Lionel Scaloni es el padre de la criatura. El hombre que le dio a la selección argentina la Copa del Mundo después de 36 años. Medido, mesurado, apasionado, el de Pujato es la cabeza visible de un extenso cuerpo técnico que pregona el mismo método. Y tal vez la expresión más resonante de esa filosofía sea Pablo Aimar.
Fue el destino el que quiso juntarlos en la Albiceleste, aunque el fútbol siempre los mantuvo en contacto. Se reencontraron cuando el actual DT llegó a la AFA como parte del cuerpo técnico de Jorge Sampaoli para el Mundial 2018 y Pablo había desembarcado hacía un puñado de semanas en las juveniles. Lionel también se acercó a las categorías formativas por entonces. Nada era casualidad, ambos fueron una pieza fundamental del tercer título del mundo Sub 20 del país en Malasia 1997 bajo la tutela de José Néstor Pekerman.
En aquel Mundial, Scaloni fue más importante de lo que se recuerda. Le hizo un gol con un cabezazo espectacular a Hungría en el 3-0 del debut, asistió a Bernardo Romeo en el segundo duelo para que anotara uno de los tantos en el 2-1 ante Canadá y generó el penal que había permitido poner el 3-3 ante Australia en el cierre de la fase de grupos; aunque aquella presentación terminó con una derrota 4-3 sobre la hora: Scaloni hizo la falta del penal que le dio el triunfo a los oceánicos.
Aunque sin dudas el recuerdo indeleble en esa Copa del Mundo será por siempre el desborde por derecha ante Brasil en cuartos de final que terminó con un zapatazo impresionante al palo del arquero y a los 80 minutos quebró el trámite de un partido que parecía inclinarse para el lado verdeamarelo, que hasta ese duelo había anotado 25 goles en cuatro presentaciones con dos victorias consecutivas con diez tantos en su marcador. ¿El festejo? Con Pablo Aimar colgado en sus espaldas...
“Yo siempre trato de hacer esa jugada, pegarle fuerte al primer palo. A veces sale, a veces no. Se me dio en un cuartos de final contra Brasil y 0-0. El jugador de fútbol es así, hoy te sale y mañana no. Así que el festejo es medido porque si yo tiraba el centro y no hacía el gol me están matando”, declaró Scaloni minutos después de ese juego, todavía con la euforia en su piel, marcando ya por entonces su personalidad. La frutilla del postre para él, sería, con otro desborde para que Diego Quintana anotara el 2-1 definitivo ante Uruguay en la final.
El Payasito, fundamental en los playoffs, también se destacaba y se ganaba los elogios de su entrenador Pekerman en una nota de El Gráfico: “Creo mucho en Aimar porque lo he visto madurar. Es de los más jovencitos y ha demostrado una superación enorme de sus condiciones sorprendentes”.
Aquel equipo sensación que ganó el tercer Mundial juvenil para el país, y que en el Sudamericano clasificatorio de los meses previos había llegado a marcar picos de 30 puntos de rating en TV abierta, fue el puntapié de un camino que tres décadas más tarde significaría la tercera Copa del Mundo en mayores. Un giro completo.
El vínculo de los muchachitos seguiría regándose durante los años siguientes en el campo de juego como rivales y compañeros. Entre 2001 y 2006, Aimar llegó al Valencia para ser parte de uno de los planteles más destacados en la historia de esa entidad. Para entonces, Scaloni era referente en un Deportivo La Coruña que tuvo su era de gloria a inicios del nuevo milenio. Incluso, pelearon mano a mano con sus equipos por el título de la Liga de España en dos temporadas diferentes.
En la Selección compartieron Eliminatorias, Amistosos y el Mundial 2006. Sin embargo, no fue una Copa del Mundo en la que tuvieron especial injerencia en el campo de juego. Pablo entró desde el banco en cuatro de los cinco juegos y miró desde afuera el choque eliminatorio de cuartos de final contra Alemania. Lionel sólo tuvo acción en un partido: jugó los 120 minutos en el electrizante choque ante México de octavos.
Una década más tarde, ya alejados ambos de los flashes mediáticos, Scaloni se recibía de entrenador en la Real Federación Española de Fútbol en la misma cursada que Leonardo Franco, el arquero con el que compartieron el título Sub 20 en Malasia. También eran sus compañeros de estudio Fernando Redondo y Javier Saviola. “Tendría que haber traído el carnet UEFA Pro, ¿no?... Es el máximo título posible y lo hice en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) porque a los jugadores que juegan más de ocho años en el fútbol español les dan la posibilidad de hacer ese curso que hice por dos años”, declararía con cierto fastidio tiempo más tarde cuando iniciaba su interinato en la selección argentina mayor.
Fue a comienzos de ese 2017 en el que se recibió de entrenador que utilizó su cuenta de Twitter para dejar un mensaje que toma un valor significativo a la distancia tras el Mundial de Qatar. “Doy leyendas del fútbol juntas jeje. Que alegría volver a verte y recordar grandes momentos. El fútbol te necesita, Pablo”, escribió en una foto junto con Aimar. El de Pujato estaba con la indumentaria del Sevilla porque unos meses antes se había unido al cuerpo técnico de Jorge Sampaoli para empezar a acumular experiencia en el rol de analista de rivales.
Fue un par de semanas después de esa postal que el ex River Plate se unió a las divisiones juveniles de Argentina para tomar el mando de la Sub 17, cargo que todavía ostenta en la actualidad. “Deben pasarla bien, disfrutar de lo que están haciendo, del lugar donde están. Mi opinión es que en edades jóvenes, en juveniles, creo mucho más en la improvisación, en el juego, el disfrute, en los ejercicios más fáciles. Los chicos que van a jugar al fútbol me imagino que querrán jugar al fútbol. No están obligados a nada, los intentamos llevar a un lugar en el que la puedan pasar bien haciendo lo que les gusta hacer, que es jugar al fútbol”, definió su filosofía al mando de los juveniles en una entrevista con el programa radial Todo Pasa. Un año después de esa foto entre los hoy socios en el cuerpo técnico, Aimar terminaba sus estudios en la Asociación de Técnicos de Fútbol Argentino (ATFA) y recibía su título de entrenador definitivo.
Faltaría que las piezas del rompecabezas se unieran para que volvieran a encontrarse. En junio del 2017, Sampaoli desembarcó con todo su grupo de trabajo en una Selección que corría riesgo de quedarse afuera del Mundial de Rusia. Clasificó con lo justo gracias a una noche mágica de Lionel Messi ante Ecuador y Scaloni empezó a machacar su rol de nexo cuerpo técnico-jugadores. Ubicado como tercer ayudante de Sampaoli, parecía que también iba a quedar afuera de la estructura albiceleste tras lo ocurrido en la Copa del Mundo. Pero desde AFA lo llamaron de urgencia para tomar el mando de la Sub 20 acompañado por Pablo Aimar.
En pleno proceso con la juvenil en el torneo de L’Alcudia llegó otro llamado inesperado: necesitaban que fuera el bombero de la Selección mayor para dos partidos porque no daban con el perfil de DT que buscaban. “(Tapia) Nos llamó a mí y a Pablo Aimar y nos preguntó qué nos parecía, algo que ya entre nosotros habíamos hablado. Desde el momento en que me lo propuso, dije ‘dale para adelante’, acepto el desafío. Darle una mano a la selección argentina es lo máximo que le puede pasar a cualquiera”, reconoció en esos momentos en una entrevista con Infobae.
Ya empezaba a crecer la relación Aimar-Scaloni a nivel laboral: “Fue un gran futbolista y como tal entiende el juego. Lo vive con pasión que es lo que yo más rescato. Esta etapa de los juveniles la está viviendo de una manera sorprendente porque trabajar con chicos de 14 o 15 años no es fácil. Pero él está muy metido y busca mejorar cada día”, lo elogió el DT principal al Payito.
Años más tarde, tras ganar la Copa América y romper la racha de 28 años de sequía, relató con lujo de detalle el detrás de escena de esa oferta que les llegó: “Estábamos en L’Alcudia con Pablo y con Martín (Tocalli). Pablo me miró como diciendo vos estás loco, ¿no? Le digo ‘Pablo son dos partidos, contra Guatemala y Colombia. Vamos porque quedan 15 días y no tiene entrenador’. Yo me quería quedar en la Sub 20. Caminábamos con Pablo por la playa de Valencia, no me olvido, e íbamos haciendo la lista de convocados para esos dos partidos. Nos sentamos en un lugar, me acuerdo como si fuera hoy. ‘Vos sabés que estás loco, ¿no?’, me dice Pablo. ‘No, vos estás sano’, le respondí”, revivió con Alejandro Fantino en ESPN.
Pasaron cuatro meses y seis partidos. Se sumaron otros amigos como Walter Samuel (otro campeón Sub 20 del 97) y Roberto Ayala al equipo de trabajo. El presidente de la AFA se convenció de que debía darle la oportunidad de comandar la Copa América del 2019: “La Selección viene ganando identidad y todos vieron que hubo una evolución desde el primer partido hasta el último”.
Pasó la derrota polémica en semifinales contra Brasil en 2019, un buen camino en las Eliminatorias y el triunfo épico en el Maracaná para ganar la edición 2021 de la Copa América. El cuerpo técnico continuó sembrando su perfil bajo casi sin brindar entrevistas.
“Se fue acomodando un poco todo a partir de que han formado entre ellos, que son los que juegan, un grupo buenísimo. Tienen en Leo, que es el entrenador, alguien que se toma el lugar en el que está con una naturalidad admirable. En muchas de las charlas que tenemos, le decimos, porque al final con el tiempo los entrenadores van perdiendo un poco esa naturalidad. Este amigo nuestro es alguien que además tiene mucha capacidad”, explicó Aimar la fórmula del éxito de Scaloni en esos días.
Si bien el Payito –desde que se retiró pide que no le digan Payasito–está desde que la semilla del cuerpo técnico germinó, decidió colocarse en un lugar secundario ante las cámaras. Es Ayala el que muchas veces atendió a los medios en la previa de los duelos por el compromiso protocolar existente y es Samuel el que salta del banco de suplentes cada vez que hay que organizar una marca en una pelota parada del rival. Aimar está ahí, sentado junto a Scaloni, con un auricular. El que le habla en ese oído tecnológico es Matías Manna, uno de los asistentes encargado de analizar a los rivales. El auxiliar se ubica, habitualmente, en la segunda bandeja de los estadios con cámaras y transmite en vivo lo que tácticamente es más difícil de ver al ras del césped. Aimar es el nexo entre esta herramienta y Scaloni. Aunque no es su única función.
“Si miro arriba, a la Selección de mayores de Argentina, no me sorprende lo que ha hecho Lionel Scaloni porque siempre fue un apasionado del fútbol. Lo que más le admiro es la tranquilidad con la que se tomó el lugar, lo bien que lo lleva, la comunicación y la comunión que tiene con los jugadores. Más allá de que en esta etapa somos compañeros de cuerpo técnico, no tengo duda de que va a tener una carrera fantástica. Él, como cabeza de grupo, es alguien que toma riesgos y los asume, y es admirable la paz con la que se toma el lugar en el que está. ¿Qué es lo que hace que los futbolistas crean o no a un entrenador? Eso va a seguir siendo un misterio. Algo que se percibe también en el fútbol es aquello de las sensaciones y la sensación de estos dos años que lleva él ahí, junto a Walter Samuel y Fabián Ayala, son sensaciones positivas”, lo definió Aimar también en una entrevista con Coaches’ Voice casi ubicándose como un testigo de lo que sucede y no como protagonista.
Precisamente fue esta decisión de colocarse en un segundo plano lo que, paradójicamente, hizo crecer la figura de Aimar más y más durante el Mundial. Se notaba que había una química especial con Scaloni. Incluso quedó en claro la injerencia que tiene sobre el DT por una casualidad: Scaloni insistiéndole a su asistente para definir los cambios a hacer ante México tras el primer gol de Lionel Messi. Esa escena se viralizó por el llanto emocionado de Pablo.
“Pablo tenía una afinidad con la madre. Me emocionó mucho verlo llorar ahí y después le pregunté. ‘Se me cruzó todo, mamá, el gol que hizo el chiquito Messi’. Un alivio, estaban muy presionados con el tema de quedar afuera antes de octavos”, reveló su padre sobre ese hecho. “Lo veo muy bien, muy amigo de los muchachos. Con Walter son amigos de muchos años, de cuando Pablo llegó a Buenos Aires y estuvo en la selección de Pekerman. Ya jugaba con Samuel, con Lionel Scaloni... el Ratón Ayala que estuvo en Valencia con él. Hicieron un cuerpo técnico muy lindo, muy bueno”, agregó.
Sentados en la misma fila del micro, Aimar y Scaloni protagonizaron otro fragmento que rápidamente ganó caudal en redes. Pablo sacó su celular, se lo mostró a su amigo y lo sorprendió. “¿Eso es ahora?”, se sorprendió el DT. Un rato antes habían goleado a Croacia en semifinales, lo que había desatado una auténtica fiesta en Argentina. Quedará para siempre el abrazo que se dieron después de terminar la épica final ante Francia. Se fundieron en ese gesto de cariño, sincero y fraternal. Sabían que acababan de hacer historia juntos. Una vez más, como en 1997.
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