La tocan apenas se cruzan con ella. La besan igual que en los sueños. La levantan cuando por fin es suya. La muestran cómo sólo dos veces en la historia de Argentina. Es la Copa del Mundo. Es, en realidad, la llave a la eternidad.
“Pesa”, dice Messi apenas se encuentra con ese trofeo brilloso que lo había gambeteado justo a él durante 16 años. Hay una regla de FIFA que indica que sólo los campeones pueden tocarlo. Como recuerda Otamendi en el festejo del vestuario que él transmite en vivo, Diego sentía ese orgullo que hoy tienen ellos. En una navidad de las últimas que disfrutó en familia, una fiesta como se viene en unos días, se hizo un silencio en la larga mesa y él se dirigió a todos. “Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que les hizo dos goles a los ingleses y uno de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa la Copa del Mundo”. Ahora Leo, después de frotarse las manos, es quien levanta esos 6 kilos y 170 gramos, de los cuales cinco son de oro macizo 18 quilates. Cuentan que está cotizada en 250 mil dólares. Es mentira: que todo el planeta sepa que para los argentinos no tiene precio. La lleva el mejor jugador del mundo en Qatar, el que tiene su museo explotado pero vivía obsesionado con ser campeón mundial. Quería la única foto que le faltaba en su carrera imbatible. Soñaba con ir en andas de un hincha cualquiera, o de su amigo el Kun Agüero, como finalmente pasó, con la Copa que cruelmente le dio la espalda en Brasil. Una vez, en el 2011, Messi me dijo convencido: “Yo sé que el de arriba me va a dar el Mundial”. Jamás sospechó que iba a tener que esperar tanto, que sería en el quinto, a los 35 años, volando con la Selección como nunca antes en su vida. Humilde, nunca podría haber pensado que durante un mes él sería Dios... Messi le dio merecidamente el Mundial a Messi.
Bilardo nos conmovió con la foto que se hizo viral mirando a Leo campeón por TV. Hace muchos años, antes de dar la vuelta olímpica en el 86, erizó la piel de sus soldados: “En la Selección no se viene por plata. Ustedes ganen, que la gente se los va a agradecer por siempre. La gloria dura toda la vida, el dinero no”. Este plantel, 36 años después de aquellos héroes, acaban de convertirse en ellos. En Argentina los campeones son próceres. Y este plantel se lo ganó: de a ratos bailó a Francia en una excelente final de un Mundial. El 3-3 puede tener algunas explicaciones pero la Selección no debió sufrir. Hubo 70 minutos de una diferencia apabullante. Aun cuando la atajada del Dibu Martínez en el final del alargue quedará en la historia. Fue La Pierna de Dios, o la reencarnación del Pato Fillol, o un ídolo desconocido hace unos años que hoy ataja penales al lado del Goycochea del 90. Dibu se llevó el premio al arquero del Mundial, como Messi fue indiscutiblemente el mejor jugador y Enzo Fernández, el uno entre los jóvenes. Una locura: el pibe hace cuatro años jugaba en la Sexta de River; hace uno y medio buscaba ritmo en Defensa; hace ocho meses la rompía en River y no aparecía su citación; hace cinco asomaba su talento en Europa. Si la lista era de 23 seguramente se quedaba afuera, pero abruptamente se hizo dueño indiscutido del eje central de la Selección y su cara estará por siempre en el póster de los campeones. Un monstruo que no tiene techo y que jugará en uno de los equipos top del mundo en breve. El otro premiado fue Mbappé, el goleador descomunal que quedó debajo de Messi. Nunca fue buen negocio desafiar a duelo personal al 10. Al fin de cuentas, el francés metió los tres goles más tristes de su vida.
“Hoy el país es un poco más feliz”, declaró Scaloni con un ojo allá y otro acá. La gente deliró en las calles con una Selección que consiguió una empatía única con el hincha. Después de muchos años, Argentina logró tener fanáticos (casi) como los clubes. Se pusieron la camiseta como el entrenador en la rueda de prensa. Scaloni se ganó con esfuerzo su lugar en la mesa de Menotti y Bilardo. La grieta fue al comienzo, cuando amaneció en el cargo como interino y se podía sospechar que alguien con experiencia era una mejor opción. Me pasó, era parte de esa mirada bastante generalizada. Quedó claro que tenía razón Claudio Tapia con su elección, un pleno que merece festejar por siempre. Y tenía razones Scaloni, quien le fue ganando a las evaluaciones internas, gestionó excelente la renovación después de una generación notable, armó un grupo de fierro y construyó un equipazo. Argentina fue el mejor en Qatar. Ganar la Copa América 2021 lo había hecho más imbatible aún de lo que decían los números. El Lionel DT le dio variantes tácticas, dejó el corazón en la mesita de luz al optar por los jugadores de mejor actualidad después de un arranque que podía desestabilizar, fue criterioso en los cambios y en los planes de partido. En la final le empezó a ganar a Deschamps, el último campeón, con Di María por izquierda, como en los viejos tiempos. Fideo, un crack que por fin es valorado por todos, la rompió y empezó a destrabar el partido con el penal que le hicieron. Y después, con su calidad, metió el segundo. Quedan lecciones por asumir: la capacidad es más relevante que la experiencia. Se nota que las vivencias como futbolistas suman dentro de la preparación. Y la fortaleza anímica, la unión del grupo, puede imponerse a todo. Scaloni resultó la mejor opción después de haber pensado en otras hace 4 años. El ayudó para tener el mejor Messi de todos los tiempos en la Selección.
Las fotos pasan a toda velocidad, igual que algunas ideas que se escriben en medio de la emoción. Cuti Romero jugó una final extraordinaria en dupla con Nico Otamendi, por escándalo uno de los mejores centrales del Mundial. El General se merecía esta alegría después de pasarla mal en Sudáfrica 2010 y Rusia 2018. Casualidades del destino, es campeón con la legendaria camiseta 19 que usaron Passsarella en el 78 y Ruggeri en el 86. Alexis Mac Allister fue otra de las revelaciones de la Copa. Se hizo titular por su lectura impecable del juego y tuvo un partido descollante contra los franceses. Exquisita su asistencia a Di María. No se habla tanto de él por su perfil bajo pero tiene un gps en la cabeza. Y así, todos. Montiel había estirado la mano en el penal del 3-3 y terminó pateando el penal glorioso. Julián Alvarez fue una de las figuras del Mundial y amenaza con meterse con su poder de gol entre los titulares de Guardiola. Y otra vez Di María. El mismo que lloraba en el Maracaná, que decía que se había caído la pared, otra vez llenó sus ojos oscuros de lágrimas. Es un monstruo de finales. Qué pena que no haya podido estar por lesión en Brasil 2014. Es uno de los históricos que pudo festejar por los que no llegaron, por los Mascherano, los Higuaín y otros notables. El Kun Agüero se sacó las ganas solo: se metió en la cancha al final y demostró que su corazón funciona bien. A los 26 guerreros de Scaloni habrá que recordarlos por siempre. Así será, porque el hincha argentino es tan pasional como agradecido. Estos jugadores tocaron la gloria. Sean eternos los campeones.
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