Las puertas del imponente estadio Lusail se abrieron a falta de tres horas para el partido entre Argentina y Arabia Saudita, válido por la primera fecha del Grupo C de la Copa del Mundo. Pero antes de que se poblara por 88.012 espectadores según informaron las cuatro pantallas gigantes del escenario que también albergará a la final del certamen, los fanáticos albicelestes y saudíes tiñieron de color las estaciones de los metros hasta llegar a la estación de la cancha.
Fue una caravana interminable hasta cruzar el primer anillo de seguridad en el que había todo tipo de actividades y entretenimientos. Puestos de hidratación, música en vivo, una prueba de destreza con pelotas y un simulador, entre otras. Además, en varios atriles se regalaban banderitas de Argentina y Arabia Saudita, como así también cada asistente fue recibido en su butaca con una visera blanca que a la postre pocos utilizaron pese a que el sol pegó fuerte antes del mediodía.
Por la prohibición de alcohol, muchos argentinos decidieron ingresar temprano ya que no pudieron montar la famosa “previa” con algún aperitivo para ponerse a tono antes del encuentro. La fiesta argentina, con la motivación a cuestas de los recientes títulos de Copa América 2021 y Finalissima, más el invicto de 36 encuentros, no se hizo esperar. Cientos de hinchas entonaron las nuevas canciones para alentar al equipo de Lionel Scaloni, siendo la de “Muchaaachos”, con el ritmo de La Mosca, la más repetida. Se registró una explosión generalizada cuando Dibu Martínez saltó al campo de juego para realizar la entrada en calor... Y se magnificó con la presencia de Lionel Messi en el campo. Cada remate al arco del 10 argentino fue capturado por cámaras telefónicas o simplemente seguido por los ojos de casi todos los presentes.
El francés Hervé Renard ya había anunciado que buscaría hacerle un partido incómodo a la Selección y su público se prestó al juego. Cada corte de balón del bloque defensivo saudí fue celebrado como un gol a favor por sus fanáticos. Y los mismos se exacerbaban aún más cuando Messi perdía la posesión del esférico. Se aplacaron un tanto con el gol de Messi de penal al minuto 9, y se preocuparon de más con los tres tantos anulados por offside todavía en la primera parte. Pero se los notó confiados por lo que ofrecieron sus futbolistas en el entretiempo.
Los árabes aportaron bullicio, coreografías orquestadas por un hombre vestido con abaya (la túnica blanca que los caracteriza) sobresalía del resto, que formaban una masa verde detrás del arco que el Dibu Martínez defendió en el segundo tiempo -y paradójicamente donde se registraron todos los goles del match-. Los argentinos, al igual que el equipo, acusaron el golpe que significó el inesperado empate y aún más el cachetazo del 1-2 parcial.
Entre los más de 88 mil asistentes, hubo clara mayoría de los KSA, ya que la capital saudí (Riad) se halla a menos de 600 kilómetros de Doha (son menos de 7 horas de viaje en auto). Hubo dos elementos que pudieron haber confundido al que creyó que había paridad de fanáticos de uno y otro bando: primero que muchos hinchas neutrales acudieron con la camiseta albiceleste (los simpatizantes de países como India, Bangladesh, Uzbekistán Pakistán y Sri Lanka tienen devoción por Messi y Argentina) y segundo que también muchísimos saudíes lucieron su atuendo con la aba y alentaron a su seleccionado también.
En el anillo interno del estadio, fueron varios los musulmanes que se instalaron en una de las salas destinadas al rezo. Allí hubo fanáticos, empleados de seguridad y hasta voluntarios FIFA que se tomaron unos minutos para orar hacia la Meca.
El partido se le fue escurriendo de las manos a Argentina y la desesperación se empezó a apoderar de todos los integrantes de la delegación. Paulo Dybala no pudo contener su ansiedad y vio buena parte del complemento parado desde el banco de suplentes, donde se registraron permanentemente golpes contra el techo, insultos y caras largas por el resultado adverso. Tanto Scaloni como su ayudante de campo Walter Samuel se aproximaron en varias ocasiones a la línea lateral para exigirle al árbitro esloveno Slavko Vincic que apurara el trámite del cotejo.
Los saudíes repudiaron una actitud del equipo albiceleste, que entendió que uno de sus rivales había hecho tiempo -efectivamente, ya que estaba tendido en el césped, se paró y volvió a tirarse cuando vio que la pelota la habían recuperado los suyos- y no devolvió la posesión del balón. Hubo reprobación.
Y el momento de mayor tensión, congoja e incertidumbre se dio tras el golpe sufrido por Yasir Al Shahrani, quien impactó de lleno su rostro con la rodilla izquierda de su compañero y arquero Mohammed Al Owais, que inmediatamente se puso de rodillas en el suelo y pareció implorar por el estado de salud del lateral izquierdo, quien por unos instantes pareció perder el conocimiento. El cuerpo médico le indicó al banco de suplentes que debía ser reemplazado. Fue un duelo en trifecta con Nahuel Molina, que se había proyectado en busca del empate.
Los árabes se alborotaron y estallaron de júbilo tras el pitazo final. En cancha, pareció tratarse de un encuentro de eliminación de octavos de final en adelante. Y no es para menos: Arabia Saudita consiguió hoy el triunfo más importante de su historia y todo lo que le venga en la Copa del Mundo será gratis. En la salida del estadio, la “barrabrava” saudí entonó cánticos en su propio idioma, pero al mismo tiempo se la agarró con Messi e ironizó sobre su participación en el encuentro: “Where is Messi? I can’t see you” (¿Dónde estás, Messi? No puedo verte).
Varios argentinos, incrédulos por el resultado, permanecieron unos minutos en las tribunas masticando bronca. Algunos prefirieron guardarse las sensaciones y no sacar conclusiones en calientes. Otros se animaron a brindar su testimonio. Absolutamente todos mantienen la fe intacta. Y más aún cuando hayan escuchado o leído las declaraciones del capitán Lionel Messi.
LOS HINCHAS ARGENTINOS, DE LA EUFORIA A LA DESILUSIÓN
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