(Enviado especial a Doha, Qatar) Cuando el auto salió de la ruta y pegó la vuelta en una pequeña rotonda, el GPS marcaba que faltaban un par de metros para llegar. ¿Será acá? Las imágenes de los últimos 20 minutos del viaje habían sido de enormes construcciones con detalles faraónicos, descampados gigantes y obras en pleno proceso. La secuencia se repetía una y otra vez. Del impacto por los portones dorados, a la sorpresa por los terrenos vacíos oscuros. Estacionamos en la puerta de una casa en proceso, con el retrato típico de cualquier obra. En el espacio de unos pocos metros, una casa rodante repleta de calcos argentas, un Mercedes Benz gris coqueteando con el suelo y un grupo de hombres vestidos con túnicas blancas copando el medio de una calle inactiva. Era acá, sin dudas.
Todo había empezado un par de horas antes. “Tengo una fiesta de un jeque”. El mensaje que llegó al celular no dejó espacio a dudas. Cuántas veces íbamos a tener la oportunidad de conocer la cultura qatarí por dentro de esta manera. Había que hacerlo. Dejar otras cosas de lado. Disfrutar la experiencia.
No sabíamos si como periodistas todavía éramos bien recibidos o íbamos a ser tomados como intrusos. Pisamos sobre seguro. Saludamos respetuosamente a una persona que estaba apostada en una imponente puerta de vidrio enmarcada en metal dorado y seguimos unos pasos más hasta un espacio abierto donde se veían algunos argentinos con los colores celeste y blanco. La fiesta, nos enteramos, era de Mabkhout, un influencer, empresario, ¿jeque?, qatarí que tomó profunda popularidad en su país desde que en el 2014 se sacó una foto con Lionel Messi. “Es tan importante porque es el primer influencer de este país, aquí se lo respeta”, nos argumenta alguien de su entorno para resumirnos quién es. Es el mismo que apenas arrancó el Mundial citó a un grupo de 30 hinchas argentinos para agasajarlos.
Esta vez el motivo de la invitación era celebrar el pasaje a octavos de final. Al costado del lujoso frente de su ante casa –los hogares son privados, sólo abren las puertas para sus cercanos– había un enorme espacio abierto completamente alfombrado, con una decena de sillones y mesas para cenar. Al fondo, una carpa con una pantalla gigante donde transmitían España-Japón, que también contaba con otros cómodos asientos y dos gigantescas tortas con los colores de Argentina que eran iluminadas por unas coquetas arañas. Pero, ¿para qué eran esos dos atriles plantados en el medio del lugar con diez espadas enfundadas?
Llegamos cuando ya estaban levantando la comida, por lo que lamentamos no poder sentarnos a comer –con las manos, por respeto a sus costumbres– el arroz con cordero que sirvieron en fuentes similares a la de la paella acompañado de gaseosas o agua. El alcohol, claro está, en este país está restringido a gran escala y esta no iba a ser la excepción.
El anfitrión se pasea de un lado para el otro. Se saca fotos con los invitados y trae unas bengalas para incitar el show argento. Él quiere que se largue el cancionero. Los invita unos pocos metros hasta el asfalto, saca su celular y arenga a que arranque el ritual futbolero albiceleste. El humo rojo domina el ambiente, empieza a hacer calor, Mabkhout graba contento el espectáculo. Un rato antes, dos de los argentinos habían llegado hasta el techo del salón de recepción para desplegar una inmensa bandera con la imagen de Messi.
“Me gusta el fútbol por Argentina. Los argentinos son buena gente. Y a nosotros nos cae bien la buena gente, la gente que respeta. Además, a los argentinos les encanta el fútbol”, dice ante Infobae a través de Zayn, un hombre que se define como representante de futbolistas que tiene raíces familiares de Medio Oriente, pero es español. Él es el puente para poder dialogar con el anfitrión. “Soy su amigo”, aclara antes el traductor improvisado.
El primer gesto que hizo resonar el nombre de este “jeque influencer” se dio unos días antes del Mundial, cuando un grupo de argentinos que había arribado hasta la frontera qatarí en bicicleta y casa rodante no podía ingresar al país. Estaban allí, buscando una solución y cantando las canciones de cancha argentinas. Mabkhout se enteró por Snaptchat y acudió a su rescate. Los hizo pasar. Acá es una verdadera celebridad. “Ellos me contactaron, pero cualquier qatarí que me hubiese contactado yo también hubiese ido a ayudarlo”, afirma. “Lo paran cada tres pasos a sacarse fotos, a saludarlo. Con respeto, le dicen ‘ey, Mabkhout’”, devuelve Leonel, un joven argentino al que conoció en la calle y fue invitado a su casa para la primera celebración junto con su padre.
Aquel había sido el acercamiento inicial con hinchas argentinos. Les preparó una bienvenida en su mansión, pero horas antes de ese evento conoció a estos padre e hijo que estaban por la calle con una remera. Les sacó charla, les mostró su Instagram plagado de fotos con Messi. Se sorprendieron y les extendió la invitación a ellos para esa primera celebración. Allí, aseguran los presentes, estuvo también el padre de Antonela Roccuzzo; inclusive Mabkhout los acompañó para la excursión por el desierto que la propia rosarina mostró en sus redes sociales con unas fotos. “La familia de Leo para mí es mi familia. Estoy a gusto de llevarlos a conocer mi país. Cualquier cosa que necesiten aquí, estaré dispuesto a ayudar a la familia”, aclara.
“Estábamos el tercer día acá en Doha, habíamos ido a hacer la Hayya Card. Mi hijo le estaba mostrando la camiseta de la Selección a un turista. Él se acercó, le tocó el escudo de la AFA a la camiseta y dijo que no era original. Se refería a que no era de jugador. Nos quedamos debatiendo un poco, abre su Instagram y empieza a mostrarnos fotos con Messi... ¡Muchas! Dijimos, quién era este personaje”, relata Charly.
“Siempre voy a ver fútbol a Barcelona desde 2013, cada fin de semana voy a ver el partido. Por Leo me gustó el Barça, me gustó ir a ver el Barça siempre. Viajé por ver a Leo y poder conocerlo. En el 2014 fue la primera vez que vi a Messi. Estaba viajando con él en el mismo vuelo, en un partido contra Eibar en el país vasco. Viajaba en el mismo vuelo con Barcelona. Pude hablar con Messi. Le dije estoy enamorado de ti, me encantas. Una, dos, tres veces que lo vi le dije lo mismo. Y ya tengo una relación con él. Messi es buena gente y es muy tranquilo. Nunca le dice que no a las personas”, reconoce el “jeque instagramer”.
Esa es la definición que da la cordobesa Flor Santucho mientras se ríe en un costado de la fiesta. Ella llegó por intermedio de Charly, quien ante la propuesta del qatarí dudó y decidió sumar más gente como resguardo. “Un amigo del Barwa, donde nos estamos quedando, conoció al jeque en la calle el día que llegamos nosotros y nos invitó a la casa a un agasajo porque le gustan mucho los argentinos. Vinimos todos esa noche y ahora es la segunda vez que vinimos. Es jeque, influencer, tiene varios negocios... Amigo de Messi”.
“Nos dijo que a la noche iba a hacer fiesta para unos argentinos y nos invitaba. Nos cruzamos los teléfonos, quedamos en contacto. Estoy con mi hijo de 17 años y me daba cosa ir solo. Invité a unos argentinos que había conocido el día previo, como respaldo. Terminamos viniendo 18, le pedí autorización primero. Él encantado”, suma Charly.
La primera vez fueron la mitad de los invitados esta noche. Ahora hay alguna cámara de TV qatarí y un grupúsculo de periodistas argentinos, entre los que está Infobae. El anfitrión prometió fiesta si Argentina pasaba la fase de grupos la última vez que se vieron y cumplió: “Cuando vinimos la primera vez le dijimos qué pasa si Argentina va ganando, ¿vamos a festejar con vos o no? Y él dijo que sí. Apenas terminó el partido nos dijo: ‘Mañana fiesta en mi casa, se festeja, lo quiero organizar bien, no lo quiero hacer hoy’. Vinimos todos a festejar que pasamos a octavos. Nosotros tenemos un grupo de Whatsapp con el grupo que estamos en el Barwa. Y el jeque ahí nomas nos dijo este es mi número, por favor agréguenme a su grupo, lo que necesitan me avisan”, afirma Flor.
En la velada se identifican distintas mujeres argentinas, pero no se ven qataríes. El movimiento será entre esta especie de patio delantero y el espacio para huéspedes que tiene una recepción con una pequeña Copa del Mundo dorada –¿será de oro?– y el logo del Mundial. El lugar tiene distintas habitaciones para sentarse, con comida, y un baño decorado con estilo moderno. Lo sorprendente es que esta celebridad qatarí tiene menos de 500 mil seguidores en Instagram. Muchos, es verdad, pero no es un número tan impactante en el planeta virtual. El detalle es que cuenta con la espalda de ser el primero de su país y, además, de tener como seguidor al mismo Lionel Messi. Bah, tenía. Hace unos días misteriosamente Leo dejó de tenerlo entre su selecto grupo de menos de 300 seguidos. Sí sigue en la lista de Mabkhout, Rodrigo Messi, el hermano mayor y una de las personas de confianza del diez.
“No es una relación diaria, es una relación de vez en cuando. Hablamos, no somos íntimos amigos. De vez en cuando, dependiendo cómo está la situación. Si está por aquí. Aunque eres su amigo, al final es Leo, no vas a tener una relación diaria con él. Tiene su trabajo, su vida, tienes que organizar”, nos explica por intermedio de su improvisado traductor.
Los argentinos comieron el cerdo con las manos y los ayudantes del dueño de casa retiran en bolsas de consorcio negras lo que sobró. Lo suben a la misma camioneta utilitaria con puerta lateral en donde la trajeron. El jeque ayuda, saca algunas botellas plásticas de agua de la mesa. Mientras tanto, los invitados se dividen entre aquellos que van a la carpa para mirar el partido en curso y los que se sientan en sillones al aire libre para degustar un postre –unas pequeñas bolas de masa frita con una sabrosa mermelada dentro– y tomar una infusión. Otros están dentro, dialogando. Incrédulos todavía por la experiencia. Un muchacho aparece con una banana. Su grupo de amigos se ríe. “La encontré adentro”, cuenta riéndose.
Mabkhout se saca fotos delante del gigante telón de Messi que lanzaron desde el techo de su casa. Pasan los argentinos y él al otro día replicará algunas stories desde su cuenta. No sabemos si está a gusto con la entrevista o si pretende dejar de responder. Pero nos cuenta sobre aquella remera que logró conmover a Messi: “Cuando vi a Leo la primera vez llevé la camiseta de Thiago. Cuando vio la camiseta, se acercó Leo. Fue la primera foto de Leo y la primera firma de Leo. Decía: ‘Si hubiera alguien que se puede comparar con Leo, va a ser su hijo Thiago porque es parte de Leo’”.
Él lo ama. Es fanático de su carrera, pero también sabe que gracias a esa primera postal juntos logró tomar una gran repercusión en redes que lo transformó en esta especie de celebridad que es hoy en día en su país. “No va a haber como Leo. Es algo malo para quien le gusta el fútbol, no va a haber otro como Leo”, repite.
Al mismo tiempo repasa de memoria el museo de camisetas del Barcelona con el dorsal de Messi que tiene en una de sus habitaciones. “Tengo muchas camisetas de Leo. Las importantes las tiene él y las que no son importantes se las dio a los amigos, o las ha regalado. Jugó semifinales del 2011 en el Mundial de clubes contra un equipo qatarí y el capitán de Al-Saad es íntimo amigo mío. Leo le dio la camiseta al capitán y él me la dio a mí”, reconoce. Aquellos privilegiados que fueron la primera vez tuvieron acceso al recinto, rememora Charly: “Fue una velada como la de hoy, estuvo fantástica. Nos terminó con un cierre llevándonos al museo, que tiene un museo de Messi increíble. Con un montón de camisetas, cada botín o camiseta tiene su historia y te la cuenta. Es un apasionado de Messi y Argentina”.
Mientras el influencer qatarí fanático de Messi repite algunas palabras en argentino que aprendió, agradece una vez más al rosarino porque “por una foto sola” dice que es “famoso desde el 2014 por él”. El show está a punto de comenzar. Suenan unos tamboriles. Hay dos filas de hombres vestidos con túnicas en cada lado parados ante un micrófono y enfundan sus sables. Otros están en el medio tocando los instrumentos. Arrancan una danza, un periodista qatarí toma estas espadas e invita a algunos argentinos a sumarse al baile. Son falsas, de utilería, para llevar a cabo este espectáculo.
Retomamos el camino, volvemos a mirar para atrás. Ahora el Mercedes Benz está abierto, un qatarí sentado arriba con la puerta abierta y unos cinco argentinos mirando, preguntando, sorprendiéndose. Más de lo que ya se han sorprendido hasta el momento en una noche inolvidable.
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