Ganó todo como futbolista y fue pilar en el título de la Argentina en el Mundial de México 1986. Pero Ricardo Omar Giusti sigue siendo la misma persona sencilla de siempre. Como aquel chico que desde su Albarellos natal soñó con jugar en Primera y también se consagró en Independiente. Fue amigo de Diego Armando Maradona a quien conoció en su paso por Argentinos Juniors. Debutó en la Selección de la mano de Carlos Salvador Bilardo y se fue con el Doctor tras el subcampeonato en Italia 1990, en el “The Last Dance” de ocho años inolvidables.
A sus 65 años el Gringo hoy se refugia en su pueblo ubicado a 32 kilómetros de Rosario donde es presidente del Sportivo Albarellos Fútbol Club y él mismo se ocupa de cortar el césped y otras tareas de mantenimiento. Sigue con la representación de jugadores en Visión Sport, la empresa en la que es socio con otros ex futbolistas, Daniel Sperandío y Daniel Luzi. En el umbral de la Copa del Mundo en Qatar y con su habitual amabilidad el ex volante aceptó la entrevista con Infobae.
-¿La Selección puede ganar el Mundial?
- La selección argentina viene de un momento brillante. Ganó la Copa América y les dio a los muchachos una tranquilidad interior que en los partidos siguientes a ese campeonato lo demostraron. Están más sueltos, se los ve muy bien, grupo homogéneo donde el líder está brillante, estoy hablando de Leo Messi. Todos los muchachos lo siguen y están compenetrados en la idea general del técnico y sus ayudantes. Soy muy optimista respecto a lo que viene. Es un muy difícil pronosticar un Mundial, pero estoy convencido de que van a hacer un buen Mundial. Pienso que van a jugar los siete partidos. Eso es un objetivo primario de cada jugador que integra un grupo que va a jugar un Mundial.
-¿Cómo se disputa una Copa del Mundo?
-Hay que jugar al fútbol. Esta Selección tiene una idea clara de cómo jugar. Ya demostró en la copa que ganaron y en los partidos siguientes. Lo demostró en la Copa América, La Finalissima contra Italia o contra equipos de otra jerarquía como Jamaica. Lo que uno ve es que hay una idea de juego muy clara. De ser protagonista, de buscar el resultado y el arco rival, de ir a atacar. En el Mundial van a salir a jugar de la misma manera, no veo motivos por los que cambie. Este equipo predomina el equipo adversario.
-¿Y los nervios del debut?
-El que no lo jugó nunca el primero o segundo partido, los nervios obviamente que van a prevalecer en los primeros minutos y no sabe lo que va a pasar. Es como un debut en la Primera División. Uno no sabe qué va a decir el árbitro, el compañero. A lo mejor en estos muchachos que están estas situaciones no les afecte ni tengan tantos nervios por este tema. Después cada uno de ellos de acuerdo a su personalidad y su carácter pondrá todo a disposición del equipo. Como siempre decimos los que jugamos Mundiales, son distintos a todos.
-Así como ustedes acompañaron a Maradona, ¿piensa que este grupo logró lo mismo con Messi, que haya esa fusión?
-Dentro de la cancha no cabe la menor duda de que es así. No hay una predisposición constante en darle la pelota a él. Hay algo muy sano y es que cada uno tiene la pelota, más allá de la posición en la que está Lionel, se la juega. Lo que veo en esta selección es la complementación que tienen algunos con toques cortos. Hay una situación que se da es lo sano para el equipo y si uno tiene que hacer alguna individualidad lo hace. Como tiene que ser y con total tranquilidad. Lo bueno es estar alineado a estos chicos es que son número uno. Se los ve dentro y fuera muy alineados con Lionel y eso es maravilloso.
En 1983 Bilardo asumió como entrenador de la selección argentina y de entrada impuso su estilo que apuntó a la táctica y armar un ataque desde una buena defensa. El proceso coincidió con una renovación de jugadores, entre ellos Giusti quien recordó cómo fueron esos inicios y las anécdotas de Mundial de México 1986 en las que las cábalas fueron como un dogma para el Doctor.
-¿Cuánto le costó adaptarse al estilo de juego de Bilardo?
-El primer partido que hicimos contra Chile, viene Bilardo y me dice “vos marcá al 10″. Era el capitán, un jugador muy conocido en Chile (Miguel Ángel Luis Gamboa Pedemonte), era uno de esos 10 que corrían poco, pero con una técnica y pegada formidable. “Vos cuidá al diez que es generador de juego y ellos organizan el juego a través de él”. Jugamos los primeros 45 minutos y el 10 ni se movió y yo estaba acostumbrado a ir y venir. Llegamos al vestuario en el entretiempo y le digo, “Carlos, mire, me siento incómodo. El tipo este no se mueve yo estoy ahí”. Entonces se me empezaron a cagar de la risa y me dijo, “vos despreocupate y cuando quieras ir, andate. Pero fíjate antes que cuando vos te vayas tiene que haber alguno. Yo ya estoy pensando en el Mundial del ‘86″. A mí me costó bastante porque de un lado tenía a Pastoriza (por entonces DT de Independiente) que la cuestión táctica era una cuestión secundaria y había que atacar. Con Bilardo había que atacar, pero también defender y mantener el orden. Fue una etapa en la que tuve algunas dudas futbolísticas. De hecho, en Independiente en 1985 no me fue muy bien ya que en esa época en la Selección entrenábamos tres veces por semana y cuando venía con el Pato me encontraba con otra cosa y medio que se me cruzaban los cables. Entendí lo que era uno y lo que era otro.
–¿Cómo fue la concentración en el predio del América en 1986?
-Los primeros entrenamientos, más que agotadores eran de sufrimiento de la altura, el smog, del calor, todos factores contraproducentes para la salud física de cada uno de nosotros. Después a medida que iban pasando los días fueron disminuyendo los problemas.
-¿Qué historias recuerda afuera de la cancha?
-Compartía la habitación con el Bocha (Bochini). Me acuerdo mucho del café después de los almuerzos y de las cenas. Con Diego (Maradona), con el Cabezón Ruggeri. Teníamos un patio y todas las tardes nos sentábamos a tomar mate. Las charlas que teníamos generalmente eran de fútbol, de los partidos que jugamos, los que iban a venir o de los que habíamos visto. Casi todo relacionado al fútbol. Y el dato llamativo es que casi ninguno hablaba de los afectos, de los familiares, casi todo era centrado en el fútbol. Había una meta, una dirección, una línea basada en cómo íbamos a enfrentar el campeonato mundial.
-Se fueron de Argentina con muchas críticas ¿Qué les dijo Bilardo antes del debut con Corea del Sur?
-Bilardo siempre fue optimista porque él pensó que si estábamos un par de semanas juntos para trabajar íbamos a andar bien. Que el equipo se iba a encontrar. Estaba completamente convencido de esa situación. El tiempo le dio la razón porque a medida que iba pasando los días y que estábamos mejor físicamente, el grupo también estaba mejorando día a día, porque tampoco nos fuimos a México de la mejor manera como grupo y al comienzo no éramos un grupo homogéneo como se los ve a los chicos. Cada uno tenía su punto de vista, había diferencias, pero a medida que fuimos conviviendo, acercándonos y teniendo reuniones grupales y algunas hasta sectoriales con el entrenador, fuimos mejorando muchísimo. Antes de empezar el Mundial ya estábamos muy bien a nivel grupal.
-¿Por qué el equipo creció durante el torneo?
-El primer partido lo pasamos bien, sin sobresaltos. Está bien que el primer adversario no era de los más prestigioso. Contra Italia fue una prueba muy importante y la pasamos sin problemas. A medida que fue pasando el torneo encontramos la mejor versión gracias a la confianza que ganamos. Todos crecimos en el juego y tuvimos a un Maradona imparable.
-¿Cuáles son las cábalas más recordadas?
-Vivíamos con cábalas y con esa clase de rituales (risas). Constantemente. A diario. Cada vez que íbamos a jugar los partidos tenía que ser el mismo micro. Había dos motos que nos guiaban y tenían que ir los mismos que manejaban las motos. El mismo momento cuando salíamos del predio y cuando salíamos teníamos que escuchar la misma canción, el mismo tema (uno de Sergio Denis). Después había otro tema más que tenía que terminar en el mismo momento en el que llegábamos al estadio. Cuando llegábamos al vestuario tenía que sonar un teléfono cuando nos estábamos cambiando. Las cábalas estaban a la orden del día, era terrible.
-¿Y usted tenía alguna especial?
-El médico nos dijo que nos llevemos un caramelo porque lo que hace el smog y la altura es secarte la boca. El primer día me dio el caramelo y en el medio de la cancha hice un pocito y dejé el caramelo ahí. Cuando empezó el partido me olvidé del caramelo y, del pocito. Pero en los siete partidos armé pocitos y puse caramelos. Hubo montones de cábalas.
-¿Alguna otra que recuerde?
-Íbamos a un shopping que estaba cerca del lugar donde concentrábamos y el primer día que fuimos después de un partido. Comimos a una pizza y una cervecita. Desde ese día siempre fuimos los mismos a comer la pizzita y cervecita. Ojo que apareciera alguno que se quisiera sumar porque lo echábamos al carajo. Íbamos a comer el Negro Clausen, Burru, el Profe (Echeverría), Ruggeri, Garré y yo.
-¿Cómo era Maradona en la concentración?
-Nos cruzábamos siempre porque las habitaciones estaban alrededor de un patio. Íbamos siempre a la habitación de Diego, que estaba con Pasculli (Pedro Pablo). Siempre estaba Galíndez masajeándolo y le decíamos que él siempre lo masajeaba a Diego y a nosotros no nos daba cinco de bola. Era uno más, absolutamente. Por ejemplo, Bilardo y el Profe nos mataron físicamente antes de empezar el Mundial. Y después (Bilardo) dijo “hay que descansar, comer y dormir todos los días”. Estábamos podridos porque jugábamos un partido y al día siguiente estabas cansado, pero al otro día querías hacer algo porque comiendo y durmiendo te recuperás rápidamente. Entonces nosotros le decíamos a Diego que le diga a Bilardo para poder entrenar un poquito, aunque sea con la pelota. Y decía, “bueno, vayan media hora”. Íbamos contentos a entrenar. Mientras te cambiabas, jugabas un ratito al tenis-balón y después te bañabas, más o menos pasaba una hora y media. Diego era el único que le podía torcer una idea a Julio (Grondona), que era un tipo muy firme con lo que pensaba y difícilmente cambiaba de idea o de opinión. Diego iba al frente en pos del grupo. Un fenómeno total, siempre al frente.
-¿Cómo fue la arenga de Maradona antes del partido con Inglaterra?
-La arenga recuerdo fue muy dura para con los ingleses haciendo referencia a los familiares de los que ya no estaban más. No me gusta crear una polémica al respecto. Pero fue realmente fuerte.
Cuatro años más tarde, Giusti disputó el Mundial de Italia con el equipo que llegó a la final. Los triunfos y eliminaciones ante Brasil (1-0) y el anfitrión en la recordada definición por penales, fueron las hazañas en un certamen en el que la Selección no brilló, pero acarició la gloria.
-¿Qué tuvo ese equipo en Italia para llegar a la final sin un juego vistoso?
-Tuvo más corazón que juego. El Mundial no empezó del todo bien. Diego y varios no estábamos en la mejor condición. Primero fueron cuatro años más. Creo que de alguna manera nos afectó que Valdano (Jorge) lo habían desafectado unos días antes. Como tercer punto yo tuve que sortear una prueba unos días antes porque tenía problemas de tendinitis y cuando fueron a jugar a Israel yo me quedé. Cuando volvieron Carlos (Bilardo) me dice “tenés que ‘saltar los alambrados parados’ y ahí veo si te quedás o no”. Eso una metáfora de él y era jugar una hora. Lo que quiso decir es que si yo no podía jugar esa hora me desafectaba. El Cabezón Ruggeri también estaba con una pubalgia, Burru con una distensión, Diego con problema difícil en el tobillo, el Checho (Batista) lo mismo. Es decir, no estábamos en las mejores condiciones. Eso contribuyó a que no empezáramos de la mejor manera. El campeonato lo seguimos con mucho esfuerzo. El corazón prevaleció ante el juego y eso nos llevó a la final. Por lejos el mejor partido fue contra Italia.
-¿Qué les dijo Bilardo antes del partido con Italia?
-Fue la charla más corta que hizo y nos dijo “este partido es muy fácil”. Nosotros nos miramos y dijimos, este está loco. Carlos decía que “le íbamos a ganar el mediocampo porque éramos todos volantes”, y efectivamente fue así. Les ganamos el mediocampo, por momentos tocamos con tranquilidad. Teníamos a Diego casi en su versión normal y Cani que estaba intratable. Fue el partido donde mejor nos sentimos, mejor jugamos, en el que tuvimos más contacto con la pelota, pero el campeonato no fue el que hicimos en 1986.
-¿Por qué lo expulsaron contra Italia?
-El árbitro no vio nada, porque no hubo nada. El tema fue que el juez de línea que estaba al lado del banco de suplentes de los italianos, que enseguida saltaron como diciendo que yo le había pegado. Ahí el juez de línea levantó directamente. Cada vez que hablo del tema aclaro que creo fervientemente en la honestidad de los árbitros. Pero también creo que había un mensaje de todo el fútbol mundial, más del lado italiano y muchos dirigentes que no adherían a la idea de que Argentina sea campeón. Fundamentalmente por lo de Diego que se había tirado muy contra el norte de Italia, muy contra la FIFA, una suerte de predisposición del ambiente en contra nuestra. Por lo tanto, eso creo que influyó en la cabeza del línea, se le confundieron las ideas. Después el griterío de los suplentes, el grito del entrenador. Si hubiese dicho o hecho algo, a esta altura del partido ya lo hubiese dicho. Algún coscorrón, pero no, los dos fuimos arriba a disputar la pelota, como todo cuando uno va a disputar una pelota y lo toqué con la mano, ni siquiera con el codo, nada. Él (Roberto Baggio) también fue arriba y fue bien, pero gané yo y él se tiró y el referí compró.
Una vez que se retiró, Giusti mantuvo un buen lazo con Bilardo y con Maradona. De hecho, fue uno de los artífices para que el recordado Diez llegue a Newell’s en 1993, el equipo en el que el Gringo debutó en Primera en 1976. En la charla también habló sobre el estado del Doctor y cómo atravesó la pérdida de Diego.
-¿Cómo está hoy Bilardo?
- Carlos está ahí, con un estado relativamente bueno. Está en su departamento, acompañado. No es el mismo de antes obviamente, no tiene las ganas de antes, pero dentro de lo que tuvo, una lesión seria en el cerebro, está bien.
- ¿Cómo vivió la muerte de Maradona?
-Con una gran tristeza, como se había ido algo tan fuerte por todo lo que habíamos convivido. Tanto tiempo, nuestra amistad. Además, otra cosa que te queda adentro es no haber contribuido a que esa situación no ocurra, de alguna posibilidad de ayuda. Me queda adentro de no haber hecho algo. Luego hablándolo entre los muchachos, quienes fuimos compañeros y amigos de él es que teníamos muy pocas cosas para hacer. Nosotros habíamos pedido para ir a verlo y nos decían que “ya íbamos a ir, que teníamos que esperar, que se va a ver el momento”, y la verdad es que se fue y no pudimos compartir ni diez minutos. La última vez que lo fui a ver fue a la cancha de Newell’s cuando vino como técnico de Gimnasia y estuve ahí dos minutos y le di un abrazo y nada más porque fue en el medio de la cancha. Siento mucha tristeza. Todavía nos parece mentira y que ahora está en algún lugar del mundo disfrutando de la vida.
-¿Con quiénes hablaron del entorno de Diego que no les permitieron ir a verlo?
-No, dejémoslo ahí. No quiero polémicas por ese tema. Hablamos con alguien y punto.
Giusti se ganó su lugar en la Selección gracias a sus buenas actuaciones en Independiente a comienzos de los años ochenta. Entre 1982 y 1983 el equipo de Avellaneda perdió dos campeonatos, uno por un punto y otro por un gol, ante Estudiantes de La Plata que en el primero de esos torneos fue dirigido por Bilardo. El Gringo se convirtió en un ídolo del club y logró cinco títulos entre ellos la Copa Libertadores y la Intercontinental de 1984 en el gran equipo a cargo de José Pastoriza. En el Rojo se destacó por su marca, orden en el campo de juego y llegada al área contraria desde la banda derecha. Jugó 332 partidos y marcó 38 goles (fuente: Twitter Historia CAI).
-Por su dinámica y llegada al gol, ¿fue un adelantado en el puesto?
-Nunca lo analicé desde ese lugar. En realidad, es mi versión que ya venía experimentando de Newell’s, que ya venía con problemas físicos y también en Argentinos Juniors lo mismo, con Diego en esa época. En Independiente se alinearon algunas situaciones con jugadores extraordinarios y un gran equipo. Creo que estuve a la altura de esa versión. A mí siempre me gustaron J.J. López y Brindisi (Miguel Ángel), para hablar de gente un poco más grande que yo. Sentía de esa manera el fútbol. En la época de la Selección mi rol cambió un poco porque el Checho (Batista) y yo teníamos que estar más expectante de la organización y orden del equipo. Ante el desorden sabía que éramos un manjar para los contrarios.
-¿Por qué el Independiente de 1984 llegó a lo máximo?
-Teníamos individualidades que eran impresionantes. Con Bochini (Ricardo) a la cabeza, con Burruchaga (Jorge) escoltándolo de una manera brillante, con una defensa espectacular, un mediocampo distribuíamos con Maragoni el armado del equipo. Además de súper ofensivos éramos compactos, no era fácil que nos llegaran porque teníamos a Villaverde (Hugo) atrás que te cagaba a pedos, a Trossero (Enzo) que te puteaba, dos laterales que eran impresionantes (Clausen y Enrique). Y con un líder afuera de la cancha que fue maravilloso como el Pato Pastoriza.
-¿Alguna historia del partido con el Liverpool en Japón?
-Me acuerdo de la charla que dio el Pato que te brindaba esas vibraciones que el jugador necesita para afrontar un partido de esas características. Y más teniendo en cuenta de que íbamos por un partido tan trascendente en un lugar que no exterioriza el sentir del fútbol. Estábamos en Japón con la gente un tanto fría. Era el primer partido que se jugaba entre dos naciones que habían mantenido una guerra hacía muy poco tiempo. También el Pato hizo un poco hincapié en eso. Pero fundamentalmente en la trascendencia que tenía el partido.
-¿Qué les dijo el Pato antes de jugar esa final?
-No recuerdo con precisión sus palabras, pero a él le encantaban esa clase de partidos porque era súper competitivo, ganador, comprometido con lo que estaba en juego. El Pato, siempre un ganador, nos dijo que nosotros éramos mejores, que les íbamos a ganar, él era un crack para eso. Increíble. Después el festejo fue un poco frío porque estábamos solos. Celebramos en el vestuario y después nos fuimos al hotel a comer y a dormir. El presidente era Pedro Iso, dándonos todo su apoyo. Entramos metidos de una manera que fue impresionante más allá de que no fue un partido brillante nuestro, pero adelante teníamos un equipo como el Liverpool.
-¿Y qué siente al ver a Independiente como está ahora?
-Tristeza. Porque antes lográbamos una participación en los equipos por muchos años. Yo estuve 11 años en Independiente, Bochini 18 o más. Así tenés otros como Villaverde, Trossero o Marangoni que no estuvo muchos años, pero dejó su sello. Yo pasé parte de mi vida en el club. Íbamos a tomar mate con los empleados del club y no íbamos a pedir nada, porque Independiente era un club que te pagaba bien. Es para contar lo comprometido que estábamos con el club, era nuestra segunda casa. Así lo sentíamos. Esta instancia actual me entristece, me dan ganas de decir, “¿qué hicieron con este club?” Siempre digo que esto no es una situación aislada, son malas administraciones. No una, varias que, justamente, no saben administrar, que no saben cómo llevar adelante una institución y caen en esto, una pobreza que es llamativa. Ahora los nuevos dirigentes van a tener que emplear toda su capacidad e inteligencia para poder salir adelante.
Agradecimiento: Mauro Medina.
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