Fue una victoria trabajada la del equipo de Lionel Scaloni ante Australia. Porque los oceánicos se abroquelaron en defensa desde el minuto cero y ofrecieron una oposición que no había exhibido, por caso, un equipo con más años de experiencia como Polonia. Sin embargo, el quiebre del marcador con el tanto de Lionel Messi abrió el juego y volvió a hacer vibrar al público albiceleste en Doha. Esta vez, estrenando un nuevo estadio: el asombroso Ahmad Bin Ali.
Desde muy temprano, cientos de argentinos se acercaron hasta la zona de Al Rayyan donde se halla ubicado la cancha ya que a escasos metros se encuentra un mall enorme donde se puede hacer compras, comer o beber en el patio de comidas o simplemente ver en vivo algún partido (en este caso el que fue el plato previo a Argentina-Australia, con el triunfo de Países Bajos ante Estados Unidos). Tomando la línea verde del metro, la última estación desemboca en un acceso al shopping y otro directamente al estadio. Ambos están conectados y se llega de un lugar a otro en unos 12 minutos.
Los hinchas argentinos llegaron confiados, sabiéndose favoritos. Con el repertorio de canciones que desplegaron desde el arribo masivo a Qatar. Y como llevan varios días, banderazos y son noticia a cada paso que dan en los medios locales, los anfitriones ya los adoptaron casi como propios. Así fue que dos mujeres musulmanas con shayla y abaya (el manto que las cubre pero deja descubierto su rostro) puestas, se mimetizaron con la orquesta sudamericana y alentaron a los muchachos de Scaloni en el medio de la tribuna -devenida en popular- detrás del arco donde convirtió Julián Álvarez.
Las qataríes se fueron soltando y empezaron a agitar los brazos al ritmo de cada una de las canciones de la banda argentina. Inclusive se pasearon de un lado al otro con el “se mueve para acá, se mueve para allá” y hasta aprendieron algunas palabras sueltas de varios temas. Sobre el final, se exacerbaron y pidieron prestada una bandera argentina para fotografiarse y la hicieron flamear un buen rato. Además de fanáticos de India, Bangladesh y Pakistán, lentamente los qataríes van tomando a Argentina como su país favorito tras la prematura eliminación en la Copa del Mundo.
A una butaca de distancia, pero en la misma realidad, un futbolista profesional observó el juego con detenimiento. Se trató del Chino Sergio Vittor, quien actualmente juega en el Damac Football Club de la liga de Arabia Saudita y supo ser compañero de Marcos Acuña y Rodrigo De Paul, por caso. De hecho el platense de 33 años llevó puesta una camiseta del seleccionado nacional con el número y apellido del Huevo, de la edición de la última Copa América ganada en Brasil.
Con piluso violeta para evitar ser reconocido, Vittor empezó calmado y miró el juego desde una mirada absolutamente analítica. Comentó con un amigo alguna jugada puntual y se desahogó en el gol de Messi, pero no mucho más. En el segundo tiempo, no se sentó un segundo y se fue contagiando del fervor de la gente hasta convertirse en una especie de barrabrava. Directamente se paró sobre la butaca, arengó a los de su alrededor y cantó como si fuera uno más. Y es que lo era, porque sobre el final hasta los mismísimos jugadores de campo se entregaron a los hinchas y se unieron al festejo.
“Parece que estamos jugando en Argentina”, fue una de las frases que soltó Lionel Scaloni en conferencia de prensa, en referencia al apoyo masivo del público albiceleste que tiene como refuerzos a varios qataríes, indúes y aficionados de zonas aledañas. ¡Si hasta los mexicanos y saudíes les desean buena suerte a los argentinos pese a haber quedado eliminados en su misma zona!
La cosa no terminó ahí, ni mucho menos. Nuevamente cientos de hinchas se quedaron casi una hora en las tribunas hasta ser escoltados por la seguridad privada del estadio hacia la salida. Las calles camino al metro fueron una fiesta. Una buena parte optó por ir a cenar al patio de comidas del mall contiguo y el shopping vibró como nunca: “Muchaaachos, ahora nos volvimo’ a ilusionar”. Mientras, en paralelo, los futbolistas del plantel argentino hacían lo propio en el vestuario y también en el micro.
Al abandonar el predio, el bus celeste y blanco se marchó a toda prisa camino a la concentración situada en Qatar University (a poco más de 20 minutos en vehículo) y aunque los vidrios cuentan con sistema aislante de ruido, los golpes al son de alguna de las canciones de moda fueron evidentes y se captaron por las cámaras que grabaron hasta entrada la madrugada qatarí.
Ahora será el turno de reponer energías hasta el próximo 9 de diciembre, cuando se disputen los cuartos de final contra Países Bajos. La cita será en Lusail y la fiesta que se montará en ese escenario promete ser mayor a las que se vieron hasta hoy.
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