Padre futbolista y abuela goleadora: los secretos jamás contados de la familia de Lautaro Martínez

El delantero de la Selección traía la pasión por el fútbol en su sangre. Su círculo afectivo estuvo y continúa ligado al deporte

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Lautaro Martínez de mascota junto
Lautaro Martínez de mascota junto a su padre cuando jugaba en Villa Mitre de Bahía Blanca (izquierda); Lautaro junto a su hermano Alan, su papá Mario y su abuela Luisa (derecha)

Los jugadores se esculpen y perfeccionan, pero también traen consigo algo en la sangre. Y Lautaro Martínez es un combo de todo: mentalidad, perseverancia, cualidades técnicas y físicas, y también genética por su padre futbolista y además sus abuelos, pioneros en el deporte predilecto. Puede que no sorprenda que su abuelo Mario Oscar haya jugado al fútbol y tras su retiro haya hecho incursión en el referato, pero lo más sorprendente es que su abuela Luisa Esther Aguilar sea recordada como una goleadora letal por sus pagos cuando el fútbol femenino todavía no se había desarrollado del todo.

Luisa solía inflar las redes y fue una de las pocas futbolistas en Bahía Blanca en su época. Y en su casa, con Mario Oscar, compartían pasión. El abuelo de Lautaro era zurdo y, con el tiempo, cambió la pelota por el silbato y ejerció muchos años en las ligas aledañas al territorio bahiense. Cuenta una leyenda familiar que la mamá de Lautaro insultó en un partido a su futuro suegro sin saber quién era, durante un partido en el que Mario José -papá del delantero de la Selección- jugó y fue arbitrado por Mario Oscar.

El padre de Lautaro nació en el año 1972 en Punta Alta y se crió en Bahía. Siempre tuvo cerca una pelota dando vueltas y fue su pasatiempo favorito en la niñez. Un captador de aquellos tiempos le vio pasta en un picado de barrio y lo fichó en Villa Mitre como defensor. Fue utilizado de zaguero central, líbero y marcador izquierdo, para aprovechar su pierna zurda. A los 14 años jugó su primer partido en la Reserva y, con apenas 16, debutó en la Primera.

Lautaro junto a su abuelo
Lautaro junto a su abuelo Mario Oscar, que fue futbolista y también árbitro

Villa Mitre apostó fuerte en el año 1991, se reforzó con buenos jugadores (entre los que resaltó Omar De Felippe), contrató a un técnico de Capital Federal (Eduardo Grispo) y luego de 45 años logró el campeonato de la Liga del Sur. En el año 99, le ganó una final a Douglas Haig de Pergamino y ascendió por primera vez a la B Nacional. Mario Martínez fue partícipe de los dos años del Tricolor en la segunda categoría y permaneció una temporada más tras su descenso. Ahí cambió de aires y pasó por Rosario de Puerto Belgrano y Racing de Olavarría, registrando ascensos con ambos al Argentino A. Pero como la familia Martínez se había agrandado con la llegada de Alan y Lautaro hacía un tiempo, se instalaron nuevamente en Bahía Blanca, donde Mario despuntó el vicio por la pelota desde 2005 hasta 2009 con la camiseta de Liniers, con la que obtuvo tres campeonatos al hilo y el ascenso al Argentino B. Tuvo un impás como técnico en las formativas del club y acabó jugando en la Liga Comercial zonal.

“Siempre la luché y mi familia me acompañó a todos lados donde fui. Estoy contento de lo que pude alcanzar como deportista, logré un montón de títulos, ascensos y me siento reconocido en la ciudad, más allá de que hoy sea ‘el papá de...’”, confiesa Mario, que si de algo se arrepiente es de no haber mantenido su trabajo como operario en la Base Naval de Puerto Belgrano (fue motorista de avión durante cinco años) pese a haberse implicado de lleno como profesional en Villa Mitre tras el ascenso a la B Nacional, su época más dulce.

Por cuestión generacional, Lautaro no tiene recuerdos de sus abuelos jugando al fútbol, pero sí de su padre. Mario fue capitán y referente en varios de los equipos en los que jugó y les inculcó el amor y compromiso por la pelota a sus hijos. Alan (categoría 96) y Lautaro (97) fueron desde mascota hasta alcanzapelotas. Ensayaron sus primeros remates en escuelitas de fútbol de Bahía Blanca, Punta Alta y Olavarría. Pisaron tribunas, se empaparon de clima de cancha, olfatearon vestuario. Y así, le sacaron ventaja a otros chicos de su misma edad. A Lautaro le llamaba la atención todo: cómo el DT daba una charla técnica, cómo se vendaban los jugadores y el olor de la crema que usaban los masajistas en las piernas de su padre. “Ya desde ahí me di cuenta que iban a seguir la herencia de sus abuelos y su padre”, revuelve en su memoria el papá del 22 albiceleste.

Lautaro Martínez alentando a la
Lautaro Martínez alentando a la selección argentina

Como Liniers tenía mejores instalaciones para entrenar que Villa Mitre, Mario se inclinó por el Chivo pese a sentirse identificado con ambos clubes. Lautaro maquillaba la diferencia de edad con su hermano Alan y gracias a eso le permitieron jugar juntos. Alan salió defensor, como papá. Y aunque no renegaba cuando le tocaba ir a la cueva, Lautaro se percató de que tenía facilidades para desempeñarse como delantero: usaba las dos piernas, tenía potencia para rematar y forjó su faceta goleadora. Más precisamente como extremo derecho y con un apodo característico por su parecido físico: Claudio Paul Caniggia (¡sí, increíble pero de chico era rubio!).

Las extensas jornadas de fútbol infantil eran presenciadas por toda la familia. Abuelos, padres y hermanos. Karina, la mamá de Lautaro, llevaba pastafrola y cargaba el termo con agua caliente para pasar las tardes y así abastecer a su séquito y también a los entrenadores de turno. Los días de partido se estiraban desde las 10 de la mañana a las 6 de la tarde. Si bien se da el gusto de viajar a Italia para verlo en persona, juran los locales que su madre le tira besos al cartel que muestra a Lautaro en la puerta del predio de Liniers cada vez que pasa andando en bicicleta.

Lauti era obediente y aplicado. Les pedía a sus padres que le hicieran pasta antes de jugar los partidos y en los recreos de la escuela se sacaba de encima la tarea para tener la tarde libre y así poder preocuparse solamente en el fútbol. No había mala cara cuando se trataba de entrenar o jugar, a diferencia de algunos otros chicos a los que les costaba madrugar. Y si había alguno que faltaba a entrenar, era él quien lo reprendía. Ejemplo dentro y fuera de la cancha, no se tomaba licencias ni para cumpleaños ni fiestas hasta altas horas de la noche.

De los sueños de niño
De los sueños de niño a jugar un Mundial: los secretos familiares de Lautaro Martínez (REUTERS/Dylan Martinez)

Uno de los quiebres se produjo cuando Lautaro tuvo que optar por el fútbol y el básquet: “Nos sentamos y surgió la pregunta. Por la exigencia del fútbol, no iba a poder seguir jugando al básquet, tenía que optar por uno de los dos deportes. Esa fue una de las decisiones acertadas que tuvo en la vida. Capaz que si hubiera jugado al básquet, le hubiera ido bien, pero en definitiva eligió bien”. Quien decantó por el balón naranja fue el hermano menor de Lautaro, Jano, que se desempeña como base en Villa Mitre. De vez en cuando se arma un 2vs2 entre los Martínez, en Bahía o en Milán.

Lo apoyaron cuando se mudó de Bahía a la pensión de Racing, lo acompañaron cuando dio sus primeros pasos en la Primera de la Academia y no lo apuraron cuando sonó en el Real y Atlético Madrid antes de dar el salto a Europa para vestir la camiseta del Inter de Milán, donde es figura y amado por los fanáticos. Y hoy, el respaldo afectivo con el que contó el Toro para llegar a ponerse la camiseta de la selección argentina se sostiene en Doha, Qatar.

Los Martínez de Lautaro, presentes
Los Martínez de Lautaro, presentes en Qatar

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