La formación del seleccionado argentino para el enfrentamiento ante México es el secreto mejor guardado. Mucho más que los del Vaticano. Aunque no nos guste, hay razones atendibles. La actuación ante los árabes fue penosa y frustrante. Como quedó expuesto, hay jugadores que no están al ciento por ciento de la condición física. Y otros que decididamente jugaron mal. Esto el técnico lo puede arreglar muy fácil: se los cambia y a otra cosa. Las faltas de ritmo o pequeñas contusiones llevan más tiempo. Horas de juego o tratamientos intensivos que no alcanzan en los cortos momentos del Mundial.
La preocupación mayor es si el lesionado es Messi. La Argentina es un equipo con él a pleno y otro distinto sin él. Se lo vio contra los árabes. Con alguna merma en su cuerpo, fue el único que intentó. Pero Messi no está en el ciento por ciento de sus condiciones físicas. Los médicos lo protegen y se protegen. Forman parte de un cuerpo que no puede tener fisuras y menos filtraciones que le puedan dar pistas al rival.
A Messi, para ocultar este tipo de informaciones, lo acompaña un grupo de amigos del campeón que no dan malas noticias. Esto se complica si quien lo apaña es algún periodista. No sólo Messi jugó mal ante los árabes. Al equipo le faltó lucidez, Messi no tuvo compañía y el tampoco supo responder a las celdas que le tendió Araba en los distintos lugares del campo. Entró en todas. Esos calabozos figurados lo entramparon. Siempre tuvo uno, dos y hasta tres futbolistas rivales que lo presionaron como en el primer gol del equipo árabe.
Faltaron sus compañeros de siempre: Paredes, De Paul y Di María. Lentos, enredados en una telaraña defensiva de sus rivales y no aportaron. Algunos fueron reemplazados. El técnico, desde que llegó a Qatar, no dio en la tecla. Primero, con la lista de 26. Después retando a sus jugadores como un padre enojado por no haberle dicho la verdad. Más tarde, con la traumática exclusión. Luego con un planteo confuso y, finalmente, no resolviendo la estrategia que tenía en mente.
Queda claro, por los resultados que se están dando en Qatar, que México no es un rival fácil. Pero también viven sus conflictos. No tanto por sus lesionados, casi no los hay, sino porque un equipo con una defensa fuerte no convierte goles. A Gerardo Martino lo martirizan por su condición de extranjero y que no gusta lo que produce su seleccionado. ¿Tiene Argentina aire y fuerzas para presionar lejos de su arco? México sabe resolver esas situaciones saliendo largo por los costados. Deberá pelear con un equipo de buen manejo, entre los que se destacan Chávez, Herrera, Vega, Gallardo y Sánchez. Tienen buena técnica.
Pero volvamos a Messi. Es una preocupación que no esté bien. Jugará, porque tiene el mismo corazón y la misma vergüenza deportiva que Maradona, la de los grandes cracks. El tema es que dependemos de él desde hace por lo menos diez años. Los distintos entrenadores no supieron construir una alternativa que genere juego a su alrededor, y hasta por allí lejos de él. Un mal bien argentino. Siempre nos faltará un líder salvador.