“A mi tridente: Dani, Agus y Jose, luz de mis ojos, razón de mi lucha. Amores de mi vida”. Esta fue una de las dedicatorias de Gustavo Alfaro en el libro llamado “Cazadores de utopías imposibles” que publicó antes de disputar su primera Copa del Mundo como entrenador. La referencia fue para su esposa Daniela y sus hijas Agustina y Josefina, quienes se hicieron presentes (junto a su yerno Santiago) en el estadio Al Bayt de Qatar para disfrutar de la victoria de Ecuador frente al conjunto anfitrión por 2-0 en lo que fue la inauguración del certamen.
Así de crudo, así de concreto y certero es el sentimiento que acompaña a Alfaro con su círculo íntimo en cada paso profesional que da. Ellas lo saben y por eso dicen presente desde cerca cada vez que pueden. Tras el triunfo que simbolizó una marca histórica en copas mundiales, Lechuga se refugió en el vestidor mientras los jugadores se acercaron hasta las tribunas para ser vitoreados por los cientos de fanáticos ecuatorianos que se hicieron sentir en las tribunas de la impactante cancha ubicada en la localidad qatarí de Jor. Sin embargo, cuando las gradas ya estaban casi vacías, el DT saltó a la grada inferior en la que estaba ubicado su tridente y se fundió en un abrazo eterno. Entre felicitaciones de propios y ajenos, hubo palabras al oído y también ojos vidriosos. El tipo de Rafaela que se hizo bien de abajo, por unos instantes se sintió realizado. Las sensaciones con su mesa chica fueron compartidas.
La bandera con el lema “siempre con vos” firmada por el tridente tiene historia: también estuvo presente en el último empate entre Ecuador y Argentina por las Eliminatorias Sudamericanas, el día en el que la Tri celebró su boleto al Mundial de Qatar. Ahora prácticamente pasó a ser una cábala...
Siendo técnico de Boca, Alfaro declaró tras la eliminación en las semifinales de la Copa Libertadores contra River: “Quiero irme a casa y recuperar mi vida”. Esa frase que tanto resonó en el ambiente fútbol, se debió justamente a la cercanía y dependencia que siente por sus seres más adorados. Y es que la responsabilidad de ponerse en las espaldas un proyecto tan importante como el del club de la Ribera le había quitado tiempo sagrado con su familia. He ahí la referencia y búsqueda de aferrarse a lo suyo.
Fueron las hijas del Profesor Gustavo las que le insistieron para que publicara un libro, encontrando siempre la misma respuesta: “Cuando tenga algo importante para contar o un logro para recordar”. Un hito tan movilizador como la clasificación a una Copa del Mundo fue la excusa. Fue en una cena íntima familiar un día antes de viajar a Qatar para el sorteo del Mundial que el estratega de 60 años se decidió a echar tinta al papel.
Las últimas palabras del manifiesto que relata la proeza de Ecuador previo al Mundial 2022 también fueron dedicados a sus soles: “Mi esposa Daniela, compañera de ruta de más de treinta y dos años. Gracias por tu humildad y tu grandeza, por el amor, por ese par de hombros siempre dispuestos para que yo apoye mis brazos cuando la fatiga y las preocupaciones aparecieron en mi camino. No me alcanzaría el cemento del mundo para erigirte el monumento que te merecés. Gracias por haberme dado esos dos hermosos tesoros que tenemos: Agustina y Josefina. Porque como lo hicieron los jugadores de Ecuador, se animaron a soñar, a abrirse camino en su búsqueda y entender que el cielo es el límite. Que son capaces de cruzar el mundo por darme un abrazo. No pasa un día de sus vidas sin decirme que me aman. Gracias por permitirme asomarme a sus vidas y disfrutar de sus logros y sus caminos como si fueran míos”.
El próximo viernes, la Tri disputará un partido clave por la clasificación a octavos de final ante Senegal. Gustavo Alfaro, acompañado por su familia en Qatar, se siente más fuerte. Y así Ecuador sueña a lo grande.
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