Las drogas y el alcohol, todos sabemos, son parte de la sociedad. Y, claro, del deporte, aunque el espíritu del primero vaya justamente en contra del segundo. Hay muchos casos de atletas profesionales que, por el exceso de estas sustancias, tiraron a la basura una carrera -y una vida- que podía haber sido prodigiosa. En la NBA, puntualmente, hubo una etapa feroz en ese sentido.
En los años 70, la NBA comenzó una profunda crisis de popularidad que amenazó su futuro. Y el negocio. Eran demasiados los casos de jugadores talentosos que desperdiciaban su carrera por la adicción. En la década siguiente, en USA se produjo el boom de la heroína, la cocaína y el crack, drogas que corrían como la pólvora en los barrios pobres de los que muchas veces surgen los talentosos basquetbolistas. Hubo una generación entera que sufrió por las adicciones y el mejor resumen fue el “draft maldito”, como se bautizó al de 1986. Cuatro de los primeros siete elegidos tuvieron grandes problemas con las drogas, incluso uno que murió pocas horas después de ser elegido, nada menos que Len Bias, aquella estrella universitaria que tenía todo para ser el gran rival de Michael Jordan.
No fueron casos aislados… Por ejemplo, los Rockets de mediados de los 80 llegaron a tener tres jugadores suspendidos al mismo tiempo por cocaína: John Lucas, Mitchell Wiggins y Lewis Lloyd, los dos últimos excluidos indefinidamente y luego readmitidos en 1989. Tan grave era el panorama que, en agosto de 1980, un reporte del diario Los Ángeles Times estimó que entre el 40 y 75% de los NBA tomaban cocaína. Una nota que trajo a primer plano una realidad que le quitaba popularidad y convocatoria a una competencia en la que 16 de los 23 equipos admitieron haber perdido dinero en 1981.
En aquel momento de crisis apareció en escena un “salvador”, un dirigente que cambiaría la cara de la competencia. David Stern llegó en 1978, como abogado, y pasó por distintos puestos hasta que en 1984 asumió como comisionado. Durante sus 30 años al frente de la NBA, además de hacer crecer exponencialmente el negocio y exportarla al mundo a partir de las irrupciones de estrellas como Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan, Stern fue quien impulsó y hasta redactó la primera política anti drogas del deporte estadounidense.
Fue en 1983, cuando era vicepresidente ejecutivo. En ese momento se incluyó en el convenio colectivo de trabajo la prohibición del consumo de drogas llamadas de abuso, como cocaína, anfetaminas, LSD, heroína, codeína y morfina. Entre 1989 y 1990, ya con Stern como comisionado (el más importante de la historia del deporte en USA), se endurecieron las normas y sumaron nuevas sustancias, como esteroides (clembuterol, nandrolona, testosterona, estanozolol y diuréticos varios) y la marihuana. Aunque, claro, siempre con reservas y consensuando todo con los jugadores y su sindicato, teniendo en cuenta una realidad que le dejó claro Anthony Bowie, jugador de Orlando. “Que tenga cuidado, Stern… Si quiere prohibir la marihuana en la NBA, se va a quedar sin el 60% de los jugadores”, fue el mensaje que le mandó a través de los medios, a principios de los 90.
Esta mayor dureza en las normas hizo que la NBA se “limpiara” de a poco, mejorara su imagen y eso fue el comienzo del despegue que la tiene hoy como, probablemente, la mejor liga deportiva del mundo. Una realidad opuesta a aquellos años 70 y 80, cuando se produjeron los siete casos más emblemáticos de cómo las drogas arruinaron talentos que parecían destinados al éxito.
7) William Bedford.
Fue la sexta elección del llamado “draft maldito”. Llegaba de la Universidad de Memphis, siendo uno de los mejores jugadores universitarios de la 85/86 (17.3 puntos y 8.5 rebotes). Phoenix no dudó en seleccionarlo, se pensaba que este pivote de 2m13 podía ser una estrella. No fue el caso. Su mejor temporada en la NBA fue la primera, con 6.7 tantos y 4.9 recobres. Pero coincidió cuando los Suns se dieron cuenta que tenía comportamientos extraños, relacionados al consumo de drogas. Así fue que lo canjearon a los Pistons, donde apenas jugó 35 partidos en la siguiente temporadas, bajando claramente su nivel hasta casi no jugar. La 88/89 ya no la disputó por estar en un programa de rehabilitación de sustancias. Volvió en 1989, fue parte del campeonato en 1990 -jugando poco y nada- y pudo sostenerse en Detroit hasta 1992, cuando fue traspasado a los Clippers. Lo usaron como moneda de cambio. Llegó a Washington, apenas cuatro meses después, donde tampoco participó en ningún partido. Terminó en los Spurs, donde disputó sus últimos 16 juegos en la NBA. Un absoluto fiasco que nunca pudo salir del ambiente de las drogas. En 2006 fue condenado a 10 años de cárcel por tráfico de marihuana.
6) Marvin Barnes.
Su caso es el resumen de lo que fue aquella época en el básquet estadounidense. Hablamos de un ala pivote de 2m03 al que apodaron Bad News. Al principio, en referencia a los rivales aunque, con el tiempo, para él también. Primero brilló en la ABA (St Louis Spirit), la liga que compitió con la NBA, y luego, cuando se pasó a la NBA, siendo el pick #2 del draft de 1974, su nivel decayó. Dominó dentro de la cancha cuando quiso y, afuera, se mostró excéntrico como pocos, capaz de tener un Roll Royce plateado para moverse en los días de sol y un Cadillac para los nublados. Divertido pero también arrogante y hasta violento. Su adicción a la cocaína lo consumió en todo sentido. “Llegué a tomar en el banco de suplentes, tapándome con una toalla”, admitió. Un entrenador y varios compañeros lo vieron. “No lo quiero ver más acá”, dijo Dave Cowens, quien era jugador y coach. Fue cortado por los Celtics en 1979.
La NBA le cerró sus puertas y emigró a Italia, donde fue detenido por consumo y tráfico de drogas. La intervención del embajador estadounidense y una cinematográfica huida en taxi hacia la frontera yugoslava le permitieron volver a su país, donde también fue (dos veces) detenido y encarcelado. Cuando salió, Barnes recibió tratamiento en el centro de rehabilitación de John Lucas, famoso entrenador que, en los 70, también padeció el horror de las drogas hasta su recuperación y posterior ayuda a las víctimas de la adicción. Según amigos, Barnes “se limpió” durante años hasta que reincidió y terminó falleciendo a los 62 años, sumido en la pobreza absoluta. Quedó su biografía, llamada Bad News y escrita por Mike Carey, la cual impacta por los relatos y anécdotas que cuenta.
5) John Lucas.
El nombre más conocido de todos, por lo que fue como jugador y luego como entrenador y responsable de un centro de rehabilitación para las drogas. Un jugador, más base que escolta de 1m90, que fue elegido primero en el draft de 1976 y rápidamente impactó en la NBA, con los Rockets. Luego del canje a los Warriors, mantuvo el nivel de figura -promedió 16 puntos y 9.3 asistencias en la 78/79- hasta que, a comienzos de los 80, todo empezó a caer. Cambió varias veces de equipo hasta que fue parte de una masiva sanción que la NBA aplicó a los Rockets, cuando suspendió al mismo tiempo por uso de cocaína a él, Mitchell Wiggins y Lewis Lloyd. Los dos últimos fueron excluidos indefinidamente y luego readmitidos, en 1989. Lucas corrió mejor suerte, siendo parte del equipo que fue finalista en 1986, pero su carrera empeoró cuando el tema de su adicción a la droga y al alcohol se hizo pública. Intentó en los Bucks, en los Sonics y en los Rockets, una última campaña con 36 años, en la 89/90, cuando estaba en plena pelea contra los fantasmas de sus adicciones. Se retiró habiendo jugado 10 temporadas, mucho para su problema. Esto tuvo que ver con su enorme talento, que le permitió promediar 10.7 puntos y 7 asistencias en casi 1000 partidos, si sumamos fase regular y playoffs. Otro de los “qué hubiese pasado si…” de la historia de la NBA.
4) Roy Tarpley.
Otro del “draft maldito”. El N° 7, que rindió mejor que los otros pero su adicción limitó su potencial de estrella y fue expulsado de la NBA en 1995, tras varias suspensiones previas y algún perdón provisorio...
Se trató de un ala pivote con talla (2m10), potente, con mucho talento, que brilló en la Universidad de Michigan y llegó a los Mavericks de Dallas que tenían un equipazo, con Derek Harper, Rolando Blackman y Mark Aguirre. Descolló en su segunda temporada (13.5 puntos y 11.8 rebotes), cuando fue el Mejor Sexto Hombre y ayudó a los Mavs a llegar a la final del Oeste, que perdieron 4-3 ante los Lakers del Showtime, con él siendo sensación y aportando 18 puntos y 13 rebotes. Se sostuvo así en la mitad de la siguiente, cuando comenzaron las suspensiones por abuso de drogas. La primera apareció en enero de 1989 y fue por el resto de la temporada. Un golpe durísimo pero, a la vez, un aviso, que Tarpley nunca tomó en consideración. O, al menos, no pudo…
En noviembre de ese año, cuando había vuelto con ganas de recuperar su lugar, el jugador fue detenido por conducir bajo los efectos del alcohol, mostrando además resistencia a la autoridad, algo que se añadió a algunos problemas de lesiones. Como aquel en su rodilla, tras un gran comienzo de temporada, en la 90/91. En definitiva, en tres temporadas apenas llegó a jugar un total de 69 partidos, en los que siempre mostró una combinación de potencia y fineza que lo hacía distinto.
Pero lo peor estaba por venir. En marzo del 91 fue nuevamente detenido en Dallas por conducir en estado de ebriedad y se produjo una nueva suspensión de la NBA. En octubre completó el círculo de la desgracia, cuando fue sancionado por tercera vez por consumo de drogas y la NBA lo suspendió indefinidamente.
Roy, entonces, emigró a Europa, donde tuvo una carrera exitosa en Grecia, ganando una Copa de Europa con el Aris de Salónica y cayendo en la Final de la Euroliga ante el Joventut de Badalona de Zeljko Obradovic. Tarpley fue la figura de aquel Olimpiacos del 94. Fue cuando consiguió un perdón provisorio de la NBA y regresó a un Dallas que se ilusionaba con el equipo de la triple J (Jason Kidd, Jamal Mashburn y Jimmy Jackson). Con 30 años, jugó 55 partidos, promediando 12.6 puntos y 8.2 rebotes, pero otra vez volvió a ser detectado en un control y todo se acabó. Su carrera terminaría con un nuevo regreso a Grecia, donde era muy considerado, y luego a la CBA, pero ya no a la NBA, de la que se retiró jugando apenas seis temporadas y 280 partidos, cuando tenía el talento para aspirar a mucho más. Su historia se completó con su fallecimiento, en 2015, a los 50 años, por un problema cardíaco.
3) Chris Washburn.
El N° 3 de aquel draft que, además de varios casos con problemas de drogas, tuvo varias muertes precoces, como las de Len Bias, Tarpley, Petrovic y Kevin Duckworth, por caso. Lo de Washburn, en cambio, tuvo que ver con lo primero. Por eso está en este listado, claro. Pivote de 2m11, fue nada menos que el puesto #3 -elegido por Golden State- y jugó apenas dos decepcionantes temporadas (3.1 puntos y 2.4 rebotes en solo 71 partidos) y fue echado de la NBA en 1989 luego de tres controles positivos. Ya había tenido problemas antes, en la Universidad, cuando alteró notas para ser elegible para ingresar. Ya en la NBA admitió tener problemas con la cocaína. Sus problemas en el profesionalismo comenzaron demasiado rápido. En enero del 87, apenas meses desde su elección, entró por primera vez en el programa de rehabilitación. Volvió en marzo, no levantó su nivel y fue canjeado a Atlanta, donde apenas jugó 29 partidos. Es considerado uno de los grandes fracasos de la historia de la NBA.
2) Michael Ray Richardson.
Este base fue estrella en la NCAA, jugando en Montana (24.2 puntos y 6.9 asistencias) hasta su elección en el draft de la NBA por parte de los Knicks en el puesto N° 4. Devastador en ataque y defensa, en su segunda temporada fue el líder en asistencias (10.4) y robos (3.2), ganándose la comparación con Walt Frazier, mito de la Gran Manzana. Cuatro veces llegó al All Star y su mejor temporada en números llegó con los Nets, en la 84/85, cuando promedió 20 puntos, 8.2 pases gol, 5.6 recobres y 3 recuperos. Todo esto lo hizo pese a tener siempre problemas de drogas. La NBA lo suspendió tres veces hasta que, en 1986, directamente fue sancionado de por vida. En 1988 le dieron una segunda chance, como pasó con Tarpley, pero otra vez la cocaína fue encontrada en un test y fue echado para siempre. Richardson se opuso a los resultados y dijo que todo sucedía por “racismo”, que otros blancos, como Chris Mullin, no recibían el mismo tratamiento, pese a sus conocidos problemas con el alcohol. Se fue con nueve temporadas, habiendo sido muy bueno, pero pudiendo ser mucho mejor.
1) Len Bias.
Era el mejor jugador universitario y venía de ser elegido en el pick 2 del draft, nada menos que por los campeones Celtics, y de firmar contrato con Reebok. Era el indicado para discutir el reinado que Michael Jordan iniciaba en la NBA. Pero una noche de descontrol y drogas terminó con todo. No hay historia más impactante y trágica que la de este alero de 2m03 que hacía todo en la cancha, tanto en ataque como en defensa, que se había enfrentado (cuatro veces) con éxito en la NCAA, que venía de ser Al American y Boston lo pensaba como la pieza que le faltaba para terminar de dominar la década del 80.
Apenas habían pasado 48 horas de la ceremonia del draft en el Madison, cuando decidió relajar y se volvió a Maryland para ver a los suyos y festejar con amigos, en la noche del 19 de junio de 1986. Eligió hacerlo de la peor forma. Su auto fue visto en la noche en uno de los barrios con mayor tráfico de drogas y a las 11 regresó al campus de la universidad para comer con los compañeros del equipo de básquet y fútbol americano. Regresó a su departamento a las 3 de la madrugada, sólo con tres amigos. No era la mejor junta y todo terminó, con convulsiones, a las 6:30. Los paramédicos llegaron sólo cuatro minutos después pero ya no respiraba. Su muerte fue oficial a las 8:55. Tenía el mundo a sus pies y, de repente, no tenía nada. Oficialmente la causa de la muerte fue arritmia causada por sobredosis de cocaína.
Se trató de una de las tragedias deportivas más grandes de la historia. Bias, que podía haber sido un jugador de época, ni siquiera llegó a debutar en la NBA. El caso fue el resumen de una época muy difícil en Estados Unidos y, puntualmente, en su deporte, con muchos casos de chicos que desaprovecharon su talento o directamente su vida.
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