Monumental de Nuñez. Es viernes, cae la noche en Buenos Aires. El jugador, titular inamovible, no figura entre los concentrados para el partido del domingo pero, cuando se está yendo de la concentración ubicada en el segundo piso del estadio, Marcelo Gallardo va a su encuentro para hacerle un pedido especial.
-¿Te vas? ¿No te querés quedar a dormir con nosotros?
-No, me voy, Marcelo. Gracias.
-¿Pero vas a lo de tus padres?
-No, a mi departamento.
-Pero, dale, ¿qué vas a hacer solo? Mejor quédate a dormir acá.
-No, dejá…
-¿Pero tenés buena comida en el departamento?
-Sí, sí…
-Mejor quedate. Mañana ya te levantás acá y entrenás con nosotros.
El jugador se da cuenta que ya no tiene argumentos para convencerlo y, aun sin muchas ganas, acepta quedarse al notar que lo de Napoleón es más una exigencia camuflada (para cuidar el físico de un jugador que considera clave) que un pedido. Eso sí, pocas horas después, la decisión que tomó bajo presión le depararía un verdadero alivio. A la mañana siguiente, en el entrenamiento previo al partido, el jugador sufriría una contractura y, en la intimidad de su entorno, reaccionaría con una lectura de lo que podría haber pasado si no se quedaba en la concentración. “Menos mal que me quedé… ¿Te imaginás si me iba y al otra día me contracturaba? Quizá pensaba que me había ido de joda a la noche y eso me traía un problema…”, explicó este muchacho salido de la cantera que conoce bien la exigencia de su entrenador, el mismo que lo puso en un puesto que no era el suyo, que lo bancó siempre y lo terminó potenciando hasta convertirlo en una pieza esencial del campeón de América, en integrante de la selección argentina y en jugador de un equipo importante de España, desde hace un año.
Así ha sido Gallardo en la intimidad. Exigente y controlador. “Es muy demandante”, aseguró más de uno. “Está en todos los detalles, te diría, desde la ropa hasta la comida pasando por los viajes. Cómo vamos hasta tal o cual ciudad, a qué hora, por qué ruta, dónde nos alojamos”, contó Eduardo Barrionuevo, el dirigente que más tiempo ha compartido estos años con el plantel y en quien más ha confiado Gallardo en el día a día, una especie de jefe de equipo. Marcelo se ha detenido en cuestiones mínimas que, para otros, serían ridículas. Como cuando un jugador, en el pasado criticado y hoy pieza esencial del equipo, llegó con un par de botines que tenían algunos detalles que parecían ser azules y amarillos. “Esos no, eh”, le dijo. Tres palabras bastaron para que ese modelo no viera nunca la luz… O como cuando el Muñeco llegó a un entrenamiento y preguntó dónde estaba esa joya que, desde hace meses, empezaba a ser una carta de recambio de los titulares. “Se quedó en la bici fija, Marcelo: nos dijo que estaba tironeado”, le contestaron sus ayudantes. Gallardo no dudó y lo fue a buscar, sabiendo que se parecía más una excusa repetida por este volante talentoso que, el coach creía, debía sacrificarse más en las prácticas y trascender “dolorcitos”. No sorprendió que al poco tiempo ese talentoso mediapunta fuera cedido a préstamo a otro equipo argentino.
Así gestiona Gallardo. O el Mini Kaiser, como algunos lo apodaron por lo bajo para marcar lo bravo que ha sido. “Los tiene cortitos a todos. Y no son pocos los que le tienen miedo y se cuidan en todo”, tiró una de las pocas fuentes que se anima a hablar y abrir, aunque sea un poco, el impermeable hermetismo que ha rodeado al plantel millonario. “Pero ojo, ya todos saben que si respetás sus exigencias, te vas a potenciar y tendrás chances de jugar en un equipo top”, agregó dejando claro que, si bien la vara tan alta puede generar alguna molestia en el día a día, los resultados de este proceso, dentro y fuera de la cancha, son tan apabullantes que la gran mayoría aceptó que es la fórmula del éxito que todos deben respetar.
A diferencia de lo que parece, Gallardo no es tan cercano al jugador ni entra dentro el rubro “coach jugadorista”. Al menos si nos referimos a lo que históricamente ha representado ese concepto. “Al jugador le llega mucho, le creen todo, pero el respeto y hasta el amor del jugador no lo consigue con franeleos. A nadie le soba el lomo. Marcelo habla con sus consejos, con sus decisiones y también con sus aciertos”, aseguró una fuente que conoce muy bien la intimidad del plantel, pero prefirió el anonimato. Gallardo no vive elogiando ni está atrás de nadie. De hecho, en otro reclamo que algunos referentes le han hecho por lo bajo, les gustaría algún “bien, bien” más, que les “tocara el hombro” y les dijera algo elogioso o motivante. Pero esa acción pocas veces llega, salvo en público, cuando ellos salen de la cancha o termina un partido y Gallardo se acerca para un gesto, sea físico con un golpe, verbal con una felicitación o gestual con un dedo pulgar levantado. Es como su bendición pública. Sería algo así como un “muy bien, vas por el camino correcto, seguí así”. Todo esto, claro, ha generado un desgaste a lo largo de los años, siendo algo absolutamente normal…
En estos años, Gallardo ha mantenido una distancia con el jugador. Siempre ha parecido tener todo medido y estudiado, hasta los elogios o palabras de aliento. Sabe que los jugadores, a veces, son difíciles y te miden. Por eso sus aportes han sido quirúrgicos e inapelables. Ejerce un estilo duro de conducción, habla con sus decisiones y hasta con su nómina de concentrados. Nada está librado al azar ni nadie recibe “regalos”. Gallardo parece un mago en ese sentido: sabe en qué momentos exigir y cuáles no, cuándo tensar la cuerda y cuando aflojar, de acuerdo a los momentos y situaciones. Pocas veces, en la intimidad, ha tenido excesos. No es poco si hablamos de casi nueve años.
“Es verdad que en el día a día tiene una relación más distante, pero para eso descansa en un equipo de gente que está en todos los detalles”, explicó, hace un tiempo, Matías Patanian, vicepresidente actual y también del mandato anterior, pero siempre uno de los dirigentes con más peso durante el ciclo Gallardo. Matías Biscay ha sido el mejor nexo con los jugadores, la voz más directa en el grupo (en especial con los referentes), aunque lejos de ser la única. Cada profesional, de los más de 20 que rodean y potencian al plantel, cumplían más que la función que le permite sus conocimientos. Todos aportaron socialmente y han colaborado para que River sea una gran familia.
Gallardo no tiene problemas en gestionar comportamientos. Marca la cancha e incluso les reglamenta la vida a sus dirigidos, con consejos o decisiones. Si alguien tiene que quedarse a dormir o no, qué deberían comer, cómo entrenarse, si deben salir a saludar a la gente o no. Todo. Y siempre ha bajado línea. No han sido órdenes, pero se le parecen bastante. O son órdenes que se cumplen como si fueran consejos. Marcelo sabe cómo convencer. Como buen líder, habla lo justo y necesario. Lo hace de forma quirúrgica, encontrando los momentos y formas ideales. Y tocando la fibra íntima de cada jugador. Como dijo Julio Lamas, ex técnico del seleccionado de básquet y hoy ayudante de Abel Balbo en Central Córdoba, “a algunos deportistas hay que hablarles a la cabeza, a otros al corazón y a otros al bolsillo”. Gallardo sabe cómo, cuándo y dónde. “Cuando uno está al frente de un grupo tiene que gestionar diferentes personalidades y egos. Debe haber un mensaje claro, que todos se sientan referenciados. Y el objetivo es que las cosas no se hagan porque yo lo diga, sino porque pretendo que todos se comprometan con una forma de sentir”, ha sido una máxima del Muñeco.
“Marcelo sabe manejar los grupos en cada área y tiene una impresionante capacidad de liderazgo. Es frontal y claro en sus conceptos. No vende humo. Es convincente en lo que dice y muy respetuoso de situaciones. Sabe cuándo y cómo acercarse. Por eso el jugador confía en lo que dice”, opinó Barrionuevo. Su autoridad en el grupo nunca ha estado en discusión. Si dice algo, se hace. “Es tan exigente que también me ha exigido a mí, y está bien que así sea. Si me veía distraído en algo, me decía ‘presi, vamos...’. Está bien, puede decírmelo. Marcelo siempre quiso que todos los que lo rodean, desde la presidencia hasta que el abre la puerta del club, estén consustanciados con lo que estamos haciendo”, admitió Rodolfo Donofrio, el ex presidente que lo ha tenido como su gran su ladero en ambos mandatos. Un dirigente de mucha personalidad que, dicen, sólo aceptaba, sin dudar, los consejos de Napoleón.
Claro, esta virtud que describimos empuja pero también desgasta. Por eso, cuando cada fin de año decidió si seguir o no, es lo primero que Gallardo analizó. Y es, justamente, uno de los motivos que influyeron para tomar la decisión de dar un paso al costado a partir de diciembre. Hace unos años lo avisó. “Me quedaré mientras el resto tolere mi exigencia. Yo lo pienso todo el tiempo. Observo, miro, analizo cómo asimilan lo que digo o pido. Por eso no es fácil sostenerse ganando, sin relajarse. Requiere de exigencia. A mí todo esto me sigue dando emociones, pero la clave es si al resto le pasa lo mismo porque, a veces, los cambios también pueden ser buenos…”, reconoció. Patanian contó cómo son los análisis del Muñeco y de qué forma esta exigencia está muy presente. “Marcelo es consciente de que la sobreexigencia no es para siempre, por eso cada diciembre hace su análisis, un diagnóstico para ver si puede seguir redoblando la apuesta. Porque el problema, cuando ganás, llega al día después… Cuando observa complicidad a su alrededor y nota que estamos todos en la misma línea, tiene buena parte de la decisión tomada. Distinto será cuando no sea así”, explicó de forma premonitoria.
Siguiendo con los bastiones de su gestión es fundamental posarse en su filosofía, en cómo ha puesto la épica siempre en lo colectivo y no en jugadores puntuales. Si se analizan sus conferencias de prensa, Gallardo ha dado crédito a jugadores, pero sin exagerar. Siempre fue muy medido en los elogios. Nunca puso el foco en una producción individual, por más determinante que fuera. Y eso que muchos jugadores lo merecieron, desde Armani pasando por Juanfer terminando con Julián Alvarez. Les dio confianza, los aplaudió, pero no los elevó nunca a la categoría de héroes, aunque en determinados partidos lo hayan sido. Marcelo considera, genuinamente, que lo primero (y lo más importante) es el equipo. Cree en eso, ciegamente. Nadie está por encima del equipo ni del grupo. Nadie. Por eso no se ha inmutado cuando se lesionó (o expulsaron) un jugador antes de un partido clave. Jugaba otro, porque considera que la fortaleza está en lo colectivo. Lo ha probado, a lo largo del tiempo, rearmando equipos con el mismo éxito y eligiendo jugar partidos claves con jugadores que nadie creía podían rendir como lo terminaron haciendo. Ejemplos sobran…
En estos casi nueve años, Gallardo ha sido el único técnico argentino capaz de escapar del resultado inmediato, del exitismo a ultranza y de la histeria mediática en la que vive inmerso nuestro fútbol. Dos ejemplos lo prueban con contundencia. Nadie creía en Milton Casco cuando River vendió a Marcelo Sarachi en junio del 2018 y el técnico, lejos de pedir a un refuerzo, apostó a recuperar a este lateral que había cometido muchos errores en defensa. Con el tiempo, gracias a que se convirtió en un defensor completo, los hinchas llegaron a ponerle banderas con la leyenda “perdón Milton” y los compañeros, algunos de los que no querían jugar a su lado por las ventajas defensivas que daba, lo llaman Señor Fútbol. Lo mismo pasó con el Pity Martínez o Nicolás De la Cruz. Gallardo los esperó tras comienzos con dudas -y hasta reprobación de la gente- y ambos se transformaron en piezas esenciales. Gallardo lo hizo. Con temple y convicción.
Afianzar a lo colectivo como mayor tesoro le permitió trascender los nombres. Ninguno de los líderes y jugadores determinantes estuvo por encima del equipo. Esa es la esencia de este éxito sin igual en el fútbol sudamericano, donde aguantar un DT más de dos años es un hallazgo. Cómo será que, en estos cinco que Gallardo se quedó, entre Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo ya pasaron 43 entrenadores. Patanian fue más allá, dando un ejemplo de cómo ha toma decisiones. “Nadie está por encima del equipo y el grupo. Pero nadie, eh. Por más bueno que sea. Marcelo nunca piensa que un jugador lo va a salvar. Si se decide por uno sobre otro para ser titular, por ejemplo, es porque cree que ese jugador va a ser mejor para el equipo, no por creer que va a desequilibrar por sí solo, aunque suene increíble”, agregó. Impacta lo que dijo Patanian porque, claro, la filosofía de Gallardo va mucho más allá de la trillada frase “primero está el equipo”. Muchos la dicen, la pregonan, pero no la sostienen con decisiones. Marcelo, sí. “Marcelo ve cosas que otros no. Y porque quiere potenciar al equipo, y tocarle esa fibra íntima al jugador al que le da la chance. No nos olvidemos que este no es un ciclo que haya tenido a un Ortega, un Alonso, un Francescoli, o un Salas. Hubo muy buenos jugadores, sí, pero no supercracks. La fortaleza estuvo siempre en lo colectivo”, argumentó.
Patanian extendió el concepto de lo colectivo al armado del grupo. “Es muy importante que el jugador que llega entienda el concepto granítico de grupo, que lo colectivo está por encima de todo”, explicó, dando un ejemplo de un ex jugador de River –sin mencionarlo- que quería volver y el Muñeco rechazó. “La dejó pasar para privilegiar lo colectivo y el funcionamiento. Consideró que su llegada no hubiese sido sana y mirá que era un nombre pesado, interesante desde lo futbolístico, eh”, admite. Hay reglas de convivencia impuestas por Gallardo que se respetan a rajatabla. Si esto no sucede, hay multas para infractores. Si usas el teléfono en una reunión o comida, si llegás tarde, con montos en dólares de sanción, variando de acuerdo al momento y circunstancia de la falta. No hay apelaciones o conmutaciones posibles.
En la elección futbolística, el denominador común ha sido la polifuncionalidad. Gallardo no es tan afecto a los planteles largos, por eso cuando sale a buscar alternativas, prefiere los jugadores versátiles que pueden cumplir más de una función. La evaluación futbolística es importante, es verdad, pero nunca va separada de la humana. Gallardo elige minuciosamente a los refuerzos, buscando el perfil que le interesa más allá de sus habilidades en la cancha. Tipos humildes, disciplinados, trabajadores, que tengan un ego controlado y sumen en el grupo. Un grupo que tiene otras máximas, como la mesura para declarar. Marcelo siempre aconsejó “pensar bien antes de hacerlo” para evitar quedar como soberbios o agrandados, o generar polémicas que perjudiquen el día a día. Otra es el hermetismo hacia el afuera, que incluye hasta el círculo íntimo de los jugadores. Hablar poco y nada, y mucho menos mal de alguien. Ni de un compañero o del DT. “Con Marcelo no hay opción: los trapitos sucios se lavan en casa”, aseguran. Ni siquiera aquellos que no renovaron y se fueron libres, como Rolheisser o Angileri abrieron la boca en esos meses en que fueron colgados por no renovar.
En el día a día, Gallardo ha elegido acercarse más a los pibes, para guiarlos, y menos a los referentes, en quienes descansa para moldear el plantel. Ponzio, Pinola, Enzo Pérez, Armani y Maidana han sido los jugadores con dotes de liderazgo que han acompañado a los más jóvenes y le han hecho todo más fácil a Gallardo. “Se han formado grupos que han sido verdaderas familias. Si no juega uno, juega el otro y siempre se lo apoya. Y los más chicos escuchamos mucho a los más grandes, a los referentes que te pueden enseñar mucho. Hay que respetarlos y escucharlos. A Leo (Ponzio), Enzo (Pérez) y Javi (Pinola), por ejemplo. Tienen experiencia y son los que más saben. Y también al cuerpo técnico que nos guía”, explicó Exequiel Palacios antes de irse a Alemania. Ha sido tan buena y respetuosa la convivencia que hay decenas de ejemplos. “En estos años se formaron grupos espectaculares. Todos se han amoldados, aceptado roles y decisiones sin generar problemas. Y para eso han sido muy importante tener líder positivos de vestuario, con ambición y sentido común”, rescató Barrionuevo dando el ejemplo de cómo hubo años en que jugadores se fueron juntos de vacaciones, con las familias. River se convirtió en una gran familia casi sin conflictos, al menos públicos. Recién en los últimos meses llegó el primer trascendido de un problema de vestuario, entre algunos referentes y el DT. Hubo que esperar ocho años…
Muchos rescatan la capacidad estratégica de Gallardo, cómo rearmó equipos con distintas identidades, la voracidad ofensiva permanente y hasta un ojo clínico para buscar refuerzos, pero lo más cautivante está en la intimidad, en el grupo, en esa virtud que le permite generar competencia extrema entre los futbolistas, sin que surjan conflictos. “Gallardo no solo sabe planificar un partido, sino que durante toda la semana es un líder de un grupo que moldeó a su imagen y semejanza. El grupo humano es tan importante como las individualidades. Los egos quedan a un costado y eso lo logró Marcelo”, aseguró Donofrio. ¿Cuál es la clave? La equidad. “Marcelo no hace diferencias ni se casa con nadie”, es la expresión bien argenta que Barrionuevo usó para describir las decisiones con los jugadores. En el plantel no hay privilegiados. Ni intocables. Ni nombres más pesados que otros. En el grupo y, menos, dentro del campo. Siempre ha jugado el que mejor ha visto. “Eso es muy respetado por jugadores. Se maneja por lo que ve en prácticas, quien está bien y quién no”, aclaró Barrionuevo.
Antes de irse, Nacho Fernández lo puso en blanco sobre negro cuando le preguntaron si se sentía uno de los preferidos de Gallardo. “Yo no creo en eso. Es verdad que me tiene confianza, me ha bancado y puesto en varios puestos, pero si no rendís en dos o tres partidos es muy posible que entre el que está en el banco porque Gallardo les da chances a todos. Después, claro, hay que aprovecharlas”, aseguró. Gallardo no mira apellidos, salarios ni valor de reventa. Juega el que más le sirve al equipo. Sobran ejemplos. Hay que pensar que Lucas Pratto fue figura en los dos títulos internacionales (2018 y 2019) y terminó ese año como el quinto delantero. Hasta que decidió emigrar. A Nacho Scocco le pasó algo parecido. Marcelo, además de ser justo, les habla y no les falla. “Si estás bien, vas a jugar. O tendrás tu chance”, les dice. Y así es. No es que dice, Marcelo hace, sin dudar. Y todo sucede sin conflictos, sin disputas de cartel. Los vedetismos, tan habituales en el fútbol están absolutamente prohibidos con Gallardo. Se trata de un entrenador “horizontal” y por eso casi todos lo respetan y hasta lo reverencian.
Lo futbolístico, por supuesto, también tiene su sello. Y si algo se ha destacado de los equipos de Gallardo es lo trabajados que siempre estuvieron, salvo este último, que ha sido el peor, el que menos respuestas ha dado. Tal vez ahí también pueda sumarse un factor a este adiós… El mantener la base y el paraguas protector de los triunfos épicos fueron dos factores clave para trabajar hasta en los más mínimos detalles, algo que hace lo diferencia en los grandes partidos. El pase, determinantes en todos los equipos exitosos de la actualidad, fue uno de los elementos distintos del River brillante del 2019, por caso. La precisión en velocidad tuvo nivel europeo, por momento. Eso se complementó con el trabajo fino en los controles orientados de sus jugadores. Porque estuvo en cada pequeño detalle. Parecen cosas menores, pero hicieron una gran diferencia. Por eso había tantos penales a favor. No era el VAR. Era pisar el área 30 veces por partido. Los River de Gallardo fueron audaces, como ninguno. Porque él nunca tuvo miedos y abrazó siempre el riesgo, incluso en los momentos más complejos, como aquel cambio de Juanfer por Ponzio, cuando quedaban 25 minutos y se perdía la final más importante de la historia. Porque siempre buscó innovar, ya sea poniendo tres delanteros en una serie de copa ante Independiente o yendo con una línea de 5 a la Bombonera, siendo más ofensivo que el local. Porque quiso cambiar el césped para que la pelota ruede más rápido. Porque nadie apostó más por el juego. Por eso transformó centrales en laterales, por eso construyó mediocampistas europeos y por eso llenó las canchas con jugadores ofensivos, buscando dañar desde la tendencia, desde el juego, desde las variantes. Haciendo que cada rival se achicara más, apostara a destruir, al 0 a 0 y a los penales.
Los jugadores cayeron rendidos a sus pies cuando fue momento de hablar sobre cómo los potenció. “Con Gallardo me formé. Fue muy importante para mí e influyó mucho en mi juego. Recuerdo cuando me pidió que dejara de jugar como un chico… Quizá yo lo hacía muy en corto y perdía muchas pelotas. Me decía que debía convertirme en un jugador más maduro. Así fue que le hice caso a los cambios que me pidió: ayudar a la hora de defender y acompañar más en ataque. Ahora soy más completo, con despliegue y llegada al área. Cambié el chip para ayudar al equipo”, contó Palacios. Nacho Fernández fue el mejor mediocampista durante dos años, antes de emigrar a Brasil. “Me puso unos metros más adelante y me pidió que llegara más al área, al gol… Me dijo que no me preocupara si por momentos no tocaba tanto la pelota. Quería que la tocara menos y llegara más”, contó quien siempre fue fundamental, uniendo piezas y líneas, para terminar siendo el titiritero de River, algo que hoy se extraña horrores. “Sin dudas que es un gran técnico que me ha enseñado muchísimo”, agregó.
El Muñeco ha logrado una especial conexión con el hincha que comenzó con los títulos y triunfos históricos pero que ha ido mucho más allá. Gallardo decodicó el ADN millonario, interpretó al hincha y así logró una empatía difícil de igualar. Con un estilo único, mezcla de DT e hincha. Marcelo les habla con el corazón y la razón. Capaz de incentivar y motivar a la tropa cantando en el balcón tras un empate de visitante en la final más importante de la historia. O capaz de ponerse la corbata de Labruna en la previa de un Superclásico histórico, el primero tras la pandemia. O de hacerles cerrar 30 segundos los ojos a los hinchas, en el aniversario más festejado de la historia, para que pensaran “que hubiese pasado si…”. O de cantar con ellos “gracias por esa alegría, de ganarle a Boca, de salir campeón”, siendo casi el líder de la hinchada. Todos actos llenos de carisma y liderazgo, sin miedos, buscando motivar y arengar. Porque eso hizo: motivó jugadores y también a los hinchas. Les marcó el camino. Fue el líder, siempre. Por eso, no sorprende, que para los fanáticos sea el Dios, el pastor, al quien siguen adonde sea. “Que el hincha crea porque tiene con qué creer”, es la frase que inmortalizó y se ha repetido como un mantra en los peores momentos. Gallardo la invocó antes de los duelos más chivos y todos creyeron. Así se generó una energía especial que contagió a hinchas y jugadores para lograr las victorias que quedaron en la memoria colectiva. Así fue que le cambió la vida al hincha y le dio alegrías que muchos ni siquiera imaginaron...
Lo que irradia, dicen, es difícil de explicar. Sólo sus fieles pueden dar fe. Todo nace del valor y el respeto al hincha que da el entrenador. Marcelo sabe de los esfuerzos inconmensurables que hace en un país con un insólito grado de improvisación y desorganización. Alcanza con sólo recordar los que les pasó a los hinchas de River en dos finales de Libertadores, cuando no pudieron disfrutar de la localía en la Copa 2018 –insólitamente terminó en ¡Madrid!- y sufrieron el cambio de sede a último momento en la del 2019. No es casualidad que Gallardo baje línea para respetar al máximo a los fanáticos. Por eso ordena que, cada vez que el equipo viaja al Interior e incluso a otro país, todos los jugadores –no dos o tres- salgan a saludar, sacarse fotos y firmar autógrafos. A tal punto que últimamente fue una costumbre que, a cada ciudad que el equipo iba, existieran bienvenidas impactantes, con fuegos artificiales, banderas, cánticos y miles de personas. Todo fortaleció aún más la relación y logró una comunión indestructible.
Para algunos puede parecer una nimiedad, pero es otro argumento que ratifica que Gallardo es mucho más que un entrenador de fútbol. Se trata de un líder que está en todo. Una persona ecléctica que tiene una visión amplia y posee muchas capacidades para asumir mucho más que la responsabilidad de conducir a un equipo. Por eso lo suyo en River ha sido más que éxitos deportivos para convertirse en una verdadera revolución. La Revolución Gallardista. Marcelo se involucró hasta en los temas más pequeños del fútbol de River y logró un cambio radical en la forma de trabajar para que los resultados tuvieran una base y el fútbol, más que un presente. “A veces hay gente que quiere involucrarse en más que su especialidad pero no le dan sus capacidades. A Marcelo, en cambio, le sobran. Lo suyo va mucho más allá de armar un equipo. Es alguien con gran inquietud, capacidad de diagnóstico y una tremenda determinación para hacer cosas”, reveló Patanian.
Los dirigentes no tienen problemas en reconocer que su influjo llegó mucho más allá de lo deportivo. “Es un técnico que se dedica las 24 horas al fútbol, desde la Primera hasta la última división en inferiores. Marcelo es un estudioso, alguien con mucho poder de análisis, que participa, maneja y coordina cada decisión del club. Es alguien que le gusta bajar una línea futbolística general, conceptual, para que todos la sigan en el club”, detalló Barrionuevo. Mejorar la infraestructura, acercarse a las comodidades de los clubes europeos, siempre fue una prioridad y, de a poco, fue convenciendo a la dirigencia sobre las necesidades.
En el 2015, por caso, le presentó un planito casero al dirigente Guillermo Cascio para mostrarle lo que quería hacer en el predio que River había inaugurado en 1999 en Ezeiza. Así fue que, en 2016, el complejo de entrenamientos se transformó en instalaciones de primer mundo, con 1100 metros cuadrados de obra (siete hectáreas nuevas), tres canchas nuevas, un sector de masajes en el vestuario y doble jacuzzi, sala de video, y nuevos departamentos de kinesiología, neurociencia, psicología y nutrición, un lugar que se ha seguido ampliando en los últimos años. La necesidad de superarse a nivel infraestructura para seguir creciendo no se sació con esa obra y durante todo el 2018 se trabajó en el proyecto River-Hurlingham, inaugurado a principios del 2019. También fue el gran impulsor de la remodelación total de la concentración profesional en el Monumental y después ideó y empujó toda las reformas del estadio, con una cancha con un césped distinto, con las características que pedía él para el estilo de juego que pregona. Está claro que Gallardo ha sido mucho más que el entrenador del fútbol profesional.
El último sueño era lograr una alineación titular íntegramente formada por jugadores surgidos de su cantera y para eso empujó un plan estructural para reforzar y potenciar las categorías infanto-juveniles. En el club encontró eco y la inversión se duplicó, con más captadores de talentos que recorren lo más profundo del país. Con esta nueva estructura logran ver 60.000 chicos por año. Un rastrillaje y completo que incluye todas las provincias del país. A la profesionalización del sector se siguió con la infraestructura necesaria para esa captación -incluye una mejorada pensión en el club con capacidad para 85 chicos del Interior- y luego se continuó con la metodología de desarrollo para que cada división juegue con el histórico estilo River. Así se realizó una reestructuración del fútbol de inferiores y formativas para que todas las categorías se entrenen de forma muy parecida a lo que despliega Gallardo y su equipo. Biscay y Hernán Buján, el otro asistente top de Marcelo, trasladan las pautas a los DT de divisiones menores y el Muñeco hasta decidió que su cuñado, Jonathan La Rosa, se hiciera cargo de dirigir la Reserva. Pero nada tiene que ver con su vínculo familiar. Lo conoce hace muchos y le ha visto condiciones. Porque, se sabe, el Muñe no le regala nada a nadie.
Gallardo nunca se detuvo y fue aumentando funciones. Como cuando pareció dirigente y jefe de prensa, a la vez, al hablar de la posible salida de Nacho Fernández en 2020. “Nacho no se va a ningún lado. Ya tuve charlas con él. Le dije que yo también me voy a quedar. Y él está contento de que sigamos”, arrancó. Para no dejar dudas, cerró con contundencia. “Tiene una cláusula de 15 palos (sic). El que lo quiera llevar la va a tener que poner. Tiene 29-30 años y no vale menos que eso. Ya se lo dije, no creo que lo podamos perder”, sentenció, poniéndole presión al jugador –que deseaba dar el salto- y a los dirigentes. Este es el poder que acumuló Gallardo, capaz también de vestirse de arengador de una fiesta, como pasó en la realizada en el Monumental para festejar el aniversario del triunfo contra Boca en Madrid. Luego de dar un discurso épico, que levantó al estadio y emocionó a todos, vio que los jugadores estaban aún amargados por la derrota previa a la celebración. “Vamos que esta fiesta es para ustedes, eh”, les gritó cuando empezaba a cantar la banda Turf en el escenario. Y así fue que todos se pararon y empezaron a saltar y cantar al ritmo del pegadizo tema “Pasos al costado”. Así es Gallardo. Así actúa. Así lidera. Así gestiona. Así convence. Así cambió la historia de River. Para hacerlo aún más grande y devolverlo al lugar que le correspondía.
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