La reconversión del Kun Agüero: de su retiro forzado a ser el jugador 27 de la selección argentina en el Mundial

El ex delantero era uno de estos 26 jugadores hasta que lo marginó su problema de salud. Ganar la Copa América le devolvió a Agüero el lugar de carismático y divertido. Este domingo podría haber sido su último partido en un Mundial

Guardar
Leandro Paredes y Nicolás Otamendi, junto a Sergio Agüero durante un entrenamiento en la previa al duelo ant Francia en Doha (AP Foto/Natacha Pisarenko)
Leandro Paredes y Nicolás Otamendi, junto a Sergio Agüero durante un entrenamiento en la previa al duelo ant Francia en Doha (AP Foto/Natacha Pisarenko)

Agüero es una de las figuras del Mundial. Raro en él, desde afuera. Juega sin jugar. Apoya, acompaña, contagia su buena vibra. Verlo otra vez con la ropa oficial de la Selección conmueve a sus admiradores. Y les saca una sonrisa a sus amigos, que ya lo sintieron cerca un par de veces en los últimos días. Primero hizo un stream que quedará en la historia, con Messi desde la pieza que siempre será de ellos dos y el Papu Gómez convirtiéndose en el Beckham argentino. Después, se movió un rato en la cancha como si el corazón le dejara volver a ser un muchacho normal. El Kun era indiscutiblemente uno de estos 26 jugadores si no tenía que retirarse del fútbol. Jugador de Selección desde que irrumpió con su talento descomunal, había decidido irse del City para tener minutos en Barcelona con Messi. Quizá no se logra magnificar a la distancia, pero Agüero es un prócer en Manchester. Es el gran ídolo, el que tiene una estatua. En las paredes internas del Etihad Stadium está el relato del famoso gol del minuto 93, el que representa el momento más épico del club para ser campeón después 44 años. Es de los pocos que podrían entrar con la cara en ese fuerte que construyeron como ciudad deportiva a pocas cuadras del estadio. Agüero es uno de los últimos cracks argentinos. Merecía jugar la final del Mundial.

El Kun durante años se sintió mal en la Selección. Con la camiseta argentina no podía ser el monstruo que era en sus equipos. Debutó en Independiente a los 15 años con el Cabezón Ruggeri como entrenador. Su físico era diminuto, como en las primeras notas unos años antes, cuando ya todos lo marcaban como la joya del club. Su talento se percibía enorme desde el arranque. Con esa camiseta roja que lo vio crecer le metió justo a Racing uno de los mejores goles de la historia del fútbol argentino. Ese día, en septiembre del 2005, se sintió Maradona sin saber que años después sería su suegro, el abuelo de su hijo Benjamín. La rompió en el Atlético de Madrid y voló a jugar a la Premier. Una noche, en Manchester, una ciudad en la que casi nunca sale el sol, ese nene que siempre fue por dentro se abrió en una charla en el hotel que compartimos. “Sé que estoy en deuda con la Selección. Y quiero cumplir todo lo que la gente esperaba de mí... Nosotros, en la concentración, nos decimos ‘che, boludo, jugamos una final de Mundial’. Pero el hincha quiere ganar”, me decía y se le borraba la sonrisa. Salió campeón del mundo Sub 20 en Holanda 2005 y Canadá 2007. Ganó los Juegos Olímpicos 2008. Pero en la Selección Mayor no pudo con Basile, Diego, Batista, Sabella, Martino (con el Tata era el goleador del ciclo y jugó una muy buena Copa América 2015), Bauza ni Sampaoli. El no lo podía creer, igual que Mascherano, Higuaín, Chiquito Romero...

Agüero por fin pudo pagar en efectivo en el Maracaná. Con Scaloni como entrenador, saldó ese pagaré interno que sentía. Pese a algún cortocircuito que lo dejó un tiempo afuera de las convocatorias y a perder el puesto en esa Copa América 2021 -ahí fue clave la palabra de Messi para calmar su rabia- se pudo sacar la foto que tanto buscó. Los compañeros sabían que era así. Si se repasa las redes sociales, todos tienen la imagen con el cuarteto de históricos: Leo, el Kun, Di María y Otamendi. Ganar le devolvió a Agüero el lugar de carismático y divertido. Hasta ahí no lo tenía. Una vez, un tiempo antes de dar la vuelta olímpica, había cometido el pecado de decir la verdad. “Cuando pasen los años, la gente va a recordar los momentos vividos. Como nosotros nos acordamos de jugadores que pasaron como Zanetti, Crespo, Saviola, Riquelme o Tevez. Cuando no estemos más nos van a extrañar en la Selección”, declaró. Ahora parece mentira, pero se lo destrozó por todos lados. El destrato apuntaba otra vez a las tres finales perdidas. Después cambió todo ganar y, un poco, el paso del tiempo. “Todo pasa”, decía el anillo de Grondona. Varios años antes también habían sido maltratados genios como Verón, Ayala, Ortega, Sorin, parte de ese equipazo de Bielsa que quedó afuera en primera ronda sin juntar a Batistuta con Crespo.

Hoy se lo ve feliz a Agüero. Disfruta de ver el Mundial como hincha con su hijo en un palco de ex futbolistas notables, se divierte con sus stream en Star Plus, fue a un par de prácticas y hasta festejó desde adentro de la cancha. Aunque seguro quisiera jugar. Lloró mucho. La vida no es Instagram, los posteos donde casi todos muestran su mejor cara, sus logros y los viajes por el mundo. Al jugador siempre le cuesta matar al jugador de fútbol. El guion de la película del Kun es más violento porque no lo decidió él sino su enfermedad en el corazón. De mínima pudo haber caído desmayado dentro de una cancha de fútbol sin saber las consecuencias si no se iba a tiempo. A los 33, entonces, debió cicatrizar su dolor y sumar desde otro lugar. Antes, en la Selección también debió escuchar que jugaba porque era amigo de Messi. Kun no lo podía creer, no sólo por su talento y su carrera tremenda, sino porque él mismo decía que le había tocado ser muchísimas veces suplente en la Selección. De Tevez, de Higuaín... Si era por ser del grupo del capitán, debió haber sido un intocable porque era el más cercano. Tanta mala suerte que cuando mejor estaba, en Rusia 2018, Sampaoli lo sacó y terminó jugando con el famoso falso 9 contra Francia. Una pena. Este domingo debió haber sido su último partido en un Mundial...

Seguir leyendo:

Guardar