Funcionaba casi como un interruptor, como el botón de encendido. Cuando querían escucharlo disertar sobre sexo, los operadores de radio La Red que trabajaban durante su mítico programa “La hora de Bilardo” tiraban al regreso de la tanda el separador que incluía la palabra clave. “Actualidad, deporte, sexo”, según enumeraba, con voz sugerente, la locución. Y cuando le abrían el micrófono el Doctor se arrebataba sin tabúes.
Porque el entrenador de la selección argentina campeona en el Mundial de México 1986 (y subcampeona en Italia 90) no le temía a hablar de sexo. Aún con sus particulares teorías, que lo llevaron, por ejemplo, a polemizar “amistosamente” con Juan Carlos Kusnetzoff, sexólogo y padre de Andy, siempre abordó el tema, en entrevistas zumbonas y serias, con sus futbolistas y hasta con sus parejas.
Ginecólogo recibido, carrera que estudió durante las concentraciones mientras se desarrollaba como futbolistas (y con sus compañeros ayudándolo a repasar los contenidos para los exámenes, como alguna vez recordó el Flaco Poletti); y detallista empedernido, incluyendo la salud sexual y el desgaste físico de sus orientados, los dos universos se cruzaron en la cama, irremediablemente.
“Yo no controlo, aconsejo”, se atajó en más de una oportunidad cuando olfateó una crítica. Y basó en lo estudiado sus conocimientos en el área. “Puede ser quizá porque uno ha tenido experiencia de ser médico. Estuve cinco años ejerciendo, de recibido, pero hoy, a la noche, si agarro un tema y me gusta, busco información y lo leo”, argumentó.
Tal vez, el consejo más conocido porque lo repitió hasta el hartazgo (y se lo preguntaron en cada nota) es el de la posición ideal en el acto para el deportista con un desafío de alto rendimiento en el corto plazo. “El hombre, el futbolista, abajo; las mujeres, que trabajen ellas, los hombres que descansen”, insistió, al punto que sus pupilos lo asumieron como un mantra.
Oscar Ruggeri se refirió a la máxima en sus incursiones televisivas. Si hasta Nancy, su esposa, recibió la tan mentada “charla técnica”. “Iba a tu casa y le decía a tu señora: ‘Mirá que la semana que viene tenemos partido, si hacen el amor que él esté abajo, así no se cansa tanto’”, comentó.
En las concentraciones, durante los viajes o competencias más extensas, era más estricto. Por ejemplo, optaba porque las delegaciones se alojaran en las habitaciones de los hoteles que daban al contrafrente. Para evitar los sonidos de la calle, claro, en pos de favorecer el descanso. Y para que las admiradoras no tuvieran fácil acceso a los potenciales “Romeos” en las ventanas.
“En una gira me hostigaron porque el equipo no tenía salidas durante 45 días. Si yo pensara así, me tengo que tomar un avión a casa, para ver qué hace mi esposa”, les respondió a los periodistas que cuestionaban sus métodos, con el foco puesto en el rendimiento deportivo. Como detalló Ruggeri, para aflojar la resistencia a la abstinencia, o a las relaciones de “bajo desgaste” en el físico de sus pupilos, hacía parte de las decisiones a las esposas de los futbolistas. “Las mujeres me escuchan, porque el plazo del jugador es corto. Y en las giras entienden perfectamente”, supo aclarar.
Ese vínculo que intentó edificar implicaba hablar de todo. Incluso, de eyaculación precoz, algo que vinculaba con el tiempo que pasaban sus orientados sin relaciones sexuales entre concentraciones y giras: “Les explicaba a las mujeres que era por la abstinencia”. Bilardo siempre bregó por “la educación sexual desde los 12 años, mucha gente no sabe hacer el amor”, algo que en los 80 hasta sonaba revolucionario.
Su explicación sobre por qué veía problemas extendidos en la ejecución del acto sexual la sostuvo en un sinfín de entrevistas. Y su discurso, claro, lleva su impronta. “El hombre es carpintero, albañil. Viene, pum, pum, revolea y chau, vámonos. No sabe si la mujer está contenta o no. El hombre está dale, dale, eyacula, se levanta y se va. Y no es así, juguemos juntos el partido. En serio digo, los chicos, los grandes, no saben”, describió su particular mirada. Eso sí, el Doctor se encargó de apartarse de ese grupo de rendimiento escueto o desinteresado con su pareja. “A mí me mataste, me tienen que pegar con un rebenque para poder llegar al fin”, confesó alguna vez, sin eufemismos.
Sus herederos en el banco de suplentes, aunque padecieron los momentos de ahorro de energías, siguieron sus consejos. Es el caso de Pedro Troglio, quien como entrenador de Olimpia de Honduras, en 2019, hizo pública la solicitud que les había realizado a sus dirigidos: “Hoy les pedimos a los jugadores que se cuiden. No son oficinistas y dependen del cuerpo. Necesito que no hagan el amor, que coman sano. Y eso, sobre todo que jugamos cada tres días, es vital”, sorprendió en una conferencia de prensa.
Aunque en el rol de manager, Bilardo estuvo ligado a la Selección en los Mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. En el primero, con Diego Maradona como director técnico, hubo más libertad. No obstante, el perfume del decálogo del Narigón siempre se sostuvo en la atmósfera de Ezeiza. “El sexo no es problema, el problema es si el jugador lo hace a las dos de la mañana con una botella de champaña”, había dicho entonces Donato Villani, jefe de médicos de la Albiceleste.
“Cada uno utiliza el descanso como más le gusta. Para otros tal vez descansar es ver un partido por televisión y para otros es dormir”, añadió. Y volvió a los viejos axiomas de Carlos Salvador, quien fue parte de la delegación hace 12 años. “El desgaste que lo haga siempre la mujer y no el jugador. El error que cometen algunos jugadores es pensar que el sexo se termina a los treinta años. Se tienen que cuidar más”, remarcó.
Ya en su etapa como comentarista, Bilardo se refirió a la autosatisfacción durante las extensas concentraciones. Fue ante la revelación de un futbolista brasileño que emitió su opinión, a la que le adosó una peculiar reflexión, vinculada con su histórico discurso que valida todas las herramientas con tal de conseguir el éxito. Todas es todas, aunque en aquella alocución en Fox Sports, con Germán Paoloski como interlocutor, su declaración tuvo ribetes humorísticos.
“A mí no me gusta, ¿vos que sos, derecho o izquierdo? Si te masturbás, ¿con cuál, con la derecha? Cada uno con su estilo, ese jugador que dijo, me la voy a rebuscar, se la va a tener que rebuscar. Se lo puede ayudar, si sale campeón del mundo. Si dice, ‘yo juego y hago dos goles’, lo ayudo a eso, eh”, soltó una broma inesperada, que descolocó a todo el estudio de TV.
Pero más allá de su obsesión por ganar, su curiosidad e interés por el sexo le han permitido incluso mostrar su rostro más humanitario. Esa confianza que generó con las parejas de los jugadores lo llevaron a tenderles una mano en momentos difíciles. “A mí me tocó con dos chicas. Hacíamos reuniones con las familias de los jugadores, y dos pibas casadas no empezaron a venir. Dije, ‘la pucha’. Le preguntaba a los pibes, ‘¿por qué no vienen?’. Un día la agarré a la señora de uno, y me contó: ‘No puedo quedar embarazada, me da vergüenza’”, prologó la historia en una entrevista en el programa Duro de domar.
En efecto, aquellas juntadas rodeaban de niños a las parejas en cuestión. Y también de interrogatorios que las incomodaban, aun siendo bienintencionadas. “La peor pregunta es cuando le dicen: ‘¿Y vos para cuándo el bebé?’. Y se hace siempre, eh. Fui a hablar con ellas, las llevamos a un médico ginecólogo. Y una quedó embarazada, dos pibes. La otra, un pibe”, detalló el epílogo de su intervención con una sonrisa. Porque el Doctor estaba en todos los detalles... Sí, incluso en esos.
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