiera resignaron ventaja deportiva ya que ganaron sus respectivos partidos.
A veces, hacer historia nos ayuda a comprender conductas del presente…o desenmascararlas.
En primer lugar, porque durante más de un siglo nadie concibió el fútbol argentino sin hinchas locales, visitantes o neutrales. Luego, porque a nadie se le hubiera ocurrido resignar un ingreso que permitía resolver meses de problemas financieros aplicando una dosis de noventa minutos de pragmatismo.
Esto que este fin de semana hizo Belgrano, en Córdoba, en tiempos más o menos distantes de nuestro fútbol -no necesariamente más saludables- era moneda corriente y solo quedaba discutir si el local que salía de su cancha se quedaba con toda la recaudación o le dejaba algun remanente de la venta de populares a su rival.
Como para acercar un tema que nos atraviesa a todos, muchos dirigentes parecieran habitar en j a casa a la cual llegan tarifas de luz exorbitantes pero dejan todas las luces prendidas: atravesados por la crisis económica esperan milagros en lugar de sacarle jugo pleno a sus recursos. Especialmente, a uno tan básico como es la venta de entradas. Por cierto, recuperar el sano hábito de acceso irrestricto a los estadios representaría, además, honrar la pasión de ese hincha que se siente condenado a mirarlo todo por televisión. Con suerte.
El debate al respecto de la semana se circunscribió al precio de las entradas para los hinchas de River que invadieron el Kempes. Sería falso de toda falsedad venderle al fanático que el espectáculo futbolero en sus máximas expresiones sigue siendo popular; en todo caso será masivo, que no es exactamente lo mismo. Para gran parte de los hinchas, ir a la cancha es caro en todo el Primer Mundo de las pelotas. Y aún así muchas de esas tribunas están repletas.
En todo caso, el conflicto de fondo no es cuánto cuesta una platea de ocasión como la de Córdoba sino que hayamos naturalizado que ir a la cancha libremente sea una extravagancia.
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