La final de la Copa del Mundo de Qatar 2022 terminó hace apenas un rato. El gol de penal de Gonzalo Montiel ya desató la explosión en el estadio Lusail de Doha, en cada casa de Argentina y en varios rincones del mundo. Ya pasaron los festejos más inmediatos y viscerales, ya se celebró la premiación, Lionel Messi ya levantó la Copa del Mundo, ya mermó un poco el éxtasis y ahí están ellos, los más chicos, corriendo en el césped donde hasta hace pocos minutos sus padres o tíos habían escrito una página dorada en la historia del fútbol argentino.
Corren porque están felices y porque están jugando. Sus familias andan por otro lado de la cancha. No importa. Ellos van detrás de una pelota que no rueda, que es de plástico, que es transparente, que no es esférica pero que aprendieron a patear. Ahí está Bautista, el hijo mayor de Alejandro Gómez, vestido con la camiseta suplente de Argentina y la 17 en la espalda. También está Benjamín, el único hijo varón de Marcos Acuña, con jean y la casa titular con la 8 en la espalda. También anda por ahí Giovanni, el hijo menor de Leandro Paredes, de pantalón largo y la 5 en la espalda. No se lo pierde Santi, el primer hijo de Emiliano Martínez, con auriculares en los oídos para aplacar la vorágine reinante, y la camiseta celeste y blanca, no el buzo verde que suele usar su papá. Y otros tantos más...
Desde las tribunas, los rezagados argentinos que no querían irse todavía del estadio, filmaron una situación bien argentina: niños jugando al fútbol con algo -cualquier cosa- que hiciera de pelota. No había quedado ninguna Al Rihla, la pelota oficial del Mundial de Qatar, dando vueltas por la cancha. Había que arreglárselas con lo que esté a disposición. Estos pibes que se conocen por extensión, por las amistades de sus padres, por las vacaciones juntos, por compartir ratos de ocio en la concentración de la Universidad de Qatar, donde se alejó la delegación argentina durante el mundial, o que se veían por primera vez -porque además de hijos de futbolistas también hay sobrinos-, empezar a jugar a la pelota sin una pelota.
Son más de diez corriendo detrás de una botella de plástico, patéandola, intentando quitársela al otro, queriendo gambetear, tirándose al piso. Se caen porque están en zapatillas, se golpean, uno se escapa, la botellita es difícil de dominar, otro lo baja, alguien se queda a preguntar cómo está y después vuelve a correr a todos. Están jugando cerca de un corner, mientras detrás sus familiares se abrazan, celebran y lloran. Ellos, más inocentes, no saben que pasaron 36 años desde la última vez que un país entero esperaba ese momento. Solo quieren jugar a la pelota, no importa que no hayan conseguido una.
El periodista Emanuel Respighi los retrató desde la tribuna. Subió el video a su cuenta de Twitter y escribió: “Esta imagen nos representa, nuestros potreros y nuestra cultura. Argentina acaba de salir campeón del mundo. Los hijos y hermanos de los jugadores entran a la cancha y se ponen a jugar al fútbol. ¿Con una pelota? No, con una botellita de plástico. Argentina, no lo entenderías”.
Desde un ángulo más alto, otro video y otro mensaje de un usuario: “Argentina, en estado puro. Los hijos de los jugadores que acaban de ganar la Copa del Mundo ingresan a la cancha y juegan al fútbol… con una botella de plástico. ¿Cómo te voy a explicar si no vas a entender?”. Es una clara demostración de que el potrero sudamericano sobrevive en la inocencia de unos niños aún en la fiesta más grande del fútbol profesional y en uno de los estadios más modernos del mundo.
En la cancha hubo un aluvión de familiares de los 26 campeones del mundo y los otros tantos futbolistas que formaron parte del ciclo y fueron invitados por la Federación del Fútbol Argentino a presenciar la final ante Francia. Esposas, padres, madres, hermanos, hermanas, tíos, tías bajaron de los palcos y las tribunas y multiplicaron la gente que estaba dispersa por el campo de juego. El estadio Lusail, inaugurado el 9 de diciembre de 2022 y construido especialmente para la Copa del Mundo, fue la sede de una auténtica fiesta argentina.
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