El último sábado de junio de 2018 fue el 23. Las tapas de los diarios no hablaban de él sino de Musa, un delantero nigeriano que había hecho dos goles importantes no sólo para su selección. Habían pasado nueve días desde el inicio de la Copa del Mundo y dos partidos de Argentina sin triunfos: un empate en uno contra Islandia y un tres a cero abajo contra Croacia comprometían su clasificación a octavos de final. Pero Musa metió un doblete, Nigeria superó a Islandia y el equipo dirigido por Jorge Sampaoli parió una esperanza: una victoria ante los nigerianos depositaba a la selección nacional en la segunda fase del Mundial.
El sábado 23 de junio de 2018 un sol pleno mitiga el invierno en la Villa Olímpica, mítico predio de Vélez Sarsfield en el partido de Ituzaingó. Mientras en el complejo Bronnitsy de Moscú, el técnico de la selección pierde autoridad, circulan rumores de acefalía en la conducción y sobrevuela el fantasma del Mundial corto de Corea-Japón, Newell’s y River definen el acceso a la final de la Superliga de inferiores de AFA en sexta división. Guillermo Balzi y Román Bravo hacen los primeros dos goles del partido. Juegan en Newell’s, tienen 16 años y no lo saben pero también marcarán en Primera: el primero jugará, al menos cuatro años después, 26 partidos y gritará dos veces; el segundo saldrá a la cancha tres veces y le hará un gol antológico a Independiente.
El descuento de River lo convierte otro proyecto de futbolista que será profesional al año siguiente: Lucas Beltrán, quien hacia finales de 2022 acumulará 47 partidos en la máxima categoría del fútbol argentino, diez goles y cuatro títulos. El 2 a 1 de Newell’s en la semifinal se repetirá una semana después en la final ante Vélez. El equipo rosarino dirigido por Sergio Castellanos será campeón de la sexta división de la Superliga de AFA el primero de julio, un día después de que Argentina quedara eliminada del Mundial de Rusia luego de perder 4 a 3 contra Francia en octavos de final.
El 10 de River de la sexta división que perdió con el Newell’s campeón fue Enzo Jeremías Fernández. Tenía 18 años y firmaba las planillas con su primer nombre escrito en imprenta. Había nacido en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, el 17 de enero de un 2001 que ya se adivinaba complicado. Hijo de Raúl y de Marta, su nombre no admite otra interpretación: un homenaje al futbolista uruguayo Enzo Francescoli, el primer Enzo. Raúl, hincha de River y de Francescoli, dirigía a la categoría 2000 en el club de baby fútbol La Recova de Villa Lynch, cuando salía de su trabajo en la Isla Maciel. Era una inversión de lo que no le sobraba: tiempo y energías. La 2000 era la categoría de estreno: recién se iniciaba en los torneos infantiles y había que reclutar a los chicos directamente desde las casas. Enzo, un año más chico, le pedía jugar con insistencia.
Lo hizo. La Recova es el lugar donde Enzo Fernández aprendió a jugar a la pelota. Pablo Esquivel, por entonces técnico de un equipo de Villa Ballester y con ojo de cazatalento, descubrió la gema. Dio aviso en River. Les apuntó: “Hay un chico 2001 de San Martín que juega bárbaro”. La respuesta fue “traelo”. Consiguió la dirección de la casa, se presentó ante Raúl y Marta y les explicó que cuanto antes se vaya formando en cancha grande, mejor. Costó convencerlos. Tenía cinco años el día que quedó en las categorías infantiles del club del que es hincha: “Me acuerdo que me dieron la camiseta y me dijeron ‘ya sos jugador de River’”.
“Me acuerdo que un día, arriba del 28, estábamos todos apretados, y él estaba sentado para que descanse. Me miró con ocho años y me dijo: ‘¿cuánto esfuerzo no, ma?’”, cuenta Marta en una entrevista publicada en El Destape. En novena división jugó poco, en octava también. La adaptación le costó: a veces iba al banco, a veces no lo citaban, a veces lo bajaban para jugar liga metropolitana. “Nadie sabe del sacrificio que hago, el barro que piso, las lluvias que sufro, el frío que paso, el calor que me sofoca, la tierra que me raspa, nadie sabe. Todos ven a ese que sale a la cancha vestido con la ropa del club limpia y en una cancha más o menos presentable, pero nadie ve a ese que semana tras semana se rompe el orto yendo a entrenar”, escribió en su cuenta de Facebook el 11 de mayo de 2016, con quince años y edad de novena.
Recién en séptima división empezó a ganarse un lugar entre los titulares. Era parte del proceso proyectado: la pieza del molde que sale bien. En la sexta dirigida por Guillermo Rivarola ya despuntaba su talento: Argentina perdía en los octavos de final de Rusia 2018 y en simultáneo Enzo Fernández perdía en semifinales de sexta. Fue su último paso por inferiores. No jugó en quinta ni en cuarta. Luigi Villalba ya se lo había llevado a su Reserva.
Cautivó a Marcelo Gallardo durante una práctica en el River Camp a principios de 2019. Enzo, que por entonces tenía sólo 18 años y apenas trece minutos disputados en Reserva, la rompió y fue citado para formar parte de la nómina ante Patronato, el 27 de enero de 2019. Su debut oficial se demoró un año más: se dio en la derrota en Copa Libertadores por 3 a 0 ante Liga de Quito en Ecuador el 4 de marzo de 2020, al ingresar a los 35 minutos del complemento por Santiago Sosa.
El resto es historia conocida: préstamo a Defensa y Justicia, regreso temprano a River, venta millonaria al Benfica, primera citación a la Selección y un rendimiento que obligó a Lionel Scaloni a incluirlo en la lista mundialista. Cuatro años, cinco meses y cuatro días después de perder las semifinales de un torneo de inferiores, los diarios hablan de él: convirtió su primer gol en un Mundial y fue oxígeno en un partido angustiante. Marcó el 2 a 0 para Argentina ante México al minuto 86 por la segunda fecha del grupo C de la Copa del Mundo de Qatar 2022. El pase se lo dio Lionel Messi. Recibió, gambeteó, enganchó y la acomodó al segundo palo. La firma de Enzo.
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