(Enviado especial a Doha, Qatar) Apenas unos minutos antes, en el sector de prensa del Ahmad bin Ali Stadium, se respiraba un aire de tranquilidad. El equipo jugaba bien, dominaba y estaba más cerca del tercero que de sufrir el descuento rival. Los cuerpos tensos que atravesaron los partidos contra Arabia Saudita y México, que apenas se pudieron relajar sobre el final contra Polonia, empezaban a vivir el Mundial sin la ansiedad de lo incierto. Argentina parecía tenerlo controlado. Hasta el propio Sergio Goycochea, comentarista de un medio, aprovechaba una interrupción del juego para grabar con el celular una hermosa escena de la hinchada argentina cantando “muchaaachos”. Pero de repente nadie entendía bien lo que acababa de pasar.
Algunos tenían la mirada en el juego pero la mente en otro lado. Tal vez pensando qué debían contar de ese partido, destacar. Pero los encuentros duran 90 minutos. Un par de jugadas antes, Lionel Scaloni se había vuelto loco con el árbitro porque no le había permitido hacer el doble cambio de ingreso de Lautaro Martínez y Nicolás Tagliafico por Marcos Acuña y Julián Álvarez. Necesitaba piernas frescas para el cierre, pero el tablero electrónico no funcionaba y la terna arbitral le dio a Australia una acción más en ataque.
A los 76′, el disparo de Craig Goodwin, que se desvió en Enzo Fernández, fue un baldazo de agua fría. Paralizó los corazones. Y a partir de ahí se vivió todo con tensión. La gente entendió el contexto, alentó con fuerza. Celebró cada salida limpia, pierna fuerte y templada o llegada al área rival. Había que empujar al equipo.
Sin embargo, todo parecía venirse abajo cuando el defensor Aziz Behich sacó un inesperado truco de magia de su galera de recursos hasta quedar a pura gambeta mano a mano con el Dibu Martínez casi en el área chica. Lisandro Martínez voló, a lo Javier Mascherano versus Países Bajos en 2014, y evitó el disparo con la planta de su botín. Ya nadie entendía nada en el estadio, pero ese cruce se gritó como un gol en las tribunas. Fue el tercero de la noche, después de los desaforados festejos por los tantos reales de Lionel Messi y Julián Álvarez.
“La salvada son cosas, situaciones de juego que te llevan a eso”, declaró el propio Martínez ante Infobae en la zona mixta, segundos antes de reconocer que no había visto que la foto de su tapada ya era viral en redes sociales. “No sé ni lo que hice. Sentí que la pelota se fue afuera y eso a veces es gritarlo como un gol para los defensores”, agregó el hombre del Manchester United ante la TV.
Las caras eran de completa desorientación para entonces en la tribuna, más aún después del inesperado fallo de Lautaro Martínez a los 88 tras una genial acción de Messi, de la siguiente situación que le tapó el arquero y del tiro de Leo Messi que rozó el ángulo. ¿La balanza de la fortuna se estaba inclinando para el lado contrario?
Scaloni estalló cuando vio que el cuarto árbitro levantó el cartel electrónico –que ahí sí funcionaba– y mostró 7 minutos de adición. Miró al juez principal, Szymon Marciniak, y le hizo el típico montoncito repetidamente. Para entonces, ya ni Walter Samuel repetía la costumbre de salir a dar indicaciones ante cada pelota parada como lo había hecho a lo largo de todo el juego.
Las 45.032 personas –en un 95% de celeste y blanco– que pusieron a tope el estadio ubicado enfrente de un gigantesco shopping mall atravesaban el momento más álgido del juego. Faltaba un suceso infartante. El cuarto grito de gol de la jornada. 6 minutos y 35 segundos de los 7 que habían generado la furia de Scaloni. A Garang Kuol le quedó una pelota servida, casi sin esperarlo, como si el destino le estuviese dando una lapicera para escribir su nombre en la historia. Pero el Dibu Martínez se hizo gigante, le sacó el papel de las manos.
Tapó la pelota, pero su accionar generó un movimiento sismico en el césped. Cayeron encima de él Enzo Fernández y Nicolás Otamendi para abrazarlo. Unos metros más atrás se derrumbó Licha Martínez. En la puerta del área pareció desmayarse Rodrigo De Paul tras esa escena: “No podía más, la verdad. No tenía más. Por suerte fue la última. Por fortuna la agarró y estamos en cuartos”, se sinceró el mediocampista ante la pregunta de Infobae.
El árbitro pitó el final, todas las almas albicelestes volvieron a los cuerpos tullidos de tanta presión. Leo miró a uno de los costados, donde estaba su familia, y agitó el brazo. Una costumbre que viene repitiendo en cada encuentro. “Estoy feliz, disfrutando de cada momento. Es una locura cada vez que salimos a la cancha. Es muy especial ver a mi familia, a mis hijos sobre todo cómo sufren, los nervios que tienen, lo felices que son cuando van las cosas bien. Mi familia ya tiene Mundiales y Copa América, pero ellos es la primera vez que entienden lo que es un Mundial, la importancia de cada partido. Hablamos de todo el Mundial, de cómo van las cosas, de los partidos que pasamos. Lo están viviendo con mucha intensidad”, reconoció Messi en la zona mixta del estadio, dejando una ventana abierta acerca de ese saludo habitual.
El capitán también tuvo un gesto especial, mientras Ángel Di María saltaba enloquecido festejando de cara a la gente. Se acercó a Lautaro Martínez, le dio un extenso abrazo y le dijo algo al oído que quedará entre ellos. Pero no quedan demasiadas dudas del aliento que le brindó en esos segundos, del respaldo después de las dos fallas del Toro. También cruzó sonrisas y gestos de cariño con De Paul (”Otro pasito más”, le susurró el ex Racing), para luego caminar varios metros riéndose abrazado a Papu Gómez.
“Hubiese sido una locura que nos empataran en esa jugada e ir a la prórroga después del desgasto que habíamos hecho. Con experiencia, con la edad, me hace ver de otra manera todo. Es una alegría poder disfrutarlo con la gente, ver la locura que es la gente acá y en Argentina”, analizó el hombre del PSG más tarde.
El plantel se quedó varios minutos sobre el césped, posicionándose sobre el área que daba a la cabecera donde se aglutinaban los bombos y los trapos argentinos. Festejó, cantó las canciones y disfrutó del amor del público que otra vez marcó la localía en Qatar. Dibu Martínez llegó corriendo a toda velocidad y se trepó sobre la espalda de Gerónimo Rulli, que se adelantó un poco para que el arquero recibiera una merecida ovación. “La verdad que todo lo que nos transmite la gente es hermoso. Estamos muy contentos, disfrutamos muchísimo que nos alienten como lo hacen. Desde adentro de la cancha intentamos transmitir lo que ellos hacen de afuera”, lo resumió Alexis Mac Allister.
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