“Hace tres años sufrí un ACV, un infarto en la cabeza ocasionado por un coágulo de sangre que se me fue al cerebro. Mi papá me salvó la vida”. En el 2019, Kilian Virviescas estuvo al borde de la muerte. Estaba en su casa de Ibagué, Colombia, viendo el Superclásico de las Américas, entre Argentina y Brasil, por las semifinales de la Copa América 2019.
“Fueron cuatro meses sin sensibilidad en los dedos de la mano izquierda y el pie izquierdo, pero con el paso de los años fui mejorando. Ser deportista me ayudó mucho a recuperarme del ACV”, reveló sobre el duro momento de salud que le tocó atravesar.
El Kili Virviescas nació en Bogotá en 1980. Debutó en América de Cali en 1999 y se mantuvo allí hasta el 2003, con un paso intermedio por el Real Cartagena en 2002. Con 23 años, tuvo la oportunidad de arribar a River Plate, para seguir los pasos de sus compatriotas Juan Pablo Ángel y Mario Yepes, que saltaron al fútbol europeo desde el club de Núñez.
En 2003 fue parte de “Los Galácticos millonarios”, el River comandado por Manuel Pellegrini que contaba con jugadores de jerarquía como Marcelo Gallardo, Marcelo Salas, Lucho González, Eduardo Coudet, Javier Mascherano y Maxi López, que perdió la final de la Copa Sudamericana frente a Cienciano 1 a 0, provocando el alejamiento del entrenador chileno.
“Dolió mucho aquella derrota y el plantel terminó muy golpeado. Pensábamos que se nos iba a dar, tras pasar a San Pablo en la semifinal. Pero la derrota por 1 a 0 en Perú fue muy dolorosa y difícil de digerir, ya que dejó secuelas y se llevó puesto a Pellegrini”, recuerda el hombre de 42 años, que vistió en 13 oportunidades la casaca de la Banda.
Tras su paso por el conjunto millonario, San Lorenzo de Almagro puso los ojos en él y estuvo allí durante la temporada 2004/2005, llegando a completar 9 partidos, primero con Pipo Gorosito como entrenador, y luego con el Bambino Veira en su rol de director técnico.
“Noté un cambio entre un equipo y otro. Sabemos que River y Boca son los más grandes de Argentina, pero el Ciclón es un club importante, que pelea títulos. Me adapté rápido, porque venía de estar en el Millonario que me permitió conocer más el fútbol argentino. Pero no me fue bien, no rendí como hubiera querido”, destacó el ex mediocampista en dialogo con Infobae.
-¿Qué es de tu vida, Kilian?
-Vivo en Ibagué, Colombia. Soy administrador de unas canchas de fútbol sintético junto a Fabián Vargas, ex volante de Boca Juniors. Tenemos, también, una escuela de fútbol y soy intermediario de jugadores. Antes de la pandemia administraba un restaurante en Cartagena, pero tocó cerrarlo producto del encierro, ya que nos fuimos a la quiebra.
-¿Seguís despuntando el vicio de jugar a la pelota?
-Es un vicio que nunca terminará. Estoy inscripto en torneos amateurs que desarrollo con mis amigos y mi familia. Uno debe aprovechar hasta donde pueda para despuntar el vicio (risas).
-¿Que metodología implementan en las escuelitas de fútbol?
-Tenemos una estructura bastante sólida. Contamos con un director deportivo que es el ideólogo y manejamos un enfoque estructurado; nos enfocamos mucho en la parte cognitiva del jugador. A raíz de esto, les cedemos juveniles a Millonarios, América de Cali, Nacional y Deportes Tolima. Tratamos de aprovechar todo eso, y ubicarlos en diferentes equipos profesionales. Es un proceso que llevamos de la mejor manera, estructurado y serio, que debemos sacarle provecho en unos años.
-¿Qué recordás de tu paso por el fútbol argentino?
-La experiencia fue muy buena. Y me enriqueció desde todo punto de vista. No solamente en la parte deportiva, sino también en lo personal. La verdad que recuerdo mucho a Argentina, soy muy agradecido por todo lo que viví allá.
-¿Te costó apartarte de tus costumbres?
-No, algunas son muy similares a las de Colombia. Conocí muchos sitios interesantes, restaurantes, donde se come muy bien. Por otra parte, encontré mucha gente de buen corazón. Me di cuenta de que los argentinos nos quieren mucho y hay un muy buen feeling con los colombianos. La última vez que pisé suelo argentino fue hace tres años, cuando llevé jugadores y recibí el cariño de la gente. Recuerdo que cuando llegué por primera vez en el 2003, la situación económica-política en el país había mejorado luego del corralito del 2001.
-¿Te pudiste adaptar rápido a Buenos Aires?
-Sí, la verdad que sí. Soy de Bogotá, capital de Colombia, pero Buenos Aires es más grande y me adapté bien. Me gusta todo de esa ciudad: la gente, el trato, las comidas, las calles, el clima, la vida en general. Tuve una vida normal por haber sido jugador de River. No salí mucho, sólo iba a cenar con mi familia. En esa época, era muy tranquila Buenos Aires y no hay mucha diferencia de cómo es hoy en día. Pude hacer una vida con normalidad, obviamente cuidándome en todos los aspectos, porque evitaba consumir alcohol y no trasnochaba frecuentemente. Cuando se podía, con mis compañeros del Millonario, armamos un grupo de buenas personas y nos juntábamos por la noche para salir, pero sin pasarnos de la raya. Se pasó chévere.
-Fuiste campeón con River en el Clausura 2004. ¿Cómo fue integrar un plantel plagado de figuras, que tenía a Leonardo Astrada como entrenador, y a Cavenaghi, Mascherano, Salas, Lucho González, Marcelo Gallardo como compañeros?
-Fue muy enriquecedor. Compartí vestuario con Salas y Gallardo que venían de Europa. Marcelo, del Mónaco y el chileno, de la Juventus. Aprendí muchísimo de ellos, porque son muy dedicados a su profesión. También estaba Mascherano, que arrancaba su carrera como profesional y ya había sido llamado a la selección argentina. Existían otros que iban a ser vendidos al exterior como Cavenaghi, Daniel Hachita Ludueña y Oscar Ahumada. Todo eso lo llenó a uno de experiencias nuevas, y con la idea de seguir aprendiendo en el fútbol, pero también en la vida.
-¿Qué enseñanza te dejó haber jugado en Argentina?
Lo que siempre admiramos de los argentinos: la pasión por el fútbol, el profesionalismo y el compañerismo. Con Horacio Ameli y Eduardo Tuzzio hicimos una amistad muy buena, antes de que se pelearan; éramos muy unidos. También generé una relación amistosa con Gallardo y Salas, con quienes jugábamos al ping pong y hacíamos apuestas.
-¿Qué apostaban?
-En pareja con Tuzzio jugábamos contra Gallardo y Salas, y los que perdían pagaban un asado u otra cena. Marcelo era muy bueno, mucha habilidad para pegarle a la pelotita, pero lamentablemente ganábamos más nosotros que ellos (risas). En esa época, Eduardo y Horacio eran muy amigos, compartíamos el mismo grupo y fuera de las canchas comíamos asados e íbamos a pescar.
- ¿Te costó adaptarte al club riverplatense?
-Sí, me costó. Cuando estaba Manuel Pellegrini como entrenador fue más complicado, porque el colombiano debe adaptarse rápido a la velocidad del fútbol argentino y eso lleva un tiempo. Yo no conté con ese tiempo producto de las continuas lesiones. Los primeros meses me costó muchísimo. Luego, cuando se fue el chileno, llegó Astrada y ahí ya no pude jugar más. Tuve un apoyo importante del nuevo entrenador, pero cuando me lesioné uno de los isquiotibiales, tardé en recuperarme y no pude jugar más.
-¿Qué tipo de lesión tuviste?
-En un encuentro contra Chacarita sufrí un desgarro que me sacó del equipo. Pero seguí jugando los siguientes encuentros y empeoró la zona. Quería jugar las fechas finales del torneo que salimos campeones, pero tuve que parar en las últimos tres. No es que no me hayan cuidado, la lesión fue sobre el final del campeonato y no alcancé a recuperarme.
-¿Notabas en Gallardo jugador a un futuro entrenador?
-No, nadie se imaginaba su futuro como director técnico. Se fue consolidando con el paso del tiempo. Sí observábamos que cuando Marcelo jugaba, tenía mucho liderazgo y organizaba al equipo dentro del campo de juego. Luego, los resultados convirtieron al Muñeco en lo que es hoy, uno de los mejores técnicos a nivel mundial. Como compañero lo escuchábamos cada vez que hablaba, porque era un ídolo del club y ganó mucho en River. Todo el mundo paraba las orejas porque era el máximo referente del plantel.
-¿Qué podes remarcar de Gallardo como compañero de vestuario?
-Su calidad de persona. Me brindó su amistad y me invitaba a su casa a comer asados junto a su papá y el resto de su familia. Ese gesto para un extranjero es muy bueno para sentirse arropado. Además, me dio su apoyo cuando me lesioné y eso lo valoro muchísimo. También, me acompañó en el momento que convertí un autogol ante Quilmes, en la derrota por 2 a 0. Me consolaba todos los días y me dio un espaldarazo importante. No ante los medios porque no lo necesitaba, pero sí puertas adentro.
-¿Qué balance hacés de tus dos años en River?
-Quedé con las ganas de jugar un poco más y mostrar mis condiciones. Yo me desempeñé de lateral izquierdo en el último semestre en el América de Cali y eso provocó que me contrataran del equipo de Núñez. Pero cuando arribé me pusieron de volante por la misma zona y me sentí mucho mejor. Desafortunadamente sufrí la lesión y no pude rendir más, aunque se consolidó un título local y fui parte. Con Pellegrini no se dieron las cosas como yo quería, pero me llevo un gran cariño suyo. Fuimos finalistas de la Copa Sudamericana 2003, perdimos la final con Cienciano y fue el detonante para que Manuel dejara su cargo.
-¿Dolió aquella derrota en dicha copa internacional?
-Sí, dolió mucho aquella derrota y el plantel terminó muy golpeado. Pensábamos que se nos iba a dar, tras pasar a San Pablo en la final, pero la derrota por 1 a 0 en Perú fue muy dolorosa y difícil de digerir, ya que dejó secuelas y se llevó puesto a Pellegrini, lamentablemente.
-Luego recalaste en San Lorenzo de Almagro. ¿Cómo se dio tu llegada a ese club?
-Por intermedio del presidente Rafael Savino y con el visto bueno del entrenador, Pipo Gorosito. Noté un cambio entre un equipo y otro. Sabemos que River y Boca son los más grandes de Argentina, pero el Ciclón es un club importante, que pelea títulos. Me adapté rápido, porque venía de estar en River que me permitió conocer más el fútbol argentino. No sé por qué se fue Gorosito como DT en las primeras fechas del 2005, y eso provocó un cambio en el grupo. Tras su salida, llegó el Bambino Veira y no era de su gusto. Fui relegado al banco y no tuve mucha participación. Además, había figuras relevantes como el Pitu Barrientos, Romagnoli, Lavezzi, entre otros. Pero no me fue bien, no rendí como hubiera querido.
-¿Te dejó alguna enseñanza Veira como entrenador?
-Siempre los técnicos te dejan alguna enseñanza. Uno trata de quedarse con lo bueno, y ser una esponja para lo bueno y malo. El Bambino le da mucha confianza al jugador. Cree en las aptitudes de los futbolistas por todo lo que vivió, y se mostraba como un cabeza de grupo tranquilo en los momentos difíciles. Eso te brinda confianza.
-También jugaste en Gimnasia y Esgrima La Plata. ¿Por qué tuviste un paso fugaz por el Lobo platense?
-Fue un paso rápido de seis meses y no anduvimos bien. Era un bonito plantel, pero no pudimos consolidar la idea que pregonaba el entrenador, entonces tuve que irme porque no entraba en su idea futbolística.
-¿Cuál fue la mejor etapa de tu carrera?
-Hubo varias. En América de Cali, Envigado, Unión San Felipe, tuve niveles altos y bajos. El buen momento en Cali hizo que me contratara River, donde no fue de mis mejores momentos, pero no la pasé mal tampoco.
-¿A qué edad te retiraste?
-A los 33 años. Ya estaba cansado de las lesiones musculares. Nunca tuve una rotura de ligamentos, rodilla o de tobillo, pero sí comencé a tener lesiones musculares que me hicieron dar un paso al costado. No soportaba los dolores, ni estar parado tanto tiempo. Fue difícil dejar el fútbol. Estuve un año parado sin hacer nada. Venía con una dinámica de entrenamiento y de vida, y cambiarla de un momento a otro no es fácil. Lleva años adaptarse a la nueva vida y me sirvió mucho que al año siguiente de haberme retirado puse un restaurante y abrimos la escuela de fútbol. De esta manera, puse mi cabeza en otro lado y me ayudó a olvidarme del retiro.
-¿Como manejó ese año post retiro?
-Me entrenaba y jugaba a la pelota casi todos los días. Desprenderse de la profesión lleva su tiempo. Tenés que estar fuerte de la cabeza, si no la podés pasar mal. Una vez retirado, dejás de sentir esas cosquillas y esa adrenalina de competir por los puntos.
-¿Qué momentos difíciles pasaste durante tu carrera?
-Muchísimos. Pasé más momentos duros que buenos. Los buenos son escasos, que son cuando ganás títulos o partidos. Pero casi siempre todos tenemos momentos más complicados que buenos. Las lesiones fueron los más difíciles de mi carrera, porque iba perdiendo ritmo y provocaba quedar relegado en la consideración del entrenador de turno. En River, por ejemplo, la lesión que padecí fue muy dolorosa, porque venía ganándome el puesto y sabía que si entraba en el entretiempo contra Chacarita en el Monumental y solucionaba los problemas del equipo, tenía grandes chances de ser titular al encuentro siguiente.
-En el 2019 sufriste un hecho difícil en tu vida. ¿Cómo te sucedió?
-Hace tres años sufrí un ACV, un infarto ocasionado por un coágulo de sangre que se me fue al cerebro, producto de un hueco que tenemos en los ventrículos que nunca se me cerró. Gracias a Dios, hoy estoy bien y vivo, y tengo otra oportunidad de vida.
-¿Quién te salvó la vida?
-Mi papá, que estaba a mi lado y reaccionó rápido. Yo me encontraba en mi casa cuando me agarró el ACV y en 15 minutos llegué a una clínica para que me atendieran. Eso fue importante para que los trombos no siguieran ocasionando daños. Mi padre y los médicos me salvaron la vida, porque si me hubiera pasado en mi casa solo o viajando hubiera fallecido, ya que no tenía reacción inmediata. Estaba en Ibagué, que es una ciudad pequeña y por suerte el establecimiento médico estaba cerca. Uno debe aprovechar una nueva oportunidad de vida que Dios te da.
-¿Qué estabas haciendo cuando sufriste el ACV?
-Estaba en mi casa mirando por televisión el clásico de cuartos de final de la Copa América 2019 entre Argentina y Brasil junto a mi papá.
-¿Que secuelas te dejó?
-Fueron cuatro meses sin sensibilidad en los dedos de la mano y el pie izquierdo, pero con el paso de los años fui mejorando, y hoy puedo decir que no tengo nada. Soy un bendecido de Dios. Estoy recuperado casi al 100 por ciento, pero tengo que tomar un medicamento de por vida para que no vuelva a pasar.
-¿Qué fue lo que te ayudó a recuperarte del ACV?
-Me hicieron terapias para la mano y el pie izquierdo, más la toma de medicamentos. Además, las oraciones de mi mamá y de todos para recuperarme de la mejor forma. También, que haya sido deportista fue un factor determinante para recuperarme, ya que sufrí un ACV siendo muy joven, a los 39 años. Me salvé por haber sido un futbolista de alto rendimiento que me mantuvo activo deportivamente durante mucho tiempo, que provocó que los daños no hayan sido peores.
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