Ettore Bondi nació en Módena y, como tantos otros italianos después de la Segunda Guerra Mundial, dejó su tierra en busca de un futuro mejor. Se mudó a la Argentina. Llegó lleno de sueños, se instaló, formó una familia y fue feliz. Tuvo tres hijos y uno de ellos, Sergio, debió cruzar el Océano Atlántico por aquel crítico 2001. Dejó su puesto en una firma de telecomunicaciones en Buenos Aires para trabajar como empleado de seguridad en una empresa en Maranello. Pero no fue en un lugar más, ya que ingresó en Ferrari. Esos primeros tiempos fueron difíciles, pero sus raíces familiares y su pasión por el automovilismo lo llevaron a transitar el proceso de adaptación. Hoy es jefe de logística de la Scuderia y fue premiado como el mejor en su puesto en la Fórmula 1.
Sergio arrancó en 2002 y al año siguiente pasó a trabajar en la pista de Fiorano, en una época en que La Rossa probaba mucho y en plena era dorada de Michael Schumacher, que por entonces abrochó su sexta corona en la Máxima, la cuarta con el team fundado por el mítico Enzo Ferrari. En febrero de 2007 comenzó a trabajar en su actual sector y en 2015 se convirtió en el máximo responsable de un área clave. En diálogo con Infobae cuenta su historia.
Sobre su amor por el automovilismo, cuenta que “es difícil responderte porque en mi casa mi papá era de Módena, era un tifosi de Ferrari, pero yo creo que lo que me hizo simpatizar, o interesarme al nivel de apasionarme con los coches, puede ser la cupé Chevy que tenía mi papá, que por ejemplo cuando íbamos por Paseo Colón le decía ‘papá, acelerá’, o cosas de este tipo. Encima un auto de Turismo Carretera, tan emblemático”.
Pero antes de esas “tiraditas” (N. de la R: así se llamaban a las pruebas en ruta de los autos del TC) por la clásica avenida porteña, Sergio experimentó desde muy chico su lazo con Ferrari y su máximo ídolo, el recordado Gilles Villeneuve. “Tengo una anécdota simpática: en 1979 yo tenía tres años y las carreras de F1 en nuestro país eran a las 8/9 de las mañana y en Europa eran a las 2/3 de la tarde. Sin que nadie me despertara y sin ponerme el despertador, encendía la televisión y miraba las carreras de Gilles. Recuerdo muy bien las carreras de Jarama y Mónaco de 1981. En 1980, la pésima clasificación en Watkins Glen (N. de la R: fue en Estados Unidos, Villeneuve clasificó 18° y su compañero Jody Scheckter, 23° entre 25 que largaron), que la recuerdo y me duele aún ahora”, subraya. Ya en Italia lo marcó el día que vio por primera vez un auto de Villeneuve en el museo de la Scuderia: “La primera vez que vi una Ferrari suya fue en 1994, en ocasión que fui a visitar a mi familia, era la 126 de 1981 y fue una emoción muy grande”.
Nació en Caballito, pero se crió en Quilmes. En una niñez y adolescencia sin redes sociales, las revistas especializadas fueron sus biblias y a corta edad viajaba hasta el centro porteño para conseguir ejemplares usados. “Somos de una generación que no teníamos acceso a la información como hoy. Iba para tratar de informarme sobre los artículos que me interesaban. Compraba revistas usadas, CORSA, Automundo y Coche a la vista. En la calle Corrientes, a pocos pasos yendo hacia el Obelisco, de la mano derecha, había un negocio que vendía revistas importadas, usadas o nuevas, no importaba y compraba una revista española que se llamaba Auto Hebdo Sport. También revistas italianas como Rombo, Autosprint. Cuando me vine para Italia me traje una valija de papel que pesaba 20 kilos y aún tengo gran parte de esas revistas”, confía.
Años más tarde trabajó por esa zona. “Era becario en telemarketing y hacía las estadísticas. Después trabajé en finanzas y liquidaba las comisiones de los agentes oficiales. Estudié para contador y luego seguí Economía en la universidad e hice tres años, pero no lo completé. Siempre con números, nada que ver con logística. Estaba más preparado para lo que hacía en la Argentina que lo que hago hoy en Ferrari desde el punto de vista de la información. Pero me adapté y formé”, afirma.
Hasta que las consecuencias de la crisis de 2001 lo llevaron a hacer el camino inverso al de su papá. “Como tantos otros argentinos en 2001/2002, cuando la economía local hizo una especie de implosión, que no hace falta describirla, la conocemos bien todos, tomamos la decisión a nivel personal y familiar de atravesar el Atlántico del lado contrario del que lo había atravesado mi papá muchos años antes. Fue una decisión muy, muy difícil porque creo que desconectarse del lugar donde creciste no es fácil, del lugar de los afectos que tenés alrededor tuyo. Pero en ese momento, y ahora también, considero que fue la decisión correcta. Se extrañan algunas cosas, primero a las personas que dejé allá; a Buenos Aires, porque este trabajo me dio la posibilidad de conocer muchos lugares y es difícil encontrar otra ciudad con las características de la nuestra a nivel de vida, de opciones, de todo lo que representa”, revela. Su hermano Fabricio también trabajó en Ferrari y es otro amante de la época romántica del automovilismo.
-¿Cómo llegaste a Ferrari?
-Fue un golpe de suerte porque la familia de mi papá es de Módena, de la zona donde está la Ferrari. Y en ese momento Ferrari estaba creciendo mucho porque la empresa se había dado una especie de fusión con Maserati y necesitaban personal. Cuando llegué no te digo que me estaban esperando, pero había mucha demanda de trabajo y comencé trabajando como seguridad el primer año. Empecé en las puertas y no fue fácil. Fue difícil pasar de mi trabajo de empleado en una empresa argentina que no existe más (Movicom). Estaba en una oficina en Retiro, en el piso 15 y pasé a trabajar en las entradas de Ferrari. Si bien para mí era una especie de sueño, fue un poco de contraste. Después tuve otro poco de suerte y trabajé en la pista de Fiorano seis años. Desde 2007 hasta hoy trabajo en el departamento de logística y desde 2015 soy el responsable.
-¿Qué recordás de la época en el circuito de Fiorano?
-Una experiencia increíble porque en ese momento la Ferrari y todo el Grupo Fiat eran muy protagonistas en muchas categorías. En la F1, constantemente con el desarrollo de gomas en los años de oro de Michael Schumacher, Rubens Barrichello y Mr. Jean Todt (ex jefe del equipo). Fueron años muy interesantes porque paralelamente a la F1, Ferrari participaba del Campeonato de FIA GT con la Ferrari 550, después con la 575, la Maserati MC12, el Alfa Romeo del WTCC (Campeonato Mundial de Autos de Turismos). Probamos en Fiorano muchas veces el Fiat Punto 1600 que competía en rally, así que la lista es infinita. En esos años habría pagado para hacer lo que hacía.
-¿En qué consiste tu trabajo actual?
-Es organizar los transportes de material, también todos los aspectos de los viajes del equipo. Organizamos los transportes vía aérea y mar. En el de los viajes reservamos hoteles, vuelos de línea, charter, visas, autos de alquiler, las visas para entrar en los distintos países, y desde 2020 nos ocupamos en la actividad extra, la gestión del protocolo COVID-19 que es parte del reglamento deportivo y es una de las normas que nos impone la Federación Internacional del Automóvil (FIA).
-¿Cómo era la organización y el trabajo en los meses de la pandemia, cuando todo estaba cerrado?
-Fue un desafío porque tuvimos que cambiar en gran parte el modo en el que encarábamos la organización. Tratamos, antes de que nos impusiera la organización, el concepto de cluster (grupos). Con nuestro grupo de trabajo preestablecimos una serie de reglas, de pautas, actividades para poder mover el equipo por el mundo sin exponerlos al riesgo de contagio. Fue muy interesante y también complicado. El resultado de 2020 fue positivo porque nuestros indicadores nos dicen que nuestro grupo fue bien protegido. No tuvimos casos durante las carreras. Sí, cuando salíamos de Italia y daban negativo y durante los primeros días de permanencia en el exterior incubaban y se transformaban en positivo. Las normas que nosotros implementamos eran eficaces, pero no podíamos ser eficaces cuando la persona del equipo no era positiva en el momento del control así que lo descubríamos cuando llegábamos o hacíamos el control en el lugar y de ahí partían una serie infinitas de medidas, aislar a la persona, a parte del equipo que estaba subdividida con él, más controles, más acciones para limitar la exposición y los daños que era reemplazar gente. Fueron meses difíciles, pero con grandes satisfacciones al final.
Pero más allá de las distancias y el ámbito de élite en el que Bondi se desempeña siempre mantuvo fuerte el arraigo con nuestro país. Cada vez que pudo cruzarse con algún argentino en cualquier parte del mundo se acercó y lo hizo con afecto. Es hincha de River Plate, pero no le importó saludar y regalarle una gorra a uno de Boca Juniors como ocurrió en Brasil 2017. “¡Encima te venís con la camiseta de Boca!”, le dijo en broma al aficionado Patricio Coloschi, que junto al periodista Julián García llegaron al box de Ferrari en el Autódromo Interlagos.
Sergio es una muestra de que se puede trabajar en la F1 y destacarse. No es el único ya que en el ambiente también trabajan el cordobés Nicolás Bianco, que es mecánico de Alpha Tauri, y en su momento también lo hizo Federico Gastaldi, quien llegó a dirigir el equipo Lotus. En los años ochenta y noventa estuvieron los ingenieros Enrique Scalabroni (Williams, Ferrari y Lotus) y Sergio Rinland (Williams, Brabham y Benetton entre otros equipos).
En los últimos años la F1 creció en audiencia por su serie en Netflix (Drive to survive) y esto generó otro crecimiento que se trasladó a los circuitos. El panorama se potenció con el gran duelo entre Max Verstappen y Lewis Hamilton en 2021. El año pasado se llenaron los autódromos y las entradas se agotaron con mucha anticipación. Hay varias sedes que quieren agregarse al calendario. En 2023 será la temporada con más Grandes Premios en 73 años de historia de la Máxima, con 23 eventos.
-¿En qué afecta en tu trabajo que haya más carreras?
-En que tratamos de hacer lo más posible el foco en el confort para tratar de reducir el estrés. Tenemos que estar muy atentos en un momento que a nivel de aerolíneas están limitados con respecto a 2019 y en una F1 que despierta más interés de espectadores y eso nos hace competencia a los equipos. Antes reservar un hotel en Barcelona era bastante fácil porque es una ciudad enorme y el nivel de atención del público español desde los años de gloria de Fernando Alonso había sido inferior respecto de los últimos. Este año (2022) nos encontramos con una Barcelona toda ocupada y eso es una tarea complicada.
-Ganaste un premio al mejor gerente de logística en la Fórmula 1. ¿Qué se siente ser el mejor en tu área y en un ambiente tan competitivo?
-Fue muy simpático. Muy lindo y no solo para mí, porque no es un premio mío, sino también para el equipo que tenemos, que hizo posible que recibiéramos este reconocimiento. Dentro del equipo tenemos a las personas que trabajan en los sistemas de reservas que están constantemente en Maranello, los médicos, la gente que coordina el grupo en el lugar. Es un trabajo de al menos 20/25 personas.
-¿Cuántos días pasás afuera de tu casa?
-Ahora mucho menos porque trato balancear un poco más mi presencia en casa y la que tengo con el equipo, pero en el momento de completa dedicación al equipo era entre 180/200 días afuera de casa. Ahora probablemente estoy en la mitad, 90/100, más o menos. Vivo a siete kilómetros de Maranello y cuando viajo mi mujer, Melisa, tiene una doble función con nuestros dos hijos.
-¿Qué significa trabajar en la Scuderia Ferrari?
-Es un sueño realizado, un placer un gran honor y responsabilidad,
¿Qué es lo que más extrañás de Argentina?
-Me gustan las medialunas de grasa y para darte un elemento más de las cosas que extraño son las mollejas. Un argentino que da vueltas por el mundo no puede no extrañar las mollejas. Si bien en México, en un restaurante en la zona de Polanco, comí mollejas que podían compararse y eran muy buenas, no eran como las nuestras. De 1 a 10 estábamos en una 7,5, que eran perfectas para uno que no come mollejas argentinas desde hace muchos años.
-¿Te imaginás una carrera de F1 en la Argentina?
-Me encantaría. Cada tanto hablo con Federico Gastaldi (además trabajó para recuperar las fechas en los años noventa) y trato de estimularlo para que sea posible este sueño de que se vuelva a correr en la Argentina en algún momento, pero sé paralelamente que la situación no es simple para el país ni para cualquier otro ya que cada año tenemos más carreras. Incrementar una fecha va a hacer un calendario saturado.
Sergio estuvo por última vez en la Argentina hace cuatro años y espera volver pronto por un motivo especial. “Fue a inicios de 2019. Ya pasaron algunos años y quisiera volver con mi familia que hasta ahora no tuvo la posibilidad de conocer la Argentina”, confiesa. Hace dos décadas buscó un futuro mejor, como lo hizo su padre. Su esmero y sacrificio lo llevaron a trabajar en un lugar soñado para quienes les corre nafta por las venas y se estimulan con la música de los motores. Llegó a Ferrari y hoy es un argentino que triunfa en la Fórmula 1.
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