20 de junio de 2018. Argentina se prepara para el último entrenamiento previo al viaje a Nizhni Novgorod, donde se enfrentará a Croacia, por la segunda fecha del Grupo D del Mundial de Rusia 2018. En el complejo de Bronnitsy, el hogar albiceleste, Sebastián Beccacece reparte las pecheras a los titulares y suplentes para iniciar en ensayo. Jorge Sampaoli detecta a distancia que un delantero que él no tenía prefijado entre los que jugarían desde el inicio (¿Cristian Pavón?) recibió el color equivocado. Desde su ubicación, trota a los gritos y se lo marca de manera por lo menos enfática a su asistente, lo que da inicio a una discusión que cuanto menos sorprende a sus dirigidos, que aguardan por el epílogo entre divertidos e incómodos. Claro, cuando el calor de la pelea amaga con llegar a las manos, los jugadores intervienen (los testigos colocan a Javier Mascherano como el mediador clave) para evitar que la escena termine peor.
Willy Caballero; Gabriel Marcado, Nicolás Otamendi y Nicolás Tagliafico; Eduardo Salvio, Enzo Pérez, Javier Mascherano, Marcos Acuña; Lionel Messi, Maxi Meza y Sergio Agüero terminaron conformando la alineación titular en un partido que fue partido hasta los 8 minutos del complemento, cuando el arquero falló en un pase con los pies y Ante Rebic aprovechó la oportunidad para abrir el marcador. Luka Modric e Iván Rakitic completaron el 0-3 que profundizó la crisis de la Albiceleste (que venía de empatar en el debut frente a Islandia) y dejó el volcán de la interna en erupción.
“Fue un baile”, lo definió el propio Kun el pasado viernes, cuando se confirmó que el cruce entre balcánicos y argentinos se reeditará en semifinales del Mundial de Qatar. Seis futbolistas vivieron de cerca aquel averno sobre el césped y van por la revancha: Messi, Otamendi, Di María, Armani, Tagliafico y Acuña. También el actual orientador, Lionel Scaloni, que era parte del elenco de Sampaoli como asistente y nexo con los jugadores que residían en Europa. Claro que el contexto es muy diferente de aquel con diferencias internas tan marcadas que hacían porosas las paredes de Bronnitsy y se filtraban a gran velocidad.
Antes de adentrarnos en el clímax del encuentro contra Croacia y el sauna en el que se convirtió la concentración en horas posteriores, vale hacer un repaso de cómo Sampaoli, con gran consenso, se sentó en el banco de suplentes de Argentina. Asumió el buzo de la Selección en un momento hostil: tras la salida de Edgardo Bauza, y con la clasificación a la Copa del Mundo en riesgo. Aunque se habían separado con algunos roces de convivencia en dos cuerpos técnicos, el flamante DT invitó a su ex socio Beccacece, y a sus laderos, a sumarse a la aventura. Ambos aparecen en las fotos de la visitas a los jugadores europeos de entonces, cuando la empresa recién comenzaba; sonrientes, esperanzados.
“¿Sampaoli? Ufff. No sé qué te puedo decir porque la verdad que arranqué muy bien y terminé muy mal. Me dijo cosas que después no eran así. Me decía que era Leo (Messi), yo y el resto cada vez que me venía a ver acá a París. Me trataba como si fuera uno de los mejores y después de un solo partido me deja en el banco en el Mundial. Me limpia como si nada, no me dio explicaciones”, dijo, por ejemplo, Di María en TyC Sports, en una descripción perfecta de la corrupción acelerada que padeció el vínculo, de la desilusión express. También fue él el encargado de ilustrar como los dos estrategas ya tenían pensamientos irreconciliables.
“Lo que pasó es que a veces Sampaoli decía una cosa y Beccacece otra. Entre ellos no tenían buena comunicación. Por momentos parecía que estaban peleados entre ellos porque uno comía antes que el otro. Hubo muchas cosas ahí en el medio que fueron pasando y que a uno, como jugador que está ahí, las ves y te afecta un poco todo. Parece que no, pero te afecta bastante”, narró.
Más allá del shock que supone el cambio de comando, con el nuevo orientador, el discípulo de Bielsa, el hombre que con el combinado chileno se había quedado con la final de la Copa América 2015, el camino a la ventanilla para sacar boleto al Mundial continuó siendo tortuoso, con alineaciones y esquemas cambiantes, sin una línea definida, más allá de la vocación por buscar el arco contrario. Terminó en la victoria aliviadora ante Ecuador, el 3-1 con tres goles de Messi que salvaron el prestigio, un objetivo para el cual, tal era el temor que irradiaba el vestuario, fue convocado el Brujo Manuel, con ticket de ida y vuelta y habitación de hotel, en pos de confirmar por todas las vías el pasaje.
Esos volantazos, a esa altura, ya habían comenzado a hacer ruido en un plantel con muchos jugadores de renombre, que en algunos casos sabían que iban por su último Mundial. En ese entonces, 2017, 2018, Messi no era el Messi de ahora. No por el talento, perenne a lo largo de su carrera, sino por rol, por perfil. “Hablaba más con los compañeros para expresar lo que sentía, no era de levantar la voz. Por ahí, esa función la cumplía Mascherano. Hoy está más maduro, más abierto a hablar con todos y decir lo que piensa”, semblanteó alguien que conoce a la perfección los pasillos de Ezeiza.
La misma fuente asegura que la alarma empezó a gritar en el complejo de la Selección luego del 1-6 ante España del 27 de marzo de 2018, en el umbral del viaje a Rusia. Un equipo vulnerable, además sin Messi, recibió una paliza que pudo ser aún peor. En la mente del DT ya revoloteaban cambios que, por cercanía de la competencia y por los primeros vaivenes con el grupo, le eran difíciles de efectuar. ¿Confiaba en Chiquito Romero en el arco? ¿Y en Mascherano? Distintos gestos y situaciones marcaron que no, más allá del maquillaje.
Aun así, el plan general apuntaba a cobijar a la gran figura, con detalles como la preparación con sede en Barcelona. El arco le terminó propinando un golpe que dejó groggy a Sampaoli. Romero sufrió un bloqueo articular en la rodilla derecha y el cuerpo técnico decidió desafectarlo, aunque el guardameta entendía que podía llegar en forma al debut ante Islandia. El argumento fue que el DT quería un arquero con el que pudieran entrenarse a lo largo de la puesta a punto. Siendo uno de los referentes, puertas adentro las razones no resultaron suficientes, más allá de que todos mantuvieron el compromiso detrás del objetivo. “Eso fastidió”, martilló la misma voz.
En reemplazo de Chiquito entró Nahuel Guzmán, a quien, según el propio portero, el coach le había sugerido que tenía asignada una de las plazas para el Mundial. Luego, lo dejó afuera. Y lo volvió a citar ante la lesión del titular. Idas y vueltas que no abonaron a la credibilidad del grupo con el entrenador.
Pero en el Mundial la situación empeoró, exacerbada por las diferencias en superficie dentro del propio cuerpo técnico. “Por ahí Sampaoli decía A y Beccacece decía B, sobre un mismo ejercicio o jugada. ¿A quién le tenían que hacer caso los jugadores?”, puntualizó la fuente el nivel de incomodidad que reinaba. “Por momentos, directamente no se hablaban entre ellos. O Sebastián prefería no tener participación de la charla técnica”, agregó otro observador que dio el presente en Bronnitsy. Además, quienes lo vieron trabajar a Sampa en Ezeiza no desdeñan su capacidad, sino que alegan falta de tacto para conducir egos, al menos en Argentina (sí lo hizo y con éxito en Chile y en Sevilla, por citar dos experiencias). “No supo cómo manejar a la Selección. Y por momentos quiso ser más importante que los jugadores, no eran solamente un puntito en la pizarra”, profundizó uno de los testigos.
El momento más tenso se dio, precisamente, después del oprobioso 0-3 ante Croacia y la inminente chance de un adiós en primera fase, una situación impensada teniendo en cuenta la calidad de los jugadores. El periodista Ariel Senosiain publicó el diálogo entre Sampaoli y los referentes (con Messi, ahora sí, entre los protagonistas principales) en el libro El Mundial es Historias.
-No nos llega lo que decís. Ya no confiamos en vos. Queremos tener opinión.
-¿Opinión en qué?
-En todo.
-¿Y ustedes van a armar el equipo, dirigir los entrenamientos, todo?
“Me preguntaste diez veces a qué jugadores querías que pusiera y a cuáles no, y nunca te di un nombre. Decime adelante de todos si alguna vez te nombré a alguien”, lo cruzó Messi, dándole a entender que, hasta esa situación límite, jamás había interpuesto su criterio o relación con sus compañeros para objetar determinaciones o realizar sugerencias.
Según reza la crónica, “en la sala, además de los veintitrés jugadores y los tres integrantes del cuerpo técnico, estaba presente Claudio Tapia. El presidente de la AFA sabía de antemano lo que le dirían al entrenador, a quien sólo le dijo: ‘Tenés que ceder’”. Fue ahí que nació el “doble comando”, cristalizado en aquella foto de Sampaoli, Mascherano y un pizarrón en Rusia. Alcanzó para el triunfo épico ante Nigeria, pero no para vencer a la superpoderosa Francia, que de todas formas tuvo sus momentos de flaqueza.
“Sebastián Beccacece pensó en renunciar. Sólo lo frenó el pedido de Tapia a su representante Cristian Bragarnik: ‘Decile que por favor no se vaya, es al que los jugadores escuchan’. Beccacece, incluso, le advirtió a Sampaoli que un entrenador no podía bancarse todo”, apuntó Senosiain en su texto, sobre el epílogo de aquel agitado cónclave.
El final es el conocido. Argentina se repuso con el angustiante 2-1 ante Nigeria, aquel del gol de Messi tras un control increíble y la aparición salvadora de Marcos Rojo. Y el 3-4 contra Francia le bajó la persiana formalmente al sueño de Argentina, aunque ya estaba herido de muerte por el contexto. Cuentan que Sampaoli no le puso palabras en el vestuario al cierre de la inestable aventura, tal vez anhelando cumplir con el contrato hasta Qatar 2022, tal como lo había rubricado.
A la distancia, como sucedió con Di María, otros jugadores abrieron las puertas de la intimidad y dieron su versión sobre el clima en el que convivieron en Rusia. “La responsabilidad (en Rusia 2018) es colectiva, no solo de Sampaoli. Es un equipo y sobre todo cuando lo integran jugadores inteligentes con jerarquías como teníamos nosotros. Son responsabilidades compartidas. Lamentablemente no llegamos bien al Mundial, no empezamos el primer partido de la mejor manera y eso hizo que empecemos a cambiar, a dar muchos volantazos, que dentro de un Mundial no es bueno”, opinó Mascherano.
Agüero, que no gozó del pleno respaldo del DT a pesar del esfuerzo que había hecho para llegar al Mundial (y de haber mostrado buen nivel en el torneo, convirtiendo dos goles), sentó postura a su manera, en una transmisión por Twitch en la que repasó la victoria ante Nigeria y el festejo alocado del zurdo de Casilda en el gol de Marcos Rojo.
“¿Qué hace? ¿Qué estás haciendo, señor, adónde vas? ¿Adónde vas? Corré para el lado donde estamos nosotros, adónde vas corriendo para el otro lado, adónde vas?”, se burló en primera instancia. Luego, le volvió a dar play al video, y pulsó la pausa cuando Sampa ensayó el salto. “¿Qué hace? ¿Pero qué hace?”, lo aguijoneó nuevamente.
“Lo más destacable es que después de que se fue de la Selección, no volvió a hablar del tema”, resaltó una de las fuentes con mucho recorrido en Ezeiza. En efecto, sólo se refirió a su resonante tropiezo muy elípticamente. Por ejemplo, en 2019, en una conferencia que dio en Brasil.
“El fútbol es la política, a veces lo conduce gente que no tiene la paciencia de sostener un proceso, sino que lo quiebra automáticamente cuando es atacado por ese proceso. La cara más directa es el entrenador. Pero el jugador también sabe que el entrenador es el culpable directo. Y muchas veces se corre del entrenador. Y el entrenador queda solo, expuesto. Con la gente, con los medios. Y es sacrificado como el gran responsable”, sentenció. ¿Fue, acaso, su visión sobre lo ocurrido en la Copa del Mundo?
Lo concreto es que seis jugadores y Scaloni tendrán revancha este martes en el estadio Lusail. Y el premio es mucho más suculento que salvar la ropa, como sucedió en 2018: ni más ni menos que el pasaje a la final del Mundial.
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