(Enviado especial a Doha, Qatar) El periodista que está a metros saca su biblia ya golpeada de otras batallas, la lee y la besa. A la selección argentina se le acaba de escurrir por segunda vez consecutiva en la final el título. Parecía, que otra vez, el destino no quería estar de nuestro lado. Del lado de Lionel Messi, en verdad. Pero el libro de este viaje a Doha, el de la mejor definición de la historia de los mundiales, tenía el nombre de Argentina en lo más alto. Cuando Gonzalo Montiel firmó su figura para siempre con ese penal, estallaron los abrazos, los llantos y volaron algunas sillas en el sector de prensa de la emoción contenida.
Mientras todo el plantel celebraba en el campo de juego y el Kun Agüero aparecía con el mítico bombo de Tula en sus manos para acompañar la fiesta, los organizadores empezaban a controlar que de las tribunas no salte nadie al campo de juego con una extensa soga y oficiales apostados a pocos metros de distancia entre sí. Lionel Messi se acercó a ese sector y empezó a hacer señas, a dialogar con gente de la organización. Quería que su familia llegue hasta el césped.
Lionel Scaloni salteó todos los controles y se tiró de cabeza a la platea ubicada detrás del banco de suplentes, donde se alojaron siempre la mayoría de los familiares. Repartió abrazos por la zona, pero su objetivo era llegar hasta sus hijos. Una persona lo tomó de su cuello durante varios segundos y le besó la cabeza, mientras otro se sacaba una selfie. Hasta que finalmente lo logró, tomó en brazos a uno de sus niños y se metió de vuelta en la cancha con Ian y Noah.
El momento de la premiación se acercaba y Dibu Martínez repetía en el medio de sus compañeros el bailecito que había hecho minutos antes cuando Aurelien Tchouameni falló su lanzamiento. Un rato antes había puesto en práctica su ya habitual trash talk en los penales. Arengó al público, gritó con euforia cuando le tapó el disparo a Kingsley Coman y le habló sin parar a Tchouameni. Le hizo señas de saber cómo ejecutaba y hasta le revoleó la pelota para cualquier lado antes de su disparo. Para coronar, repitió su festejo marca registrada cuando le dieron el guante de oro al mejor arquero.
Cuando el momento de celebración había avanzado, pero todavía no tenían la Copa del Mundo en sus manos, el capitán logró que pasen al terreno de juego del Lusail Stadium sus tres hijos. Leo habló con ellos, pareció bromear, pero fue Daddy –su histórico asistente dentro de la Albiceleste– el que se encargó de estar encima de Thiago, Mateo y Ciro. De ser una especie de custodio mientras su padre se repartía entre abrazos a sus compañeros y el asombro por lo que acababa de ocurrir. Rodrigo De Paul y el Dibu Martínez también se sumaron a la tarea de entretener a los niños y le dedicaron un momento para jugar con los herederos.
Casi todos decidieron acariciar la Copa o darle un beso tras recibir la medalla y antes de la gran foto con el capitán alzando el trofeo. Ya después de posar con el premio más buscado, Leo decidió sentarse sobre el atril armado para la premiación con Antonela Roccuzzo, sus hijos y su círculo íntimo. Fue el Papu Gómez el que se acercó a darle un fuerte abrazo de agradecimiento, mientras su esposa, Linda Raff, se fundía también en un extenso gesto de cariño con Anto. Las parejas de los campeones jugaron un papel fundamental en esta larga concentración en terreno qatarí y trabaron una gran amistad. Mateo quedó a cargo por un rato del premio al MVP del Mundial que se llevó su padre y uno de los sobrinos de la Pulga se colgó la medalla de campeón de su tío.
Agüero también tuvo su momento de alegría cuando levantó la Copa del Mundo y las 88.966 personas que coparon el Lusail le regalaron una emocionante ovación. Las escenas transcurrían con una playlist bien argenta. Juguetes Perdidos de Los Redondos, Tierra Zanta de Trueno, Soy Sabalero de Los Palmeras y Qué placer verte otra vez de Ciro y Los Peras arrancaron a sonar por los altos parlantes. El tema del ex líder de Los Piojos ya hizo delirar a la gente, que empezó a cantar como si fuese un recital. Pero el momento cúlmine fue con La Cumbia de Los Trapos que puso a todos los argentinos cantar al ritmo de Yerba Brava.
La celebración en el campo de juego se extendió tanto que los familiares y allegados de todos los futbolistas pudieron ingresar, a punto tal que varios de ellos pudieron llevarse una selfie con Messi que atendió a todos mientras estaba contemplando la escena histórica al lado de su familia. Además hubo tiempo para la foto grupal de varias de las parejas de los jugadores, ellas también son campeonas: Linda Raff, Anto Roccuzzo, Bárbara Occhiuzzi, Oriana Sabatini, Emilia Ferrero, Caro Calvagni y Camila Galante, entre otras, se sumaron a la postal histórica.
El plantel ya se demoraba bastante en pasar por la zona mixta donde aguardan todos los periodistas. Los enviados de todos los países que esperaban seguían las escenas del vestuario por intermedio de los vivos de Instagram que realizaban Agüero y Nicolás Otamendi. Hasta que más de dos horas después del final del partido se empezó a escuchar un bullicio: “La que deja la vida por los colores. La que le pide huevo a los jugadores”. Los biombos que separan el extenso laberinto entre el vestuario y el micro comenzaron a tambalear. Amagaron con caerse.
Messi apareció corriendo a toda velocidad con la Copa del Mundo en sus manos y custodiado por dos auxiliares del plantel, mientras detrás de él corrían el resto de sus compañeros cantando sin parar. Agüero, con una botella de champagne en sus manos, se frenó por unos minutos, agitó las burbujas y bañó a varios periodistas que estaban en la zona. Sólo harían un parate más antes de marcharse a toda velocidad: “Y no me importa lo que digan esos p... periodistas la p... que los parió, oh, oh, hay que alentar a la Selección”.
Afuera los aguardaba un micro sin techo con los colores celestes y blancos para transitar a toda velocidad por un Lusail Boulevard completamente custodiado por agentes policiales que les abrió paso hasta la autopista que los guio rumbo a Qatar University, el predio ubicado a unos pocos kilómetros de Lusail. Esta noche de Qatar ya era parte de la historia.
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