El otro lado del búnker de la selección argentina: la vida en Qatar University, una ciudad con embotellamientos y sus propias reglas

La periodista argentina Jessica Costa vive en la Universidad desde hace seis meses, cuando arribó para a estudiar tras ser seleccionada para una beca

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El arribo de Lionel Scaloni
El arribo de Lionel Scaloni al búnker de la selección argentina en Qatar (Foto: @Argentina)

* Enviado especial a Doha, Qatar

El búnker que eligió la selección argentina para permanecer con su delegación durante el Mundial de Qatar es una Universidad. Aunque en realidad es una pequeña ciudad dentro de la ciudad. “Es como si fuese una ciudad dentro de otra ciudad”, lo define la periodista Jessica Costa, quien recibió una exclusiva beca y se instaló en Qatar University meses atrás.

Ubicada en las inmediaciones del selecto barrio de La Perla y más cerca de la sede de Lusail que del corazón de Doha que aglomera la mayoría de los estadios, la casa albiceleste en Qatar es en realidad un enorme campus que aglutina a todas las universidades más importantes del país y durante el año es un hormiguero con 25 mil estudiantes que incluso tienen transporte interno propio para poder recorrer las instalaciones.

“El bus a veces me lo tomo desde un punto en el medio del campus hasta la estación de metro, que está dentro de la universidad también, y estoy quizás arriba del bus unos 15 o 20 minutos. Hay mucho tráfico a la mañana, es tremendo. Muchos estudiantes vienen en autos y se hacen embotellamientos terribles. Dentro del campus les echamos la culpa a las personas que tienen choferes privados, porque los llaman para que los vayan a buscar y se quedan frenados ahí esperando”, comenta Costa sobre su experiencia de seis meses viviendo en el hostel de la Universidad, a donde llegó para realizar un curso intensivo de árabe.

Hoy está en silencio y casi blindado, ya que los estudiantes fueron liberados hasta la finalización del Mundial. Apenas unas 100 personas permanecen en el lugar de las 25 mil que transitan a diario la zona. El ingreso tiene un control estricto de seguridad y distintos bloqueos con agentes para impedir que los curiosos externos se acerquen al hotel argentino o el español. Y una vez adentro, a pesar de contar con la credencial de periodista, los controles son minuciosos.

Jessica Costa en la Universidad
Jessica Costa en la Universidad de Qatar

El lugar tiene vida propia, incluso con locales de café de marcas qataríes o internacionales. Pero no es un sitio abierto a todo el mundo y hasta hay un control estricto de ingreso y salida que se intensificó durante los días previos al arribo de Argentina: “Tiene varias entradas. Hay tres puertas, en las que te anotan la patente cuando llegás o salís. Durante la noche, las puertas del hostel femenino en particular se cierran entre las 11 de la noche y las 7 de la mañana. Las mujeres tenemos que llegar antes de las 11 de la noche o avisar. Si son 11.10 y no llegaste, te llaman. Los hombres se suponen que tienen también una supuesta restricción pero ellos generalmente llegan más tarde”.

“Hay una especie de control de chek in-check out cada vez que salimos al exterior. Cuando salimos a la calle tenemos que avisar que salimos y volvemos. Antes no era así, pero ahora está un poco más intenso. Ahora no nos dejan salir caminando, sí o sí tenemos que movernos en Uber, auto o servicio de colectivos. No quieren que la gente pase por la puerta de la concentración de la Selección y se quede sacando fotos, por ejemplo. Algunos se las ingenian para salir caminando con alguna excusa, pero cuando llegabas al frente del hospedaje de la Selección hay unas cuantas personas de seguridad que te dicen ‘no pictures, please go’”.

La selección argentina vive en uno de los edificios destinados para los estudiantes que fue arreglado a la medida de las exigencias del combinado nacional y la selección española se hospeda en el otro de similares características. Las clases llegaron a su fin anticipadamente para liberar la zona de cara a la Copa del Mundo, por lo que esa vida intensa que tiene durante todo el proceso facultativo se pausó.

“Acá tenés todas las facultades en un mismo lugar. Estás todo el tiempo cruzándote con alumnas de diferentes carreras, hay poco contacto con los hombres. La biblioteca, por ejemplo, tiene el primer piso para mujeres y el segundo para hombres. Es muy difícil juntarse con alguien del género opuesto. Puntualmente mi curso es el único mixto, porque es especial para estudiantes internacionales y las clases son en uno de los edificios para hombres”, describe sobre el día a día en la facultad.

Jessica es una de las pocas sudamericanas en el terreno universitario qatarí, ya que se postuló para una beca en la que sólo se eligen 80 estudiantes internacionales por año. Es la única argentina –tiene compañeras mexicanas, colombianas o brasileñas– de este curso que cubre todas sus necesidades (pasajes, libros, hospedaje, comida, etc). “Los edificios para hospedar estudiantes tienen capacidad para 150 mujeres y 150 hombres. Acá nos dan las comidas, además tenés un sistema de micros con cinco líneas, separados hombres y mujeres”, detalla.

Estaba realizando una maestría en diversidad cultural cuando se enteró de que había sido escogida para este curso que le permitió sumergirse de lleno en la experiencia de conocer las costumbres árabes. “En la facultad, por ejemplo, ves autos de lujo, que te llaman la atención. Todos tienen grandes autos o camionetas. Pero lo que te llama la atención es que las mujeres están vestidas todas iguales, diríamos con abaya negra y hiyab negro, pero cuando vos mirás de cerca te das cuenta de que hay diferencias de telas, ahí buscan marcar la diferencia. También los zapatos y las carteras, que eso no tiene que ser negro, no tiene reglas. Son carteras de marcas costosas, que te das cuenta a kilómetros de distancia que son caras. Lo mismo con los anteojos de sol”.

“Me encontré con muchas chicas qataríes muy buena onda, que te ven distinta en el bus o caminando, te preguntan de dónde sos y te vas a tomar un café”, agrega.

La vestimenta habitual en las
La vestimenta habitual en las mujeres qataríes (Foto: Reuters)

También se encontró con un modelo de nocturnidad, uno de los temas con cierto tabú en la previa del Mundial, adaptado a los visitantes extranjeros: “Es viable ir a fiestas, pero con turistas. Generalmente las mujeres qataríes no van a ir a las mismas fiestas que nosotros. Hay que salir temprano porque acá a las 3 de la mañana cerró todo. Hay clubes y bares. A los primeros la gente va tipo 7 porque a las 12 de la noche cierra. Y los clubes, que están generalmente en hoteles internacionales y se puede tomar alcohol, es hasta las 2 de la mañana. Cualquier persona mayor de 21 años puede entrar”.

Si bien no cree que su estadía vaya a extenderse mucho más del tiempo que le demande el curso, la periodista de 27 años reconoce que se sorprendió por “tanta modernidad” y también reconoce que algunos de los perjuicios que arrastraba sobre ese mundo nuevo se cayeron: “La verdad que, puntualmente en Qatar, tengo más libertades de las que pensé que iba a tener. Me sentí mas cómoda de lo que esperaba, me sorprendió para bien”.

La visita que realizó Infobae al búnker de la selección argentina a mitad de año

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