* Enviado especial a Doha, Qatar
“¿Tiene credencial?”, preguntan en la estación de metro de la línea roja que está en la puerta de Qatar University. Son apenas unos pasos después de bajar la escalera mecánica donde los agentes de seguridad vestidos de rojo, celeste y negro –contratados especialmente para el evento y que se replican de a miles por las calles– realizan el primer filtro. Los periodistas que se encaminan a arribar a los 15 minutos de entrenamiento que muestra la selección argentina varios días a la semana quedan cercados en un corralito hasta que los trasladan; los turistas o residentes, se marchan por otra puerta.
Llegar hasta la puerta del búnker de la Albiceleste es una verdadera misión imposible. Los periodistas con acceso al lugar pueden subirse a los buses que se mueven dentro del gigantesco predio que aglutina a decenas de universidades del país anfitrión del Mundial o ingresar con vehículo propio. Pero nadie puede escapar a los controles.
Un fanático latinoamericano, principalmente de Lionel Messi, intentó filtrarse entre los periodistas con la credencial de la organización que tenía en una de las prácticas. Pasó algunos puntos de control, pero al llegar a los metros finales de acceso al campo de juego de entrenamiento no pudo avanzar más. Como ocurre en casi todos los lugares de este país, los agentes de rojo y negro están a cargo de evitar filtraciones. Este enorme grupo es una especie de policía de tinte más civil que reglamentaria que arribó principalmente de países africanos o de Medio Oriente especialmente para la competencia.
La mayoría de los lugares que aglomeran una gran cantidad de público tienen un control con escáner para objetos y también un detector de metales para los cuerpos de las personas. Hay que dejar el celular a un costado y esperar a que pasen la pala detectora por el cuerpo para poder acceder. A veces el ingreso es más flexible, pero en otros casos un simple botón de una bermuda puede hacer sonar el detector generándo una preocupación. Incluso pueden exigir que no se ingresen golosinas a un estadio.
Previamente, se coteja con un sistema digital las credenciales de cada periodista: si el código lanza una luz verde en el lector del agente, se puede seguir adelante. Este mecanismo que se replica en estadios y fan fest, también está presente en el predio de entrenamiento de la selección argentina.
Sin embargo, esto ocurre cuando la delegación nacional anuncia que abrirá las puertas 15 minutos para el acceso a la prensa. Si eso no está habilitado, las restricciones son mayores. Y, en tal caso, es entendible: deben cuidar al mejor jugador del mundo y uno de los máximos exponentes de la historia. No puede haber espacios a conflictos.
Si bien el predio universitario tiene una afluencia habitual de unos 25 mil estudiantes durante el ciclo lectivo, para la Copa del Mundo se detuvieron las clases y sólo quedaron viviendo allí los pocos residentes que se hospedan en los hostels.
A ellos, que están en su hogar qatarí, les piden que no anden caminando por la zona y utilicen los buses internos para poder salir. Si logran saltear a algún policía desprevenido y llegan hasta la puerta del búnker, aparecerá un oficial a exigirles: “No pictures, please go”.
Los estudiantes que viven en la universidad deben mostrar la tarjeta de staff o de estudiante para poder franquear la puerta de ingreso. “La puerta número 3 está destinada para estudiantes y otras dos puertas para staff y selecciones”, le explica a Infobae la periodista Jessica Costa, que llegó hace seis meses a esta Universidad por una beca. “También nos dieron una tarjeta especial que acredita que vivimos acá adentro en el hostel para que la seguridad nos deje tomar los buses, pero no nos dejan entrar caminando”, agrega.
La sensación que existe entre aquellos pocos que pueden entrar a esta ciudad universitaria es que la selección española –que también tiene a su delegación allí– no tiene un método de seguridad tan estricto como la Argentina. Barreras y alambrados detienen el tránsito habitual en la calle que lleva al hotel albiceleste, mientras que algunos curiosos lograron caminar por delante del edificio de la Furia Roja sin problemas.
A punto tal llegó el blindaje que los buses deben pasar por arriba de un boulevard para esquivar las calles de la Scaloneta y, en caso de que alguien sortee el primer paso de las puertas, hay otros cuatro puntos de control. Excesivo al nivel de que, en el primer entrenamiento abierto, una decena de agentes se posicionaron delante de los periodistas que estaban allí observando. Y fue el equipo de comunicación de AFA el que se encargó de pedir por favor que los ubiquen en sillas para no obturar la vista de los cronistas.
Lo cierto es que el puntilloso cuidado es una disposición que tomaron la FIFA y el gobierno qatarí, según le confirmaron a este medio. Lionel Messi genera una revolución en cada sitio que pisa e incluso corrió cierto peligro físico en los amistosos previos a la Copa del Mundo cuando varios fanáticos lograron saltar al campo de juego para abrazarlo. La sensación que queda en el aire es que Qatar no quiere disgustos en este enfoque.
Sin las míticas lonas verdes de Daniel Alberto Passarella en el Mundial de 1998 que tanto debate generaron por entonces, hoy es casi imposible poder ver a un jugador albiceleste en Doha. Incluso hubo un extenso debate de varios días en los grupos de Whatsapp de los hinchas que arribaron a Qatar porque muchos querían realizar el banderazo previo a México en el búnker nacional, pero decidieron trasladarlo al turístico mercado de Souq Waqif cuando comprendieron que apenas iban a poder ubicarse a unos cuantos kilómetros de Scaloni y sus muchachos.
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