Perdió a su hija por una enfermedad, volvió a correr y fue campeón de TC: la historia del “Gaucho” Jorge Martínez Boero

Hace 40 años se coronó en la temporada que resurgió la popular categoría. Simpatizaba con Chevrolet y logró el título con Ford. Fue querido por todas las hinchadas y marcó una época

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Jorge Martínez Boero con el Ford Falcon del Quilmes Automóvil Club (Crédito: Archivo CORSA)
Jorge Martínez Boero con el Ford Falcon del Quilmes Automóvil Club (Crédito: Archivo CORSA)

Fue un fiel exponente del automovilismo de otra época y hace 40 años Jorge Martínez Boero alcanzó la gloria al ser campeón de Turismo Carretera. El Gaucho de Bolívar, como se lo conoció, que poco tiempo antes había vuelto a correr luego de la muerte de su hija Paula, fue el hombre de campo de perfil bajo, el que no se le cayó ningún anillo al ir a las carreras con su Citroën 3CV. Su consagración llegó en la temporada que resurgió la popular categoría.

Nació el 23 de mayo de 1937 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero se mudó a La Plata para estudiar medicina. Aunque luego se trasladó a América, un pueblo de 11 mil habitantes a menos de 200 kilómetros de Bolívar, donde estaba el campo de su familia. En esa localidad del interior de la provincia de Buenos Aires también potenció su otra pasión, el automovilismo.

Debutó en el TC con un Chevrolet, el 17 de septiembre de 1967 en la Vuelta de Olavarría. Terminó 10º. Más tarde se sumó al equipo semioficial de la Comisión de Concesionarios con un Chevrolet 400 que tuvo a cargo a dos preparadores íconos de la marca como Jorge Pedersoli y Omar Wilke.

Jorge Martínez Boero y su mujer (Facebook Jorge Martínez Boero)
Jorge Martínez Boero y su mujer (Facebook Jorge Martínez Boero)

En 1974 se consolidó como uno de los mejores corredores y luchó por el título producto de sus dos victorias en las Vueltas de Laboulaye y Bragado. Se ubicó tercero en el campeonato detrás de los corredores oficiales de Ford, Héctor Luis Gradassi y Juan María Traverso.

La enfermedad y posterior fallecimiento de su hija Paula lo alejó de las pistas hasta inicios de la década del ochenta, cuando aceptó la propuesta del Quilmes Automóvil Club (QAC) que nació en 1976 a raíz de la peña “La Espumita Quilmeña”, una de la tantas que ayudaron a los pilotos y que había arrancado un año antes. Estas entidades organizaron eventos como cenas y rifas para recaudar fondos que les permitieran costear un auto de carrera y de esa forma lograr que su crédito local pudiera representarlos. El tener un corredor en el TC era uno de los máximos orgullos para un pueblo o ciudad.

Aunque en este caso el QAC se decidió por Martínez Boero que que no era de la zona, pero decidieron apostar por él y volvió a la acción con un Ford que fue construido por Mario Di Pietro y Roberto Monllor, mientras que en los motores contaron con el asesoramiento de José Miguel Herceg, quien había estado a cargo del oficial del Óvalo entre 1972 y 1979.

Así era el Turismo Carretera en 1982, la temporada que coronó a Jorge Martínez Boero y en la que resurgió la categoría

Esa temporada fue el resurgimiento del TC luego de dos años complicados con torneos que arrancaron y terminaron a mitad de año. En mayo de 1979 la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) había empezado a autofiscalizarse y ya no dependía del ala del Automóvil Club Argentino (ACA), aunque ese período de transición le costó a la ACTC que igual supo sacar adelante su actividad. Se decidió volver a desarrollar un campeonato en año calendario y la clave estuvo en que 12 de sus 17 fechas fueron en la provincia de Buenos Aires, un bastión teceísta de siempre. Los otros cinco eventos fueron tres en el Autódromo de Buenos Aires, otro en Concordia y el restante en Santiago del Estero, en una logística que demandó el traslado de los autos por tren. Las carreras en ruta explotaron de público y junto al regreso de Martínez Boero se sumaron figuras como los hermanos Oscar y Juan Aventin (ambos con Dodge), Roberto Mouras (Dodge) y tres que por entonces consiguieron sus primeros éxitos y comenzaron a convertirse en ídolos: Oscar Castellano (Dodge), Emilio Satriano (Chevrolet) y Juan Antonio DeBenedictis (Dodge).

El Gaucho obtuvo el campeonato producto de sus cinco triunfos (Tandil, Olavarría, Buenos Aires y por duplicado en San Miguel del Monte). El campeonato se definió en la penúltima fecha corrida en Tandil el 5 de diciembre y al final de la temporada Martínez Boero le sacó 67 puntos a su escolta, el Puma Aventin. Tercero terminó Satriano. El certamen terminó en un Autódromo de Buenos Aires repleto de público en una final caliente cuya definición se tocaron en la Chicana de Ascani Tony Aventin y el Gaucho, que prevaleció y tuvo el mejor festejo para su corona.

Martínez Boero a puro gaucho (Livia Martínez Boero)
Martínez Boero a puro gaucho (Livia Martínez Boero)

Luego de 15 años Martínez Boero tuvo la particularidad de ser campeón con la marca rival de su corazón, pero que luego la terminó adoptando. “Mi papá en un principio era hincha de Chevrolet porque se inició en esa marca, pero después simpatizaba por Ford por obvias razones”, revela la hija del corredor, Livia Martínez Boero, en diálogo con Infobae.

Sobre el apodo de Gaucho aclara que “él trabajaba mucho en el campo familiar que está en el partido de Rivadavia y que sigue perteneciéndonos. Se vestía como un gaucho. con el pañuelo al cuello. Además, cuando era joven corrió en moto en varias oportunidades y lo hacía con bombachas de campo”.

“En cuanto al campeonato obtenido en el ‘82 fue una época de fiesta, ya que fueron muchos años de búsqueda de ese objetivo. La alegría de mi papá, de la gente que lo rodeaba, del pueblo de Bolívar. Era algo maravilloso. Lo puedo ver hoy a través de tantas anécdotas que cuenta la gente en las redes, el hecho de volver a escuchar las grabaciones de Carburando o Campeones, de volver a leer notas que salieron en las revistas. Verlo a mi papá prestar atención a cada persona que se acercaba a abrazarlo, a hacerle firmar una gorra. Fue un hermoso momento vivido”, agrega.

Histórica definición con Antonio Aventin en la última carrera del año corrida en el Autódromo de Buenos Aires. El Gaucho prevaleció en la Chicana de Ascari y ganó (Crédito: Archivo CORSA)
Histórica definición con Antonio Aventin en la última carrera del año corrida en el Autódromo de Buenos Aires. El Gaucho prevaleció en la Chicana de Ascari y ganó (Crédito: Archivo CORSA)

Luego de aquella consagración el Gaucho Martínez Boero afirmó: “Hace 15 años que corro en TC y ahora que logré el título quiero defenderlo a muerte. La gente de Quilmes es extraordinaria y descuento que en 1983 tendremos un potencial acorde a las necesidades. El año próximo pintaré el número 1 con el respeto que le debo a todos los que llevaron ese número antes que yo. Más que nada, porque pienso darle desquite a todo el mundo. ¿Cómo no hacerlo si los pilotos que agrupa el TC son gente excepcional?”.

Cumplió con su promesa y vendió caro el cetro. En 1983 defendió la corona de TC, pero no pudo evitar la consagración de Mouras, que logró el primero de sus tres cetros en fila. Al año siguiente terminó tercero y en 1985 decidió cambiar de marca y pasó a correr con Dodge, que era la referencia en la categoría. Esa temporada se retiró de forma regular. En el global corrió 180 finales: ganó 10 (2 con Chevrolet y 8 con Ford). Sus números se completan con 16 segundas colocaciones y 14 veces completó el podio.

Campeón de la vida

“Mi papá era una persona muy tranquila en casa, muy enamorado y cariñoso con su esposa y en cuanto a la crianza de sus hijos puedo destacar que priorizaba enseñarnos respeto ante todo. Era un excelente contador de historias tanto familiares como las relacionadas con su pasión por el automovilismo, las cuales me arrepiento de no haber grabado porque eran imperdibles. Fue un excelente padre, por el cual sentimos un gran orgullo. Siempre dispuesto a dar consejos, los cuales han quedado grabados en mi mente para toda la vida, pero también sabía ponernos límites con solo mirarnos”, recuerda Livia.

“A mí me apasionaba lo que hacía mi papá deportivamente. He ido a muchas carreras y lo disfrutaba mucho. Cuando me quedaba en casa, escuchaba la radio encerrada en el baño por que a mi mamá la ponía nerviosa. Desde muy chica yo estaba mucho con mi abuela Chacha (mamá de mi papá) por el tema de la enfermedad de mi hermana Paula, y siempre íbamos a los grandes premios. Tengo recuerdos imborrables, ya que solíamos estar con los mecánicos en los puntos de auxilio en el trazado de las etapas. Era toda una gran aventura para mí. Era muy chica, 4 o 5 añitos”, explica.

Sobre la humildad de su padre cuenta que “anécdotas tengo muchas, pero siempre cuento la misma porque lo pinta tal cual era él: sencillo, perfil bajo, amable, carismático. Él iba a las carreras y estacionaba su auto en boxes al lado de la Pagoda Mercedes Benz de Mouras, al lado de una cupé Renault Fuego de algún otro corredor, o de la mejor cupé Torino del momento, al lado de los mejores autos de esa época. Pero, ¿sabés qué auto estacionaba mi querido viejo? ¡Un Citroën 3CV!”

A la izquierda, la hinchada de Bolívar saluda al Gaucho Martínez Boero. A la derecha, el ídolo entre la multitud luego de su consagración en Tandil (Crédito: Archivo CORSA)
A la izquierda, la hinchada de Bolívar saluda al Gaucho Martínez Boero. A la derecha, el ídolo entre la multitud luego de su consagración en Tandil (Crédito: Archivo CORSA)

En tanto que el amor por el deporte motor lo tomó uno de sus hijos también llamado, Jorge Martínez Boero, quien era amante de las dos ruedas y llegó a correr en el Rally Dakar en Sudamérica. Perdió la vida en un accidente el 1 de enero de 2012 luego de la largada efectuada en Mar del Plata. Era su cuarta participación

Livia recuerda a su hermano: “En cuanto a Jorgito, también hay mucho que decir. Yo también lo seguía mucho en su pasión por las motos. Lo ayudé a comprarse la primera motocross y lo acompañaba a Otamendi a correr. Lo he tenido que llevar al hospital en algunas oportunidades con la muñeca quebrada por alguna caída. En la familia, era la única que lo acompañaba en su decisión de correr el Dakar, porque tanto para mi mamá como para su esposa era muy difícil aceptar el riesgo que corría. Pero tenía tanta pasión por correr esa carrera que nada lo podía parar”.

Ocho años antes falleció su padre, el 11 de junio de 2004, a causa de una grave enfermedad. Livia afirma que “el mejor legado que me dejó se relaciona con una frase que usó una publicidad de un banco hace muchos años: ‘Un buen nombre es lo mejor que uno puede tener’. Y así es: cuando yo digo que soy Martínez Boero, no hay una persona que no me hable bien de mi papá. Es la mejor herencia”, destaca. “Lo que más extraño de él es saber que siempre estaba cerca para darme cualquier consejo sabio”.

Livia (izquierda) con una réplica del Falcon (Facebook Livia Martínez Boero)
Livia (izquierda) con una réplica del Falcon (Facebook Livia Martínez Boero)

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