Agosto de 2006. Buenos Aires. La selección argentina de básquet con su Generación Dorada, dos años después de ser campeona olímpica, se concentra en un hotel porteño y se apresta para jugar a la noche un amistoso como preparación para el Mundial de Japón. La tranquilidad de sus integrantes en el bunker elegido contrasta con los nervios y la emoción de otra figura del momento en el deporte argentino, en este caso de fútbol, que ingresa al lobby con dos amigos de Bahía Blanca. El pibe, de 24 años, de nombre Rodrigo Palacio y ya apodado La Joya en el ambiente, viene de ser goleador del tricampeonato con Boca (Apertura y Sudamericana, ambos en 2005, y Clausura 2006) y todavía no sabe que, semanas después, anotará tres goles más en la final de la Recopa. Ahora está concentrado con lo que pasará segundos después, porque se dará el lujo de visitar a sus ídolos y referentes. Lo recibe Pepe Sánchez. Como lo conoce de Bahía Blanca y más especialmente del barrio La Falda, donde se criaron juntos, el delantero se mantiene tranquilo... Pero, de a poco, su estado emocional empieza a cambiar cuando suben a las habitaciones. De repente, aparece Luis Scola. Luifa lo saluda y le regala la camiseta 4 de la Selección. Intenta no demostrarlo, pero por dentro, lo de Rodri ya es todo emoción…
Un rato de charla con un grupito, mates de por medio, y Palacio les dice a sus amigos, los hermanos Pisani, “Vamos yendo”, porque ya no quiere molestar… “Cuando estamos bajando por el ascensor me comenta que le había faltado conocer a su ídolo, el Chapu (Nocioni). ´¿En serio?, sos tonto Rodri, ¿por qué no le dijiste a Pepe?´, le digo yo. Me contesta que no quiere molestar, viste lo humilde y reservado que es Rodri… Pero yo me volví, le dije a Pepe y lo fuimos a ver a Chapu a su pieza. Se dieron un abrazo y charlamos un rato con él. Cuando salíamos me dice, ‘Estoy todo transpirado, todavía nervioso. Lo conocí a Chapu, no lo puedo creer´, me comentó. Yo me sorprendí, no pensé que era para tanto… Y bueno, esta historia refleja la pasión y locura con la que Rodri vive el básquet. Por eso no me sorprende nada esta decisión de volver a jugarlo en Italia luego de retirarse del fútbol”, explica José Luis, el del medio de los tres hermanos (45 años), hoy entrenador de Ancud, club de la primera división de Chile.
“Es así, como dice mi hermano. Recuerdo bien el momento. Chapu no lo conoció, hasta que le dijeron quién era. Pero para Rodri fue su gran momento, pese a que ya era una figura de Boca, de América…”, completa Juan Ignacio, el mayor (51). Nocioni se sorprende con la anécdota que le comenta Infobae, pero no oculta el olvido, fiel a su personalidad. “La verdad, me acuerdo que lo conocí pero no mucho más. Lo que más me sorprende es que Rodrigo, viniendo de Bahía, me tuviera de ídolo a mí… Este chico tiene que replantearse muchas cosas en la vida”, tira, a pura risa. Pepe, en cambio, lo recuerda bien. “Nos vino a visitar pero, en realidad, lo que más quería era conocer a Chapu, su ídolo. Estaba re nervioso y Chapu no lo reconoció. Le tuve que decir yo… Charlaron un rato y se fue muy feliz, como un nene”, cuenta.
Juani retoma el tema con una conclusión sobre lo que sintió Rodrigo en aquella visita. “Él es así, un fana del básquet y de la Generación Dorada. Se la pasaba hablando de ellos. Ni aquello ni lo de ahora me sorprende, que esté jugando hoy en día en el ascenso italiano, tal vez es una espina que le quedó clavada cuando se tuvo que decidir por el fútbol. Recuerdo que le costó muchísimo”, cuenta. Palacio tenía 16 años y ya brillaba en la Primera del otro club de barrio, Bella Vista, de donde ya había salido el Coco Basile, cuando tuvo que decidirse entre los dos deportes. “Yo fui el que le dije que se dejara de joder, que se dedicara al fútbol porque si bien en el básquet lo hacía bien, como delantero ya pintaba muy bien. Ya había empezado a jugar en la Primera de La Falda, en segunda división de Bahía, y la situación era un peligro por las lesiones”, recuerda José Luis.
“Sí, cuando tuvo que elegir, fue todo una situación, un problema. Fue duro para él y para la familia. Recuerdo que el padre pasaba por el kiosco y me decía lo que le costaba, estaba preocupado… Porque en esa época tampoco pensábamos que iba a llegar a tanto en el fútbol, en realidad nos sorprendió a todos y más porque, en cuatro años, pasó de jugar en la Primera de Bella Vista a estar haciendo goles para salir campeón en Boca”, completa Juan Ignacio. En aquellos años, el más grande los Pisani tenía un maxikiosco a media cuadra de la casa de los Palacio y a una cuadra del club La Falda. “Era un paso obligado para él. Siempre se aparecía, entraba, compraba su alfajor y charlábamos de fútbol, de la vida. Lo mismo que pasaba Pepe Sánchez a tomar mate o Rómulo Severini, jugador de fútbol importante de la ciudad que también era del barrio…”, detalla Juani.
Para ser precisos, en la calle Alvear, número 26, vivían los Pisani y a 50 metros, sobre Yrigoyen, los Palacio. De hecho, aún hoy viven ahí, al menos José, el Gallego, ex futbolista importante de la región, e Isabel, la madre de Rodri, Martina, Melisa y Gonzalo, los cuatro hermanos. “Nos criamos ahí, en la vereda, en la Plaza Eva Perón de la esquina, en el club… Mi papá fue vicepresidente y mi mamá estuvo en la comisión del básquet. Estábamos todo el día ahí, con Rodri, que era un amante de todos los deportes y especialmente del básquet y de la vida de club”, relata José Luis.
El más cercano, por edad, era Miguel, el menor, que jugó mucho al básquet, incluso como profesional -como base llegó a la segunda división nacional, jugando para Racing de Avellaneda y Estudiantes de Santa Rosa- y ahora es actor y vive en México. “Aquella época, en el barrio con Rodri, fue hermosa y tengo los mejores recuerdos. Vivíamos libres en un barrio típico y luego de volver de la escuela ya no volvíamos a casa hasta la noche, hasta el clásico grito de nuestras madres, ‘Miguel y Rodri, adentro, que ya es tarde’. Estábamos en el maxikiosco de mi hermano, que además tenía jueguitos electrónicos, en la plaza Eva Perón, en las hamacas o jugando al fútbol o casi enfrente, en nuestro club, viendo a los más grandes con admiración y esperando nuestro momento para jugar”, rememora quien hace 11 años se fue al DF de México y dejó de jugar al básquet. “Yo fui al revés que Pala, de más a menos. Jugué bien al principio y luego ya no, él sigue jugando como antes parece, por lo que vi en los videos que llegaron desde Italia”, compara entre risas.
La charla deriva en la pasión de Palacio por la pelota naranja y, en ese momento, Juani inicia con una salvedad. “Sí, podemos hablar del Rodri basquetbolista, porque era muy bueno, tenía ese pique corto que lo hizo famoso en el fútbol, mostraba un muy buen tiro de media distancia, tenía técnica, era anotador, pero en realidad jugaba bien con cualquier pelota que le tiraras. Rodri es un chico que nació para el deporte”, reflexiona mientras intenta hacer memoria de algunas anécdotas. “Todavía me parece verlo sentado en el banco, con una sonrisa, esperando su turno, mientras nosotros entrenábamos. Era feliz estando en el club, con una pelota de básquet en la mano. La alegría que tiene hoy para vivir era la que tenía cuando jugaba al básquet”, amplía. José Luis acuerda con su hermano: “Lo del espíritu deportivo muy especial que siempre tuvo Rodrigo. Es un chico entre callado y sumiso pero, a la vez, muy competitivo. Tiene un perfil muy parecido al Gallego, su padre, amantes de los deportes, pero con un cuerpo especial para practicarlos”.
El entrenador, que antes de dirigir en Chile lo hizo en Bahía Basket junto a Pepe, hace una radiografía de aquel escolta de 1m75. “Sí, jugaba bien. Era muy rápido, corría como loco. Y tenía buena mano para el aro. Anotaba muchos puntos en las formativas”, analiza Jose Luis. Para ratificarlo, Infobae fue a las fuentes y consultó a Roberto Seibane, un mito bahiense que trabaja en la asociación local y tiene un archivo único, con datos de hace 43 años. El hombre de la estadística de la ABB proporcionó el detalle que acá les compartimos (ver foto). Entre 1995 y 1999, Rodrigo jugó 104 partidos y anotó 1996 puntos, un impactante promedio de 19.2. Sobresalió mucho en cadetes, entre 1997 y 1998, con una media de 23.6. En juveniles tuvo 18.7 entre 1999 y 2000, cuando empezó a jugar un poco en Primera, hasta que tomó la decisión de dedicarse sólo al fútbol.
“La Falda es uno de los clubes más chicos de Bahía y a veces nos costaba hasta completar el plantel para jugar los sábados a la mañana, con Rodri íbamos casa por casa para convencer a algunos. Yo era base y el escolta, pero teníamos que dividirnos por cuartos para no dejar debilitado al equipo. Un día, contra Olimpo, se cortó feo la lengua pero siguió jugando con una gasa. Jugaba muy bien y era muy importante. Y, por otro lado, no quería salir porque le encantaba jugar”, recuerda Miguel.
“Era tan fana Rodri que un día, cuando ya estaba en Huracán de Tres Arroyos, volvió a Bahía de vacaciones y entró un rato en un amistoso. Recuerdo que era uno de mis últimos partidos y yo le dije al entrenador que lo sacara porque se podía lesionar… Rodri no quería salir”, comenta mientras se ríe. O aquella historia en la que fue a ver un partido entre Bahiense del Norte y Costa Sud, equipo de Tres Arroyos, y se ofreció a llevar la planilla estadística del partido porque una radio tresarroyense no tenía planillero. “Era así. Estaba en Boca y cuando volvía a Bahía y se aparecía por el club no veía la hora de agarrar la pelota para ponerse a tirar un rato. Por eso no me sorprende que hoy quiera seguir jugando luego del retiro en el fútbol”, explica Juani. “Realmente admiro que se retire del fútbol profesional y se dedique al básquet. Como entrenador de este deporte, me encanta. Demuestra que ama al básquet”, refuerza José Luis. Infobae le reenvío a Juani el video de la anotación que se viralizó en Italia y no puede contener la expresión. “Una clásica jugada suya. Mantiene la misma forma de jugar. Sólo lo veo un poquito más grande físicamente”, comenta.
De más grande, como se contó, el ídolo era Nocioni, pero de más chico, por tenerlo cerca y ser un poco más grande, el que los desvelada era Pepe Sánchez, básicamente porque era el talentoso pibe del barrio que rompió cada barrera que se propuso, primero jugando en la Liga Nacional, luego yéndose a Estados Unidos, para jugar inicialmente en una universidad y luego para ser el primer argentino en jugar un minuto en la NBA. “Sí, era así. A Pepe lo mirábamos de forma especial. Le fuimos siguiendo la carrera y yo siento que la de Rodri tuvo similitudes, en el sentido que nos sorprendió y rompió cada barrera que se propuso, hasta terminar jugando a los 40 años en Italia”, analiza Miguel.
Pepe recuerda bien las cualidades que tenía el Palacio basquetbolista. “Jugaba muy, muy bien, era vivo, inteligente, muy parecido a cómo jugaba al fútbol. No tenía miedo, jugaba por instinto”, analiza y va más allá con su relato. “En casa teníamos un aro en el patio y a veces jugábamos. Él y mi hermano, que tienen la misma edad, contra mí, que les llevó tres años. Yo me tenía que poner serio porque si me distraía, me ganaban… Rodri siempre fue un deportista integral, intuitivo, rápido, con mucho foco. Podría haber jugado a cualquier deporte y hacerlo en alto nivel”, asegura, dejando una frase que resume toda la historia. “Para mí, es un jugador de básquet que se disfrazó de futbolista simplemente porque lo hacía demasiado bien con la pelota en los pies”, cierra, de forma glamorosa.
El mayor de los Pisani cuenta una anécdota de cómo Rodri alcanzó el estatus deportivo de Pepe, cerebro de la Generación Dorada, con quien se encuentran habitualmente cuando la Joya vuelve a Bahía y elige, para entrenarse y tirar al aro, el Dow Center, el centro de alto rendimiento que tiene Pepe en Bahía. “En el kiosco teníamos pegado un poster de Pepe, grande, bien arriba, y en una de las carameleras una fotito de Rodri en Bella Vista. Y siempre lo jodíamos: ‘Cuando juegues en el exterior o en la Selección vas a estar al lado de Pepe. Él cumplió y nosotros, también. Estaban los dos pósters bien grandes ahí arriba”.
Juani cuenta cómo, de a poco, se dio vuelta la historia. “Cuando Pepe firmó su primer contrato en la NBA recuerdo que le dije, un poco en joda y otro poco en serio, ´¿por qué no comprás el pase de Rodrigo? Nos hacíamos millonarios”, dice hoy luego de repasar el palmarés de palacio en el fútbol (746 partidos, 250 goles, 8 títulos y 2 Mundiales disputados). “Sí, es una historia verídica. Juani me decía eso, pero nunca se me cruzó por la cabeza. Creo que valía 30.000 dólares o algo así. Ni siquiera lo consideré, pero pensando hoy no hay dudas de que hubiese sido un gran negocio”, completa.
La familia fue contactada por Infobae para colaborar en esta historia, pero algunos integrantes se excusaron porque prefieren mantener el mismo perfil de Rodrigo, quien no tiene redes sociales y elige mantenerse lejos de los flashes y las entrevistas. Los tres hermanos Pisani, en tanto, no pueden evitar tener una reflexión muy parecida para cerrar la nota, con partes iguales de emoción y alegría al recordar a su amigo del barrio La Falda y aquellos añorados viejos tiempos. “Realmente tuvo la carrera soñada en el fútbol y ahora, por suerte, tiene tiempo de retomar su otra pasión. Es hermoso. Y se lo merece. Es un pibe que nació para el deporte. Un talento natural para jugar, con un perfil bajo y una humildad que todavía nos sorprende y emociona”, coinciden. De La Falda, Bahía Blanca, para el mundo.
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