(Enviado especial a Doha, Qatar) A cualquier costado para donde uno mire hay ojos rojizos. Amagan con lagrimear. Lo que acaba de ocurrir fue un shock que demandará un buen rato para reponerse. El partido, ese que estaba ganado, de golpe se embarró, se fue al alargue por muy poco del rival y encima la fortuna no había aparecido de nuestro lado en el suplementario. Pero ahora había abrazos por doquier, mientras las miradas se iban al festejo del campo de juego.
Emiliano Martínez se había convertido en héroe hacía apenas unos segundos. Una vez más. Steven Berghuis y Virgil van Dijk habían padecido las voladas del Dibu, pero cuatro de los cinco pateadores neerlandeses habían tenido que convivir con distintos tipos de juegos mentales del arquero argentino. Tocaba la pelota, les amagaba a lanzárselas, les quería dar la mano. Lo hizo con todos, salvo con el gigante defensor del Liverpool que lleva la cinta de capitán de Países Bajos.
El arquero vivió las escenas de un modo particular: no miró casi ningún lanzamiento propio y prefiere enterarse por la gente lo sucedido. Eso mismo había hecho también a los 73 minutos, cuando Messi había puesto el 2-0 transitorio. También mostró su costado más eufórico cuando tapó el segundo disparo y se quedó varios segundos gritándolo de cara a la tribuna celeste y blanca. Hubo 88.235 personas en el Lusail Stadium, de las cuales más de 80 mil vistieron de albiceleste.
Con la balanza para el lado nacional. Leo Messi, Leandro Paredes y Gonzalo Montiel pusieron las cosas a un paso. “Estaba muy tranquilo, con mucha confianza. Practiqué toda la semana, sabía que podía llegar esta posibilidad de los penales así que estaba muy tranquilo”, llegó a confesar en zona mixta el mediocampista de Juventus sobre su ejecución.
Pero llegó el primer temblor con el error de Enzo Fernández. El de River, que casi se convierte en héroe con un remate en el palo a los 120 minutos, falló por poco. Cuando retornaba al centro de la cancha, en esa caminata repleta de dolor, el primero en salir a recibirlo fue el capitán, con un claro gesto de líder.
Unos segundos antes habían salido a poner el pecho los otros dos grandes del plantel, Ángel Di María y Nicolás Otamendi. Lo cruzaron a Denzel Dumfries, que intentó hacerle juegos psicológicos a Enzo cuando iba a patear, pero también sobre Lautaro Martínez, el autor del tanto de la clasificación.
Y cuando la pelota del Toro cruzó la red, y muchos de los futbolistas argentinos decidieron gritarles en la cara a los rivales que estaban en la mitad del campo, Messi salió disparado. Se olvidó del Topo Gigio que le había hecho al DT neerlandés un rato antes y se guardó para el post otro gesto contra Louis van Gaal y compañía. Solamente pensó en el héroe, en el Dibu. Corrió hacia el gigante de casi dos metros que estaba tendido solo sobre el césped. Se lanzó sobre él, le dijo algunas palabras y se fundieron en un abrazo.
“No me acuerdo bien qué le dije, pero sabíamos que él iba a responder de esta manera, que lo había vuelto a hacer, que en los penales siempre es una fiera. Hoy respondió otra vez. No sé qué le dije exactamente, pero sí que confiábamos en él. Es una fiera en esta situaciones”, dijo el capitán en zona mixta ante los micrófonos de Infobae.
Después sí, vendrían gestos de Leo y también de Dibu contra el banco neerlandés. “Son cosas que pasan ahí dentro de la cancha. Creo que hubo situaciones que no tendrían que pasar dentro de la cancha, pero es parte del fútbol. Pasó de todo, pero es normal. Son cosas que pasan en un cuartos de final de un Mundial. Mucha tensión, mucho nerviosismo por ambos lados. Se había hablado mucho antes del partido, cosas que no nos habían gustado a nosotros, sentimos que nos habían faltado el respeto”, agregó Leo.
Un rato más tarde se entendería también un poco más el motivo detrás de la celebración cargada de exaltación de Martínez. “Van Gaal dijo que tenían una ventaja si llegaba a los penales, necesita mantener la boca cerrada”, declaró en inglés ante la cadena Bein Sports3. Y en TyC Sports agregó: “El técnico lo dijo (que tenían ventaja en los penales). Yo le saqué captura y me lo guardé en el celular. Eso se lo mostré a Martín, mi psicólogo y prendió la dinamita”.
Todo esto se dio con un condimento extra: los futbolistas ya sabían lo que había pasado con Brasil. Minutos antes del pitazo inicial en Lusail, miles de argentinos andaban en las inmediaciones escuchando los penales del histórico rival o mirándolo en la pantalla gigante. Los jugadores conocieron lo sucedido en el vestuario: “Sabíamos porque los partidos son con mucho tiempo de diferencia. Pudimos ver el partido casi entero, en la prórroga estábamos viniendo al estadio. Cuando llegamos al estadio nos enteramos, pero eso no debía condicionar la manera que afrontábamos el partido”, confirmó el propio Germán Pezzella ante este medio.
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