“Pelear contra la potencia futbolística, económica y la popularidad de Boca, no fue fácil, pero nosotros encontramos el equilibrio, a partir del trabajo y el conocimiento que tenía del plantel un técnico excelente como José Yudica, que nos llenó de confianza y nos hizo salir a jugar de igual a igual en cualquier cancha. Para ser campeón se tienen que dar muchas cosas. Nosotros tuvimos una enorme fe y una mentalidad ganadora, que nos llevó a tener pocos lesionados, algo decisivo en un plantel tan corto como fue aquel”.
Las palabras pertenecen a Jorge Gáspari, quien explica algunos secretos del histórico equipo de Quilmes campeón de 1978, con la misma claridad con la que manejaba los tiempos en la mitad de la cancha con su camiseta número 5. Fue vital en la campaña y la historia le tenía reservado el reluciente lugar de marcar el golazo que les permitió quedarse con el título
“Quilmes ya se cae”. La sentencia era casi unánime en las charlas futboleras post Mundial ‘78. Los que dicen tener la postas, a veces suicidas de pronósticos en las mesas de los cafetines de Buenos Aires y el resto del país, dejaban su augurio. Pero la única verdad era la realidad y el equipo del Sur no solo no se cayó, sino que, en un final de película, superó al poderoso Boca dirigido por Juan Carlos Lorenzo y se consagró campeón del Metropolitano con absoluta justicia.
Horacio Milozzi fue el capitán y símbolo de ese equipo. Hasta el día de hoy es una referencia ineludible para relatar lo vivido en aquellos días de dura lucha contra Boca, gracias a una memoria envidiable: “La base del equipo venía desde 1975 cuando se logró el ascenso y el grupo era como una familia. Yo me sumé en el ‘76 y terminamos a un punto de River en la zona del Metro y lo mismo con Boca en el Nacional. El ‘77 no fue nada bueno, pero en el ‘78, con el mismo plantel y algunos refuerzos, la cosa cambió completamente y mucho tuvo que ver José Yudica, nuestro técnico. El campeonato se paró por el Mundial y él nos dijo que, si queríamos ir a ver algún partido, sacáramos entradas para los domingos, porque el resto de los días íbamos a arrancar a las 9 de la mañana sin tener un horario fijo para terminar. Estaba convencido de lo quería, pese a que teníamos un plantel corto y que en muchas semanas hubo fecha los miércoles. La preparación fue tan buena que recién el primer desgarrado fue a una semana del final. Pero la mente es todo, estando bien sentís que podés. Y ahí estuvo el gran mérito de Yudica, convencernos que se podía, a partir del trabajo de la semana. A la hora del partido, la charla técnica duraba 10 minutos. Era un tipo muy ganador y a quien daba gusto escuchar, más allá del fútbol. Por algo es el único entrenador que salió campeón con tres equipos de los no denominados grandes: Argentinos, Newell´s y nosotros”.
En la misma sintonía están los recuerdos de Jorge Gáspari: “Llegué en 1976 y me encontré con un club que había arrasado en la B de la temporada anterior. Era una institución pujante, que estaba en pleno crecimiento y me tocó sumarme para el Nacional. En el Metro ‘77 lo tuvimos a Yudica como técnico por primera vez y fue difícil porque peleamos el descenso, pero con su simpleza para explicar las cosas nos llegaba mucho. Se fue y nos dejó marcada su ida, pero mucho más su regreso en abril del ‘78. Nos conocía como nadie y la confianza que nos brindó fue el trampolín que necesitábamos para ir por todo”.
El martes 19 de septiembre, Boca comenzó su participación en la Copa Libertadores, donde defendía el título, empatando en cero con River en la Bombonera. El Metropolitano llevaba 30 jornadas disputadas y era el líder con 42 puntos, cinco más que Quilmes. Al día siguiente venció en Rosario a Central 1-0, en fecha entre semana, al tiempo que el Cervecero hizo lo propio con Vélez por el mismo score. Pero a partir de ese momento, los hombres de Lorenzo, con la cabeza más en la Copa que en el torneo local, tuvieron un leve declive, por lo que los de Yudica le fueron descontando de a un punto en las jornadas posteriores hasta quedar a 2 al comenzar octubre. Milozzi evoca con gran precisión la lucha que se dio con los Xeneizes.
“Llegamos a estar a 7 puntos de Boca, cuando la victoria valía 2. Parecía imposible, porque cuando ese equipo dirigido por Lorenzo te llevaba tanta ventaja, no lo podías alcanzar más. Sin embargo, ellos tenían por delante la Copa Libertadores y pusieron suplentes en varios encuentros. Cuando estuvimos cerca, nos decíamos que el objetivo era poder salir segundos, porque si Boca también era campeón del Nacional, nos la jugábamos en un desempate con el segundo de ese torneo para ir a la Copa. La ilusión era hasta ahí. Nos dimos cuenta que se nos podía dar en la histórica tarde contra Independiente en nuestra cancha, donde ganamos 1-0 con gol de Juan Carlos Merlo sobre la hora y los alcanzamos, porque ellos perdieron un partido increíble con Gimnasia en La Plata, donde iban 2-0 y perdieron 3-2. Sentimos que podía ser, pero tres días después Huracán nos ganó muy bien y Boca superó a Racing 3-2 con dos goles marcados en tiempo de descuento. Fue un golpe duro”.
Fue un campeonato con 19 equipos, por lo que había fechas libres. Los máximos candidatos aún debían pasar por eso en la segunda rueda y a Quilmes justo le tocó allí, tras esa caída y en la jornada en que se disputaba el Superclásico en el Monumental. Horacio Milozzi evoca como lo vivieron a muchos kilómetros de distancia: “Nos fuimos a jugar un amistoso a Brasil, contra el Botafogo de Ribeirao Preto. Perdimos 3-1 y fuimos un desastre (risas). Estábamos en el vestuario con la mirada en el piso hasta que José Yudica dijo: ‘Muchachos: levanten la cabeza que perdió Boca 1-0′. Un integrante de la delegación se había quedado en el hotel para conseguir la información del partido. El miércoles siguiente ellos quedaron libres, nosotros le ganamos a Platense y los igualamos nuevamente, con apenas tres fechas por delante”.
El domingo siguiente nada cambió, porque ambos ganaron sus partidos, Boca a Atlanta en cancha de Ferro 3-2 y Quilmes como visitante de Banfield 1-0 con un golazo de Milozzi de tiro libre. Quedaban solo dos fechas y la mayoría pensaba que el cuadro de Lorenzo se quedaría con el título, por peso propio y porque enfrentaría a Estudiantes de Caseros, prácticamente descendido. Pero el fútbol tiene magia, como lo rememora Milozzi
“Teníamos la cancha suspendida porque le habían tirado una botella a un jugador de Platense el día que les ganamos y por ello debimos hacer de locales en Banfield contra Chacarita. Ganamos 2-1 y al entrar al vestuario nos enteramos de que Boca iba empatando con Estudiantes, pero todavía faltaban cinco minutos. Jorge Bullrich, histórico periodista del equipo de José María Muñoz en radio Rivadavia, se metió con nosotros y rodeándolo, escuchamos los instantes finales, cuando casi ganan porque un cabezazo de Husillos se estrelló en el travesaño y nos corrió un frío tremendo por todo el cuerpo (risas). Terminó 0-0 y fue la primera vez que quedamos solos en la punta. Volvimos para Quilmes con una caravana de hinchas que colmó las calles. Faltaba una fecha y podíamos ser campeones, dependiendo de nosotros”.
Solo quedaba una materia para recibirse de campeones. Y contra Central en el remodelado estadio de Arroyito, sede de la Copa del Mundo. Para evitar las tensiones y relajar la ansiedad, Yudica determinó viajar a Rosario el viernes por tarde y desandar las horas previas en esa ciudad. El plantel suponía que iba a estar acompañado, pero jamás con lo que se encontraron, como lo recuerda Gáspari: “A casi 45 años de haber sido protagonista de esta epopeya, uno valora todo lo vivido y el esfuerzo que hicieron los hinchas, viajando de cualquier modo a Rosario, en autos, camionetas o camiones. Veo las filmaciones de época y no lo puedo creer. Quizá son pequeñas cosas, pero son invalorables”
La tarde del domingo 29 de octubre de 1978 fue la más especial en la historia de Quilmes y también en la carrera de un recio defensor como Milozzi: “Fue el único día de mi carrera profesional en que se me aflojaron las piernas al entrar a una cancha. Era impresionante la cantidad de gente que había colmado la popular y no la veíamos de la cantidad de papelitos que arrojaban en una verdadera fiesta. Había público de Quilmes por todos lados. Yudica se asomó a la boca del túnel y al ver ese panorama nos dijo: ‘Este lío lo armaron ustedes, ahora soluciónenlo’ (risas). Arrancamos bien y nos pusimos en ventaja con gol de Andreuchi, pero luego se vivió un lapso de tiempo de locura como pocas veces en la definición de un torneo. Al mismo tiempo que Central nos empató, Boca se puso en ventaja contra Newell´s con gol de Roberto Mouzo de penal. Estábamos iguales en la tabla y así nos fuimos al descanso, en el que Yudica no permitió que nadie escuchara la radio para saber qué pasaba en la otra cancha. Apenas volvimos, nos convirtieron el segundo y se nos escapaba el sueño, aunque inmediatamente Andreuchi empató otra vez de penal. Y tan solo cuatro minutos después, llegó el golazo”
Y como si salieran jugando, igual que en aquellos tiempos, Milozzi le da el imaginario pase a Gáspari para que recuerde su obra máxima: “Fue un saque lateral de Zárate, quien se la dio a Bianchini, que hizo una maniobra por derecha, hasta que me habilitó. Yo venía acompañando la jugada y me quedó de frente al arco a unos 25 metros más o menos, aunque nunca los medí, pero es lo que me dicen (risas). Le di fuerte y de zurda y se metió en el ángulo. Fue una paradoja, porque los dos goles que marqué en esa campaña fueron con la pierna izquierda y en ambos ganamos 3-2. El otro ante Chacarita. Todavía faltaba mucho, porque apenas iban 7 minutos del segundo tiempo, pero a la postre fue el que nos dio el título”.
Arturo Iturralde dio el pitazo final y lo que parecía un sueño pasó a la dulce categoría de realidad: Quilmes era el campeón del fútbol argentino superando a Boca, en una reedición deportiva de David y Goliat. Milozzi se vuelve a emocionar al rememorar ese momento: “Fueron cinco minutos en los que se me pasó toda la vida por la mente y vivimos cosas maravillosas, como el hecho del reconocimiento espontáneo del público de Rosario Central ante la vuelta olímpica o lo que me contó Miguel Ángel Torres, que es como yo de Chivilcoy y que en ese momento estaba en San Lorenzo. Me dijo que, al terminar el clásico de esa tarde ante Huracán, los hinchas de ambos equipos aplaudieron nuestra consagración. O lo que fue la salida de la ciudad rumbo a Quilmes, porque había que ir hasta San Nicolás para salir a la Panamericana. Un mundo de gente y hasta una señora que se acercó al micro y nos alcanzó una torta que fuimos comiendo en el viaje de regreso. Después nos enteramos de que en la cancha de Quilmes hubo como 20.000 personas escuchando el partido por altoparlantes. La mitad se quedó a esperarnos cuando arribamos cerca de las 2 de la madrugada. Una de las cábalas que teníamos era un poster de Carlos Reutemann que yo llevaba siempre y pegábamos en el vestuario. Para los que decían que era mufa… Nada que ver. Era un grande y nos trajo suerte”.
La fiesta de la cancha se trasladó a los camarines, al tiempo que, en La Bombonera, la hinchada de Boca despedía con aplausos a su equipo, que un mes antes parecía el casi seguro campeón. Las radios se hacían eco de la histórica consagración y los cronistas presentes en Rosario buscaban las palabras de los héroes. Como el de Rivadavia, que puso en comunicación a Luis Andreuchi con el estadio de Racing, donde dialogó con el futbolista con quien había igualado el liderazgo de la tabla de goleadores. Era un joven de 17 años que actuaba en Argentinos Juniors y se llamaba Diego Armando Maradona.
Las buenas actuaciones de Jorge Gáspari se mantuvieron y por eso fue llamado por César Luis Menotti para integrar la selección en la Copa América del 79, junto a un grupo nuevo de futbolistas, como para empezar a probar rumbo a España 82. Pero también había otros de renombre como Daniel Passarella y, Américo Gallego: “Fue un honor doble: la convocatoria en sí al equipo nacional y por pertenecer a un club chico como Quilmes. También estaba Diego, a quien conocía desde el 77 cuando integramos el juvenil en el Sudamericano de Venezuela. Solo tenía 16 años y más tarde fuimos los sparrings de la mayor que luego sería campeón del mundo. Fue un privilegio conocer desde los orígenes a Maradona y también haber podido despedirme de él cuando falleció. Lo que más rescato de él, además de la magia que regalaba en cada entrenamiento, es que nunca traicionó sus orígenes”.
Gaspari nació en Mar del Plata y jugó en varios equipos de Primera División, como Belgrano, Instituto y Argentinos Juniors. Pero por siempre será sinónimo de Quilmes. Equipo y ciudad: “Yo me he quedado a vivir en Quilmes y el agradecimiento de la gente es permanente, no solo de quienes son contemporáneos, sino cuando ellos mismos le dicen a los más chicos quienes fuimos nosotros para el club. Es una satisfacción enorme”.
Un técnico de experiencia y ganador, que encontró un plantel exacto para su credo futbolístico. Un grupo de muchachos con hambre de gloria, que sabían que podían quedar en la historia y no dejaron pasar la oportunidad. Fueron la combinación perfecta de la gloria de Quilmes, que superó a Boca en un mano a mano para el infarto, con el eterno gol de Gáspari, que se metió en ángulo, y en la leyenda también.
Agradecimiento: Mane Klasesmeier, historiador de Quilmes.
SEGUIR LEYENDO: