Rodrigo De Paul ya no tiene la 7 en la espalda. Se sacó la remera con la que acaba de terminar de jugar la final del mundo. Su cuerpo solo lo tapa ahora la bandera de Argentina anudada a su cuello. No llora pero sus ojos denota que ya lo hizo. Seguramente lo volverá a hacer en algún momento. Ya se abrazó a toda la delegación argentina, desde el plantel de jugadores hasta el cuerpo técnico, auxiliares, gente también vestida con el escudo de la Federación Argentina de Fútbol. Ese escudo que ya quedó viejo: le falta una estrella más.
Pasaron varios minutos de que terminara el partido. Gonzalo Montiel ya metió su penal y Argentina ya es campeón del mundo por tercera vez en su historia. El 4 a 2 en la tanda de penales fue el corolario de un partido frenético, angustiante, intenso, cambiante que había culminado 3 a 3 en 120 minutos. Rodrigo De Paul, que se había ido reemplazado en el minuto 101 por Leandro Paredes luego de un gran rendimiento, contó ante las cámaras lo que es sufrir y lo que es, a su vez, ser argentino.
“Sufrimos mucho pero qué bien se siente. Nacimos para sufrir. Esto es lo que a nosotros nos curte. Vamos a sufrir toda la vida pero esto no me lo voy a olvidar más”, respondió. Su reflexión es futbolística pero también cultural. Habla del fútbol, del partido en el que Argentina lo ganaba 2 a 0 a falta de diez minutos para los noventa y 3 a 2 a falta de doce minutos para los 120, para hablar de la vida y del sentimiento argentino. Rodrigo De Paul, que en su primer mundial jugó los siete partidos y todos de titular, le quería decir algo a los argentinos.
“Hay que sufrir -dijo, como resignado y acostumbrado-, creo que somos justos ganadores. Para ser campeones hay que ganarle al último campeón y le ganamos. Es una alegría que no puedo explicar”. Con los ojos vidriosos, rojos de haberse rotos, De Paul, volante de 28 años que juega en el Atlético de Madrid, le envió un mensaje a todos los que están de blanco y celeste en la tribuna y a los que están casi 14 mil kilómetros de distancia, en el cono sur del mundo.
“Amo a todos los argentinos, estoy orgulloso de haber nacido en este país. Hoy los dejamos en la cima del mundo. Llevamos la bandera siempre a todos lados. Ojalá estén tan felices como nosotros”, dijo De Paul mientras se imaginaba cómo se estarán sintiendo sus compatriotas en cualquier rincón de la Argentina.
“No caigo. Somos eternos. Toda la vida vamos a pertenecer a ese grupo selecto que levantó la Copa del Mundo”, expresó cuando le preguntaron sobre los argentinos campeones del mundo de 1978 y 1986: él como los otros 25 del plantel que Lionel Scaloni conformó para el Mundial de Qatar 2022 también saben cuánto pesa la copa.
Sobre los vaivenes y los cambios en el marcador, describió: “Habrá sido la final más increíble de la historia, dos equipos que no dejaron de atacar, de intentar ser protagonistas. Merecimos haberlo ganado antes, fuimos superiores en los noventa minutos, pero el argentino está acostumbrado para sufrir. No nos habían pateado al arco prácticamente y en dos minutos te cambian el partido. Así son los jugadores que juegan finales del mundo. Este equipo ha demostrado infinitas veces que tiene un carácter impresionante”. Reconoció, a su vez, que la derrota contra Arabia Saudita en el debut del mundial “nos vino bien, nos bajó a tierra” y que después de ese partido “fuimos los mejores del torneo”.
Aprovechó, también, para enviarle una recomendación a los argentinos que celebran la Copa y para quienes también sueñan con jugar en la Selección: “Que no se lastimen, que no haya ninguna tragedia, que disfruten mucho, que sean felices. Somos todos jugadores que hemos venido de una familia normal, que nos ha costado, que hemos trabajado mucho. Lo que más identifica a este grupo es que juega como hincha. Cualquier que está ahí afuera puede hacerlo, que tienen que trabajar”.
De Paul le agradeció a Messi, a quien describió como “el mejor de todos los tiempos” porque con 35 años “sigue haciendo una diferencia abismal” y analizó la gesta de Scaloni desde su rol de entrenador: “Queremos que siga, se lo dije: lo quiero mucho. Él creó todo esto. Con Leo, con Ota, con Fide. Él fue el creador de esta animalada que se acaba de lograr. Con entender que nadie tenía el puesto asegurado más que el diez, que en cada entrenamiento tenés que dar el máximo, lo que esta camiseta representa, todo el cuerpo técnico sabe lo que es jugar mundiales. Fue artífice de entender que tenía que armar un rompecabezas”.
Antes del partido y por redes sociales, el volante nacido en Sarandí, provincia de Buenos Aires, había difundido una carta. “Un mundial se juega cada cuatro años, jugarlo es coronar todo lo que hiciste en ese tiempo con el evento más importante del mundo. En estos cuatro años hemos logrado escribir páginas muy importantes de nuestro país a base de muchísimos esfuerzos, de mucha presión pero con un solo objetivo, que todos ustedes se sientan representados por este equipo, no solo que lo logramos, sino que conseguimos que todos los argentinos estemos unidos por un sueño”, comenzó diciendo debajo de una imagen del equipo de Lionel Scaloni.
“Este proceso nos permitió alcanzar cosas impensadas, lograr el récord de partidos invictos en nuestro país, volver a ser campeón después de 28 años en el Maracaná, levantar otro título en Wembley y cerrar este camino jugando una final del mundo. El logro más importante es que pudimos traspasar toda barrera y llegar a cada casa para darles un momento de felicidad, algo porque sonreír, una excusa para abrazarse y sobre todo que nos sintamos muy orgullosos del país donde nacimos”, agregó. Y concluyó: “Tenemos muchas cosas por crecer como sociedad, pero creo que dimos un claro ejemplo que con mucho trabajo y dedicación todo es posible, depende de cada uno, de creer en lo que hacemos y no tener miedo a soñar que por más difícil que parezca, créanme que pueden lograrlo. Mañana pase lo que pase, gracias por acompañarnos siempre, por transpirar la camiseta con nosotros y dejarse la voz en cada canción. Más que nunca todos juntos”.
En las entrañas del estadio Lusail de Doha, con un rosario en el cuello, con la camiseta número siete y una bandera en la mano, Mónica, mamá de Rodrigo de Paul, contó qué fue lo que le dijo su hijo cuando la vio: “Lo primero que me dijo fue: ‘Lo logramos, vieja, lo logramos. La copa es nuestra’. Y me abrazaba”. Asimismo, contó cómo se siente tras la conquista del título mundial: “Lo soñaba porque lo soñaba Rodrigo. Yo soñaba con él. Nunca me imaginé plasmarlo y coronarlo de esta manera. Es una alegría enorme, una emoción tremenda, tan merecido. Un equipo que se hizo querer tanto”.
Seguir leyendo: