Ambos llegaron como líderes del Grupo H de la Copa del Mundo en Francia 98 por sus respectivos triunfos ante Japón y Jamaica, pero Argentina tenía la ventaja del empate a favor por la diferencia de gol (6-0 contra 4-1 de Croacia). Ahora restaba saber quiénes iban a ser sus adversarios en octavos de final: los mismos saldrían del Grupo G, integrado por Rumania, Inglaterra, Colombia y Túnez. Los rumanos venían de dar el batacazo al derrotar a los ingleses, por eso era previsible que terminaran primeros en su zona y jugaran contra el segundo de la de argentinos y croatas. Allí nació un mito.
Argentina y Croacia iban a enfrentarse por la tarde en el estadio Parc Lescure de Burdeos, mientras que en el Stade Félix Bollaert de Lens lo harían Inglaterra (favorito) y Colombia, en turno nocturno. En síntesis, el plantel dirigido por Daniel Passarella sabía que si empataba o ganaba, tenía muchas chances de cruzarse con los ingleses; si perdía, se mediría con los rumanos (que paradójicamente habían sido los últimos verdugos de la Albiceleste en Estados Unidos 94, por la misma ronda de octavos de final). El entrenador cuidó el físico de algunos titulares y surgió una serie de especulaciones.
“Nunca se pensó en perder ese partido. Pudo haberse dicho algo en joda en la concentración, pero Argentina salió a ganar, Daniel armó un buen equipo con la mayoría de los titulares y así quedó demostrado con el resultado final”, recordó Eduardo Bongiovanni, jefe de prensa de aquel seleccionado nacional que fue eliminado por Holanda en cuartos de final. Fue un encuentro parejo en el que ambos tuvieron chances de gol, aunque la balanza se inclinó a favor de Argentina por una sorpresiva aparición de Mauricio Pineda, una de las apuestas de recambio de Passarella para esta cita. El Kaiser guardó a hombres como el Cholo Simeone, José Chamot y el Piojo López, mientras que les dio la posibilidad al inesperado goleador, Pablo Paz y Marcelo Gallardo. Es más, Hernán Crespo pudo haber reemplazado a Gabriel Batistuta, pero como arrastraba una lesión muscular, no fue arriesgado.
El cuerpo técnico liderado por Passarella y compuesto además por el Tolo Gallego y Alejandro Sabella preparó un informe junto al “espía” Jorge Higuaín sobre el estilo de juego de los croatas, conducidos técnica y tácticamente por Miroslav Blazevic. Y lógicamente una de las primeras cuestiones que surgió fue la altura de los futbolistas adversarios. Aquel día Argentina alineó en el fondo a Nelson Vivas (1,66), Roberto Ayala (1,77) y Pablo Paz (1,81). Los del fondo croata fueron Slaven Bilic (1,88), Zvonimir Soldo (1,89) y Dario Simic (1,78).
La diferencia era abismal: el promedio de altura entre los titulares albicelestes era de 1,77 y el de los balcánicos de 1,83. Esa fue la única Copa del Mundo en la que los jefes de prensa tenían la orden de acompañar desde el vestuario al campo de juego a las filas de los futbolistas titulares. Bongiovanni tiene grabado cómo Vivas y Pineda se miraban entre sí por la cabeza y cabeza y media que les sacaban los croatas que tenían designados para marcar en las pelotas paradas.
No fue extraño que en la primera jugada de riesgo del match, Davor Suker (terminó como máximo artillero de ese certamen con 6 goles) le ganara de cabeza a Vivas y estuviera cerca de sentenciar el arco de Lechuga Roa, que voló mientras la pelota quedaba en el techo del arco. Argentina pudo ajustar ese defecto y mantuvo la valla en cero, en el que fue el único encuentro -sobre 7- de la Copa del Mundo en el que Croacia no marcó tantos.
La reminiscencia en vísperas del duelo que afrontarán los mismos seleccionados por las semifinales de Qatar 2022 es elocuente. El paralelismo puede trazarse incluso desde lo numérico, ya que la diferencia entre los actuales planteles se mantuvo: 6 centímetros. Argentina registra el segundo promedio de altura más bajo en este Mundial con 1,78 (solamente quedó por debajo Australia). A la vez que los croatas figuran sextos con 1,84 detrás de Serbia (1,87), Alemania y Bélgica (1,85), Senegal y Corea del Sur (1,84).
Lionel Scaloni, quien en la previa habló de las bondades futbolísticas de Luka Modric y Croacia en general, ya tomó nota de este ítem a resolver. Y seguramente haya tomado nota de ese aspecto en 1998, un año después de haber levantado el trofeo del Mundial Sub 20 en Malasia y la época en la que ya adelantaba su faceta de DT. Así lo recuerda su círculo íntimo en la localidad santafesina de Pujato, de la que es oriundo, como también su ex entrenador Hugo Tocalli: “Leo siempre me preguntaba por qué. Qué había hecho mal para que lo sacáramos. Por qué hacíamos tal o cuál cambio. Le gustaba mucho lo táctico y le gustaba mucho estudiar”.
Viajando otra vez por el túnel del tiempo, aquella selección argentina regresó a la concentración en Saint Etienne rebosante de alegría. Su andar en la fase de grupos había sido perfecto, con 7 goles a favor, tres vallas invictas, puntaje perfecto y clasificación para enfrentar a Inglaterra. Hubo un único jugador que exhibió alguna mueca de fastidio a pesar de la victoria: Marcelo Gallardo.
Perfeccionista hoy como entrenador y antes como jugador, el Muñeco estaba furioso por no haber podido concretar un par de ocasiones manifiestas de gol que había tenido. En el primer tiempo, con un tiro libre al borde del área y el rebote de zurda de esa misma jugada. En el segundo, tras recibir de espaldas en tres cuartos de cancha, soportar la marca de un croata, sacarse de encima a otro y definir con borde interno cara a cara con el arquero Drazen Ladic. El balón se fue a centímetros del palo en la que fue una maniobra maradoniana que en caso de haberse concretado podría haber entrado al podio de los tres mejores conquistas del Mundial. Cerró los ojos y se cubrió el rostro apuntando al cielo. Masticó bronca desde el vestuario hasta el hotel, desoyendo las bromas de sus compañeros a Mauricio Pineda por su faceta goleadora.
Después del 1-0, cada uno por su lado. Croacia eliminó a Rumania en octavos de final y vapuleó a Alemania (3-0) en cuartos. Estuvo cerca de poner de rodillas al anfitrión y -a la postre- campeón, Francia, pero el gol de Suker sirvió nada más que para la estadística ante el doblete de Lilian Thuram que dio vuelta el resultado. Los croatas terminarían terceros luego de vencer a Holanda. En el búnker argentino hubo confianza total en las horas previas al clásico contra Inglaterra que resultó favorable en tanda de penales. La delegación sabía que llegarían los holandeses y, más tarde, podía aparecer Brasil antes de la final. Pero todavía con el dulce sabor de boca provocado por el Maracanazo del Piojo López (1-0 en el amistoso disputado a fines de abril del 98), reinaba la fe ciega.
El dolor por la eliminación ante Holanda en el 98 fue irreparable. Aunque el fútbol siempre da revancha y la moneda cayó dos veces para el lado nacional en las citas mundialistas de 2014 y 2022.
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