Bilardo convocó a una charla después de perder con Camerún en el debut de Italia 90. Los jugadores llegaron al lugar y él estaba de espaldas. No hablaba. Sólo hacía flechas en la pizarra. De acá para allá dibujaba líneas sin decir absolutamente nada. Los jugadores miraban tan abatidos como sorprendidos. Aun los campeones del México ‘86, que ya lo conocían mucho, trataban de adivinar mientras esperaban que les dijera algo. Hasta que de pronto el Doctor se dio vuelta y todos lo tuvieron de frente. Estaba llorando. Vieron cómo le caían las lágrimas. Ahí recién exageró. “Si nos van a eliminar jugando así de mal, ojalá que se caiga el avión cuando volvamos al país”. El único que se le animó fue Diego. “Avíseme en qué avión van a ir así yo me bajo”, dijo, maradonió en realidad, y logró distender un poco el clima... Si bien el debut demoledor con Arabia Saudita trajo a la memoria aquella película, nadie le pide tanto al técnico de la Selección. Ahora, si es como piensa el mismo Bilardo, que “los grandes entrenadores se ven después de perder”, Scaloni deberá tomar decisiones y dejar el corazón en la mesita de luz.
Ya no importa comparar si esta caída fue peor que aquella, que de hecho es así por la calidad del rival y porque hoy Argentina es favorita en el Mundial. No aporta más que un dato que en aquella época se clasificaba el mejor tercero del grupo. La realidad es que la Selección está en estado de urgencia en la segunda fecha. México, que supo ser rival en octavos de final en 2006 y 2010, ahora llega anticipadamente. No pasa por morir con las botas puestas sino por buscar no morir. La decisión, entonces, no debería contemplar como slogan renovarles la confianza a los 11 que perdieron. No parece así de lineal por lo menos. Un palazo obliga a hacer correcciones. Deben jugar los que mejor están para enfrentar a México.
Ahí se abre la ventana del físico: no se puede dar ventajas porque perder te empuja hasta la puerta de tu casa. Alarma un poco cuando se habla de varios cambios posibles. Se debate si eso pondría en jaque -o si dejaría desnuda directamente- la convicción del largo invicto de la Selección. Pero no habría que asustarse por el título grandilocuente si llegado el caso salen Cuti Romero y Paredes porque el DT los ve falto de ritmo de juego en un Mundial. Ahí ya podrían sumar dos. Es difícil de creer que el otro día hayan salido sólo por su flojo nivel o porque se buscaba salida por izquierda con Lisandro Martínez... Y después, se habla de un lateral contra un rival que juega con extremos y tal vez un nueva opción para reemplazar a Lo Celso. Ninguna locura. Ya en la Copa América había hecho cambios Scaloni y no fue una traición a la Patria.
La cuestión física es un eje de discusión hace días. Adentro y afuera. Pasó un tanto inadvertido por la ilusión de la previa y tal vez por el peso de los nombres, pero la Selección debió cortar a dos jugadores porque no llegaron bien a Qatar. Y hubo un día en que se probaron a algunos jugadores más. Como si no hubiera sido posible prevenir esa situación con una evaluación previa al viaje... Ahora, desde la evaluación que hizo el DT porque siempre es complejo opinar de ese punto desde afuera, resulta raro pensar en que se recuperen en la cancha si la clasificación no está asegurada. El camino a la Copa del Mundo da información, rodaje, confianza, pero lo más importante es lo que pasa en los 30 días del Mundial. En vez de apuntar a que se expone a quien sale, se podría focalizar en qué se necesita aquí y ahora. Argentina no deja de ser favorita a ganarle a México, no pierde todo su prestigio, no hay que desarmar nada. Hay en qué creer. Eso no significa que se pueda modificar. Bilardo cambió en el 86, tanto que el Negro Enrique, que en algún momento pensó en hacer las valijas y volverse, recién fue titular contra Inglaterra. Ese día le dio “la asistencia” a Diego y no salió nunca más del póster. Sabella retocó el equipo titular cuando avanzaron las rondas en el 2014 y así llegó a la final que injustamente se perdió con Alemania. Hay un plantel y cuando se hace algún cambio el entrenador piensa en el bien del equipo.
Las voces que se oponen a cambios son válidas. No hay un manual para el éxito. Nadie tiene la verdad en el fútbol, aun cuando ganar a veces transforma defectos en virtudes. Cada vez hay más partidos o ciclos que se analizan con la tabla de posiciones. Se buscan los méritos después de ver el resultado y no las virtudes que hay para llegar al triunfo. Aunque ahora la Selección no debería poner en duda la convicción, todo lo que vivió, hay cuestiones también emocionales que hay que tener más en cuenta. Podría ser que nuevos debutantes en un Mundial sientan lo que sufrieron los que arrancaron contra Arabia, pero algunos ya rompieron ese cascarón. También pasa por aprovechar los momentos en un campeonato que se juega sólo en un mes. La famosa actualidad. Lisandro Martínez tiene una calidad descomunal y un nivel que lleva a que alguno le vea cosas de Passarella. Enzo Fernández este año es el jugador de más rápida adaptación a contextos nuevos. Julián Alvarez maravilló al mismísimo Guardiola, que a veces se podría confundir con un fan cuando habla de él. Cambiar, entonces, en vez de tomarse como algo tremendo puede ser una mirada ajustada a la necesidad. Trágico hubiera sido para Bilardo no ganarle a Rusia en Italia 90 después de lo que planteó con el avión...
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