Hernán Díaz, sin filtro: del “tesoro más preciado” que le dio Maradona a la transformación que sufría al defender a River Plate en los Superclásicos

El ex lateral recorre su carrera: de aquel viaje con Batistuta en el que se perdieron a las historias con Bilardo, Passarella, Mostaza Merlo y el Coco Basile: “Soy un privilegiado, este deporte me ha permitido jugar con Maradona, Francescoli, Ortega, el Negro Palma y Gallardo, entre otros”

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El Hormiga se abrió en una entrevista con Infobae (Maximiliano Luna)
El Hormiga se abrió en una entrevista con Infobae (Maximiliano Luna)

“La convocatoria a la Selección siendo tan joven fue estar viviendo un sueño, pero además porque iba a ser compañero de Maradona, algo que, literalmente, no me dejaba dormir, por la mezcla de ansiedad y alegría. Llegamos a Zurich, a los dos días arribó Diego y al rato fuimos al comedor para la cena. Yo no comí por verlo (risas). El que es futbolero me va a entender. Generaba una cosa única porque era el tipo más conocido en todo el universo. En el trato era único, porque para él daba lo mismo un campeón del mundo que yo, que era pibe que estaba comenzando. No creo que exista un jugador que haya compartido plantel con Maradona y que te hable mal. Fui, soy y seré muy maradoniano”.

Hernán Díaz deja volar sus recuerdos hacia junio del ‘87, una fecha que lo marcó por siempre. Sentados en un bar del barrio de Belgrano, destila humildad y naturalidad, para hacer caminar por la misma senda dos temas que en el fútbol son el agua y el aceite, como Maradona y River Plate, club con el que ganó 10 títulos y se hará presente en la charla a cada instante. El comienzo de la historia, fue en los santafesinos potreros de la ciudad de Sastre, donde a fuerza de voluntad comenzaron sus sueños. La llegada a Rosario Central, con el ascenso a Primera y el título inmediato, con un récord difícil de igualar. Y el pase a River, que casi es a Boca, para iniciar un ciclo triunfal, con una gran anécdota: “En aquella época no existían los celulares e incluso había pocos teléfonos, por lo que las comunicaciones eran en forma personal o por medio de amigos. Una noche me fui a dormir pensando que al día siguiente iba a ser jugador de Boca, porque los dirigentes de ese club habían venido a Rosario a gestionar mi pase y el de Jorge Díaz. Cuando me levanté, me vi en el diario La Capital en una imagen risueña: era el cuerpo de Ruggeri con la camiseta de River y mi cara. Quedé completamente sorprendido y al rato llegó mi representante para confirmame que se había hecho la transferencia a los Millonarios. En la misma operación, compraron a Batistuta de Newell´s, con quien me encontré por la tarde para arreglar el viaje a la Capital. Al día siguiente salimos en su auto, un Fiat Super Europa nosotros dos solos, rumbo al departamento que nos dio el club en el barrio de Belgrano. Fue bajo una lluvia torrencial y como dos campechanos (risas), en vez de agarrar Cabildo, tomamos por Maipú rumbo a la provincia y aparecimos a varios kilómetros del destino (risas)”.

Cuando llegó a River, Reinaldo Merlo le dijo "vas a triunfar en este club" (Grosby)
Cuando llegó a River, Reinaldo Merlo le dijo "vas a triunfar en este club" (Grosby)

Reinaldo Merlo era el entrenador de un River que apostaba a la austeridad, luego de la opulenta temporada anterior con César Menotti. El equipo sacaba puntos, pero estaba lejos del gusto del hincha, que tenía en Hernán Díaz a uno de sus blancos predilectos: “Yo era consciente de que estaba lejos de mi nivel en los primeros tiempos, pero igual fue complicado el día a día, quizá por eso fue mi reacción cuando le hice un gol a Mandiyú en el Monumental, que se lo fui a gritar a la platea. Pero de esa época rescato un instante, cuando más resistido era: fue cuando Mostaza me dijo algo que me quedó grabado: “¿Sabés una cosa? Vos vas a triunfar en este club”. Fueron palabras que me ayudaron mucho. Desde el momento que llegué, entendí que en River hay como una regla tácita que dice que la institución es como una familia, con normas que deben cumplirse, más allá del resultado deportivo. Con muchos de los que fueron mis compañeros soy amigo hasta el día de hoy, como ocurre con el equipo que ganó la Libertadores del ‘96. Y es algo que veo que se mantiene con las nuevas generaciones”.

Un hombre que marcó a fuego a Hernán Díaz en sus tiempos de jugador fue Daniel Alberto Passarella, sucesor de Merlo a comienzos de 1990 y con quien ganó muchos títulos: “Él fue el mejor defensor que vi en el mundo, más allá de Argentina. Un monstruo atómico (risas), el Maradona de los marcadores centrales. Como entrenador… lo voy a graficar así: si él me decía que teníamos que subir a un séptimo piso y tirarme de cabeza, yo no preguntaba si había algo abajo. Lo hacía. Eso fue para mí. Luego lo tuve como presidente, cuando fuimos los entrenadores con Leo Astrada y me sentí triste por la manera en que se manejó, porque desde un primer momento le dejamos en claro que con nosotros no iba a tener ningún problema, ni deportivo ni económico, porque lo amábamos a él. Pero luego no estuvo bien al comunicarnos por teléfono que nos debíamos ir. Ahora ya se me pasó, pero me sentí dolido”.

Hernán Díaz con Leonardo Astrada
Hernán Díaz con Leonardo Astrada

Para llegar a ser un referente en la historia moderna de River, hubo que ir subiendo los peldaños de a uno, con un inicio en aquellos duros torneos del Ascenso: “Son los momentos que te marcan la carrera. Yo había jugado los últimos partidos de Central campeón en la B, cuando Pedro Marchetta me llevó al equipo principal. Por la estructura de nuestros torneos, el cuadro quedó seis meses parado y nos dieron a todos a préstamo. Fui a Los Andes, que fue una experiencia maravillosa, porque éramos cinco que vivíamos en un departamento chiquito. Se formó un equipazo que era conocido como Los Rosarinos, porque habíamos llegado varios de Central y Newell´s. Era una categoría dura, con muchos futbolistas que ya tenían paso por Primera. Fue un crecimiento importantísimo y estuvimos cerca del Ascenso, porque perdimos en la semifinal contra Huracán. Regresé y enseguida sentí el respaldo del maestro Ángel Tulio Zof, que me insertó entre los titulares, primero como volante derecho, hasta que llegó el Pato Gasparini. Fue allí cuando me preguntó si me animaba a ir de lateral y por supuesto le dije que sí. Sonrió y me dijo: ‘Pibe: yo quiero que los mejores estén siempre dentro de la cancha’. Sin dudas, fue el mejor entrenador que tuve, no solo por las oportunidades que me dio, sino porque era un sabio que me hizo crecer e insertó en mi cabeza una permanente ansia de superación. Ganar el título viniendo de la B es una hazaña de la que quizás aún no hemos tomando conciencia. Somos unos privilegiados de haber sido partícipes de la historia del club y del fútbol argentino. Dimos la vuelta olímpica en la última fecha en cancha de Temperley y lo atesoro especialmente porque llegué a lo máximo rodeado de mis amigos, con quienes veníamos de las Inferiores. Allí fue la primera palmada futbolera que me dio Dios”.

Tras la gloria máxima de México ‘86, la Selección dirigida por Carlos Bilardo recién volvió a disputar un partido oficial un año más tarde, en junio de 1987, contra Italia en Suiza, donde el entrenador mechó a varios de los campeones con algunos chicos que debutaron allí, como Sergio Goycochea, Claudio Caniggia y el propio Hernán Díaz: “Entré al comenzar el segundo tiempo y enseguida me sentí cómodo. Perdíamos 2-0 e hicimos un gol 50 y 50 con Diego, porque yo pateé, le rebotó a él y se metió. La mayoría se lo dio a Maradona, pero es algo que no afecta en lo más mínimo (risas). Un mes más tarde se hizo un amistoso entre el Nápoli y Central, porque ambos habían sido los campeones en sus ligas de las temporadas 1986/87. Al terminar el partido, todos mis compañeros se le fueron encima en buscar de la camiseta. Diego se la sacó, me buscó y me la dio. Esa 10 del Napoli es el tesoro más preciado que tengo”.

Carlos Bilardo le abrió por primera vez las puertas de la Selección y Hernán aprovechó aquella oportunidad que le dio un hombre al que le está profundamente agradecido. Por supuesto, tiene anécdotas increíbles: “Con él uno aprende sí o sí, porque es un manual de este deporte, ya que vivía para el fútbol. Un apasionado que estaba en todos los detalles y que fue un adelantado con la estrategia. Hay algo que está claro: no se llega a ser campeón del mundo siendo un improvisado o un técnico que no ataca. El día que lo conocí, me citó en su oficina y sobre el escritorio tenía varias hojas. Una de ellas pertenecía a la revista Solo Fútbol, con un reportaje mío, en el que decía que me identificaba con el fútbol de Menotti. Me lo mostró y dijo: ‘Lo cité porque me encanta cómo juega, pero quiero que sepa que yo leo todo. Me gusta su personalidad. Si yo fuera distinto, después de esta declaración, ni lo convoco’. Para él, la Selección estaba por sobre todas las cosas. Estuve muy cerca de Italia ‘90 y quedé afuera en el corte final con Falcioni, Alfaro Moreno y Simeone”.

Hernán Díaz festejando junto con Marcelo Salas y Ramón Díaz (Grosby)
Hernán Díaz festejando junto con Marcelo Salas y Ramón Díaz (Grosby)

Una de las frases más escuchadas en este ambiente es que el fútbol siempre da revancha. Y una de carácter mundial es la que tuvo Hernán cuatro años más tarde: “De Basile solo tengo palabras de gratitud, porque me hizo cumplir el mayor anhelo de la vida. Es difícil encontrar palabras justas a algo con lo que uno había soñado mucho tiempo, como había dicho Diego en el histórico video en blanco y negro: jugar un Mundial. El Coco es un tipo de conceptos claros y que planteaba muy bien los partidos. En mi primer partido con él en la Selección le hice ese golazo a Alemania, el mejor de mi historia, que aún hoy al verlo me pregunto si fui yo (risas). En Estados Unidos ‘94 formé parte de un plantel extraordinario, que se proyectaba para ser campeón, pero que sufrió el gran golpe que significó el doping de Diego. De mitad de cancha en adelante estaban Simeone, Redondo, Maradona, Caniggia, Batistuta y Balbo, una cosa de locos. Mi debut en la Copa del Mundo fue en los minutos finales contra Nigeria, cuando entré por Sensini y me di el gusto de tirar una pared con Maradona. Como digo siempre en las reuniones con amigos: ya está, qué más quiero, que me lleve el de arriba (risas). Los psicólogos deportivos lo podrán explicar mejor, pero el impacto de no tenerlo más a Diego con nosotros fue tremendo. El ejemplo que se me viene a la cabeza es como estar en un gran auto, pero se te para el motor. Tenés que ver cómo hacer para que vuela a arrancar, pero no va a ser lo mismo”.

Díaz ostenta un récord que no lo enorgullece: es el jugador más expulsado (6) en el Súperclásico. Hoy trabaja en las divisiones formativas de River
Díaz ostenta un récord que no lo enorgullece: es el jugador más expulsado (6) en el Súperclásico. Hoy trabaja en las divisiones formativas de River

El destino lo puso en varios momentos importantes en la vida de Diego Maradona, como fue aquel encuentro con Nigeria, a la postre el último del 10 con la celeste y blanca, y en octubre del ‘97, fue su rival en la función de despedida, nada menos que en un Superclásico: “Lo recuerdo a la perfección. Fue en el estadio Monumental y la sensación de tenerlo enfrente no era fácil, más allá de que tenía 36 años y estaba en el epílogo de su carrera. Pero como yo siempre dejé todo por River, en esa ocasión lo vi diferente: era admiración, pero le metí alguna patadita (risas). Aún hoy su figura me genera algo especial, porque soy un convencido que Maradona es todos y no es de nadie. Lo separo del resto, porque él es el fútbol y es una persona, que junto a sus compañeros del ‘86, logró algo muy difícil que es hacer felices a todos los argentinos al mismo tiempo, en una sensación que muchos de nosotros necesitaríamos en estos momentos, por la cantidad de cosas feas que atravesamos en el día a día. Con poco, porque era apenas un jugador de fútbol (el más grande para mí), él nos brindaba alegría”.

Hemos tenido varios encuentros con Hernán Díaz a lo largo de los últimos años. Trabajando para el noticiero de Canal 9, en un eufórico vestuario visitante de la Bombonera, luego de vencer a Boca 3-0 en 1994 le pregunté si sentía símbolo de River. Pasados 28 años, la consulta sigue teniendo vigencia: “Me siento un jugador querido, valorado y que es parte de la historia. Agradezco cada día el afecto del hincha, los saludos o que a una filial le pongan mi nombre. Tuve la suerte de ganar muchos títulos, incluso más que otros tipos que han vestido esta camiseta a los que no les puedo ni atar los cordones. Estuve casi 15 años como futbolista en el club y quedé identificado. Cuando fue el partido despedida de Francescoli viví una de las cosas más conmovedoras de mi carrera, porque faltando poco, Enzo me hizo salir especialmente para que todo el Monumental me aplaudiera, fue tremendo. Aún hoy me emociono al recordarlo”.

Hernán Díaz con River ganó la Copa Libertadores en 1996
Hernán Díaz con River ganó la Copa Libertadores en 1996

Tantos años en el fútbol lo llevaron por el sendero de los éxitos, también de los momentos duros y de codearse con varios personajes. Uno de ellos fue Ramón Ángel Díaz, de quien siempre se mencionó que no tenían buena relación: “Hay muchos mitos. Con él fuimos compañeros, luego fue mi entrenador y en ambos planos salimos campeones. Tuvimos diferencias, es cierto, pero todo quedó dentro de su habitación cuando lo hablamos frente a frente, por la confianza que teníamos. Ramón había optado por otro jugador y quedó ahí, no pasó nada más. Incluso con el paso de los años, siendo él DT de la selección de Paraguay, yo estaba trabajando con Astrada en Cerro Porteño y nos sentamos a tomar un café para hablar de fútbol. Yo no guardo ningún rencor, porque para mí, el que lleva el escudo de River, es mi amigo. Otro personaje fue el Tolo Gallego, que era mi ídolo de chico y cuando lo tuve como entrenador fue lo máximo, porque era muy inteligente, superando ampliamente la media. Además, fuimos campeones invictos en 1994″.

Si había algo que lo distinguía era la manera en que vivía los partidos, sobre todo los clásicos con Boca: “Me transformaba, era como otra persona. Tengo el triste récord, del cual no me enorgullezco para nada, de ser el jugador más expulsado en la historia del Superclásico, con 6. Muchas veces pequé de ingenuo y vi la roja. Siendo ayudante de Leo Astrada me volvió a pasar en la noche que perdimos por penales en la Libertadores 2004, por el famoso tema con el Mellizo Guillermo. No me arrepiento porque es mi forma de ser, pero con el paso de los años, uno logra otro equilibrio y aprende de los errores”.

La actualidad lo encuentra apasionado en su tarea, casi sin descanso, en las divisiones formativas de su amado River Plate, como coordinador de las categorías mayores: “Es una tarea que me encanta la de ver el crecimiento de los chicos. A ellos les digo que el fútbol no es el Barcelona de Messi, sino el camino que hizo Lío para llegar hasta ahí y las dificultades que tuvo que superar. Hay una pequeña élite y el resto somos remadores, a base de humildad, sacrificio y esfuerzo. Yo soy un privilegiado al que este deporte le ha permitido jugar con Maradona, Francescoli, Ortega, el Negro Palma, Gallardo, entre otros y eso lo agradeceré siempre. Soy un tipo muy feliz”.

Se va Hernán, caminando por las calles de Belgrano, con el incipiente sol de primavera, bañándolo en su humildad. Esos protagonistas del fútbol que vale conocer. El mismo pibe que desde los potreros de Sastre se fue confeccionando un traje a la medida de sus sueños: ser feliz en el mundo del fútbol.

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