A 176 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se ubica Arrecifes, una localidad en la que se respira automovilismo y este deporte es un fenómeno social. Hasta allí fue Infobae para conocer la tierra en la que nacieron y se formaron grandes referentes y por eso se la conoce como la “Cuna de Campeones”. En el ambiente se suele afirmar que a su gente en lugar de sangre les corre nafta por las venas. Pero al caminar por sus rincones se descubre que está lleno de vecinos que también consiguieron títulos y se los puede cruzar en cada esquina. Es muy difícil que alguno de sus 30 mil habitantes no esté involucrado con los fierros y en el recorrido surgieron historias para contar.
Se trata de una tradición casi centenaria. Cástulo Hortal, asturiano de nacimiento, pero radicado en la Argentina, fue pionero del automovilismo en Arrecifes y ganó su primera carrera hace 95 años. Ángel Lo Valvo, el primer ganador del Turismo Carretera en 1937 y campeón en 1939. José Froilán González, primer ganador con Ferrari en la Fórmula 1 en 1951, subcampeón mundial en 1954 y uno de los dos argentinos en vencer en las 24 Horas de Le Mans. Carlos Alberto Pairetti, santafesino de nacimiento, pero arrecifeño por adopción, fue campeón de TC en 1968, el único consagrado con un Sport Prototipo en la popular categoría con el “Trueno Naranja” y corrió en la IndyCar y fue clave para que la categoría llegara a Rafaela en 1971. La Dinastía Di Palma encabezada por el múltiple campeón, Luis Rubén (títulos en TC, TC 2000, F1 Mecánica Argentina, Sport Prototipo y Supercart), sus hijos, José Luis (campeón de F-2 Nacional y F-2 Británica), Andrea, Patricio (campeón de Clase 3 de TN) y Marcos (campeón de Supercart); sus nietos, “Josito”, Stéfano, Dino y Juan Cruz Federici Di Palma. Néstor Jesús García Veiga (campeón del Sport Prototipo y F1 Mecánica Argentina), Carlos Marincovich (uno de los mejores en los sesenta y setenta), Rubén Bulla (campeón del Club Argentino de Pilotos y el Supercart), Norberto Fontana (ex F1, campeón del TC y TC 2000), los Canapino, con el recordado Alberto, uno de los preparadores más grandes en la historia y sus hijos Agustín (15 campeonatos nacionales) y Matías. La lista es interminable, pero no fueron solo los corredores o preparadores los que hicieron historia.
Fernando Svaluto es periodista, pero también supo ser piloto. Fue jefe de redacción de la revista CORSA y ahora escribe en el Diario Uno de Arrecifes. “Acá el tema va más allá de los pilotos. Vos vas caminando y en cada esquina te encontrás con alguien que labura o laburó en el automovilismo o que incluso ganó títulos”, explica en la puerta del mítico taller de Luis Rubén Di Palma, el mismo en el que preparó sus autos y donde hoy se venden motos. El lugar está lleno de historia y se puede encontrar de todo: una cupé Chevy de TC sin terminar, un auto de Top Race de Marcos Di Palma, un monumento al recordado “Loco” Di Palma, algunos de sus trofeos, un ultraliviano de los que piloteó Luis y arrumbadas aparecen trompas, gomas y otros elementos de autos de carrera.
Hoy en ese taller se siguen haciendo trabajos sobre autos y como contó Fernando hay héroes anónimos que lograron la gloria sin haber manejado un coche de carrera. Entre ellos César Cecchini, que fue mecánico en el equipo de TC de Alberto Canapino y con el que Guillermo Ortelli ganó sus primeros campeonatos: “Es impresionante la cantidad de pilotos que hay acá. La cantidad de preparadores. El automovilismo en Arrecifes es increíble. Arranqué con Alberto en 1992. En 1997 conocí a Guillermo, que hizo equipo con Luis “Patita” Minervino en el TC y TC 2000. En 1998 tuvimos la suerte de ser campeones con Alberto y Guillermo. En 1999 me fui a Salto con Guille hasta que en 2007 aparecí acá con Marcos”. Del menor de los hermanos Di Palma afirma a modo de broma que “Marcos tendría que haber sido piloto avión, nada más (risas)”. También trabajó con “Juan María Traverso y Miguel Ángel Guerra. Con el Omar ‘Gurí’ Martínez, Guillermo ‘Yoyo’ Maldonado, René Zanatta”, y recuerda a “Julio Catalán Magni”, quien hace 30 años dejó su Ushuaia natal y recorrió 3.088 kilómetros para mudarse a Arrecifes para poder estar cerca del taller de Alberto Canapino que le atendió su Renault 18 de Clase 3 de Turismo Nacional. El automovilismo le cambió la vida al “Pingüino” que se radicó allí y su hijo Juan Tomás, que también es piloto, hoy corre en el TC.
En una nota en CORSA en la que Svaluto homenajeó a los grandes campeones de su tierra rebautizó su gentilicio y los llamó “Arrecifierros”. En el tour por su ciudad el siguiente encuentro fue con Gastón Duzac, quien es amigo de toda la vida de Norberto Fontana y fue su acompañante en el TC. “Es una cuestión de que cada chico, hijo o sobrino de corredor, nace arriba de un karting. Esa es la continuidad que tiene Arrecifes desde Lo Valvo, el primer ganador del TC hasta ahora”, da cuenta de por qué el lugar es especial.
“Cada cinco cuadras tenés un taller y tenés historias a nivel nacional y zonal. Siempre alguien está vinculado a la familia Di Palma, o a Fontana, o a Pairetti, García Veiga, Marincovich, su hijo tiene un taller. Acá se respira combustible”, agrega.
Para ilustrar la tradición de Arrecifes, Duzac recuerda la anécdota de un F1 en una de las avenidas de la ciudad: “Me lo contó Carlos Pairetti. A Froilán González Enzo Ferrari le mandaba un gemelo para que probara en una avenida, de punta a punta. Por ahí pasaba un auto de F1 en los años cincuenta ya que Froilán le dio el primer triunfo a Ferrari en Silverstone”.
Su amistad con Fontana lo llevó a ser campeón en el TC. “Fue algo excepcional. Fui al jardín con Norberto, también a la primaria y secundaria. Cuando él se vuelve de su gran carrera en Europa y empezó a correr en TC me dice ‘amigo, te toca la butaca derecha’. Y le dije, ‘ni en pedo, manejo yo’. Entonces me dijo, ‘hagamos una prueba y si luego te gusta, seguís’. Fuimos a una prueba y me encantó. Algo increíble. Pude vivir la adrenalina. Norberto en ese momento era como Agustín Canapino ahora, imbatible. Yo me sentía mal porque no hacía nada arriba del auto. Disfrutaba. Era como que Maradona me llevara en la espalda cuando gambeteaba a todos. Después sacaron a los copilotos que era algo histórico y en la actualidad el copiloto no haría nada y se arriesgan dos vidas. Pero con Norberto viví, adentro del auto y en el ambiente del automovilismo, cosas sensaciones, fantásticas e inolvidables, que me las regaló un amigo”.
En la ciudad hay una movida para recaudar fondos para una escuela de educación especial y los propios vecinos se paran en los semáforos para juntar dinero. Uno de ellos es Fabián Moisello, que tiene un taller de tornería familiar y al que Luis Rubén Di Palma solía acudir para trabajar sobre las piezas de sus autos. “Éramos muy amigos de la familia. Tenemos un taller de tornería, mi padre, mi hermano y yo y Luis, siempre que necesitaba algo se ponía a laburar a la par de nosotros. Arrancaba a las cinco de la mañana y laburaba hasta las diez de la noche. Espectacular. Un laburante excepcional. Nunca conocí un piloto, preparador y mecánico como él. Un ídolo que no creo que nosotros acá en Arrecifes volvamos a tener”, recuerda.
Además, cuenta una anécdota con Marcos Di Palma que demuestra el idilio con la gente: “Una vez Marcos fue a una carnicería de Chivilcoy donde ahí estaba el taller de los Satriano. Pablo (hermano de Emilio, campeón de TC en 1990) le atendía los motores. Entró en el comercio que era atendido por un matrimonio. La mujer empezó a cortarle carne y no paraba. En un momento Marcos le dijo que parara, que no tenía espacio en su auto para poner tantas bolsas. Le insistió tanto que en un momento la señora dejó de cortar carne y le dijo que él era el ídolo de la familia y que a su hijo le pusieron Marcos. Tiempo después el niño falleció, Marcos se enteró, apareció en el velorio y la familia valoró su gesto”.
Eduardo Pairetti es uno de los hijos Carlos, quien falleció el pasado 26 de septiembre. “Mani” también aporta su visión sobre los secretos de Arrecifes: “Mi viejo nació en Santa Fe y se vino de chiquito acá y lo adoptaron en Arrecifes. Cuando llegó ya había grandes pilotos como Lo Valvo. ¿Qué tiene de especial Arrecifes? Todo dicen el aire que se respira, la nafta, la verdad que creo que es la única ciudad del mundo que tiene tantos pilotos corriendo. Vaya a saber uno qué tiene Arrecifes. Como en otras ciudades tienen el tenis, como en Tandil y otras tienen el fútbol. Siempre me acuerdo de mi viejo que estuvo en todos los eventos. O estar andando con los autos de mi viejo en el circuito de Arrecifes”.
Otra particularidad de Arrecifes son sus vecinos siempre se ayudaron. Los egos quedaron de lado y los grandes pilotos se dieron una mano. “Cuando el Nene García Veiga comenzó mi papá lo ayudó. Después también ayudó a otros como Luis Di Palma, Norberto Fontana, el abuelo de Niki Trosset (piloto de TC) era su mecánico, estamos todos conectados. Cuando se casó se fue a Buenos Aires, pero luego de 50 años regresó a Arrecifes y ahora está en el cielo”, afirma.
Sobre su padre indica que “era muy carismático. Le gustaba ayudar a la gente. Siempre riéndose, pensando en el otro. Por eso era muy querido. Lo voy a extrañar un montón. Vivió una vida muy buena, viajó, corrió y a sus 87 años disfrutó mucho. Corrió afuera. Lo voy a tener siempre en el corazón. Ni sobrino Santino Pairetti (17 años) empezó a correr este año y estaba feliz de que su nieto corriera y tenía un gran afecto para que siguiera sus pasos. Mi viejo debutó a los 26 años, ya que en su época no debutaban tan chicos. Nos dejó un buen legado a todos”.
El sitio Cuna de Campeones Web compartió una estadística con 755 pilotos arrecifeños a lo largo de 95 años de historia. El periodista a cargo de ese portal, Fernando Maggi, comenta que “más allá de la cultura del automovilismo en Arrecifes, esto es una fuente de trabajo con los talleres que hay a nivel nacional, zonal, el karting y las motos. De hecho, la actividad regional la rige la Federación Norte (Fedenor) que está acá Arrecifes”.
En Arrecifes también acaba de inaugurarse un mega taller que es el primero sustentable de la Argentina y es del equipo RUS MED Team, que tiene 12 autos en seis categorías (TC, TC Pista, TC Pick Up, TC Mouras, TC Pista Mouras y Fórmula 3 Metropolitana). Su dueño, Mauro Medina indica que “el predio es de 3.600 metros cuadrados cubiertos y se le va a agregar una sección apartada que será la del rolo (prueba de motores). Es cien por ciento sustentable (tiene paneles solares para abastecer la energía eléctrica), tiene sala de motores, de transmisión (cajas de cambios), chapería, pintura, fibra (para las trompas y otros elementos de la carrocería), mecanizados y se le agrega un gimnasio para que los mecánicos puedan tener actividad física antes y después del trabajo. Además, un vestuario y un comedor muy amplio. Se suma una sala de conferencias y una sala de capacitación, ya que apuntamos mucho a las visitas de escuelas técnicas del país para tratar de incentivar a más personas en la participación del automovilismo”.
Diversas localidades del Interior de la Provincia de Buenos Aires como otras de distintos puntos del país tienen sus tradicionales celebraciones. La Fiesta del Girasol en Carlos Casares, del Salame Quintero en Mercedes y Arrecifes tiene su Fiesta Provincial del Automovilismo y el fin de semana pasado se llevó a cabo su XIII edición en el autódromo local. Allí se le rindió homenaje a Carlos Pairetti con varios de sus autos y los pilotos llevaron los suyos con los que corren en categorías nacionales y zonales. Junto a sus vecinos pasaron dos días de celebración a puro fierro.
Uno de los que estuvo presente el sábado es Stéfano Di Palma, nieto de Luis Rubén, hijo de José Luis y hermano de “Josito”. En diálogo con este medio describe que “acá es medio tradicional que una carnicería tenga un zonal (auto) en el patio de la casa. Acá hay ruido de autos de carrera todo el día, la gente se apasiona. El plan de la tarde es ir a tomar mate a un taller y creo que es todo un conjunto de cosas que junto a los grandes pilotos que hemos tenido en la ciudad, gente conocida y del rubro, fuimos mamando criarnos en talleres de acá y de allá. La gente tiene una pasión que creo que es incomparable con otra ciudad”.
Aunque no piensa que su destino estuvo marcado por su familia: “No lo creo tan así. Crecí justamente en otro ambiente y hoy corro, pero me dedico a otro trabajo. No sé si marcado, pero estar ligado al ambiente, te lleva a eso. Siempre digo que la suerte mía es haber crecido sin las presiones de mi viejo, ‘vos tenés que correr’. Ha pasado en otras generaciones o etapas que lo hicieron porque pensaron que tenía que seguir el gen”.
“Arriba de un auto de carrera me siento puro y original, tanto arriba como abajo. No estoy contratado por ninguna marca, junto mi presupuesto y no tengo que darle explicaciones a nadie. No tengo la mochila que tienen varios. Es un momento en el que estás solo y te sale ser vos. Lo disfruto mucho por ese sentido, si no, no sé si lo disfrutaría tanto”, asevera.
Como comentó no vive del automovilismo y relata que “tengo una distribuidora de cigarrillos y mercadería y trabajé de eso durante años. El automovilismo es lo principal, pero lo hago como un hobby. Por ahí está mal lo que digo porque cuesta mucha plata correr, pero me la junto yo y no me regala nada nadie. No le tengo que dar explicaciones a nadie. Si tengo ganas de divertirme voy, pero tratando de ser lo más profesional posible”.
El automovilismo es uno de los deportes más populares en la Argentina después del fútbol. Pero en Arrecifes está en primer lugar e incluso cuando el equipo local, Brown, militó en la Primera Nacional entre 1997 y 2004 y buscó llegar a la élite de la Argentina, hubo quienes afirmaron que “acá se junta más gente para una carrera de Fiat 600 que para ir a la cancha”.
El fenómeno social de Arrecifes por el automovilismo va más allá de la pasión por este deporte pues forma parte de la cultura de una ciudad donde es común ver algún que otro auto de competición por la calle, fotos y posters de sus pilotos que adornan sus comercios e innumerables talleres de competición y de mecánica convencional. O los múltiples campeones que se pueden cruzar en cualquier rincón. Son matices que conforman la escenografía de una meca fierrera en la que la devoción por los fierros es un estilo de vida. Una comunidad que vive por y para este deporte.
Agradecimiento: Fernando Svaluto
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