La transformación táctica de la Argentina en el Mundial Qatar 2022: cómo Lionel Scaloni modernizó la identidad futbolística de la Selección

Llegó al Mundial como campeón de América y con un invicto de 36 partidos que se cortó en el debut: cómo hizo para revitalizar a un equipo que buscará hacer historia en Qatar sin un esquema ni un plan estratégico definido

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Lionel Scaloni ha llevado a la selección argentina a la final del Mundial de Qatar 2022 (REUTERS/Carl Recine)
Lionel Scaloni ha llevado a la selección argentina a la final del Mundial de Qatar 2022 (REUTERS/Carl Recine)

Muy atrás había quedado su comienzo como técnico interino al inicio de la Copa Mundial de la FIFA de Qatar 2022. A Lionel Scaloni la oportunidad de dirigir a la Argentina en este prestigioso torneo le llegó después de un recorrido tan paulatino como exitoso, tras conquistar la Copa América 2021 y romper una larga sequía de 28 años sin títulos, que incluía dos derrotas en finales continentales y el tropiezo en la definición mundialista del 2014. Alejandro Sabella, con esa gran campaña en territorio brasileño que se cerró con una dolorosa caída ante Alemania en el Maracaná, había estado muy cerca de conseguir lo que solamente lograron César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo: ser campeón del mundo como DT de la Selección. Después de su renuncia, varios entrenadores se hicieron cargo del plantel encabezado por Lionel Messi pero no lograron quebrar el maleficio. Tata Martino, Patón Bauza y Jorge Sampaoli, con ideas y convicciones futbolísticas dispares, terminaron de exprimir a una brillante generación de jugadores, líderes en los clubes más importantes de Europa, que fueron injustamente condenados por una opinión pública que concibe que el prestigio futbolístico solamente tiene sentido cuando se ganan trofeos. Ese era el contexto cuando Scaloni asumió el cargo pero llevó adelante una reconstrucción integral para consolidar un grupo que conjuga algunos apellidos icónicos con jóvenes ambiciosos, a quienes ha conducido a la final de la Copa del Mundo frente a Francia que se jugará este domingo en el Lusail Stadium de Qatar.

Cuando Sampaoli fue despedido, el vínculo de Lionel Scaloni –quien era uno de sus ayudantes– con la Albiceleste quedó en jaque; pero logró quedarse en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para trabajar en las selecciones juveniles y, tras un buen desempeño en el torneo Sub-20 de L’Alcudia, se ganó la oportunidad de encabezar el inicio de un nuevo proceso secundado por tres figuras reconocibles como Pablo Aimar, Roberto Ayala y Walter Samuel. “No tengo predilección por un sistema (...) No creo que sea importante eso y sí ocupar todo el ancho de la cancha”, dijo en agosto de 2018, durante la primera conferencia de prensa de un interinato que no fue tal porque se adueñó del puesto de DT como si su mandato no tuviera límites. Una respuesta ocasional que se ha transformado en premonición de una participación mundialista que ha llevado a la Argentina a la sexta final del Mundial de su historia: sin tener un sistema predilecto ni un plan estratégico fijo, Scaloni y su cuerpo técnico han superado cada una de las pruebas que se les ha presentado en Qatar.

En su camino previo a esta gran cita –no solamente en las Eliminatorias, sino también en las ediciones 2019 y 2021 de la Copa América y en cada amistoso de preparación– se había visto un equipo con cierta capacidad para mutar de sistema según en qué fase se encuentre el juego pero lo más habitual era ver a los jugadores colocarse 4-3-3 en posesión y pasar a un 4-4-2 tras la pérdida. Si bien la estructura ganaba fluidez y los automatismos empezaban a ser ejecutados cada vez con mayor naturalidad, la Scaloneta (apodo ganado en una racha histórica de 36 partidos sin derrotas) buscaba mayormente imponer condiciones, dominar con el juego posicional y construir sus ataques con paciencia. Todo cambió en Doha.

Lionel Scaloni llevó a la Argentina a la final del Mundial sin tener un sistema predilecto ni un plan estratégico fijo (REUTERS/Amr Abdallah Dalsh)
Lionel Scaloni llevó a la Argentina a la final del Mundial sin tener un sistema predilecto ni un plan estratégico fijo (REUTERS/Amr Abdallah Dalsh)

Con la lesión de Giovani Lo Celso, quien se había ganado la titularidad y era uno de los socios de Messi en la zona de gestación, Scaloni se vio obligado a buscar un reemplazante y afrontó el debut ante Arabia Saudita con Alejandro Papu Gómez acoplándose al mediocampo con Leandro Paredes y Rodrigo De Paul, junto al resto de sus habituales elegidos en defensa y ataque. Por la inclusión del Papu y la defensa bien alta que le propuso su rival, la fisonomía de ese habitual 4-3-3 cambió a un 4-2-4 con el tándem Paredes-De Paul en el centro y una línea ofensiva con Ángel Di María abierto por la derecha, Messi por dentro con Lautaro Martínez, y Gómez recostado sobre la izquierda. El plan estratégico era mover la pelota y ganar las espaldas de una defensa árabe bien trabajada por Hervé Renard. Encontró la ventaja rápido –ganaba 1-0 a los 10 minutos– y pudo ampliarla pero los achiques del rival hicieron que tres goles fueran correctamente anulados a costas del VAR. Argentina parecía tener el control pero paulatinamente se diluyó entre la relajación de sentirse imbatible y el golpe anímico que significó verse rápidamente en desventaja.

El plan defensivo de Arabia Saudita salió a la perfección. Y lo que empezó como un tropiezo en lo táctico, se convirtió en una gran carga emocional para un grupo de poca experiencia en un escenario de este calibre –19 de los 26 citados juegan su primer Mundial– con Nicolás Otamendi, Ángel Di María y Lionel Messi dando la cara pero sin éxito. Sin quitarle méritos al plan de Renard, la Argentina de Scaloni se convirtió en un equipo apático y sin respuestas tras encontrarse 1-2 en su debut. Huevo Acuña entró por Nicolás Tagliafico para ser un atacante más en banda izquierda; así como Lisandro Martínez, Enzo Fernández y Julián Álvarez ingresaron por Cuti Romero, Leandro Paredes y Papu Gómez, pero el equipo jugó desesperado por una remontada que no se concretó. Lo que parecía una prueba superable en la primera jornada en la fase de grupos, se transformó en un mazazo anímico que podía ser lapidario para las aspiraciones de la Selección o un golpe de shock para despertarse de una siesta en los laureles obtenidos.

Al romperse esa racha de 36 partidos sin derrotas, con dos partidos exigentes por delante, Lionel Scaloni entendió que el factor emocional iba a tener una gran influencia en los rendimientos y vio la oportunidad de cambiar el enfoque de la planificación. Supo rápidamente que tenía que sacudir la formación y aprovechó para profundizar esa premisa de que las funciones de cada futbolista eran más importantes que cualquier dibujo táctico. No tenía que forzar una relación con la pelota ni depender de ella, el vínculo iba a darse naturalmente si colocaba en el campo de juego a los jugadores más técnicos y dinámicos de su nómina. Por eso puso a Alexis MacAllister –de gran presente en el Brighton & Hove Albion y acostumbrado al ritmo y la intensidad de la Premier League– de arranque en lugar del Papu Gómez; además de modificar a ambos laterales (Montiel por Molina y Acuña por Tagliafico) e incluir a Guido Rodríguez en lugar de Paredes. Fueron cambios de intérpretes necesarios para hacer una transición paulatina pero eficiente. Incluso teniendo que cambiar el guión de inmediato tras el pitazo inicial porque el Tata Martino decidió patear el tablero: México cambió su habitual 4-3-3 por un 5-3-2, dejando a su mediocentro estrella Edson Álvarez fuera del equipo, y sin usar a ninguno de sus ‘9′ naturales (Raúl Jiménez, Henry Martin y Funes Mori).

El gol de Lionel Messi ante México fue un punto de inflexión para la Argentina en el Mundial (REUTERS/Pedro Nunes)
El gol de Lionel Messi ante México fue un punto de inflexión para la Argentina en el Mundial (REUTERS/Pedro Nunes)

En pleno partido, Lionel Scaloni mandó a Guido Rodríguez a ubicarse entre los centrales para emparejarse posicionalmente con México. El desarrollo no era para nada cómodo, al equipo todavía le faltaba dinámica y el nerviosismo por el tropiezo en el debut era evidente, pero Lionel Messi encontró un espacio libre en la frontal del área y abrió el marcador con un bombazo en el minuto 63 que le dio impulso a los pupilos de Scaloni para creer en volver a encontrarse con su mejor versión. Enzo Fernández y Julián Álvarez, otros dos jugadores que le suman una marcha más al equipo, volvieron a saltar al césped (por Guido y Lautaro) y Cuti Romero ingresó por Di María para afianzar el 5-3-2 de cara al cierre de un partido. El zurdazo de Messi fue un punto de inflexión en el partido (o incluso el torneo) pero también el duelo latino también sirvió para ver a Enzo Fernández desplegar todo su repertorio de pases y anotar un gol descomunal. Empezaban a aparecer los intérpretes, solamente faltaba ajustar la idea para la última prueba ante Polonia.

En esa tercera jornada, Argentina se jugaba la clasificación ante el líder del Grupo C. Era sabido que la selección polaca iba a replegarse al máximo y ceder por completo la tenencia de la pelota. Scaloni era consciente de que tenía que aprovechar este contexto para potenciar esa filosofía pragmática que asomaba poco a poco, recuperar la identidad futbolística y afianzar como titulares a los mejores intérpretes de su plantel: Alexis MacAllister, Enzo Fernández y Julián Álvarez desde el arranque en un 4-3-3 tradicional que fue transformándose en un 3-3-4 –con Huevo Acuña prácticamente como extremo izquierdo– que no dio chances de respuesta a Polonia. Después de que Alexis firmó el 1-0 al iniciar el complemento, Paredes ingresó por Di María para formar un 4-4-2 que liberó a Enzo Fernández, autor intelectual del gol que convirtió Julián Álvarez para aumentar la ventaja. Y en el ocaso del partido, Scaloni volvió a armar un 5-3-2 al darle ingreso a Germán Pezzella por Enzo. La versatilidad táctica ya era un hecho. Ese trabajo de incorporar diferentes matices que Scaloni y su cuerpo técnico habían realizado a lo largo del ciclo, pero que intensificaron en la previa al Mundial, había cobrado sentido.

La Scaloneta cerraba su mejor actuación hasta ese momento con la posesión de pelota como herramienta defensiva, un rasgo distintivo del juego posicional que había representado al equipo en su camino a Qatar, donde alcanzó los octavos de final pese a tener un inesperado traspié en el comienzo. Aunque Szczęsny le tapó un penal a Messi y el empate sin goles se sostuvo hasta el segundo tiempo, el equipo mostró que estaba fuerte mentalmente. Cuti Romero anuló a Robert Lewandowski, mientras que Enzo y Alexis le dieron otro ritmo al mediocampo y Julián Álvarez mostró que su despliegue podía ser vital para liberar a Messi de cualquier responsabilidad defensiva. El capitán falló el penal pero el equipo no se desmoronó. Nicolás Otamendi y Ángel Di María jugaron a buen nivel pero no tuvieron que cargar todas las mochilas. Fue fundamental ver que los referentes podían apoyarse en el resto de un equipo que en su primer desafío de la fase eliminatoria tenía que enfrentarse a Australia.

Había poco riesgo para la Argentina en su cruce de octavos de final ante los Socceroos, quizás la baja por lesión de Ángel Di María representaba un obstáculo mayor que el propio rival. Scaloni apostó por el 4-3-3 habitual, con Papu Gómez sobre la izquierda y Julián Álvarez moviéndose del centro hacia la banda opuesta, aunque se topó con un rival muy replegado y volvió a cambiar sobre la marcha: mutó un 4-4-2 con Papu de volante derecho, cerró a De Paul, y dejó a Messi arriba con la Araña. Ganaba 1-0 al entretiempo gracias a otra genialidad de Leo Messi y, al iniciar la segunda mitad, puso a Lisandro Martinez en lugar del Papu para volver a afrontar un segundo tiempo con ese 5-3-2 que empezaba a convencer al DT. La Selección sufrió de más sobre el final, pero se impuso a Australia y avanzó a cuartos de final con una actuación superlativa de La Pulga, que destrabó el partido y tiró del carro cuando el equipo más lo necesitó. También hubo una gran actuación de Rodrigo De Paul, con mucho despliegue para recuperar la pelota y mejor con el manejo de la pelota que en los partidos previos. Dibu Martínez hizo una salvada clave en la última jugada y Nicolás Otamendi nuevamente emergió como líder de la defensa ante un rival físico. No era casualidad que ellos fuesen los únicos que habían jugado todos los minutos que se llevaban disputados en el Mundial.

Llegó el duelo con Países Bajos en los cuartos de final, con Di María todavía fuera de su plenitud física, y la oportunidad para Lionel Scaloni de volver a emparejar la disposición táctica del rival –como contra México y Australia– ante un equipo dirigido por Louis van Gaal, famoso estratega que trabajó en clubes de élite (Ajax, FC Barcelona, Bayern Múnich y Manchester United) durante 25 años, quien redefinió la identidad del fútbol holandés con su estilo pragmático. Un equipo con jugadores técnicamente dotados en todas sus líneas que llegaba esta instancia con un invicto de 19 partidos entre Eliminatorias, UEFA Nations League y sus presentaciones en Qatar.

Lionel Scaloni decidió emparejar la disposición táctica de Van Gaal para que Argentina derrote a Países Bajos (REUTERS/Hamad I Mohammed)
Lionel Scaloni decidió emparejar la disposición táctica de Van Gaal para que Argentina derrote a Países Bajos (REUTERS/Hamad I Mohammed)

Scaloni eligió finalmente poner desde el arranque un 5-3-2 que le dio mucho protagonismo a sus laterales, convertidos ahora en carrileros. Lógicamente, Nahuel Molina y Huevo Acuña fueron los elegidos por sus características ofensivas y el lateral-volante por derecha combinó con Messi para anotar el 1-0 en el primer tiempo (’35). La Pulga se hizo cargo del 2-0 con un gol de penal que le cometieron justamente al encargado de transitar la banda izquierda. Todo indicaba que el pleito estaba resuelto, pero Van Gaal movió fichas para paulatinamente armar un 4-2-4 con doble ‘9′ y llenó el área de centros para Luuk De Jong y Wout Weghorst, autor de los tantos para el 2-2 que forzó la prórroga. Leo Messi había sido el factor diferencial en una partida de ajedrez que terminó definiéndose en los penales, con el Dibu Martínez otra vez como héroe, como en la Copa América. Ni había empezado la tanda y ya había tomado el protagonismo, y luego detuvo los dos primeros lanzamientos para encarrilar la clasificación que fue sellada por Lautaro Martínez, jugador que había perdido la titularidad pero demostró su importancia para el grupo.

La siguiente prueba fue en las semifinales contra Croacia, un país chico y de corta trayectoria futbolística, pero cuna de grandes talentos con espíritu combativo y subcampeón hace cuatro años en Rusia. Scaloni preparó quizás su dibujo táctico más indescifrable, una especie de 4-4-2 donde cada futbolista asumió un rol específico. Ante ese bloque croata que le iba cerrar los espacios por dentro, con el trío Brozović-Modrić-Kovačić con una presencia dominante, el seleccionador argentino decidió por a Leandro Paredes para el primer pase, con Enzo Fernández y Rodrigo De Paul acercándose a la base para conectar con él; mientras Alexis MacAllister y Leo Messi le ganaban las espaldas o buscaban espacios libres al costado de los volantes rivales. Molina y Tagliafico dieron profundidad y amplitud por las bandas, mientras que Julián Álvarez se lució en todos los aspectos: se desdobló para presionar siempre al jugador croata encargado del primer pase y, cada vez que pudo, rompió líneas con sus diagonales. Cuti Romero y Otamendi empujaron hacia adelante para anticipar y hacer corto al equipo, lo que no dio mucho lugar al contraataque rival.

Y Argentina se clasificó para la final de la Copa del Mundo tras hacer su mejor partido en el torneo. El elenco de Scaloni le dio al conjunto de Zlatko Dalić una probada de su propio veneno: de forma espontánea, le cedió la pelota y le hizo mucho daño con el juego directo. Lionel Messi lució extenuado, tuvo que dosificar más esfuerzos que nunca, pero cada vez que la pelota llegó a sus pies aprovechó para desplegar toda su magia y fue determinante para conseguir la victoria. Hay quienes piensan que no colabora, camina, desaparece y se vuelve intrascendente, pero es parte de su juego y es lo que le permite sacar ventajas. Después, con un 2-0 a favor, Licha Martinez ingresó por Paredes para armar nuevamente un 5-3-2 pero ese dibujo táctico no fue un condicionante para las intenciones. La Selección terminó defendiéndose con la pelota, con Paulo Dybala, Ángel Correa y Juan Foyth dentro de la cancha para que todos los integrantes del plantel pudieran tener rodaje en una experiencia mundialista que fue de menor a mayor.

Lionel Scaloni, en cuclillas y pensativo durante el partido de Argentina ante Croacia en el Mundial de Qatar 2022 (REUTERS/Hannah Mckay)
Lionel Scaloni, en cuclillas y pensativo durante el partido de Argentina ante Croacia en el Mundial de Qatar 2022 (REUTERS/Hannah Mckay)

El último partido fue la prueba fiel de que Argentina no depende de ningún sistema ni se ve condicionada por un plan estratégico específico. Cualquier disposición táctica que adopte es asimétrica, los intérpretes y su movilidad con o sin pelota son quienes le dan sentido a un funcionamiento que cada vez tiene más vuelo. Scaloni, quien supo conquistar la Copa América ante Brasil en el Marcaná y la Finalissima contra Italia en Wembley con un estilo reconocible, ha tenido la lucidez de romper con sus propios libretos para sacar el máximo potencial de su equipo en el escenario de mayor exigencia para cualquier seleccionador. En una Copa del Mundo en la que Alemania, Bélgica y Uruguay quedaron eliminados en la primera ronda; con candidatos como Brasil y Portugal despidiéndose de forma prematura en los cuartos de final, la Argentina ha superado todos sus exámenes y llega fortalecida a la definición. Una Selección integral para arropar a la versión de Lionel Messi más integral de todos los tiempos.

¿Cómo se afronta el partido de este domingo ante Francia, vigente campeón del mundo? ¿Con Lisandro Martínez sumándose al Cuti Romero y Nicolás Otamendi para formar una línea de tres centrales en un 5-3-2? ¿Con Leandro Paredes incorporándose a De Paul, Alexis y Enzo en mediocampo para un 4-4-2? ¿Con Di María volviendo a la titularidad en un 4-3-3 que ya parece no ser la formación más habitual? Ambos son equipos distintos a aquellos que se cruzaron en Kazán (Rusia), donde el desconcertado equipo de Sampaoli puso fin a su traumático Mundial. Un resultado que motivó un cambio de seleccionador y fue el puntapié inicial del ciclo actual.

Todas esas preguntas giran por estas horas en la cabeza de Lionel Scaloni, que se apoyará en Aimar, Ayala, Samuel y el resto de los integrantes del cuerpo técnico para tomar decisiones. El gran mérito del técnico y sus ayudantes ha sido llevar adelante un recambio generacional necesario y construir un plantel con una amplia gama de perfiles, para luego hacer uso de todos los recursos disponibles en términos tácticos y estratégicos, con una óptima gestión de las emociones. “Que el jugador te crea, es más importante que el sistema táctico y la estrategia. Es importante que el jugador salga a la cancha convencido de lo que le dice el entrenador. Se hace más fácil cuando todos reman para el mismo lado y tienen una idea clara”, valoró en una entrevista con el podcast La Selecta en agosto de este año. En una época donde el juego se ha complejizado y los entrenadores son científicos de laboratorio, el modelo de juego de Scaloni rescata los rasgos más esenciales del fútbol. No se encasilla en ninguna filosofía y su Selección se mueve siempre al ritmo de la pelota, como si los conceptos e ideas del técnico hubieran modernizado la identidad futbolística de un país que todavía se debate entre Menotti y Bilardo, valora el trabajo de Sabella, y sueña con un nuevo técnico que alcance la gloria.

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