(Enviado especial a Doha, Qatar) La selección argentina eligió un lugar para mantener la calma en una ciudad que se mantuvo bulliciosa durante buena parte del Mundial. El búnker en Qatar University tuvo como particularidad las complicaciones para acceder hasta el edificio donde se hospedaban los jugadores. Nadie podía llegar. Más allá de la delegación oficial superior al medio centenar de personas que arribó hasta Qatar, unos pocos privilegiados externos tuvieron la chance de vivir en primera persona lo sucedido en ese hermético sitio. El entrenador de básquet Iván Guerrero fue uno de ellos.
Llegó a Qatar hacer unos meses para dirigir a la selección femenina de ese país y se sumó también al plan de voluntarios de FIFA. La organización le dio un rol exclusivo: asistir a la Albiceleste en sus prácticas. “Básicamente éramos el nexo entre ellos y lo que se necesitaba de FIFA. Desde chequear la temperatura de las piletas, hasta ayudar con los materiales a los profes. Con el doctor siempre estábamos mensajeándonos para ver la temperatura de las piletas por ejemplo. O después del entrenamiento retirar materiales, juntar las pelotas, chequear el riego, que era importante es porque nos pedían siempre a tal hora. También estuve mucho traduciendo entre la seguridad que disponía FIFA y la AFA”, relata sobre su tarea.
Esa labor le permitió estar ubicado a lo largo de un mes al costado del campo de juego en cada práctica: “Lo que más me sorprendió fue la primera vez que Messi puso el pie en la escalera que dividía el vestuario de la cancha. El clima cambia, se pone todo espeso. Es increíble el aura, la energía que tiene Lionel. Ninguno era de hablar mucho durante las prácticas, todos estaban muy concentrados, pero De Paul y el Papu siempre estaban jodiendo con algo”.
“La primera vez que lo vi a Messi se me paralizó el corazón. Lo tenía al lado. En un momento estaba tomando mate en nuestra habitación, que era como una cocina, Leo se confundió y se metió por ahí para salir. Yo estaba tomando mate y cuando entra se me cruza de frente, cruzamos miradas, me congelo, le digo hola todo tímido. Hola qué tal dice”, relata para ejemplificar el poder del capitán argentino en las personas.
Los voluntarios FIFA aplicaron a un plan que presentó la entidad con sede en Suiza y, tras ser elegidos, llegaron al país organizador del Mundial. Allí se enteraban sobre sus roles que podían ser desde asistir en algún estadio a las personas hasta estar en una práctica. Guerrero fue tocado por la varita mágica de la fortuna y fue uno de los privilegiados entre los miles de voluntarios.
Guerrero palpó la intimidad en uno de los tramos más difíciles de la Copa del Mundo, tras la caída ante Arabia Saudita en el debut. “Claramente el clima cambió”, resume. Y asegura que todos, incluidos los voluntarios, entendieron que debían aportar su granito de arena para transformar el ambiente: “Se notaba un clima más espeso después del partido con Arabia, pero los vi muy firmes, convencidos de su trabajo. A todos. Había que estar arriba porque había que levantarlos también. Obviamente el golpe fue duro para todos. Nosotros sabíamos que debíamos estar ahí más disponibles que nunca para lo que sea, para lo que necesiten. Desde nuestro lado tratamos de poner la mejor cara también. Ellos creo que hicieron un gran trabajo, los profes, los utileros, ahí firmes al pie del cañón. El clima estaba un poco espeso, pero lo supieron reflotar y salieron adelante”.
En esas horas posteriores al cachetazo inicial, tomó noción del grado de autocrítica del Dibu Martínez. “Que me pateen dos veces y me hagan dos goles es muy difícil de tragar”, había reconocido el arquero ante la prensa días después del 1-2 ante los árabes. Y puertas adentro siguió con esa misma línea: “El Dibu es un fenómeno, una gran persona. Después del partido con Arabia estaban los entrenadores de arquero diciendo que el Dibu es muy autocrítico. Porque cuando terminaba los partidos decía yo me podía haber tirado así o así. Pero Martín Tocalli le decía, pero tenías esto o lo otro. Fue muy bueno de verlo porque son personas como nosotros, saben de sus errores. Son seres humanos, no es que son extraterrestres. Justo estaba atrás del arco viendo el entrenamiento de arqueros y escuché eso”.
Más allá de su sorpresa por la “bestia” Messi, Guerrero repasa los otros que llamaron su atención: “Di María es una cosa de locos también. Enzo (Fernández) tiene una calidad tremenda. Paredes también, tiene un tubazo en las piernas, es increíble cómo le pega a la pelota. Me sorprendieron mucho además los entrenamientos diferenciados de los arqueros”.
Exprimió cada segundo que estuvo cerca de estas estrellas. Y cada vez que Messi se quedaba más tiempo, él también lo hacía. Así descubrió un cambio en el método de Leo para los penales. Había acertado contra Arabia, pero Wojciech Szczesny adivinó su lanzamiento y evitó el gol contra Polonia. Corrió rápido, pateó fuerte, cruzado. Ante Países Bajos volvió a su caminata lenta, a medir al arquero: “Siempre se quedaba a practicar los penales. Contra Holanda le dije a mi amigo ‘le va a pegar así y para este lado’. Y le pegó así. Igual que lo había hecho en los entrenamientos. Yo me quedaba a mirarlo y le pegaba siempre para el mismo lado. Después al otro día le pegaba a ese lugar. Así le estaba pegando con esa carrerita corta y la colocaba. Así le estaba pegando en los entrenamientos”.
En las instancias finales del torneo, Sergio Agüero y Giovani Lo Celso decidieron sumarse a la concentración para transmitirle buenas vibras a sus compañeros. “Cuando llegó el Kun es como que descontracturó todo. Ellos estaban contentos, tomaban mate juntos. Se los notó felices por la visita. La verdad que el Kun es un genio. El primer día que llegó, ya a lo último se puso los botines y empezó a patear penales. Los cargaba, decía cómo le tenían que pegar. Eso estuvo re divertido. Cambió el clima, fue lindo verlo al Kun disfrutar con los amigos. Les daba un respiro. A los más nuevos también, se quedaba ahí y jodía con ellos. Otro día se reía con Scaloni. La llegada del Kun le dio como un aire de frescura al equipo, yo me reía por las pavadas que decía también”, cuenta.
A este marplatense de 28 años, que se inició como entrenador de básquet en Mar del Plata pero debió transitar por Islandia y Dinamarca antes de tomar el trabajo de coach principal de la selección femenina de básquet de Qatar, todavía le dura el asombro. Sabe que es testigo histórico. Es uno de los pocos privilegiados que estuvo en las entrañas del proceso que derivó en el tercer título del mundo para Argentina.
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